La Señora Luigina y Colonia Dignidad
22.04.2016
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22.04.2016
Hace algunos momentos subía la escalera del Hotel Brescia y sacaba la cuenta de que el año 1996 también la subía y pasaba por los mismos pasillos, con el mismo olor a leña. Y de eso se cumplen ya casi 20 años este 2016. Ya no está don Nibaldo, quien me abría la puerta de madrugada, me echaba alguna broma relacionada con los alemanes y me preguntaba a qué hora quería el desayuno anticipado, pues me dejaba siempre un termo con café sobre una mesa en un lugar del primer piso.
Siempre tenía allí una pieza disponible, una que estaba reservada para huéspedes inesperados. La instrucción de doña Luigina, la dueña del hotel, era que me la pasaran aunque no tuviera reserva. Creo que era la señal de la señora Luigina para apoyar a los que combatían a la Colonia Dignidad. Siempre contaba que junto a su marido habían huido de los alemanes en la Segunda Guerra Mundial, sin imaginar encontrarlos en Parral, en un sureño lugar del mundo en el que para ella y su familia la vida recomenzaba.
Comparaba a Paul Schäfer y los jerarcas de Colonia Dignidad con los represores nazis que había visto y conocido. Pero no les temía. Por eso fue de las pocas personas de Parral que ayudó a Wolfgang Muller (hoy Wolfgang Kneese), el joven que protagonizó cinco fugas desde la Colonia Dignidad, siendo recapturado cada vez. En una de ellas, en 1966, fue encarcelado y luego en 1967 lo condenaron por injurias: por decir que era perseguido por los jerarcas de la colonia. El mundo al revés: la víctima condenada y los criminales con la impunidad garantizada. El heroísmo de Wolfgang se contrapone a la vergüenza que deben tener hoy los que motivaron o permitieron esa aberrante condena, si no la han perdido completamente en el camino de los años.
Cuando la señora Luigina supo que Wolfgang estaba en la cárcel de Parral, le mandaba a dejar cada día una vianda con comida del hotel, que el gendarme recibía. Para mí, hasta hoy sigue existiendo en el Hotel Brescia una pieza donde llegar.
Tierna, delicada y valiente la señora Luigina, ya no está, pero es como si estuviera. Aún se siente, en algún lugar de su hotel. Es el mundo como debiera ser.