Visita papal III: La influencia del dinero en la Iglesia y el giro conservador en la Conferencia Episcopal
10.01.2018
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10.01.2018
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Visita papal I: laico osornino describe la crisis de la Iglesia Católica chilena
Visita papal II: abusos sexuales y autoritarismo de obispos aceleran el desprestigio de la Iglesia
Si en la configuración institucional de la Iglesia Católica hay secretismo, éste se expresa con mayor contundencia en el uso del dinero.
En esto, Fernando Karadima vuelve a ser un ejemplo de esa realidad desvirtuada, donde el poder y el dinero se unen para corromper en la Iglesia. De hecho, el núcleo social donde este sacerdote ejercició su ministerio, fue en medio de las personas más poderosas y acomodadas de Chile. Ello le permitió formar un imperio económico que luego sería la principal arma de defensa de sus desviaciones, igual que Marcial Maciel.
En esta materia, es un avance el convenio de la Conferencia Episcopal y Chile Transparente, donde las diócesis se obligan a implementar mecanismos de transparencia activa. Gracias a ese acuerdo se sabe que el Arzobispado de Santiago dispone de un presupuesto de US$16 millones anuales ($10.000 millones), financiado con arriendo de bienes raíces, donaciones reservadas, una cuenta en el extranjero y la venta de una automotora de autos de lujo. También posee acciones en SQM, empresa investigada por financiamiento político irregular, y en CMPC, involucrada en la colusión del papel higiénico que estafó a todos los chilenos.
Actualmente, el Arzobispado de Santiago enfrenta un juicio multimillonario por la herencia recibida de don Juan Luis Undurraga, gestor dela principal empresa láctea de Chile. El cardenal Ezzati defiende su legalidad avaluada en varios cientos de millones de dólares; en virtud de la fortuna que el empresario heredó a una fundación de la Iglesia. El Arzobispado aceptó la donación sabiendo que el altruismo no era tal, sino que se realizaba para desheredar a la esposa de Undurraga. Para ello la Iglesia dispuso la creación, en Roma, de una sociedad de derecho canónico, no establecida bajo la ley chilena. Los vicios societarios llevaron a la familia a demandar a la Iglesia por US$200 millones (vea los antecedentes de esta disputa legal en las notas al pie de página de la primera columna de este especial: Visita papal I: laico osornino describe la crisis de la Iglesia Católica chilena).
El cardenal Ezzati con su curia debe preguntarse si acaso Jesucristo habría aceptado y persistiría en apropiarse de aquella herencia. Esa pregunta se la hicieron a Jesucristo y su respuesta está en el Evangelio: “¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?” (Lc 12, 14).
El mismo Arzobispado enfrenta otra contienda judicial, al declararse en insolvencia la concesionaria que creó para administrar el negocio del Cementerio Católico de Santiago. Al someterse a un procedimiento de liquidación, en 2015 se ventilaron demandas por despido injustificado, indemnizaciones impagas, prácticas antisindicales y abandono de sus trabajadores. El Arzobispado de Santiago buscaba declarar la insolvencia del mal negocio de los cementerios y potenciar el de la cremación. Para esto último, la diócesis capitalina instaló una amplia red de memoriales en la mayoría de las parroquias de Santiago para guardar las ánforas. En este negocio se esperan millonarios retornos, convirtiéndose en uno de los emprendeimientos empresariales más suculentos de la Iglesia.
El Arzobispado de Santiago dispone de un presupuesto de US$16 millones anuales ($10.000 millones), financiado con arriendo de bienes raíces, donaciones reservadas, una cuenta en el extranjero y la venta de una automotora de autos de lujo. También posee acciones en SQM, empresa investigada por financiamiento político irregular, y en CMPC, involucrada en la colusión del papel”.
Para viabilizar las proyecciones económicas, el cardenal Errázuriz se involucró en una campaña publicitaria que a última hora fue desistida por eventuales problemas de imagen. Paralelamente había que generar un cambio cultural: la cremación estaba prohibida en el mundo católico debido a que era el último acto de rebeldía de los masones. Entonces, desde Roma vino el oportuno auxilio, con la instrucción Ad Resurgendum cum Christo, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde se rehabilita la cremación siempre y cuando las cenizas del difunto sean mantenidas en un lugrar sagrado.
En esta materia la Iglesia mostró toda su sagacidad empresarial, propia de los hijos del mundo. Mientras el Arzobispado de Santiago generaba la oferta, la demanda se garantizaba con un documento dogmático publicado nada menos que en Roma.
Con gestos como el señalado, puede asegurarse con total certeza que en la Iglesia chilena los votos de pobreza han sido definitiva y empíricamente declarados obsoletos. Esa misma Iglesia de la opulencia, debiera dar explicaciones sobre cómo espera en Chile hacer una “Iglesia pobre para los pobres”, según el anhelo de Francisco.
