ENTREVISTA DEL MEDIO DIGITAL EL FARO AL DIRECTOR DE LA REVISTA NEW YORKER
David Remnick: “Un país que elige a Trump debe cuestionarse su excepcionalismo”
05.07.2017
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ENTREVISTA DEL MEDIO DIGITAL EL FARO AL DIRECTOR DE LA REVISTA NEW YORKER
05.07.2017
Los estantes de las ventas de libros en la estación ferroviaria de Penn Station, en el corazón de Manhattan, muestran las publicaciones más atractivas para los neoyorquinos este año: manuales para sobrevivir a la administración Trump; ensayos legales para interpelar al presidente en el Congreso y lograr su destitución; lecciones sobre el autoritarismo; ensayos sobre niños migrantes; guías para la resistencia civil… Son el signo de los tiempos que corren.
Desde que el multimillonario Donald J. Trump se convirtió en presidente electo de la nación más poderosa de la historia, Nueva York se encuentra en pie de resistencia. Su alcalde la declaró ciudad refugio y se niega a cumplir las órdenes federales antiinmigrantes; en los aeropuertos que sirven a la ciudad, miles de personas se manifestaron espontáneamente el día en que Trump decretó su prohibición para admitir refugiados en Estados Unidos y obligaron a los agentes migratorios a admitir a aquellos que ya habían obtenido permisos previos al decreto. Los neoyorquinos han convertido en un deporte local sacar el dedo medio al pasar frente a cualquiera de las torres de Trump. En Union Square, lugar tradicional de encuentro de krishnas, hiphoperos, predicadores y practicantes de yoga, ahora se imparten clases grupales de guitarra que preparan a los asistentes en poco tiempo para interpretar, guitarras y gargantas a coro, una canción: “Esta es una ciudad de inmigrantes… Todos somos inmigrantes”.
Más abajo en la ciudad, si uno atraviesa el memorial para las víctimas del 11 de Septiembre, se encuentra de frente con la Freedom Tower, el edificio construido para servir de símbolo del resurgimiento, de la resistencia de una Nueva York que no se doblega. Allí, en ese rascacielos, se encuentran ahora las oficinas de la revista New Yorker, orgullosa de haber marcado la pauta durante un siglo del periodismo narrativo y la crítica de arte neoyorquinos.
Como muchos de los medios que Trump considera sus enemigos, la New Yorker advirtió durante toda la campaña de la amenaza que Trump representaba para la democracia estadounidense… y para el bienestar del planeta. Lo hizo a través de amplios reportajes para denunciar los intereses comerciales del candidato republicano; sus negocios fallidos; su estilo de trabajo; sus votantes. Lo hizo a través de análisis, de piezas de opinión y caricaturas.
A las oficinas de la revista, ilustradores y caricaturistas enviaron tantas propuestas de portadas de Trump que decenas tuvieron que ser sacrificadas. La imagen del ahora presidente fue objeto constante de sus legendarias caricaturas y hacia el final de la campaña la revista dedicó todo un número a caricaturas de Trump.
La revista, que ha alcanzado el estatus de leyenda por sus reportajes de autor y que ha presumido siempre de contar con las mejores plumas, transformó su oferta para responder a la urgencia política. De “Los mejores textos disponibles” a “Combatiendo historias falsas con historias reales”. Fue una decisión deliberada de su director, David Remnick, un reportero entrado en los cincuentas, ganador del premio Pulitzer, autor de varios libros y una de las principales figuras del mundo cultural e intelectual de esta ciudad, que sigue siendo la más vanguardista del mundo. En sus propias palabras, fue una decisión influenciada “por el momento extraordinario” que ha significado la elección de Trump.
La misma noche de la victoria del multimillonario, Remnick escribió y publicó un texto de opinión al que tituló “Una Tragedia Americana”, una expresión representativa de todos aquellos que vieron en el resultado electoral un parteaguas en la tradición democrática estadounidense. “La elección de Donald Trump a la presidencia es una tragedia para la República Americana, una tragedia para la Constitución y un triunfo, en casa y afuera, para las fuerzas nativistas, autoritarias, misóginas y racistas”, escribió Remnick esa noche. “La impactante victoria de Trump, su ascenso a la presidencia, es un evento enfermizo en la historia de Estados Unidos y la democracia liberal. El 20 de enero de 2017 despediremos al primer presidente afroamericano —un hombre de integridad, dignidad y espíritu generoso— y atestiguaremos la investidura de un fraudulento que hizo poco para rechazar el apoyo de fuerzas xenofóbicas y de supremacía blanca. Es imposible reaccionar a este momento con nada que no sea revulsión y profunda ansiedad”.
Advirtió a sus lectores que lo peor que podía pasar era que la administración Trump fuera “normalizada”; que la sociedad civil estadounidense dejara de percibir su gobierno como algo nefasto. Ni la desesperación ni el abandono, dijo entonces, eran alternativas. “Combatir el autoritarismo, denunciar las mentiras, luchar honorablemente y con firmeza en el nombre de los ideales americanos. Eso es lo que queda por hacer. Eso es todo lo que hay por hacer”.
Medio año después, con la administración Trump instalada en la Casa Blanca y produciendo más escándalos de los que una sociedad es capaz de digerir, David Remnick aceptó conversar sobre su presidente, la democracia estadounidense y el rol del periodismo.
