¿La investigación científica chilena será capaz de aportar soluciones a la crisis en Chiloé?
10.05.2016
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10.05.2016
Mientras intensas movilizaciones sociales sacuden el sur de nuestro país, específicamente Chiloé y sus alrededores, una soterrada polémica se instaló entre diversos miembros de la comunidad científica acerca de la posible causa de la crisis ambiental que dio origen a esta emergencia. La industria salmonera está al centro del debate. Algunos desestiman su influencia, considerando la magnitud de las alteraciones climáticas a las que nos enfrentamos, otros sugieren que hay elementos para pensar que las actividades de crianza de salmones podrían estar generando efectos indeseados para nada despreciables.
En primer lugar, un grupo de científicos del Instituto de Fomento Pesquero (IFOP) y del Servicio Nacional de Pesca (Sernapesca) (1), descartó cualquier relación entre la intensidad de la marea roja y el descarte de miles de salmones muertos en el océano. Esa fue una intervención muy criticada y que llenó de dudas a los chilotes. Estos investigadores atribuyen el fenómeno de marea roja a los efectos del caluroso verano pasado, enumeran las mediciones hechas y los tipos de microalgas involucradas. Nada se dijo en esa intervención de algún posible efecto -independiente de la marea roja- por haber arrojado al mar toneladas de salmones muertos. Por supuesto, buena parte del espectro político, incluidos ministros de Estado, han usado estas declaraciones para diluir responsabilidades y, en especial, la posible responsabilidad de las salmoneras.
La marea roja es un fenómeno que se produce natural e intermitente en distintas partes del globo. Consiste en la proliferación masiva de un conjunto de microorganismos marinos (microalgas, como diatomeas y dinoflagelados) que tiene dentro de sus causas el aumento de las temperaturas, acidificación y sobresaturación de nutrientes en las aguas. Un grupo de estos microorganismos producen neurotoxinas y -cuando se multiplican en eventos conocidos como Floración Algal Nociva (FAN)- pueden infectar peces y mariscos. Estas toxinas no suelen ser mortales para la fauna marina, pero sí lo pueden ser en personas que consuman esos productos del mar, aunque hay evidencias en otras latitudes de que esto también puede ocurrir en animales.
También existen eventos de proliferación de microalgas que no producen toxinas, pero que pueden hacer enorme daño por acción mecánica, como ocurrió en el verano de este 2016, matando a millones de salmones en sus jaulas. Una parte de estos peces muertos fueron los arrojados al océano.
Por su parte, el Colegio de Biólogos Marinos de Chile estimó que el efecto del calentamiento del agua producido por el “Fenómeno del Niño” puede explicar completamente la intensidad de la marea roja de este año, y por lo tanto, la crisis ambiental. Esta reducción del impacto de la industria salmonera -instalada en el sector hace 30 años- al evento particular del vertimiento de peces muertos, resultó muy conveniente para quienes desestiman su influencia sobre el ecosistema.
Sin embargo, existen científicos que piensan que sí puede haber efectos producidos por la actividad humana, pues si bien los alcances del “Fenómeno del Niño” son evidentes e indiscutibles, este evento pudo haberse intensificado por la eutroficación de las aguas, como consecuencia de la presencia de la industria salmonera. Por su parte, otros sectores argumentan que el vertimiento en el océano de toneladas de salmones muertos (autorizado por Sernapesca y la Armada) podría haber influido en la mortandad de la fauna marina autóctona, haciendo sinergia con los efectos de la marea roja y otras alteraciones en las propiedades químicas del agua.
En nuestro país se realiza investigación científica principalmente en las universidades, mayoritariamente con financiamiento estatal. Entre las fuentes de este financiamiento, destacan tres entidades: Conicyt, Iniciativa Científica Milenio (ICM) y Corfo.
Conicyt aporta recursos a través de varios instrumentos, entre los que se destacan Fondecyt (enfocado en investigación básica), Fondef (para investigación aplicada) y Fondap (para grandes centros de excelencia). El ICM cumple un rol similar a Fondap y la Corfo está más enfocada en la investigación asociada al desarrollo productivo.
Para tener un panorama de la investigación que se hace en Chile sobre los temas centrales que dan origen al conflicto en Chiloé (marea roja, salmonicultura y efectos de la salmonicultura en el medio ambiente), hemos realizado un análisis detallado de los proyectos financiados por el Estado en los últimos 10 años. En Fondecyt (que representa entre el 40 y el 50% del presupuesto de Conicyt) las investigaciones acerca de marea roja no alcanzan a ser una al año, en promedio, a pesar de que este problema está descrito en Chile desde hace 50 años y afecta de sobremanera a quienes viven de los productos del mar, tanto para consumo como para comercialización.
En Fondef, por su parte, se ha financiado un total de 20 proyectos acerca de marea roja desde 2001, aunque la mayoría de ellos se concentran en tres años: 2002, 2007 y 2010, cuando se hicieron concursos especiales para este tema. Fuera de esos años, Fondef solo financió dos proyectos en marea roja.