En el cronograma de la visita de Francisco está un encuentro en la casa central de la Pontificia Universidad Católica de Chile, institución que en la discusión por la despenalización del aborto en tres causales tuvo un rol antagónico. Su rector, Ignacio Sánchez, convirtió a esa universidad en un bastión ideológico contra dicha ley.
Mientras esa universidad lideraba la defensa estricta de la vida del que está por nacer, en sus propias aulas han ocurrido preocupantes casos de suicidio entre sus estudiantes. Los alumnos critican la indolencia institucional en un drama que tiene muchas aristas, pero donde sobresale la vigencia de un proyecto académico deshumanizante. Los silencios de su gran canciller, el cardenal Ezzati, y de su vice gran canciller, Cristián Roncagliolo -ahora obispo Auxiliar de Santiago- son un crudo testimonio de la ausencia de la Iglesia en una realidad sobrecogedora.
Recientemente, la UC es cuestionada severamente por la ciudadanía por los tratos inhumanos a su personal subcontratado y porque profesionales de su hospital clínico eliminaron de la lista de prioridades de trasplante a Daniela Vargas, una niña en riesgo social. Según sus médicos, la “precariedad social, familiar y personal” de Daniela no garantizaban los cuidados necesarios de un paciente trasplantado de corazón.
Los ejemplos de falta de caridad cristiana de esa universidad contrastan con el celo inquisidor que practican el cardenal y su vice gran canciller en la facultad de teología; donde el soplonaje y los despidos aseguran que no existe libertad teológica para pensar, para investigar, para enseñar ni para publicar.
Francisco, a la usanza de Juan Pablo II, viene también como “mensajero de la paz”. En ese contexto, su visita a la Araucanía genera grandes expectativas, especialmente porque desde que el Estado de Chile iniciara la “pacificación” de la zona en 1860, ese territorio no ha vuelto a vivir en paz. La quema de numerosos templos católicos y evangélicos ponen a la Iglesia como parte del conflicto en la “cuestión” Mapuche, donde se integran, a fin de cuentas, todos los pueblos originarios que habitan en Chile.
Siendo la Iglesia parte del conflicto, la historia del pueblo Mapuche interpela la cristianización del continente. Particularmente, la catolización de los pueblos originarios de Chile, donde los signos y emblemas de la fe terminaron avasallando la cultura de pueblos llenos de riquezas ancestrales.
El mismo Arzobispado (Santiago) enfrenta otra contienda judicial, al declararse en insolvencia la concesionaria que creó para administrar el negocio del Cementerio Católico. Al someterse a un procedimiento de liquidación, en 2015 se ventilaron demandas por despido injustificado, indemnizaciones impagas, prácticas antisindicales y abandono de sus trabajadores”.
El obispo Francisco Javier Stegmeier rompió la tradición en el ex vicariato de la Araucanía, territorio reservado a los capuchinos, en reconocimiento a su vasto servicio apostólico entre el pueblo mapuche. Siendo sacerdote diocesano, Stegmeier se licenció en teología en la Universidad de la Santa Cruz en Roma, regentada por el Opus Dei. Aquello le valió el nombramiento como obispo de la recientemente creada diócesis de Villarrica. Ahí se ha destacado como el más conservador del episcopado chileno. Entre sus mayores desatinos está el haber puesto término a la Pastoral Indígena, en una zona que es de comunidades mapuche por excelencia. Luego se fue contra la Fundación para el Desarrollo de la Araucanía y contra el Instituto Indígena. Con ello, el obispo cortó los canales episcopales con el mundo mapuche.
Como si fuera poco, las tierras donde se emplaza el seminario San Fidel fueron reivindicadas por los comuneros mapuche. El obispo fue pertinaz a la hora de defender el derecho de propiedad de la Iglesia, que entraba en conflicto con el derecho ancestral del pueblo mapuche. Finalmente, la Iglesia cedió después de haberse agudizado el conflicto.
La visita del Papa a la zona donde se ubican las diócesis de Temuco y Villarrica está precedida del incendio intencional de cerca de veinte templos cristianos, principalmente católicos, hechos que no tienen ninguna justificación.
Afortunadamente, jesuitas, verbitas, capuchinos, franciscanas, clarisas, catequistas de Boroa y otros, siguen testimoniando el Evangelio en medio de ese aguerrido y querido pueblo.
Iquique, por su cercanía a La Tirana, representa un ícono de la religiosidad popular y, por su riqueza multicultural, es un emblema de los migrantes. Asimismo, por su cercanía con Bolivia, y por su historia, es un foco que ineludiblemente pone en relieve la mediterraneidad de Bolivia.