Es un hombre afable, mucho más sereno de lo que sus escritos recientes, que pulsan con un sentido de urgencia ante la catástrofe, permitirían adivinar. Viste de jeans y camiseta, en contraste con la elegancia de quienes laboran en esta parte de la ciudad. Su oficina es dominada, a un costado, por una privilegiada vista de la punta sur de Nueva York: Wall Street, la Estatua de la Libertad, Staten Island. A la izquierda Brooklyn; a la derecha Nueva Jersey. Contrapuesto a la ventana se encuentra una pared ocupada en su totalidad por una librera llena por libros que hablan de un lector tan omnívoro como el que presume su revista: ficción, ensayo, no ficción, caricaturas, estudios musicales… muchos de ellos escritos por autores que trabajan para la New Yorker. Él mismo, como autor, tiene una producción diversa: su gran obra, con la que ganó el Pulitzer: el libro La Tumba de Lenin, sobre la caída de la Unión Soviética que atestiguó en Moscú como corresponsal del Washington Post. Pero también ha escrito sobre músicos, dramaturgos, políticos y deportistas, entre ellos un perfil de Bruce Springsteen y un memorable perfil de Leonard Cohen, publicado en octubre del año pasado, pocos días antes de la muerte del poeta-cantautor. Sobre él, la Premio Nobel de Literatura Toni Morrison escribió que “controla de tal manera su oficio que lo transforma en un arte”.
Remnick escribió también un fantástico libro sobre Muhammad Ali, llamado El Rey del Mundo, en el que aprovecha la riqueza de los personajes para explorar con el inglés, uno de los lenguajes más pragmáticos y democráticos, hasta sacarlo de sus márgenes y expandirlo. Ni siquiera en este libro sobre Ali, uno de los personajes más coloridos y politonales de la historia, utiliza Remnick proporcionalmente tantos adjetivos como los que ha escrito en los últimos seis meses para referirse a su nuevo presidente. Y ninguno de ellos es halagüeño.
La elección de Donald Trump, admite Remnick, cuestiona una de las mayores tradiciones en la mitología norteamericana: el llamado excepcionalismo americano. Es decir, esa visión cuasi religiosa que los norteamericanos heredan desde su independencia según la cual son un pueblo excepcional, moralmente superior, socialmente avanzado y políticamente puritano. Un pueblo elegido para hacer el bien al mundo y llevarlo a la libertad. Una visión que se ha perpetuado en la academia norteamericana, cuyos historiadores y politólogos producen cantidades masivas de ensayos y estudios comparativos cuyo único objetivo parece ser demostrar, justamente, lo excepcional de Estados Unidos. Un mito que ha ayudado a cohesionar a los estadounidenses pero que es poco congruente con la elección de un hombre, Trump, al que Remnick ha llamado en su revista “fraudulento; impredecible; abominable; la vulgaridad desatada; descendiente de los que no saben nada, los apocalípticos y los nativistas; plutócrata, mentiroso, misógino, racista, indecente…”.
En su más reciente artículo, publicado a finales de junio, el reportero y editor encontró, sin embargo, motivos para el optimismo: “Trump no es para siempre”. No, pero su victoria también habla del país que lo hizo presidente. Y ese seguirá ahí mañana.
-Me parece que no te gusta este tipo… Trump, ¿cierto?
Cierto ja, ja, ja.
-Ya lleva más de 100 días…
Más… Lo siento en mis huesos.
-¿Cómo?
Mira, esta no es la primera vez en la que hemos tenido a un presidente abominable y, para ser precisos, hemos tenido presidentes que hicieron cosas mucho peores que las que Trump ha logrado hacer. Hasta el momento no ha invadido Irak o Bahía de Cochinos ni ha derrocado al gobierno en Irán, como en 1953, etc. Entonces, ¿por qué hablar de él en términos alarmistas? Por la combinación de incompetencia, mentira, deshonestidad como hombre de negocios, que es la única forma en que tenemos para conocerlo, su manera descuidada de conducir la política, etc. Es digno de alarma. Él también llega como la cresta de una ola de liderazgo antidemocrático liberal que no es único, por desgracia, en Estados Unidos. No sé hasta dónde llegará en términos antidemocráticos. Generacionalmente, yo tengo 58 años, vengo de una época periodística en Moscú, me siento sacudido por una visión quizás demasiado optimista de lo que ha ocurrido históricamente. Es decir, en 1970 había 30 países considerados como democracias, para el término del milenio, en el año 2000, había unos 100. Eran democracias imperfectas, democracias nacientes. Había todo tipo de cosas que podrías describir, pero era claro que no tenías que ser Francis Fukuyama para ser optimista sobre Rusia, el Este de Europa; Europa Central; América Latina. Había una tendencia increíble. Había un montón de tendencias realmente prometedoras, incluso si eras un realista de cabeza dura, tenías que tomar nota de esto. Pero ahora estas tendencias van en reversa en Latinoamérica, en América Central, en el Este de Europa y así sucesivamente…
-Voy a detenerte por un segundo. Es solo que hiciste algo muy interesante aquí, colocando a Trump en un marco global, algo que no se ha hecho mucho, supongo que debido al sentido local de urgencia. Pero de todos modos, estas tendencias han estado ocurriendo antes de Trump.
Sí. Bueno, depende de donde quieras empezar. Si estás en Budapest, encontrarás lo mismo. Si estás en Londres, encontrarás lo mismo o en el este de Europa, encontrarás lo mismo…
-O Polonia…
Seguro. Y las razones son similares. No todas iguales, pero sí son similares. Tienen que ver con todos los problemas que conoces. La alarma por la inmigración; la alarma por las consecuencias imprevistas de la globalización; la antindustrialización; y luego la explotación de esas cuestiones por figuras demagógicas como Donald Trump. Yo crecí al otro lado de ese río (Hudson, que separa Nueva York de Nueva Jersey) y luego me moví a este lado, con algunos lugares de por medio. Y recuerdo que él era una figura cómica en mi juventud. Él era sólo un cómico pomposo, un negocio de espectáculos.
-Él era una figura cómica hace dos años. No solo durante tu juventud. ¡Hace dos años!
Sí, pero nos importaba un carajo. Era solo un programa de televisión. Y por cierto, creo que esos programas de televisión fueron muy importantes para su desarrollo. Si tuviera tiempo para pasar el verano viendo esos programas… es decir, si mi cerebro lo soportara.
