¿Cuánto es el máximo interés que pueden cobrar los bancos? Endeudar no es incluir
26.04.2017
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26.04.2017
En abril de este año, el titular de la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras (SBIF), Eric Parrado, dio a conocer la intención del gobierno de reevaluar la tasa máxima convencional (TMC) –el interés máximo que puede ser cobrado- que rige actualmente para créditos menores de 50 UF ($ 1,2 millón). El tope para este segmento está hoy en una tasa del 36,6%, lo que implica que si una persona pide 50 UF a 12 meses, podría llegar a pagar alrededor de $277 mil solo en intereses. Antes de que el gobierno de Sebastián Piñera pusiera en marcha esta norma, el interés llegaba al 50%, e incluso llegó a ubicarse cercano al 55%, con lo que por las mismas 50 UF a 12 meses, se podría haber pagado aproximadamente $427 mil en intereses.
El argumento de subir la actual TMC tiene como aparente base el que muchos chilenos que piden créditos de montos bajos están saliendo del mercado financiero. Eso se debe, sostienen los bancos, a que estas instituciones no están dispuestas a otorgar créditos con intereses tan bajos a ese segmento de perfil más riesgoso. Bajo la calificación de “riesgoso” los bancos se refieren usualmente a clientes que no tienen ingresos altos o que no pueden acreditar garantías que satisfagan totalmente a la banca tradicional. Así, lo que la SBIF y los representes de los bancos están diciendo es que la llamada inclusión financiera se está viendo dañada por la sobre regulación estatal y, más precisamente, por poner un tope al interés que se puede cobrar.
Las Naciones Unidas y el Banco Mundial han promovido de manera constante el acceso al crédito (UN Department of Public Information, 2004; The World Bank, 2017a) e incluso variados expertos lo han llegado a sugerir como un “derecho humano” (Sinclair, 2012). Lo anterior ha provocado que la idea de la inclusión de los que quedan fuera del sistema financiero –aquellas personas que no pueden proveer garantías de pago adecuadas a la banca tradicional- haya adquirido un peso casi dogmático.
En Chile parecen haberse tornado cada vez más comunes los llamados créditos “gota a gota” donde prestamistas informales dan dinero con intereses sumamente altos. En este contexto, es válido preguntarse si volver al 50% de interés que había antes de la TMC está libre de usura o no”.
Como arguye el doctor en sociología Marcus Taylor (2012), la inclusión financiera de estos grupos más vulnerables en términos socioeconómicos basa su argumentación ideológica en dos pilares. El primero, es que la promoción de los servicios bancarios es positiva, puesto que aquellos que la promueven –ciertos gobiernos, organismos internacionales, entes privados y ONGs- entienden la pobreza como el resultado de la exclusión financiera. Desde esa perspectiva, se ve el crédito como una herramienta que empodera a las personas al permitirles integrarse y ser actores en sus economías locales.
Sin embargo, la evidencia que proviene del sector microfinanciero (es decir, de aquellos bancos, ONGs o cooperativas que ofrecen servicios financieros a los que normalmente se ven excluidos de la “banca tradicional”), entrega resultados mixtos sobre si la posibilidad de acceder a créditos catapulta o no a las personas fuera de su situación de vulnerabilidad. Así, hay estudios que concluyen que acceder al sistema financiero incrementa los recursos del hogar, mientras otros estiman que el crédito no tiene ningún efecto o que incluso los empobrece. A su vez, si se destina a consumo y no a fines productivos es muy probable que el crédito no genere ningún tipo de cambio en la situación económica de las personas (Khandker, 2005; Karlan & Zinman, 2009; Bateman, 2010; Imai, Arun, & Annim, 2010; Van Rooyen, Stewart & De Wet, 2012, Chliova, Brinckmann & Rosenbusch, 2015).