Además de la religiosidad popular, para la Iglesia chilena Iquique encierra un delicado problema pendiente. En 2006, a los 42 años, fue nombrado en esa diócesis el obispo más joven de la Conferencia Episcopal, Marcos Órdenes. Las promesas de su juventud terminaron en 2012 con su carrera eclesial, cuando apareció acusado de abuso sexual. Su caso es atípico e inédito: en tiempo récord fue sacado del episcopado con un nivel de secretismo que ha dado lugar a todo tipo de elucubraciones. La existencia de los hechos denunciados quedó demostrada por las pruebas presentadas en los procesos penal y eclesial, pero el pueblo de Dios sigue esperando explicaciones porque la causa de la justicia religiosa ya suma casi cinco años y medio sin resultados.
La destitución del obispo Órdenes es tan enigmática como la de Francisco José Cox, de los padres de Shöenstatt, quien siendo obispo ejerció como secretario ejecutivo de la Comisión Organizadora de la visita del Papa Juan Pablo II a Chile, en 1987. Con ello, su carrera episcopal se empinó al conseguir el nombramiento como arzobispo de La Serena. Sin embargo, en 2002, en un acto de absoluto secretismo, su amigo el cardenal Errázuriz -también schöenstattiano-, anunció que el arzobispo Cox se retiraba a una vida de oración en un convento suizo, en razón de “conductas impropias”. Después se supo que había abusado de más de diez menores de escasos recursos.
Muchas historias episcopales en Chile, ocurridas en las últimas dos décadas, dan cuenta de una verdadera colección de descriterios y errores, que demuestran falta de tino a la hora de elegir a los futuros obispos. Gran parte de esa responsabilidad recae en los nuncios Ángelo Sodano e Ivo Scapolo. Desde la pléyade de obispos de Karadima -que suman seis miembros activos-, hasta los últimos nombramientos dan cuenta de ello.
Ivo Scapolo ha conseguido establecer un contundente desequilibrio pastoral en la Conferencia Episcopal. Ha favorecido el nombramiento de obispos aversos al Concilio, carentes de liderazgo, más fiscalizadores que pastores, de posiciones políticas afines a la derecha y de una vida piadosa, que no logran comprender la vida de sus fieles. Producto de ello, y como los obispos han cooptado a la Iglesia, ésta ha perdido aplomo intelectual y solvencia moral, por lo que su voz no es considerada en los grandes problemas que se discuten en Chile.
La UC es cuestionada severamente por la ciudadanía por los tratos inhumanos a su personal subcontratado y porque profesionales de su hospital clínico eliminaron de la lista de prioridades de trasplante a Daniela Vargas, una niña en riesgo social. Según sus médicos, la ‘precariedad social, familiar y personal’ de Daniela no garantizaban los cuidados necesarios de un paciente trasplantado”.
Siendo tan compleja y variada la crisis del episcopado chileno, bien podría ser que la visita del Papa sea la de un Visitador Apostólico, donde esta vez él mismo asume personalmente una tarea que se reserva a un delegado pontificio cuando existen situaciones delicadas en las iglesias locales, produciéndose una suerte de “intervención pastoral”. En tal sentido, no es descartable una inspección in situ a la realidad jerárquica chilena. Dos ejemplos grafican este punto. Por un lado, gran cantidad de información eclesial fluye hacia y desde Roma por conductos no oficiales, escapando así a los controles de la nunciatura. Y por otro, hay decisiones de obispos locales contra su propio clero que han sido desacreditadas por Francisco.
Ejemplo de esto último es el caso de un sacerdote santiaguino de origen indio, que luego de ser excomulgado y reducido al estado laical por el cardenal Ezatti, fuera restituido en la plenitud de su ministerio por el mismo Papa. También está el caso del canonista Manuel Hervia quien, por denunciar el abuso de menores de su Arzobispo Francisco José Cox en 2002, años después fuera víctima de acusaciones falsas en su contra. El mismo cardenal lo tenía condenado al ostracismo, siendo finalmente rehabilitado por el Papa, cuando la justicia chilena ya lo había exonerado de toda culpa. En este último caso, aún persiste la marginación de la religiosa Pablina Celedón, quien testificó en favor de Hervia y hasta la fecha no ha conseguido normalizar su vida religiosa en plena vejez; todo porque en un momento de profunda desolación compartió su vida con los medios de comunicación.
Como se mencionó antes, en la diócesis de San Felipe, Roma decidió respaldar al obispo Cristián Contreras M. contra su propio clero, que lo acusaba de abuso de menores. En este, como en otros, la solución lejos de sanar heridas, multiplica desconfianzas.
