La fila de padres frente al Colegio Salesianos: el máximo esfuerzo para tener el mínimo
16.06.2017
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16.06.2017
La madrugada del martes 6 de junio, un centenar de padres y madres se pasaron la noche en las afueras del Colegio Salesianos Alameda, un establecimiento católico particular subvencionado de alrededor de 1.700 alumnos, ubicado en el centro de Santiago. ¿Cómo es el colegio por el que tantos padres esperaron hasta 16 horas?, se preguntó Emol al día siguiente. Tres razones explicaban la demanda por los 200 cupos que ofrecía ese establecimiento, según el portal: no selecciona, no paraliza y el próximo año será gratuito (producto del fin del financiamiento compartido).
Si esas son las explicaciones, la pregunta que uno debiese hacerse es ¿qué tipo de sistema escolar hemos construido para que los padres tengan que madrugar, pasar frío y perder horas de descanso para conseguir tan poco? Porque finalmente esos padres no hacían fila en virtud de que ese establecimiento aplique métodos vanguardistas de enseñanza o esté invirtiendo en áreas inexploradas en materia educacional. No, están eligiendo una escuela cuyo “plus” es lo que NO hace: no selecciona, no paraliza, no cobra. Lo mínimo.
Uno de los padres que madrugó justificaba con estas palabras el sacrificio: “Por los puntajes que tiene en la PSU y los puntajes Simce, y la excelencia académica. Eso nos da tranquilidad para saber que los niños van a tener un buen futuro”.
Los datos, sin embargo, no corroboran esa percepción. Según el último Informe de Resultados Educativos elaborado por la Agencia de la Calidad, la mayoría de los estudiantes de octavo básico del Salesianos Alameda presenta un nivel elemental (39,5%) o insuficiente (22,3%) en comprensión de lectura, lo que significa que no logran los aprendizajes esperados para estudiantes que cursan entre quinto y octavo básico. La misma tendencia se registra en los cursos de segundo medio (2016). En Matemáticas los resultados son mejores, sobre todo entre los octavos básicos: el 82,1% logra niveles apropiados de aprendizaje. En segundo medio, sin embargo, quienes alcanzan un “nivel adecuado” en Matemáticas representan un 57,3%, contra un 40% que no califica en los niveles mínimos. En cuanto a los otros indicadores de calidad (autoestima académica, motivación escolar, clima de convivencia, participación, formación ciudadana y hábitos de vida saludable), el establecimiento se mueve en niveles parecidos o más altos que escuelas comparables.
“Con la Ley de Inclusión se prohibió la selección (en algunos establecimientos) y se estableció el fin gradual del financiamiento compartido. De la mano de estos cambios, se implementará la inscripción en línea. Y claro, con ello se acabarán las filas. Es la lógica que aplica el retail cuando mueve el “servicio al cliente” al último piso”.
En resumen, medido por los resultados Simce, el Salesianos Alameda posee niveles mejores que otras escuelas similares, particularmente en Matemáticas y Ciencias Naturales, entre los octavos básicos. Pero interpretar eso como excelencia, o creer que ello puede ser un factor en el futuro de los estudiantes, habla más bien de la falta de alternativas para los padres que de las fortalezas del establecimiento. En 2015, el Salesianos Alameda figuraba en el número 33 entre las 35 escuelas particulares subvencionadas con mejor PSU. Pero con un promedio de 606,3 puntos. Es decir, 100 puntos abajo que el mejor de los colegios privados de Santiago ese mismo año.
Luego de la fila en el Salesianos Alameda, se supo de otras largas esperas de padres y apoderados en otras comunas. Para la autoridad, sin embargo, que los padres madruguen por cupos escolares es el resultado de un problema administrativo que se solucionará en la Región Metropolitana en 2019, cuando se implemente un moderno sistema de postulación en línea. “Con el nuevo sistema vamos a corregir todo esto. No va a haber ninguna fila, esa es la gracia”, explicó Andrés Palma, encargado de la ley de inclusión escolar, a La Tercera.
En los últimos 15 años, investigación cualitativa y cuantitativa en el área de la educación, ha mostrado que en Chile las posibilidades de los padres de elegir una escuela son mínimas, pues casi todos los establecimientos aplican mecanismos de selección: cobran, realizan exámenes a hijos y/o padres, o son religiosos y exigen a las familias ciertas prácticas o creencias. Lo que hacen las familias, entonces, es matricular a sus hijos donde pueden pagar o donde los aceptan. A quienes no tienen recursos, no les queda más alternativa que la escuela municipal.
Con la Ley de Inclusión (2016), se prohibió la selección (en algunos establecimientos) y se estableció el fin gradual del financiamiento compartido. De la mano de estos cambios, se implementará la inscripción en línea. Y claro, con ello se acabarán las filas. Es la lógica que aplica el retail cuando mueve el “servicio al cliente” al último piso; es la forma a través de la cual la tecnología puede ayudar a lidiar con problemas. Pero no necesariamente los resuelve.
En 2006 los pingüinos marcharon por un sistema de calidad para todos; en 2011 la misma demanda unificó a estudiantes secundarios y universitarios. Han pasado diez años desde las primeras movilizaciones estudiantiles y aún no contamos con un sistema de escuelas públicas gratuitas, que respondan a las necesidades de la diversidad de familias. Una escuela que, aunque no garantice un ‘buen futuro’ –porque ello no depende solo de la escuela- al menos dé herramientas para enfrentarlo.
“Las posibilidades de los padres de elegir una escuela son mínimas, pues casi todos los establecimientos aplican mecanismos de selección: cobran, realizan exámenes (…) o son religiosos y exigen ciertas prácticas o creencias. Lo que hacen las familias, entonces, es matricular a sus hijos donde pueden pagar o donde los aceptan. A quienes no tienen recursos, no les queda más alternativa que la escuela municipal”.
A fines de 2016, el rector del Instituto Nacional calculaba que a los estudiantes que rindieron la PSU ese año les tocó vivir la mayor parte de las movilizaciones escolares que se han registrado en Chile desde 2011. En número gruesos, producto de las protestas, el rector calculó que ese grupo de estudiantes había perdido 13 meses de clases durante años clave de su vida escolar (ver nota de Emol). Aun cuando no hay evidencia de que las movilizaciones estudiantiles hayan afectado el rendimiento PSU de liceos como el Instituto Nacional o el Carmela Carvajal, es factible pensar que en estas filas también hay padres que veían en los emblemáticos la esperanza de un salto social y económico y que ahora buscan alternativas en escuelas “más seguras”, como el Salesianos Alameda.
En los orígenes de la escuela está la idea de que los niños asistan a un establecimiento a aprender, pero también que los padres y madres puedan trabajar. Cuando esa dinámica se rompe, el precario equilibro de familias que no tienen ayuda para el cuidado infantil o que viven lejos de los establecimientos a los que asisten sus hijos, se debilita, pues se ha perdido un derecho básico: que los hijos asistan a la escuela.
En medio del debate por el caso Salesianos, el director de un liceo en Ñuñoa analizó el tema de la fila desde la manoseada esquina del mérito. Planteó que, hacer una fila, como registrar primero a los hijos en una plataforma electrónica, eran mecanismos que permitían a los padres competir y de alguna manera mostrar interés y esfuerzo por su futuro. Por ello, a la hora de distribuir cupos, las escuelas con alta demanda debían privilegiar estas formas en lugar de aplicar tómbolas o sorteos aleatorios. Esta argumentación nos lleva de vuelta a la pregunta inicial. En Chile los padres están haciendo fila y esforzándose no para que sus hijos aprendan chino mandarín, sino para que no los seleccionen, no les cobren y puedan tener clases ¿Por qué habría que madrugar por tan poco?
Acceder a una educación de calidad no debiese ser un lujo ni el resultado de la disciplina familiar, sino lo básico, el punto de partida, sobre todo si se toma en cuenta que desde mediados de los ‘90 se está discutiendo en Chile sobre la necesidad de contar con un sistema escolar equitativo y de calidad.