Estas lecciones y evidencias mixtas que emergen de las microfinanzas pueden ser aplicados a la discusión de la tasa máxima convencional en Chile, puesto que el promedio de los créditos ofrecidos por este sector es de alrededor de $500 mil (US$ 747 dólares), llegando a máximos de más de $9 millones (US$ 14.663) (Mersland & Strøm, 2010). Por otra parte, el sector microfinanciero ha sido el que tradicionalmente se ha ocupado de la inclusión financiera.
El segundo pilar o argumento en pos de la inclusión financiera que explica Taylor (2012), es que el crédito permitiría afrontar situaciones donde haya shocks o eventos negativos en los ingresos del hogar. La evidencia disponible permite decir que los hogares vulnerables con acceso al crédito parecerían ser menos propensos a vender activos productivos cómo respuesta a cierto tipo de acontecimientos (Islam & Maitra, 2012). El problema con esta visión, es que se pasa del discurso de «sacar» a la gente de la pobreza a uno que simplemente mantiene estable su vulnerabilidad.
Los hogares vulnerables acudirían justamente a los prestamistas informales, o usureros, para pagar su sobreendeudamiento con el sistema formal”.
Otro argumento que se bosqueja sobre lo beneficiosa que es la inclusión financiera es que expulsa del mercado a los prestamistas informales, que generalmente cobran tasas abusivas y con dudosas maniobras de recuperación de su capital ante el no-pago. Sin embargo, la evidencia disponible también pone en duda ese argumento. Los hogares vulnerables acudirían justamente a los prestamistas informales, o usureros, para pagar su sobreendeudamiento con el sistema formal (Jain & Mansuri, 2003). En Chile parecen haberse tornado cada vez más comunes los llamados créditos “gota a gota”, donde prestamistas informales dan dinero rápido, sin avales y de cuotas pequeñas, pero con intereses sumamente altos. Además, en este contexto, es válido preguntarse si volver al 50% de interés que había antes de la TMC está libre de usura o no.
El prestar dinero con estas tasas de interés ha sido justificado en el elevado riesgo que conlleva el perfil de estos clientes. Sin embargo, las microfinancieras reportan en promedio tasas de pérdida anual menores al 2,5% (Rosenberg, 2009). A su vez, numerosos países han regulado las instituciones financieras que prestan créditos a sectores riesgosos o vulnerables con tasas mucho más bajas y su sistema financiero no ha colapsado.
Sin ir más lejos, Ecuador ha impuesto una tasa máxima efectiva de alrededor del 30% para créditos de aproximadamente 50 UF. Esto ha obligado a las instituciones financieras ecuatorianas a ser más eficientes en sus procesos administrativos y a evaluar de mejor manera a sus clientes. Y en el caso de Turquía, país miembro de la OCDE, con un producto interno bruto per cápita similar a Chile en términos de paridad de poder adquisitivo a 2015 (Callen, 2012; The World Bank, 2017b), la tasa máxima para los créditos de consumo y tarjetas de crédito se fijó en 13,5% anual (Maimbo, S. M., & Henriquez Gallegos, 2014). Eso significa que al pedir en Turquía un crédito de 50 UF ( como el ejemplo del inicio), se terminaría pagando alrededor de $99 mil en intereses. En el caso de la Unión Europea, para aquellos créditos de consumo con una duración menor o igual a 12 meses, el promedio al que llega al mercado a febrero 2017 era del 5,09% (Euro Area Statistics, 2017).
Al contrario de lo que se argumenta en Chile, hay numerosos casos donde permitir préstamos a tasas elevadas a sectores vulnerables ha provocado movimientos masivos de morosos, como el hondureño “No-pago”, una ola de suicidios en el caso de Andhra Pradesh(India), incitaciones a la prostitución en países como India y Bangladesh, entre otros (Taylor, 2011; Sinclair, 2012). Lo anterior debe llamar la atención porque justamente la inclusión financiera es promovida cómo una iniciativa intrínsecamente buena. Sin embargo, la realidad de nuevo choca contra estos argumentos.