-¿El Aprendiz?
Sí, solo lo vi un par de veces.
-Te recomiendo que veas sus shows de lucha libre. Es tan él …
Lo vi. Podemos hacer bromas sobre todo esto, pero él ganó. Sí, claro, el FBI; sí, Rusia… Él ganó.
-¿Cuánto tiempo te tomó llamarle presidente Trump?
El mismo día.
-Todavía no lo has llamado presidente Trump.
Claro que lo hice. Lo sé. Él ganó la presidencia, él es el presidente Trump. Lo entiendo. Esto no es cuestión de que si lo entiendo o no, o de si él es apropiado. ¿Conoces el término “Snowflakes” (copos de nieve)? Se refiere, supuestamente, a personas como yo, flojas, que eran débiles y no podían asimilar la presidencia de Trump. Yo lo entiendo.
-Advertiste a todo el mundo que no normalicen esta presidencia…
¡La misma noche de la elección!
-La misma noche. Me gustaría explorar contigo qué viste en él, porque todos los adjetivos que has usado en su contra también los encuentras en otros presidentes. Los ciudadanos de este país normalizaron las acciones y las administraciones de esos presidentes…
Vamos a analizar nuestras opciones. Él ha utilizado el poder de la Constitución para firmar órdenes ejecutivas de la misma manera que Barack Obama, Abraham Lincoln o Dwight Eisenhower tenían la autoridad para dictar órdenes ejecutivas. Él es el presidente de los Estados Unidos. Lo que no quiero normalizar es su historia, lo que no quiero normalizar es su falta de conocimiento, conocimientos básicos. Lo que no quiero normalizar, sobre todo, es su uso demagógico del «Otro», con O mayúscula, refiriéndose a la gente de color, los inmigrantes, regularizados o no, y todo tipo de personas, como los afroamericanos. Lo que está haciendo es una cosa muy vieja: les está hablando a las personas cuyas expectativas no son lo que esperaban que fuesen, con perspectivas económicas oscuras. Que miran alrededor y ven todo tipo de condiciones sociales difíciles, ya sea una adicción al opio o perder un buen trabajo en la fábrica y encontrar otro en Walmart, y les dice: «Siento tu dolor y la razón de tu dolor es esa persona o ese grupo de allá. Es la culpa de los inmigrantes que están violando a sus madres y hermanas. Es la culpa de los afroamericanos que viven de la beneficencia del estado. Es culpa de los chinos que están manipulando la moneda. Es culpa del “Otro”. Está creando un Estados Unidos del «nosotros» y «ellos». Y aquí estamos sentados tú y yo, con la la vista más cursi posible (señala por la ventana): Allí está Ellis Island, uno de los grandes lugares de llegada para los inmigrantes a la vuelta del siglo pasado; y allá la Estatua de la Libertad. Y me perdonarás por mi sentimentalismo histórico democrático estadounidense, pero eso es… no hay una forma para ese sentimiento, que es más profundo que yo. Donald Trump representa una concurrencia que ha estado en las políticas estadounidenses durante mucho tiempo, pero nadie había llegado a ser presidente usando eso. Es por eso que creo que es importante no normalizar nuestro sentido de quién es. No es Mitt Romney, no es John McCain. Tengo todo tipo de problemas políticos con todas estas personas. No soy republicano, ¿sabes? Y no lo oculto. Pero esto está fuera del paréntesis, el gran paréntesis ideológico incluido en la política estadounidense. Esto fue más impredecible y alarmante.
-Tengo la impresión, y corrígeme si me equivoco, de que el sentido de urgencia que ha llegado después de que él tomó la oficina y la fiebre de cosas que él está firmando todos los días, le ha impedido a todo mundo hacer una reflexión profunda sobre cómo llegó él a ser presidente de los Estados Unidos.
No estoy seguro si eso es correcto.
-¿No?
Creo que la gente ha hablado sobre ello sin parar. Mira, ¡hay tanto que hablar a la vez! Cada día trae un nuevo tweet, una nueva declaración incomprensible, un nuevo escándalo. Por ejemplo, The New Yorker publicó, hace seis semanas, un artículo de investigación sobre las inversiones de Trump en los negocios en Azerbaiyán. El artículo concluía con pruebas, y sin cuestionamientos de la gente de Trump, que estaba haciendo negocios con la familia más corrupta de Bakú. Eran sus socios. Otros de sus socios eran unos hermanos iraníes parte de un grupo de amigos de la Guardia Revolucionaria Iraní, una organización que el gobierno estadounidense considera como un grupo terrorista. El autor de ese texto estuvo en CNN por un par de noches y luego quedó en el olvido, porque cada día hay algo nuevo. Si eso hubiera ocurrido con Obama o Bush, o el Bush más viejo, o Bill Clinton, un escándalo financiero de ese nivel…. Se hubieran tenido que ir. Todos los días él causa una nueva indignación porque hemos elegido vivir con esa indignación. Eso fue parte del trato. Sus electores, sus votantes encuentran mucho de lo que dice y hace atrevido, pero han elegido vivir con esto porque solo ven el lado bueno. Creo que han hecho un pacto con el diablo, pero ese es el pacto. No sólo los liberales reconocen que hay un aspecto indignante en Trump.
-Supongo que al final el punto es que él es todos los adjetivos con que lo has llamado. Es un mentiroso, deshonesto, esto y aquello… Pero él es el presidente, ¿qué dice eso sobre este país, que eligió a este tipo para ser su presidente?