También hay que recordar la filtración de los correos privados de los cardenales Errázuriz y Ezzati, donde se referían vulgarmente a una de las víctimas de Karadima y se confabulaban para bloquear a Felipe Berríos (SJ) como eventual capellán del palacio de La Moneda. O en esa otra ocasión donde el cardenal Ezzati e Ivo Scapolo acusaban en Roma a José Aldunte (SJ), al padre Mariano Puga y al mismo Felipe Berríos (SJ), de hacer magisterio paralelo. O ese otro escándalo donde el cardenal Ezzati retiraba el permiso de enseñanza al teólogo Jorge Costadoat (SJ) en la universidad pontificia.
Lo cierto es que la Iglesia chilena nunca en la historia había llenado tantas páginas de la prensa escrita, ni copado los horarios de mayor rating de audiencia en radios y televisión, dando cabida a una larga lista de escándalos y vergüenzas.
Es evidente que a Roma llegan muchos dolores de cabeza de la Iglesia chilena y, por cierto, llegan también a la concienca del Papa.
Curiosamente, la Iglesia en estas latitudes ha tenido una silente actitud frente al magisterio de Francisco. Eso contrasta con la febril actualización que comienza a adquirir aquel silenciado magisterio, precisamente ante la inminencia de la visita Papal. Así, aterrizan en estos días su encíclica Amoris laetitia, Laudato si o Evangelii gaudium.
El Papa Francisco se ha caracterizado por dotar al colegio cardenalicio de integrantes provenientes no desde el centro del poder sino de las periferias. Lo hizo nombrando un cardenal en Lampedusa, capital de la crisis migratoria. Luego, con Madrid y Barcelona, sorprendiendo al nombrar a quienes no figuraban en la lista de preferidos. Y aquí más cerca, en El Salvador, lo hizo al imponer el capelo rojo no al Arzobispo de San Salvador, sino a su obispo auxiliar. Por eso, ante la inminente sede vacante de Santiago de Chile y, considerando que el cardenal Errázuriz ya no es elector en el cónclave, no es extraño que aproveche su venida para evaluar posibles candidatos. Esto no es menor ante la urgencia de imprimir un nuevo cambio de rumbo para la Iglesia chilena.
Buscar un cardenal en la periferia existencial de Chile no sería ajeno al estilo del Papa. Y tal vez, como ha ocurrido con otras visitas pontificias, el responsable de la preparación de la visita, que en este caso es Fernando Ramos, pudiera ser potenciado en su carrera eclesial al cabo de la visita Papal, más aun cuando su incondicionalidad al cardenal Ezzati lo pone en un lugar de privilegio en la carrera cardenalicia por Santiago.
La Conferencia Episcopal de Chile es un coro de voces divergentes, que no logra concitar un mismo sentir. Más allá de los profundos secretos encerrados en ese espacio, trascienden algunos hechos que despiertan esperanzas, porque muchas veces en el disenso se expresa la voz del pueblo de Dios.
Según ha trascendido en la prensa, tales situaciones fueron recriminadas por el Papa en febrero pasado, cuando los obispos chilenos realizaron su tradicional visita Ad Limina. En esa ocasión, Francisco advirtió que habrá sanciones para aquellas “voces que cantan fuera del coro” si no acatan sus sugerencias. De aquel llamado al orden pontificio surgen mil preguntas: ¿Cuáles son esas sugerencias? ¿Era una forma de alinearlos en torno a Barros? ¿Era una advertencia a quienes hacen magisterio paralelo? ¿Era un llamado a recuperar la decencia en la vida pastoral ordinaria? ¿Era una orden para abandonar los negocios y volver al Evangelio? ¿Era una interpelación moral por tanto escándalo y vergüenza?
Al contemplar la realidad de la Iglesia chilena de los últimos años, aflora esa certeza evangélica de que aquí conviven el trigo y la cizaña. Junto con eso, lo cierto es que la Iglesia en Chile ha sido fuente de muchos y grandes sufrimientos. Esta situación no pasa inadvertida para quienes habitan esta tierra; y tampoco puede serlo para los responsables de una institución que está llamada a servir.
Antes que una estructura jerárquica, la Iglesia es un pueblo donde se congregan los hijos e hijas de Dios en torno a una misma esperanza. Ese pueblo escucha la voz de sus pastores que lo conduce hacia “fuentes de agua viva”. Pero la crisis de la Iglesia chilena hace inaudible esa voz, por lo que el pueblo de Dios “camina como ovejas sin pastor”.
La visita de Francisco a la Iglesia chilena debe ser un punto de inflexión en la trayectoria de una historia sombría que debe ser sanada. El pueblo de Dios espera mucho del pastor de la Iglesia universal.