Esto contrasta con las investigaciones sobre salmónidos en cultivo (2), las que en Fondecyt son casi tres anuales, en promedio, con un presupuesto total que es cuatro veces superior a los fondos destinados a proyectos relacionados con marea roja. En Fondef las iniciativas sobre salmonicultura que se financian son tres por año, en promedio, con un presupuesto total de más del doble que los recursos aplicados a marea roja.
La industria salmonera es poderosa en Chile: ocupa el tercer puesto en exportaciones y tiene una extensa red de influencias en el mundo político. A pesar de ello, no son pocos los que han alertado sobre las consecuencias negativas que puede traer la práctica salmonera en distintos aspectos tales como ecosistemas autóctonos, equilibrio de nutrientes en el agua, dinámicas sociales, otras actividades comerciales relacionadas con el mar, entre muchos otros. Las salmoneras se defienden y dicen que no hay estudios que demuestren un efecto negativo, pero veremos que eso no es tan cierto.
Las investigaciones en salmónidos no necesariamente tienen relación directa con la industria salmonera, pero al financiar con recursos públicos proyectos que analizan desde alguna disciplina (biología, fisiología, ecología, etc.) a estas especies -que no son naturales de nuestro país- o sus enfermedades (piojo de mar, varios tipos de virus, algunas algas, etc.) se está beneficiando de alguna u otra manera a la industria, pues la empresas usarán tarde o temprano ese conocimiento para mejorar su productividad.
Si volvemos a mirar Fondecyt en busca de proyectos de investigación que analicen los posibles efectos ambientales del cultivo de salmónidos, encontramos exactamente siete en 10 años. Esto representa un 14% del presupuesto que se gastó en investigaciones que pueden ser útiles para mejorar la productividad de la industria salmonera en el mismo periodo. Pero a pesar de ese escaso financiamiento, se han demostrado algunos efectos nocivos de la salmonicultura: destrucción de fondos marinos, desoxigenación del agua, propagación de infecciones a especies autóctonas, desequilibrio de cadenas tróficas por especímenes que se escapan de las jaulas y uso indiscriminado de pesticidas y antibióticos, entre otros (3).
¿Cómo remediar estos efectos nocivos? Pues, en Fondecyt y Fondef se ha asignado dinero para investigar este tema: apenas un proyecto en los 10 años analizados.
Pero Fondecyt y Fondef no son los únicos fondos que financian investigación básica. Existe un programa llamado Fondap en Conicyt y la Iniciativa Científica Milenio, dependiente del Ministerio de Economía. Ambos instrumentos han financiado varios centros de investigación en oceanografía, pero solo uno destinado al tema de acuicultura, ninguno en marea roja, ninguno en pesca. Este único centro es el Centro Interdisciplinario de Investigación en Acuicultura Sustentable, el que desde 2012 y hasta 2017 cuenta con un presupuesto anual de $4 mil millones. Este centro se orienta a la investigación sobre acuicultura sustentable en tres tipos de cultivos -salmónidos, mitílidos (mariscos) y recursos endémicos (especies autóctonas)- con líneas de investigación en cinco focos: sustentabilidad ambiental, salud animal, sustentabilidad económica, tecnologías en genómica acuícola y genómica marina y recursos marinos.
Si se revisa la nómina de publicaciones científicas de este centro, el primer año (2013) tenía una proporción equilibrada de trabajos en los tres tipos de recursos (salmónidos, mariscos y especies autóctonas). Pero en los años siguientes, la proporción de publicaciones en salmonicultura respecto al total fue en aumento: 37% el 2014 y 52% el 2015. De este total, solo se encuentra un trabajo por año sobre marea roja y un trabajo en los tres años acerca de los posibles efectos de la salmonicultura en el ambiente. Si bien el centro sigue operando y las investigaciones en distintas áreas tienen, por su naturaleza, ritmos distintos y no siempre generan la misma cantidad de publicaciones, se observa una tendencia que es difícil de comprender, salvo que la sustentabilidad económica de la acuicultura haya sido considerada prioritaria respecto de los otros temas, en particular respecto a la sustentabilidad ambiental.
Además de este centro, existen varios laboratorios y centros pequeños que estudian el tema. Pero no cuentan con ingresos tan generosos y suelen depender de las universidades que los albergan, que ya traen importantes problemas de financiamiento.
En relación a los recursos que aporta Corfo, es más difícil hacer un seguimiento de los proyectos que financia, pues no dispone de información pública sobre estas investigaciones en función de áreas de estudio. Por lo mismo, es imposible hacer el mismo análisis aplicado a Conicyt o ICM. Pero uno de los focos que Corfo ha declarado prioritario es la transferencia tecnológica desde la academia hacia la industria y, por lo tanto, ha diseñado herramientas para que las industrias justamente usen el conocimiento generado en las universidades, para diversificarse y aumentar su productividad.