Espero que diga que es una aberración. Que los candidatos republicanos eran tan débiles y él tan ameno, y que Hillary Clinton era una candidata tan débil, y que factores como la carta del FBI y los elementos rusos eran tan fuertes que todo este complejo de razones terminó con una aberración. No creo que se limite a ese pensamiento. Tenemos que admitir que hubo fuerzas más oscuras aquí. ¿Cómo se convirtió Donald Trump en político? Su primera causa política fue cuestionar la legitimidad del primer presidente afroamericano, sobre la base de dónde nació o no. Una teoría de conspiración. Fue la explotación de una teoría racista de conspiración. Y algunas personas que votaron por Trump, creo, no todas, pero la mayoría, no son racistas. El racismo de Trump no fue decisivo. Ellos eligieron pasar por alto eso, o aceptarlo, o no sentirse demasiado ofendidos por eso. Eso es preocupante. Lo mismo sucedió con la misoginia, con su actitud hacia los inmigrantes. Lo mismo con su explotación de cualquier número de cuestiones. Que por cierto, cuando las investigas a profundidad o las exploras a profundidad, le pueden o no valer una mierda. Está dispuesto a decir cualquier cosa para tener éxito. Es un fraude.
-Un fraude que lo llevó a ser…
…electo Presidente de los Estados Unidos. Mira, Huey Long fue electo gobernador, era muy popular en el estado de Luisiana. (Trump) no es el primer demagogo que gana una elección popular. Es sólo el primero que se convierte en presidente. Mira, soy el primero en decirte que la historia de Estados Unidos es extremadamente compleja y llena de parches de tremenda oscuridad. No tengo que venir de El Salvador para reconocer eso en la historia americana. Perdóname, pero creo que sabes a lo que me refiero.
-Lo sé, créeme.
Por otro lado, creo que hay aspectos gloriosos en la historia americana.
-¿Ha cambiado tu visión del este país? No. Esa no es la pregunta correcta. ¿Ha cambiado tu visión de tus compatriotas?
Es una gran pregunta, una pregunta estupenda. Alguien en mi posición, de trabajo, de vida, de ubicación es acusado todos los días de vivir en una burbuja. Estamos en un rascacielos de Manhattan y estamos mirando al río (Hudson). Me refiero a que yo, siendo una persona objetivada, un editor y esto y lo otro.. De alguna manera no sé nada sobre este país, aparte de cenas lujosas en Manhattan y lugares… Pero también soy un ser humano que ha vivido en muchos lugares y crecí con padres enfermos con no muchos recursos, he viajado por todos lados, he trabajado como periodista y he visto mucho aquí y en el extranjero. Y supongo que lo que he hecho es tomar un… Estoy tratando de recoger mis pensamientos, es una pregunta tan buena. Tiene que hacerte pensar diferente si no los has hecho antes, sobre la pregunta del excepcionalismo americano. ¿Alguna vez viste las convenciones políticas americanas hace cuatro años?
-Sí.
Siempre destacan el excepcionalismo de Estados Unidos, como si Dios hubiera bendecido a este país de alguna manera en la que no bendijo a Francia o a El Salvador. Y por cierto, de muchas maneras, somos increíblemente afortunados: debido a la geografía, a la escala, debido a la aparición de una generación de filósofos iluminados, que fueron nuestros padres fundadores; en lugar de tiranos, o guerreros. También tuvimos problemáticos períodos, complejos, pero creo que un país que logró elegir a Donald Trump tiene que hacerse algunas preguntas sobre el excepcionalismo americano. Incluso si estás dispuesto a usar esa frase, tienes que usarla de una manera mucho más compleja y madura. Obama lo hizo y yo simpatizo con él. La gente vio a un Obama que vino de las generaciones de los años sesenta, vio a un afroamericano y estaban constantemente haciendo preguntas sobre el excepcionalismo americano. Y él dijo: Si te refieres al excepcionalismo americano en el sentido de que somos excepcionales porque tenemos las mejores armas y fuimos besados por Dios… No. Pero si crees y miras la historia americana como una serie de fuerzas complejas en las que la evolución fue a través del recorrido de un camino rocoso, la evolución de algo excepcional… De eso sí me puedo sentir parte. Recuerdo haber entrevistado a Obama sobre Aretha Franklin y él me dijo que su pieza musical americana favorita no era sólo «America the Beautiful», sino la versión de Ray Charles, en la que las letra estaba en contrapunto con la forma en que Ray Charles la cantaba, lleno del dolor y de la exaltación de la vida americana. Ray Charles cantando “America the Beautiful” contiene el dolor y el revés de la realidad americana como un opuesto a Kate Smith cantando “America the Beautiful”. Kate Smith es una cantante blanca, clásica y patriótica. Y mi esperanza es que, si la historia en sus mejores momentos es dos pasos adelante y un paso atrás, este es un paso atrás y sólo podemos esperar que, por variadas razones, esto no sea tan peligroso como podría ser, y que las fuerzas del periodismo, los tribunales, tal vez el Congreso, las personas cambiando de opinión y todas las instituciones y fuerzas de la vida americana, hagan que este período tal vez no sea tan malo como podría ser. Pero mi trabajo como periodista, como voz, como una voz entre muchos, muchos, muchos es ser claro sobre lo que pienso y no tener temor.
-Como sabes, vengo de un país muy pequeño, en el que si alguien en el cuarto piso del Departamento de Estado estornuda, el país cambia en una noche. Y este es el país más poderoso en la historia de la humanidad, el país más influyente para decidir la dirección del planeta entero, y aun así cuando veo las convenciones de los partidos políticos, cuando veo los debates, las campañas, veo un debate muy provincial.
