Presentación de Pablo Simonetti en el lanzamiento del nuevo libro de CIPER
“Lo mejor de CIPER 3”: El ruido y la furia
10.11.2015
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Presentación de Pablo Simonetti en el lanzamiento del nuevo libro de CIPER
10.11.2015
Por: Pablo Simonetti
Lo mejor de CIPER 3 se lee con la voracidad que despierta una buena novela de intrigas, pero con la desazón de que todo lo que leemos está pasando en Chile hoy.
Literariamente hablando, los personajes de cada intriga están bien perfilados, lo que permite seguir historias complejas –cuajadas de nombres, referencias y líneas de investigación– con asombrosa facilidad, nada menos que una ironía cuando pensamos que estos personajes pusieron gran empeño en no dejar rastro alguno.
¿Qué dice este libro de nosotros los chilenos, de nuestra cultura del poder?
Antes que nada, dice que el éxito se ha convertido en un fin en sí mismo, aunque sea a costa de instituciones tan valiosas como el INE, el SII, el Congreso, los partidos políticos o la Presidencia. No parece importar si se pasa por encima de reglas básicas del actuar público con tal de salir electos, no importa atropellar nuestros principios éticos si se consigue más dinero para la campaña, no importa sacar de la manga a 800 mil personas si pretendo vociferar que hice el mejor censo de la historia. En otras palabras, no importa socavar las bases que nos sustentan si logramos alcanzar un límite superior más alto todavía.
Así es como el Estado se vuelve una caja de resonancia de nuestras ambiciones. Todos sabemos que el poder envanece, pero lo que ha sucedido es que personas en un comienzo bien intencionadas, al hacerse con el poder se volvieron codiciosas y se llenaron de recelo, motivadas sin duda por un afán de invulnerabilidad. La mayoría llegó a sus altas posiciones por su compromiso, su lealtad, su esfuerzo, su generosidad, su inteligencia, pero una vez en el poder se olvidaron de que fueron esas las virtudes que los pusieron ahí; y temen y presionan y niegan.
A nosotros los de a pie nos horroriza, porque la mezquindad de un poderoso es la más difícil de entender, aunque se trate, como lo comprobamos en este libro, de un hecho tan común. Piensen nada más, por ejemplo, en el envanecimiento del cura Joannon, que llegó a convencerse de que podía hacer y deshacer con la vida de sus feligreses y que, cuando se lo echaron en cara, reaccionó con soberbia. Llegan con el bien como fin y salen con los dedos crispados, aferrándose a su pequeña cuota de poder.
Ser invulnerables, ¿no es lo que secretamente deseamos todos? Queremos que nuestro mundo no tiemble bajo nuestros pies. La metáfora telúrica no es nada casual, forma parte de nuestra identidad. El problema es que el afán de invulnerabilidad de un poderoso resulta nefasto para el bien común, porque en caso de ser necesario, en primerísimo lugar velará por su propio interés. Es el dilema del poder que ha sido una ecuación difícil de resolver desde los primeros tiempos del hombre.
En el libro, este mal no solo lo padecen los grandes nombres incriminados por las investigaciones, sino también una legión de asesores, tinterillos, operadores de segunda línea, todos listos a sacar la más mínima ventaja sin el menor escrúpulo.
De ahí mi idea de que hay un rasgo cultural, como si el poder –que se traduce en el éxito de ganar el negocio, de ganar la elección, de ganar la admiración de la gente– lo justificara todo.
Cuando estamos abajo, somos solícitos, leales, generosos, pero ¡ay! de que lleguemos arriba, porque dichas virtudes flaquean.
No a todos los chilenos el poder los trastorna de esta manera, pero este rasgo cultural se ha vuelto cada vez más visible y se le justifica cada día más en la vida diaria de la gente.
No hay escritor que haya mostrado mejor esta clase de codicia que Shakespeare, especialmente en sus tragedias. Macbeth, Hamlet y Rey Lear tratan precisamente de cómo esta búsqueda desesperada de la invulnerabilidad se estrella siempre con el muro de la muerte.
Unas brujas le vaticinan a Macbeth que será rey. Una vez conseguido el poder mediante el asesinato del rey anterior, la culpa, el miedo y, lo peor de todo, el ansia de más poder, vuelven a Macbeth y a su mujer paranoicos, tiránicos y crueles. Llegan al extremo de matar a Banquo, su mejor amigo, para asegurarse de que sea su descendencia la que se convierta en un linaje de reyes y no la de él, como lo había anunciado el oráculo. Hasta que lady Macbeth, atormentada por el peso de su conciencia, enloquece y muere. Al conocer la noticia, Macbeth dice:
“Morir estaba en su futuro.
Ya habría habido un momento para tal palabra.
El mañana, el mañana, el mañana
se desliza de día en día con paso mezquino,
hasta la última sílaba del tiempo dado,
y todos nuestros ayeres han alumbrado a los necios
en el camino hacia el polvo de la muerte.
¡Apágate, llama fugaz! La vida
es sólo una sombra errante, un burdo actor
que apenas un momento se pavonea y agita
sobre el escenario, y nunca vuelve a ser oído.
Es un cuento contado por un idiota,
lleno de ruido y de furia, y que no significa nada”. (*)
Cuando uno termina de leer Lo mejor de CIPER 3 tiene la sensación de que nuestro país se ha llenado de estos burdos actores que se pavonean y agitan sobre el escenario, sin la menor conciencia de la fragilidad y la muerte. Es por esto que con el concurso de una prensa alerta –como Ciper–, de la presión de los ciudadanos, de un aparato judicial independiente, de los observatorios anticorrupción –como el que acaban de estrenar Espacio Público y Ciudadano Inteligente– y, en especial, de la educación de nuestros niños y jóvenes, debemos lograr que quienes nos gobiernen no se dejen ensordecer por el ruido y la furia, sino que se mantengan conscientes de su vulnerabilidad, sin pretender desterrarla, sin albergar el secreto deseo de volverse inmortales.
(*) Traducción de Armando Roa Vial.