Análisis de las elecciones municipales: ¿Quién ganó?
25.10.2016
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25.10.2016
Las elecciones del domingo dejaron algunos claros perdedores. Más allá de candidaturas puntuales, el gobierno y la Nueva Mayoría han quedado muy mal parados.
También perdió la equidad de género. Compitieron más candidatas, pero menos resultaron electas. Además de candidaturas femeninas emblemáticas (Carolina Tohá, Claudina Nuñez, Soledad Barría y Helia Molina), algunas muy cercanas a la Presidenta Michelle Bachelet, la representación femenina a nivel de candidaturas exitosas apenas llega al 12% del total.
Otro claro perdedor es el PRO, de quien ya nadie habla. La debacle del PRO es relevante porque señala los límites que enfrentan los nuevos partidos. Marco Enríquez-Ominami construyó en los últimos años un partido político con bastante despliegue territorial. Fue, entre los nuevos partidos, el que inscribió más candidaturas a alcalde (66) y concejales (1.093). Pero a pesar de ello, nunca logró superar el personalismo de su líder. Así, luego de un escándalo de financiamiento muy mal metabolizado, el partido cayó con él (logró elegir dos alcaldes y 38 concejales).
La legitimidad del sistema también perdió. A pesar del crecimiento de la población que se ha registrado en el mismo período, entre 1992 y 2016 se perdieron más de dos millones de electores. En este contexto general, son varios los actores políticos que se sienten ganadores. Me temo que corren el riesgo de estar sobre-interpretando el resultado.
Perdió la equidad de género. Compitieron más candidatas, pero menos resultaron electas. La representación femenina a nivel de candidaturas exitosas apenas llega al 12% del total.
Entonces, ¿quién ganó? La respuesta más obvia parece ser Chile Vamos y Sebastián Piñera. La centro-derecha recuperó mucho terreno y sus dos principales partidos (RN y la UDI) lograron las mejores votaciones a nivel de concejales.
También Evópoli sorprendió con una muy buena votación, en comparación con los demás partidos emergentes.
Piñera, por su parte, se jugó por candidaturas de destino improbable, y logró estampar su sonrisa en los estrados de Providencia (haciéndole un gesto necesario a la UDI) y Santiago. A pesar de sus videos musicales sobreactuados (y aparentemente guionados por el enemigo), que las redes sociales trolearon a morir, Piñera logró un piso importante para disputar, con amplio despliegue territorial, la elección parlamentaria y presidencial del año próximo. También logró, probablemente, ser visto como el único precandidato viable para muchos en su coalición.
No obstante, Piñera y su gente pueden estar festejando una victoria pírrica. Por un lado, en un contexto en que las campañas son sumamente personalistas y locales, y en que un número importante de candidatos esconde su filiación partidaria porque los partidos son mala palabra, hacer cálculos por partido es, a lo menos, arriesgado. Y si hacemos ese tipo de cálculo, la diferencia en votos entre la Nueva Mayoría y la Alianza fue de menos de 70.000 votos en la competencia de alcaldes a nivel país.
A nivel local, los números tampoco dan para mucho, aún en aquellos casos en que Piñera subió a los estrados a festejar con retórica inflamada y exceso de entusiasmo.
En Providencia, Matthei ganó con menos votos que con los que perdió Labbé en 2012.
En Santiago, el candidato ganador, se alzó con menos del 10% del número potencial de votantes.
Finalmente, si bien Piñera tiene un piso firme, también tiene, en virtud de su pasado, un techo no demasiado alto. Si quienes voten en 2018 resultan ser los mismos que lo hicieron el domingo pasado, Piñera va bien. Pero en un contexto en que campea el descontento, en que el pasado se re-significa rápidamente y en que son potencialmente muchos los electores disponibles para ser movilizados en clave “anti”[i], un año es muchísimo tiempo.
Probablemente, además, quienes no votaron ayer, tampoco estén dispuestos a recibir el “tirón de orejas” que el candidato pretendió darles en su discurso. Seguramente, los destinatarios de esa reprimenda no estaban escuchándolo esa noche.