Sí, creo que parte de eso es una cuestión de geografía. Mira en un mapa, me refiero a que parte de la excepcionalidad en América o parte de su ingenuidad es que hay una frontera con Canadá, la presencia menos amenazante, más benigna que te puedas imaginar; y en muchos aspectos es lo mismo con México. Creo también que estamos pasando por un enorme debate y esto no es sólo por Trump, creo que estamos pasando por un enorme debate de un período de décadas probablemente desde, al menos Vietnam, sobre cómo usar o no la fuerza. Confieso que estoy desgarrado por esto, moral, política e intelectualmente. Invadimos Irak y fue un desastre; pensamos que teníamos operaciones limitadas para ayudar a detener las masacres en Libia y ese tipo de media invasión fue un desastre y no hicimos casi nada en Siria, debido a Irak. Y ahora no estamos haciendo otra cosa más que un desastre. Así que creo que las personas que piensan en el lugar que ocupa Estados Unidos en el mundo, y no sólo en el Medio Oriente, están divididas en tres direcciones diferentes. Tanto aquellas que son bien intencionadas como lo contrario a las bien intencionadas. Y eso no es sólo acerca de Trump. Quiero decir, mira el terrible dilema de Obama sobre Siria. Él vino a… ¿Qué fue lo que distinguió a Obama de Hillary Clinton? Irak. Esa era la única cosa política en la que diferían. Su oposición a Irak. Eso y la personalidad.
-No estoy de acuerdo con eso. Creo que su poder de inspiración…
Esa es la personalidad.
-El poder de la imaginación…
Muy bien, pero recuerda, no era nadie, fue senador diez segundos…¡Diez segundos! Dio un gran discurso, no hay duda. Y así llegó a la presidencia y extendió las intervenciones en Irak y Afganistán con resultados complicados, digamos. Y en Siria casi no hizo nada, específicamente cuando se trata de usar el ejército, y cuáles son los resultados. Una vez más, no estoy sugiriendo una cosa u otra, sólo estoy analizando lo que está sucediendo. 450 miles de personas murieron, hubo una dislocación masiva, ciudades en ruinas, cientos de cientos de miles de inmigrantes en todo el mundo, sobre todo en Europa, que ha tenido un efecto desestabilizador muy efectivo en la política. El empoderamiento de Vladimir Putin; el de Irán en Siria. Eso es lo que conseguimos por no hacer nada. Y viene alguien con cero preparación, cero capacidades de pensamiento moral, estratégico, independiente y es alarmante. El mundo es ya lo suficientemente oscuro, complejo. Y no creo que todo lo que hablemos deba ser sobre Donald Trump. Mi amigo Murray Kempton, que era un gran columnista del New York Post, solía decir que lo mejor de la mafia es que podías culparlos por todo, no sólo por sus pecados, sino por todo, porque, ¿cómo podrían responder? Ja ja ja
-Ja, ja, ja… Exactamente.
Así que Donald Trump está para ser culpado por muchas, muchas cosas y la mayoría de ellas en tiempo futuro.
-¿Cómo ha cambiado Donald Trump tu idea de la misión del periodismo y la visión de la revista The New Yorker?
Nada. No. La revista siempre permite puntos de vista, la revista cuando se trata de la política siempre ha… ¿Estás hablando de la New Yorker en mi tiempo?
-Sí, por supuesto.
Hay un valor primordial en cuanto a presión al poder cuando es apropiado. Los escritores tienen que ganarse su punto de vista con evidencia, argumento y ecuanimidad. No somos una revista primariamente polémica, no somos una revista polémica. Y siempre hemos estado interesados en el nivel más alto posible de hechos y profundidad. Nuestros valores son los mismos. ¿Estamos más alarmados de los que estábamos hace seis meses? Sí, es verdad. ¿Se ha elevado mi sentimiento de la misión periodística con esta situación? Sí, absolutamente, eso es cierto.
-¿Entonces ha cambiado?
Sólo digo que nuestros valores son los mismos. Espero que nuestras prácticas sean las mismas. Pero si estás en medio de la alarma, es difícil.
-La New Yorker solía ser vendida, o anunciada o comercializada como la revista mejor escrita disponible, los mejores escritores, las piezas más exquisitas de periodismo…
No me gustaría decir… Creo que la masacre de El Mozote fue en su manera exquisita. No estaba destinada a ser una experiencia principalmente estética, aunque creo que Mark Danner hizo un gran trabajo como escritor. Pero creo que los valores de la profundidad, la verdad, la presión sobre el poder y en ese caso sobre el gobierno estadounidense, así como otras cuestiones locales están en el texto. ¿Y eso fue publicado en 1992 o 1993?
-Sí, 1993, creo. Por supuesto que no estoy diciendo que esto no se hacía. Siempre se hizo en esta revista, pero la caricatura…
Sé cuál es la caricatura de la revista. La caricatura de la revista es una pequeña arrogancia. La nariz levantada…
-No voy a jugar a la versión Truman Capote del New Yorker. Lo que quiero decir es que hay…
¡Pero incluso Truman Capote, por cierto! La obra más famosa de Truman Capote para esta revista fue sobre un asesinato. El asesinato de toda una familia, tampoco había nada delicado en esa historia tampoco. Estoy hablando de “Cold Blood”.
-Sí, lo sé.
La imagen pública de Truman Capote era algo diferente, pero Truman Capote como escritor era riguroso.
-Sí, no estoy debatiendo esto. Sólo digo que solían vender la revista así. Esta era su oferta. “Lo mejor escrito que se puede encontrar”. Ahora, su oferta es «luchar contra las historias falsas con las reales».
Sí, me declaro culpable.
-Pero quiero decir, esto no ha pasado así porque sí. Esto salió de un…
¿Momento político?
-¡Sí!
Sí, estoy de acuerdo. Espero que todavía estemos escribiendo bien. Todavía publicamos ficción al más alto nivel. Espero que la escritura de la no ficción esté aún en el más alto nivel. Hace un mes nuestro crítico de teatro ganó un Pulitzer. El año pasado ganamos dos Pulitzer por la calidad de nuestros escritos. No por informes políticos. Por escribir. Ese es un valor que sigue ahí. Lo que acabas de señalar… Seguro. Es una manera de señalar las diferencias.