La evidencia de las investigaciones en microfinanzas sugiere que prestar a clientes con perfiles aparentemente más riesgosos no puede ser a expensas de elevadas tasas de interés. Cómo país tenemos que ser capaces de encontrar soluciones que no terminen provocando sobre endeudamiento en un segmento de la población ya vulnerable. Estas medidas pueden ser: una adecuada evaluación financiera, más educación financiera en los colegios, BancoEstado proveyendo préstamos a tasas razonables gracias a sus economías de escala, el buen uso del historial de comportamiento de pago, innovaciones en las metodologías de otorgamiento de crédito que permitan sortear asimetrías de información, entre otras.
Es cierto que acceder a un crédito o integrarse al sistema financiero puede ser muy beneficioso para el sector más vulnerable de la población, pero esta incorporación no puede ser a cualquier precio. La inclusión financiera no puede ser revestida cómo un derecho humano o cómo algo bueno per se si su mal uso puede provocar empeoramiento de los recursos del hogar, sobre endeudamiento, colapso del sistema financiero o incluso muertes.
Referencias bibliográficas
Bateman, M., (2010). Why Doesn’t Microfinance Work: The Destructive Rise of Local Neoliberalism. London: Zed Books.
Callen, T. (2012). Purchasing Power Parity: Weights Matter. Retrieved April 26, 2017, from
Chliova, M., Brinckmann, J., & Rosenbusch, N. (2015). Is microcredit a blessing for the poor? A meta-analysis examining development outcomes and contextual considerations. Journal of Business Venturing, 30(3), 467–487.
Euro Area Statistics, (2017). Bank interest rates – Loans. Retrieved April 25, 2017.
Imai, K. S., Arun, T., & Annim, S. K. (2010). Microfinance and household poverty reduction: New evidence from India. World Development, 38(12), 1760-1774.
Islam, A., & Maitra, P. (2012). Health shocks and consumption smoothing in rural households: Does microcredit have a role to play? Journal of development economics, 97(2), 232-243.
Jain, S., & Mansuri, G. (2003). A little at a time: the use of regularly scheduled repayments in microfinance programs. Journal of development Economics, 72(1), 253-279.
Karlan, D., & Zinman, J. (2009). Expanding credit access: Using randomized supply decisions to estimate the impacts. Review of Financial studies, hhp092.
Khandker, S. R. (2005). Microfinance and poverty: Evidence using panel data from Bangladesh. The World Bank Economic Review, 19(2), 263-286.
Maimbo, S. M., & Henriquez Gallegos, C. A. (2014).Interest rate caps around the world: still popular, but a blunt instrument.
Mersland, R., & Strøm, R. Ø. (2010). Microfinance Mission Drift? World Development, 38(1), 28–36.
Rosenberg, R. (2009, September 29). Is 95% A Good Collection Rate?
Sinclair, H. (2012). Confessions of a microfinance heretic: How microlending lost its way and betrayed the poor. Berrett-Koehler Publishers.
Taylor, M. (2011). ‘Freedom from poverty is not for free’: rural development and the microfinance crisis in Andhra Pradesh, India. Journal of Agrarian Change, 11(4), 484-504.
Taylor, M. (2012). The antinomies of ‘financial inclusion’: debt, distress and the workings of Indian microfinance. Journal of Agrarian Change, 12(4), 601-610.
The World Bank. (2017a). Financial Inclusion. Retrieved April 26, 2017, from
The World Bank. (2017b). World Economic Outlook Database April 2017. Retrieved April 26, 2017
UN Department of Public Information. (2004, November 18). UN LAUNCHES INTERNATIONAL YEAR OF MICROCREDIT 2005 | Meetings Coverage and Press Releases. Retrieved April 25, 2017, from
Van Rooyen, C., Stewart, R., & De Wet, T. (2012). The impact of microfinance in sub-Saharan Africa: a systematic review of the evidence. World Development, 40(11), 2249-2262.