¿Ganó Ricardo Lagos, poniendo la cara e intentando asumir el liderazgo de los perdedores? ¿Ganó Carolina Tohá asumiendo la derrota con enorme dignidad y sin cuestionar el resultado? En un campo oficialista arrasado, tal vez el tiempo termine haciendo justicia con el valor de ambos gestos. El de Lagos ratifica su estatura ante el liderazgo de Alejandro Guiller. Este último, en su tardía conferencia de prensa, no admitió muy claramente las derrotas (ante candidatos de derecha) de carreras a las que les puso su cara en su propia Región de Antofagasta. También parece debatirse eternamente entre ser político y seguir dando vida al renacido PRSD, o jugar abiertamente de outsider.
Sin embargo, la cosa también está cuesta arriba para Lagos. Y en vez de la ansiada unidad, tal vez Lagos termine cosechando más detractores en su coalición. Al menos serán varios los que le pasen cuentas por haber extendido constancia de defunción anticipadamente al gobierno de Michelle Bachelet.
¿Qué pasa si miramos a nivel más micro? ¿Quién ganó ahí? ¿Ganaron los desafiantes al orden establecido? ¿Los impugnadores de la clase política? ¿Los indignados?
Jorge Sharp se convirtió en la Josefa Errazuríz de 2016. No obstante, Sharp y sus patrocinadores no deben olvidar que los votos a favor fueron 46.311.
Jorge Sharp se convirtió en la Josefa Errazuríz de 2016. Es la esperanza de quienes quieren barrer con el duopolio y cuentan, ahora en Valparaíso, con un escenario propicio para demostrar sus capacidades de gobierno y los méritos de una nueva forma de hacer política. A diferencia de Errázuriz en 2012, cuentan también con una base de apoyo mayor, especialmente si se concreta la promesa del Frente Amplio de Izquierda que está en formación. No obstante, Sharp y sus patrocinadores no deben olvidar que los votos a favor fueron 46.311 y que la acción de gobierno desgasta y fragmenta. Si bien el incipiente Frente Amplio puede crecer con Sharp, el ejemplo de “la Pepa” también sugiere mucha prudencia.
Revolución Democrática obtuvo una cifra significativa e increíblemente meritoria, sin embargo la Giorgio-dependencia pesa mucho.
También en el campo de los impugnadores, Revolución Democrática obtuvo una cifra significativa e increíblemente meritoria. Por lejos, su lista K fue la que obtuvo el mayor número de votos (más de 450) por candidato presentado. Para un partido incipiente que ha logrado, por lo demás, expandir significativamente su presencia territorial, este no es un logro menor. Sin embargo, requiere mucha mayor expansión territorial y desarrollar liderazgos que tengan peso específico propio (más allá del de Giorgio Jackson) para volverse un actor significativo a nivel nacional. Aunque logró proponer 99 candidatos a concejal y elegir a ocho, acumulando un poco más de 62 mil votos en esa carrera, su votación a nivel de alcaldes fue exigua (no logró llegar a 20 mil votos y ninguno de sus cinco candidatos consiguió ganar). La Giorgio-dependencia pesa mucho.
¿Qué pasa si miramos a la centro-derecha y al centro liberal?
Amplitud logró elegir dos alcaldes y 19 concejales. En principio, para un partido nuevo, parece un resultado alentador. Sin embargo, Amplitud obtuvo más de 100 mil votos menos que Evópoli, su primo hermano. Entonces, ¿ganó Evópoli? Entre los partidos emergentes fue sin duda el más exitoso en cuanto a representación lograda (38 concejales) y magnitud de votación (más de 150 mil votos en total). Fue, además, uno de los pocos partidos que sistemáticamente hizo publicidad electoral con su logo. En perspectiva, sin embargo, el resultado de Evópoli es relativamente exiguo. Más relevante, no obstante, es su posición en la carrera presidencial. Como está configurada la carrera a La Moneda en la centro-derecha, a Evópoli le costará mucho perfilar un candidato propio. Terminará, muy probablemente, siendo parte integral de la coalición que apoye a Piñera, y cargará así, con el riesgo de ahogar su vocación renovadora en el piñerismo.
Evópoli sorprendió con una muy buena votación en comparación con los demás partidos emergentes.