-No soy un experto en el trabajo de David Remnick, pero…
Aún te queda vida ja, ja, ja…
-Ja, ja, ja … Pero lo que he leído de ti antes de la era del Trump, nunca vi que usaras tantos adjetivos como lo estás usando ahora, por ejemplo.
Y molestos.
-No quiero juzgarlos.
Creo que eso es cierto.
-Tenés toda una colección de adjetivos usados en contra de Trump.
Eso es verdad.
-Bien merecido o no, eso no es algo que…
Mira, te diré esto: Espero estar equivocado. Espero que alguna combinación de oposición americana y tal vez incluso el eventual desarrollo interno de Donald Trump lleve a una presidencia más normal. Soy un patriota, amo a mi país, pero hay infinitas complejidades y oscuridades en esto. No es que quiera el desastre.
-Entiendo. Es obvio que ves esto como un momento extraordinario.
Así lo veo.
-Y que has pensado mucho sobre el papel de esta revista en un momento extraordinario. Supongo que eso es lo que quiero saber.
Sí, hemos tenido más piezas políticas en los últimos, no sé, cuatro o cinco meses de lo que teníamos en las previas ediciones en el mismo período. Y hay un cierto nivel de urgencia y alarma en esas piezas, debido a la naturaleza del momento. Quiero decir, no puedes ser superficial todo el tiempo. Y también creo que tengo que tener cuidado de no escribir así a menudo, porque después de un tiempo se convierte en la alarma que ya nadie escucha.
-Entiendo tu punto.
No es una decisión estética. Por cierto, esto para nosotros es algo extraordinario: He tomado una sección entera, la de Comentarios, que normalmente publica mil palabras, pero ahora tiene cinco mil palabras. Uno de los problemas, periodísticamente, no sólo en The New Yorker, sino que en general, es que la mayoría de las corrientes políticas, de derecha o de izquierda, vienen con una intelligentsia adjunta. Hay una intelligentsiaconservadora en este país. Casi toda ha sido antiTrump, lo que es interesante. Hay una pequeña intelligentsiaproTrump que se ha anunciado a sí misma. Pero, por ejemplo, si soy un productor de televisión por cable, que quiere organizar los debates que ves cada noche en CNN, es muy difícil. Hay una intelligentsia conservadora: The National Review, The American Conservative y todo tipo de revistas en las universidades y así sucesivamente. ¿ProTrump? No, muy poco.
-Pero, ¿cómo llegamos a hablar en estos términos, «proTrump» o «antiTrump»?
Tienes corrientes intelectuales pronacionalistas, no sólo aquí sino también en otros países. Pero es difícil saber qué es el Trumpismo, porque parece cambiar todo el tiempo. Él toma ideas y luego se deshace de ellas de la manera más caótica. El caos es uno de los principios del Trumpismo. Y no es tan coherente como Le Pen o Putin.
-¿No es tan coherente como Le Pen? Ahora estoy más preocupado.
Es mi trabajo ja, ja, ja.
-Pero déjame llevarte de vuelta al periodismo.
Por supuesto.
-Es obvio que es una gran sensación de alarma la que sientes, y probablemente otras personas en el país también, por el momento que están viviendo. ¿Crees que esto mueve las fronteras del periodismo?
¿Cuáles fronteras?
-Sos el director del New Yorker, has llamado a la resistencia desde estas páginas.
Sí, tengo mi propio punto de vista. Sabes, no voy a manifestaciones. No soy un político… Soy una voz editorial en el gran argumento americano. Soy eso. Y también soy alguien que está dirigiendo. Mucho más importante que el artículo del que estábamos hablando, mucho más importante, es determinar qué deberíamos hacer como revista. No estoy escribiendo, no escribo mucho. Sobre todo lo que hago es animar, dirigir y apoyar las actividades de la revista y el sitio web. Tiene que ver con el periodismo investigativo, con a quién perfilamos. Esta es una parte menor de lo que hacemos, esta no es una revista en la que la opinión es lo más importante. También quiero que escribamos acerca de por qué la gente en el occidente de Virginia o en el oeste de Pensilvania o en la zona rural de Ohio, etc., apoyó a Trump y no para presentarlos como caricaturas o como si todo el mundo se sintiera de la misma manera o todo el mundo fuera racista.
-¿Crees que los medios fallaron en hacer esto antes?
Por supuesto. Mira, no quiero hacer una encuesta aquí, la gran pregunta es si el periodismo americano la cagó. Creo que las encuestas la cagaron. Creo que hubo mucha cobertura de personas que eran partidarios de Trump. George Saunders escribió una pieza brillante para nosotros sobre los votantes de Trump. Era bastante empático en cierto sentido. Evan Osnos escribió una pieza brillante sobre las corrientes del nacionalismo blanco. Larissa Macfarquhar escribió un reportaje extraordinario desde Virginia occidental sobre Trump, los votantes proTrump y por qué se sienten así y la complejidad de por qué se sienten así. ¿La revista predijo que ganaría? No.
-No, no, pero esto no se trata de predicciones.
No tengo una encuesta, no dirijo una encuesta. Y las encuestas dijeron que era más probable que ella ganara. ¿Y sabes qué pasó? Al final hubo una serie de eventos, que pudieron o no inclinar la balanza. Así que, en retrospectiva, ¿deberíamos haber tenido aún más? Bueno, tal vez… No quiero ponerme a la defensiva. Soy sólo…
-Estoy tratando de entender lo que pasó en los principales medios de comunicación estadounidenses, la acusación tradicional de los principales medios de comunicación estadounidenses es que la arrogancia de las costas siempre les hizo dar la espalda a lo que pasaba en lo que ustedes llaman “flyover states”, todo lo que queda entre Nueva York y Los Ángeles.
Bueno, ¿dónde estaban todos los grandes periódicos? También tenemos este fenómeno muy interesante que tiene que ver con la prensa. Este es un país grande y muchos de los periódicos originales han cerrado y no han sido reemplazados. Por ejemplo, estoy señalando desde aquí a Newark, New Jersey. Una gran ciudad, 700 mil personas, sería la segunda ciudad más grande de El Salvador. Sus periódicos se han reducido a sitios web que cubren asuntos locales. Antes todos los alcaldes terminaban en la cárcel ja, ja, ja. ¿Quién los enviaba a la cárcel? ¿Los jueces que el alcalde nombra? probablemente no. ¿La comisaría de policías que los alcaldes pusieron allí? Probablemente no. ¡Era la prensa! Así que, si pierdo esos periódicos, ¿quién va a enviar al siguiente alcalde deshonesto a la cárcel? En Newark, en Amarillo Texas, sabes, lugares jodidos. La prensa se está volviendo más pequeña, más defensiva, más preocupada, menos segura, sus recursos se están marchitando y la importancia de los grandes como The Washington Post, The New York Times, The New Yorker, no disminuye. Por el contrario, aumenta, debido a la forma en que influye en la cobertura local. Quiero decir, la televisión en gran medida ¿qué hacen? Leen el New York Times por la mañana y hacen su cobertura alrededor de esas historias, una tremenda responsabilidad. Y esos gritos sobre la prensa, como sesgada, como no auténtica, son un juego viejo. ¿Recuerdas a Spiro Agnew? Tenía una frase maravillosa, él era el vicepresidente de Nixon, «Nattering nabobs of negativism». Nattering es alguien que sesga, nabob es un idiota del negativismo, pero suena como… Es simplemente hermoso. Entonces, esta movida de convertir al tribunal en enemigo, es decir el editor, el director de la cadena… Sí, tenemos muchas fallas, comenzando por mi. Cometemos errores de arrogancia, de exactitud… De esto se trata la demagogia.
-De…
Para Donald Trump, describirme como una persona sesgada, desde el mismo corazón de los Estados Unidos, es cómico. Él es un multimillonario que vive en la Quinta Avenida en un palacio de oro que avergonzaría a la familia Perón.
-Y sin embargo, logra convencer a millones…
Decenas de millones…
-…De personas que se sienten marginadas.
Esta no es una historia nueva. Es una nueva historia americana.
-Sí, entiendo eso.
Tú y tu país están acostumbrados a la alarma política, mis amigos rusos están acostumbrados a la alarma política. Mis amigos israelíes y palestinos, a los que visito a menudo, están acostumbrados a vivir en una atmósfera de decepción política. Por decir algunos. Tuvimos 8 años en los que pasamos de una gigantesca recesión a un rescate… Sabes, los liberales están alarmados porque probablemente se relajaron demasiado bajo Obama, incluyendo a Obama. El Partido Demócrata está en una condición terrible, terrible.
-Jane Mayer tiene un gran libro llamado Dark Money. Comienza diciendo que cuando Obama estaba celebraba su primera semana en la Presidencia, los hermanos Koch (multimillonarios conservadores) organizaron una reunión secreta en California, porque realmente temían que Obama impusiera 40 años de agenda progresista. Ocho años después decís que el Partido Demócrata es…
Increíblemente débil, y viejo.
-Si aquellos tipos estaban muy alarmados, estos tipos estaban bastante cómodos. Hemos estado todos confundidos. Hay una crisis mediática que confundimos con una crisis periodística, que es diferente. Comparten espacios pero son diferentes, uno es una crisis de modelo de negocio y el otro es una crisis periodística. Creo que no he visto una mejor pieza que hable de la crisis periodística como la de una de tus colaboradores, Jill Lepore, en la que habla de como los periodistas y los científicos hemos perdido nuestra posición como establecedores de hechos. ¿Crees que hay una crisis periodística?
Siempre ha habido noticias falsas, la mierda no se inventó ayer. Los periódicos norteamericanos en el Siglo XIX solían ser dirigidos por partidos políticos, la mayoría de ellos, y eran una mierda. Estaban llenos de propaganda de los demócratas, de los republicanos, de los Whigs. La teoría de la conspiración no se inventó ayer. Cuando era niño, trabajaba como pintor de casas y mi jefe solía decirme que Franklin Roosevelt seguía vivo y que los astronautas nunca aterrizaron en la luna. Y era falso. Lo nuevo es Internet y su capacidad de difundir tonterías, noticias falsas a la velocidad de la luz, de forma gratuita. Eso es lo nuevo. En el Siglo XVIII era posible que algunas especies se extinguieran, lo nuevo es cuán rápido se extinguen. Cuando me preguntas si el periodismo ha cambiado o mi actitud hacia el periodismo ha cambiado, los valores no han cambiado. Mi sentido de alerta ha cambiado, y no me refiero a esto de una manera arrogante, pero nuestro sentido de misión e importancia respecto a lo que hacemos cuando nos despertamos en la mañana o cuando vamos a la cama por la noche es más fuerte, porque hay un sentido de alarma. La mierda siempre existió.
-Sí, pero Jilll Lepore lo pone mejor que nadie. Es sólo que… Mira, hay calentamiento global,. Bueno, eso es lo que tú crees. No, está demostrado científicamente. Bueno, pero yo no creo en esos científicos, etc… Solíamos debatir sobre el hecho, el hecho no estaba en duda, teníamos diferentes opiniones y perspectivas en torno al hecho. Ahora, no hay ningún hecho en el medio.
Bueno, estábamos teniendo este argumento… He visto esto en el New York Times. El New York Times quería contratar a otro columnista conservador y entiendo por qué.
-¿Por qué?