Si bien en el tema acuícola Corfo declara poner énfasis en cultivos de peces y mariscos autóctonos, el tamaño y fortaleza del sector salmonero hace que sea muy difícil que se logre esa ansiada diversificación. Esto, no solo porque la salmonicultura copa el mercado, sino porque además cuenta con un activo lobby en el mundo político, amplias redes de colaboración y una infraestructura lista, por lo que es muy probable que capte de igual modo buena parte de los recursos de Corfo. De hecho, para la crisis del virus ISA (4), durante el primer gobierno de Michelle Bachelet, la Corfo aportó a los salmoneros US$120 millones para rescatarlos de su inminente fracaso.
A pesar del escaso financiamiento para la ciencia en Chile, las salmoneras se han visto favorecidas directa o indirectamente con muchas investigaciones en su área, realizadas la mayoría en universidades públicas. Estas investigaciones le permiten a la industria aumentar su productividad, al entregarle un conocimiento profundo de la biología de los peces y sus enfermedades. Así, la industria encuentra formas de disminuir los costos, de mitigar o curar las enfermedades que afectan a los peces o automatizar sus procesos.
Las investigaciones en otros aspectos críticos del mundo marino están bastante por debajo de los números de los proyectos sobre salmonicultura, en especial las investigaciones sobre los efectos de la industria salmonera y las formas de remediarlos, temas casi inexistente en nuestro país.
A pesar de que se desarrollan con cuentagotas, las escasas investigaciones sobre los efectos de la industria salmonera han demostrado aspectos nocivos de este rubro. Es más, hay investigaciones científicas, ya publicadas, que muestran que podría haber una relación a largo plazo entre el cultivo de salmones y la proliferación de los microorganismos que producen la marea roja. El uso indiscriminado de alimento en las jaulas, genera un exceso de nutrientes en el agua cercana (eutroficación) y la enorme densidad de peces por jaula agota el oxígeno disuelto (hipoxia).Estos dos factores, pueden gatillar un aumento dramático de los microorganismos relacionados con la marea roja (5). Pero los científicos de IFOP, Sernapesca y del Colegio de Biólogos Marinos, no citan ninguna investigación para descartar tal efecto, o para descartar algún efecto de verter 4 mil toneladas de peces muertos al océano. ¿Quién tiene la razón? Probablemente, la mejor respuesta a esta pregunta es que falta más investigación, la que de empezar a hacerse ahora de manera equilibrada en cuanto a financiamiento, ya estará atrasada al menos 10 años.
Hay quien dice que el Estado es responsable por no asignar prioridades en los temas que se deben investigar en Chile, como la marea roja. Pero eso es un error, pues en buena parte de los instrumentos de financiamiento mencionados sí hay una prioridad establecida por los gobiernos. Corfo, Fondap y parte de Fondef asignaron recursos prioritarios a la acuicultura y salmonicultura por una decisión política, y ahora estamos pagando las consecuencias. ¿Quién lo decidió? Los distintos gobiernos postdictadura y sus expertos: entre cuatro paredes, privilegiando la competitividad y la productividad, sin importar los efectos en las comunidades humanas ni ecológicas (6).
Otros sostienen que el error es justamente asignar prioridades desde el Estado, pues los grupos de investigación deben ser libres para escoger sus temas en función de la curiosidad o el deseo de resolver los enigmas de la naturaleza. Sin embargo, la distribución de temáticas en Fondecyt e ICM, no obedecen a estas directrices gubernamentales y justamente quedan libres al interés de los investigadores y a la excelencia de su trabajo. Entonces, ¿por qué de igual forma hay un sesgo en la asignación de recursos para investigar en salmónidos en desmedro de otros temas, como la marea roja o la remediación del medioambiente? En nuestra interpretación, la anhelada libertad investigativa es en realidad una ilusión, pues está sujeta a diversos tipos de presiones e incentivos, desde el factor económico hasta la necesidad de reconocimiento social, pasando por las imposiciones del sistema de cuantificación de la investigación, que implica la evaluación de indicadores de desempeño, como publicaciones y patentes.
Finalmente, la decisión de qué se debe investigar en Chile no puede dejarse a la ilusión de la libertad investigativa, pero tampoco a las decisiones tomadas por un grupo de burócratas con intereses creados. Debemos tomar las riendas de estas decisiones como sociedad toda, equilibrando las necesidades sociales con la necesidad de generar conocimiento, fortaleciendo a las universidades donde se hace la investigación y no arrojándolas a la locura de la competencia, haciendo partícipe de las investigaciones a los ciudadanos y dejando de cuantificar a los grupos de investigación como si fueran emprendedores. De lo contrario, para poder subsistir los científicos nos terminaremos encerrando y enfocando exclusivamente en nuestra propia vigencia competitiva, sin importar lo que pasa a nuestro alrededor.
Notas: