Tres alternativas de reforma a las pensiones, tres sistemas para elegir: Empate, vacío y ganador
14.10.2015
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14.10.2015
El recientemente publicado informe de la comisión Bravo propuso, en síntesis, un conjunto de tres propuestas en lo esencial excluyentes entre sí, las que denominaron A, B y C. La propuesta A mantiene el sistema de capitalización individual; la C considera un sistema de reparto, y la B un sistema mixto entre reparto y capitalización individual.
Teniendo claro estas tres propuestas, a fines de julio los 24 comisionados realizaron una votación para determinar el apoyo con el que contaba cada una, apoyos que quedaron plasmados en el informe final. De los 24 miembros, 12 votaron a favor de la A, 11 por la B y 1 por la C.
Así, lo que se difundió por la prensa y lo que han manifestado algunos miembros adherentes de la propuesta A, es que esta fue la “ganadora” por obtener el mayor número de votos. Los miembros de las propuestas B y C, por su lado, argumentaron (por ejemplo aquí) que no hubo ganador, sino dos soluciones de mayoría, pues ninguna propuesta tuvo el 50% más 1 de las votaciones.
A continuación abordamos esta controversia analizando los métodos clásicos de votación. Esta reflexión entrega una propuesta sobre cómo tratar el informe final.
Determinar una regla de votación óptima, o técnicamente la agregación óptima de preferencias individuales, es un problema de larga data. Ya en el siglo XVIII en Francia se pueden encontrar trabajos de Jean-Charles Borda y su contemporáneo Nicolas de Condorcet. A continuación se ofrece un análisis de las tres reglas de votación más famosas y sus resultados para este caso particular.
Para determinar la propuesta óptima entre A, B y C, una primera opción es lo que tradicionalmente se conoce como “segunda vuelta”. Este mecanismo se utiliza cuando se debe elegir una sola propuesta, como es el caso de las elecciones presidenciales en Chile. En una primera vuelta, las dos mayorías serían A y B. Determinar A como la alternativa ganadora sería lo que se conoce como regla de pluralidad, lo que no evoca muy buenos recuerdos respecto a la historia de elecciones presidenciales chilenas (Salvador Allende fue electo según esta regla). Así, si se hubiera pasado a “segunda vuelta”, lo más probable es que las propuestas A y B hubieran terminado ambas con 12 votos cada una. Este resultado se obtiene suponiendo que quien prefiere la alternativa C preferirá la alternativa B en la segunda vuelta (donde la alternativa C no está disponible). Y esto no es muy descabellado de asumir pues es B la única propuesta que incorpora un componente de reparto en el sistema de pensiones.
Es decir, una votación de este tipo no lograría generar una alternativa de consenso, sino un empate.
La regla de Condorcet requiere la existencia de una alternativa que gane por mayoría en la comparación con cualquier otra alternativa. Desafortunadamente, los datos que tenemos de la votación no son suficientes debido a que no sabemos las preferencias de los miembros de la comisión por cada alternativa separada.
Sin embargo, supongamos que los 12 miembros que prefieren un sistema de capitalización individual (alternativa A) tendrán como segunda opción un sistema mixto (alternativa B) y como último alternativa un sistema de reparto (alternativa C). De la misma manera, no es descabellado pensar que quienes prefieren la alternativa B preferirán como segunda opción la alternativa C antes que la A y quien prefirió la alternativa C preferirá la B antes que la A. Con estos supuestos, podemos saber si existe una alternativa que gana por mayoría a cualquier otra en una “votación” simple con dos alternativas.
Si verificamos, A comparada con B en el agregado tiene 12 personas que la prefieren (los que votaron A) y otras 12 que no la prefieren (los que votaron B y C). Así, no podemos concluir que A sea una alternativa ganadora por esta regla. Continuemos con C: en comparación con A hay 12 personas que prefieren A a C (los que votaron por A) y otras 12 que prefieren C a A (los que votaron B y C). Con esto ya sabemos que C tampoco puede ser un «ganador de Condorcet». Para completar el análisis, la comparación entre C y B sí entrega una preferencia agregada: 23 personas (la mayoría) prefiere B a C, ya que solo 1 prefiere C a A. Sin embargo, B no es preferido por una mayoría frente a A, por lo que no puede ser la alternativa escogida por esta regla.
Por lo tanto, en este segundo método no existe una alternativa ganadora (vacío).
El método de Borda asigna un puntaje a cada alternativa de acuerdo a la clasificación de alternativas dada por los electores. Así, en una votación entre 3 alternativas, si un elector clasifica una alternativa como la mejor entonces le otorga 3 puntos a la alternativa en cuestión. De la misma forma, un elector que clasifica una alternativa en segundo lugar le da 2 puntos, y así las alternativas clasificadas en último lugar tienen solo un punto.
Bajo el supuesto que utilizamos para tratar de calcular el ganador de Condorcet, podemos calcular los siguientes puntajes.
Hasta aquí lo único que supusimos fue un orden entre las alternativas. Aquí la alternativa B se beneficia del hecho de poseer componentes de ambas alternativas extremas. Cabe notar que incluso en el escenario más adverso para que gane B en este método, que sería el empate cuando los 11 que votaron B prefieran A antes que C, basta con que un solo miembro de esos 11 prefiera C antes que A para que gane B con el método de Borda. Desarrollos recientes en sistemas de votación por ranking más generales podrían también dar como ganador a B (ver Alejandro Corvalán, “How to Rank Rankings? Group Performance in Multiple-Prize Contests”, Mimeo).
Como conclusión, este método entrega como la alternativa óptima la propuesta B (ganador).
Dos siglos después de los desarrollos de Borda y Condorcet, el nobel en economía Kenneth Arrow concluirá en su tesis doctoral que no existe una regla de votación óptima si las alternativas a escoger son más de dos (ver Paradoja de Arrow). En efecto, la mayoría a dos vueltas, siendo el método más común para resolver este tipo de decisiones, no satisface dos de los criterios de optimalidad de una regla de votación según Arrow. Tampoco lo hacen los métodos de Condorcet y Borda.
El problema inicial, entonces, es someter un conjunto de más de dos alternativas a votación. En este caso, sabemos que la Paradoja de Arrow aplica, y no existirá una regla óptima. Aunque el mecanismo de votación por mayoría a dos vueltas convierta la elección en una decisión entre 2 alternativas (las dos ganadoras de primera vuelta) donde no aplica la paradoja, el número de miembros de la comisión no permite dirimir, al ser un número par (24 comisionados). Entonces, uno se pregunta, ¿por qué llevar a cabo una votación sin un mecanismo que lleve al consenso? Los resultados de la comisión, así como se han dado a conocer, dan para pensar que existe un grupo con poder de veto contra la alternativa B, o que habrá un miembro adicional (Presidenta) que zanjará el empate.
Otro punto importante, viene dado por las diferencias entre las preferencias al interior de la comisión de expertos y las de la ciudadanía. De hecho, en el Informe de Desarrollo Humano 2015 publicado por el PNUD, el 81% de la población cree que es mejor que el Estado se haga cargo del sistema de pensiones (propuesta C), el 15% opta por un sistema mixto (propuesta B), y solo un 3% prefiere un sistema de capitalización individual (propuesta A). En este sentido, más allá de la regla óptima de votación al interior de la comisión, un hecho importante es esta disociación entre la opinión técnica y la percepción ciudadana. Así, una condición necesaria para legitimar este tipo de reformas es hacer confluir estas dos visiones. Para esto, no sólo debemos hacer esfuerzos para que la información respecto de la toma de decisiones esté disponible, sino que dicha información sea accesible en términos pedagógicos a un público no técnico.
En conclusión, la votación hecha por la comisión no define una alternativa ganadora bajo ninguna otra regla distinta a la de Borda, siendo este el único método que produce un consenso: la propuesta B. Por otro lado, elegir la alternativa A es elegir una alternativa de no-consenso bajo cualquiera de las 3 reglas clásicas analizadas, lo que desestima el argumento sostenido por algunos de los miembros de la comisión en el sentido de dar por ganadora a la propuesta A. Dar por ganadora las 58 sugerencias de dicha propuesta implica seguir una regla de pluralidad según la cual gana quien saque más votos aunque no tenga mayoría. Por ejemplo, en la historia de nuestra democracia contemporánea, la enseñanza fue no repetir la regla de pluralidad, justamente por el peligro que el no-consenso genera para la convivencia social. Sin embargo, ex-post votación es difícil pensar que la comisión se pondrá de acuerdo en cambiar las reglas del juego sabiendo ya antes cuál será el resultado.