Porque no deberías tener a todo el mundo escribiendo la misma maldita cosa. Y la teoría de su página de opinión era que tendrías un debate sobre varias cosas. Así que contrataron a un tipo del Wall Street Journal, Brett Stephens. Lo contrataron del Wall Street Journal y él es conservador y su primera columna fue exactamente lo que dijiste: “Sí, creo que el calentamiento global fue causado por el hombre, pero creo que hay opiniones extremas al respecto”. Y él quería claramente provocar al lector liberal del New York Times. Y la gente se volvió loca. ¡Loca! Hoy es el segundo columnista más importante del periódico. Él no está dudando que exista el calentamiento global en absoluto, pero al mismo tiempo, está dudando sobre los detalles, las bases del calentamiento global. Le estaba pidiendo a los lectores que se hicieran preguntas y la gente estaba guardia con esto.
-Ese es un buen ejemplo, porque no es sobre lo que piensas ni lo que yo pienso. Hay ciencia…
También hay un debate científico sobre esto. No estoy diciendo que Brett Stephens está bien o mal. Está tratando de provocar un debate sobre cosas que son discutibles, el debate científico. Pero algunas personas piensan que el cáncer fue provocado por X, otras personas piensan que es por Y. Hay algunas cosas que aún no sabemos del todo. Y también hay personas que niegan el cambio climático. Hay gente, y esto es muy polémico decir, porque vivo en una gran sociedad religiosa y por tanto estoy fuera de ello porque soy un secular de la costa, comunista, lo que sea… Pero la gente también cree en los ángeles. La mayoría de los estadounidenses creen en los ángeles y un gran porcentaje de la gente cree en la verdad literal de la Biblia. ¿Lo respeto? ¿Debo respetar eso? ¿Cómo lidio con eso?
-Porque tenemos un método periodístico, no vamos por creencias.
Entiendo, pero las creencias existen en este mundo.
-Sí, podemos respetarlo, pero publicamos cosas que hemos sometido a verificación a través de un método periodístico. ¿Estás de acuerdo en eso?
Sí, por supuesto.
-Me lo imaginé ja, ja, ja.
Ja, ja, ja. Tengo 18 personas sobreeducadas, alrededor de los 20 años, a los que llamamos factcheckers al otro lado de este piso. Pero aun así cometemos errores, estoy seguro. Lo sé. Mira, todo esto ha sido tratado como si fuera un nuevo debate, pero no lo es. Creo que es más intenso por la combinación de los últimos acontecimientos, Internet, Donald Trump, noticias falsas… Mira, tengo algo en mi país y creo que también lo tienes en tu país, la cultura de los tabloides. Tengo el New York Post, mucho de lo que imprime es una mierda. Esta el Sun en Londres. Un montón de cosas que salen de la boca de la gente en Fox News es una mierda. Viví en Moscú, por amor de Dios, donde está Pravda, una mierda, noticias falsas. ¡Esto no es nuevo!
-Siempre tienes Izvestia ja, ja, ja…
Izvestia, Ja, ja, ja… Exacto. Cuando voy a Moscú, me meto al internet. Quiero decir que hay un montón de tonterías. La televisión rusa.
-Todos estamos preocupados por esto. Y cuando digo «todos», me refiero a mí, un salvadoreño que vive en San Salvador.
¿Crees que los americanos se volverán locos y te afectarán?
-No sólo la cuestión de la influencia de este país sino el rol de los medios en la democracia más poderosa.
Esta es la buena noticia, te diré esto y espero que puedas decirle esto a tus lectores: Si los últimos cien días me han enseñado algo por lo cual ser optimista, es que la democracia americana no fue inventada hace diez años y no me estarías diciendo secretos o noticias cuando me informes sobre las partes más oscuras de la historia americana. Espero que entiendan eso, pero hay instituciones en este país, hay tradiciones en este país, hay variedad de opiniones en este país que se han manifestado en los últimos meses y que son alentadoras. Mira, Trump es presidente. Estoy publicando, The New York Times está publicando, The Washington Post está publicando, CNN ha mejorado. CNN hizo cosas durante la campaña que creo que fueron terribles. Ahora son mejores. Los tribunales han hecho su trabajo, hay personas en el Congreso que han actuado honesta y decentemente. Hay republicanos que tienen batallas con el Presidente. ¿Hay otros actores cínicos? Sí. ¿Hay gente que cree en Trump? Sí. ¿Va a haber derrotas en los meses y años venideros? Sí. No soy muy optmista en que habrá mucho avance pero sí creo que hay fuerzas para mantenerla. Tengo cierto optimismo en que hay fuerzas para mantener esto controlado.
-Me parece que la sociedad civil, como tal, estaba un poco dormida, bastante cómoda cuando hablábamos de los años de Obama. Me ha sorprendido lo rápido que ha despertado.
Tal vez porque no eran los dormidos en primer lugar. Creo que están más despiertos y son más ruidosos porque tienen más que resistir, pero hay una gran tradición. Mira, ¿qué es «Black Lives Matter”? Es un movimiento nacido en los años de Obama. «Black Lives Matter” creció a partir de una situación en la que algo estaba pasando: desde siempre los jóvenes negros han sido sujetos de violencia por parte de la Policía, más que nadie, pero ahora tenemos una nueva invención, una nueva tecnología: El teléfono con cámara de video. La gente ya no podía evitarlo. Vimos a un hombre negro que huyó de un oficial de policía en el Norte Carolina y recibió un disparo en la espalda. Vimos que lo mismo ocurrió en Louisiana, Detroit, en otros lugares y un movimiento llamado «Black Lives Matter» nació. Esa es sociedad civil. Todos estos son aspectos de la sociedad civil. Así que cuando hablo del lado optimista, de la riqueza de la democracia estadounidense, está implícita. El problema con mis hermanos y hermanas rusos es que la democracia era tan joven, tan frágil, que era fácil de superar, se estrelló fácilmente. Nosotros no sólo tenemos una Constitución de 1789, sino que también tenemos profundas raíces democráticas de ese período y eso no es tan fácil de vencer.