También en la derecha, Germán Codina obtuvo un triunfo resonante en Puente Alto, la comuna más habitada de Chile. Y su aplastante mayoría de 80% le da a Manuel José Ossandón razones para el optimismo. No obstante, los 75 mil votos de Codina no son nada a nivel nacional. Por otro lado, la hegemonía de Piñera en Chile Vamos deja con poco espacio a Ossandón. Seguramente deba convertirse en el MEO (versión 2009) de la Alianza y tal vez le convenga. Pero, para eso, requiere de un despliegue territorial a nivel nacional que aún no tiene y de animarse a vivir en la intemperie.
Tal vez el glamour de la retórica antisistema nos haga perder de vista que los grandes ganadores pueden haber sido los partidos tradicionales.
En conjunto, los pactos Nueva Mayoría y Chile Vamos (y sus distintos sub-pactos y partidos) obtuvieron más del 70% de las adhesiones en la elección de concejales.
En este contexto, Renovación Nacional festejó mucho su ascenso como el partido más votado de Chile. Obtuvo poco más de 800 mil votos (aproximadamente 100 mil más que en 2012) y logró elegir casi 450 concejales. Renovación Nacional logró así desplazar a su socio (y tradicional rival), la UDI, como el partido con más poder territorial y más votos a nivel nacional. Sin embargo, partiendo de un piso mucho más bajo, y probablemente solo a caballo de la “foto con Guiller”, el PRSD creció proporcionalmente más que RN (logró 120 mil votos más que en 2012 y casi 43 concejales más que en la pasada elección ).
La UDI, por su parte, no colapsó como muchos esperaban. A diferencia del PRO, demostró una vez más la capacidad de capear el temporal y con gran parte de su generalato retirado de la política por la incidencia de escándalos de corrupción, igual obtuvo 730 mil votos y 390 concejales. También creció en número de alcaldes, pasando de 47 a 52. El trabajo de terreno pesa y los candidatos locales, cuando se los tiene, logran desperfilarse del partido. En comparación con las elecciones de 2012, no obstante, la vapuleada UDI obtuvo 184 mil votos y 43 concejales menos en 2016. En síntesis, no parece un partido en crisis a nivel local, a pesar de no contar con un candidato presidencial viable.
El PDC puede conformarse, mientras tanto, con seguir siendo el partido más grande de la Nueva Mayoría con casi 580 mil votos. Pero si uno toma como base la elección de 1992, el PDC obtuvo casi 1,3 millón de votos menos en un universo de electores que actualmente es más grande que el de la primera elección municipal post-dictadura (en que regía el voto obligatorio). En un horizonte de tiempo más corto, también perdió 120 mil adhesiones respecto a 2012.
El Partido Socialista puede congratularse de haber obtenido 30 concejales más que en 2012. No obstante, lo hizo perdiendo aproximadamente cinco alcaldes y 166 mil votos (en la elección de concejales) en el mismo período. El PPD, mientras tanto, tiene algo que festejar: es el tercer partido de la Nueva Mayoría, pero bajó 127 mil votos respecto a la pasada elección, al tiempo queeligió 49 concejales más que en 2012. Además, perdió una alcaldía emblemática (Santiago) y no logró buenos resultados en dos de sus apuestas fuertes (Valparaíso y Ñuñoa).
La posición más incómoda en la centro-izquierda tradicional la tiene probablemente el Partido Comunista. Aunque contaba con una gestión alcaldicia muy bien evaluada (la de Daniel Jadue en Recoleta) y con una innovación de política pública que rápidamente adoptaron alcaldes y alcaldesas de todos los partidos (las farmacias populares), terminó perdiendo electores y puestos de gobierno. No solo perdió la alcaldía de Claudina Nuñez (en Pedro Aguirre Cerda) con un candidato independiente con mucha inserción popular (y eso en el caso del PC debería doler), sino que también perdió un contingente significativo de concejales.
El proceso de crecimiento de la izquierda que se ubica fuera de la Nueva Mayoría tiene al PC atenazado. Mientras debe pagar el costo de gobernar con una coalición desgastada, las fuerzas de izquierda no tradicional le compiten por ese flanco.
El proceso de crecimiento de la izquierda que se ubica fuera de la Nueva Mayoría tiene al PC atenazado. Mientras debe pagar el costo de gobernar con una coalición desgastada, las fuerzas de izquierda no tradicional le compiten por ese flanco.
En suma, los partidos tradicionales siguen siendo dominantes, pero lo son casi por inercia, dado su poder territorial. Más allá de subidas y bajadas relativas, se están repartiendo un electorado cada vez menos numeroso.
¿Quién más pudo haber ganado la elección?
Los alcaldes y alcaldesas que iban a la re-elección contaban, a priori, con una presunta ventaja adicional. En el contexto de las nuevas reglas de propaganda electoral, su visibilidad los haría prácticamente invencibles. Este era un argumento que think tanks empresariales repetían constantemente, para oponerse a las reglas que limitaban el gasto electoral y transparentaban las donaciones a los candidatos. Contradiciendo esta expectativa, y dando la razón a Eduardo Engel y compañía, varios candidatos y candidatas incumbentes, presuntamente invencibles, perdieron (especialmente en comunas emblemáticas). Sin embargo, también hay que reconocer que en el total del país, más de un 70% de quienes fueron a la reelección ganaron (un porcentaje mayor al casi 60% de 2012).
La evidencia preliminar es mixta: cualitativamente -en comunas emblemáticas- favorece el argumento de la Comisión Engel; cuantitativamente las ventajas de los incumbentes parecen haberse acentuado levemente. También resulta claro que las nuevas reglas no necesariamente propiciaron campañas programáticas (¡el casa a casa no equivale a una campaña programática!), ni la derrota sistemática de candidatos y candidatas con prontuario por falta de transparencia y manejos oscuros en su gestión anterior. Era mucho pedir.
En un contexto de crisis, los independientes debieran haber tenido espacio para crecer. Y lo hicieron, aunque de modo asimétrico. A nivel de concejales, las candidaturas fuera de pacto fueron menos y no lograron ni un resultado positivo. Los partidos (nuevos y viejos) y la lógica del sistema electoral, los incorporaron en sus listas y solo allí, tuvieron chance de prosperar. Sin embargo, si uno mira la elección de alcaldes el cuento es diferente: los y las independientes fuera de pacto son en conjunto la tercera mayoría (17,4%), habiendo crecido casi 220 mil votos entre 2012 y 2016. En conjunto, tienen tantos alcaldes y alcaldesas como la UDI, el partido con más alcaldes. Obviamente, sin embargo, solo son un colectivo en términos estadísticos.
El relativo éxito de los independientes tiene, sin embargo, una implicancia relevante. Al igual que en el caso de concejales y alcaldes, es más fácil para los independientes correr una candidatura exitosa a nivel presidencial que obtener una bancada relevante a nivel parlamentario (para esto último se requiere mucho más despliegue territorial). En otras palabras, en un contexto como el Chile actual, tal vez un candidato presidencial logre movilizar suficiente número de electores para ganar, sin necesariamente contar con apoyo parlamentario. Aún si esto no sucede, es dable esperar que el próximo congreso, a ser elegido por el nuevo sistema electoral, presente un mayor nivel de fragmentación. Eso es algo que anticipa, claramente, la proliferación de listas, pactos y partidos que ya hemos visto en esta elección municipal.
¿Algún otro ganador? Sí, el Servel. Ganó tiempo. Lo apabullante de los resultados y la ausencia de errores el día de la elección hizo que el Servel evitara un escenario de escándalo.
En definitiva, quien saque cuentas alegres de este panorama se está disparando en los pies. El escenario es sumamente ambiguo e incierto. Y vale recordar que hay un 65% de potenciales votantes a movilizar. En esta elección, esos también perdieron. Los que eligieron quedarse en la casa, ahora tienen que vivir cuatro años gobernados por autoridades, institucionalmente legítimas, a quienes muchos de ellos dicen aborrecer.
(Nota de la redacción: El artículo tenía errores de cifras que fueron corregidos el miércoles 26 de octubre a las 16:30. Salvo los datos referentes al PPD, estos no cambian en nada el sentido del análisis. Es necesario destacar que las opiniones y análisis corresponden al autor y no pueden ser adjudicados al Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica, donde él se desempeña).
[i]Sobre este tema véase Carlos Meléndez, “Anti-Candidatos”. Editorial Planeta, 2016.