María Paz Santibáñez: “Resonancias desde la memoria hacia el futuro”
22.09.2015
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22.09.2015
Memoria y futuro son los ejes sobre los que he conducido mi vida. Vivo en aquel permanente “borrador” que es el proceso de la creación: en una búsqueda de perfección y de superación, en un tiempo que es el devenir, donde la obra y la vida se construyen en la reunión de pasado y de futuro en una casi instantaneidad. Es por esta razón que no temo a lo perfectible, a lo superable, y creo que la felicidad se parece a la constante persecuciónde más y mejor a través de la acción. Cada instante de este “borrador” permite superar y mejorar la versión.
Me llegan hoy imágenes y hechos que en otros momentos me marcaron y que pude transformar en energía creadora y de vida, por una decisión consciente de no dejar que la cultura de muerte le ganase a la de vida. Llega el momento, madura la acción y se hace necesario mirar cara a cara los hechos en sus dimensiones de horror, para apropiárselos también desde esas nuevas dimensiones, como cuando memorizo una partitura para entregarla al público desde una aproximación más completa y compleja, buscando reunir su devenir en un momento casi posible de determinar, en su existencia resonante.
Cuando la Presidenta me solicitó para hacerme cargo de los asuntos culturales de la Embajada de Chile en Francia, asumí el llamado con mucha alegría, y sigo trabajando desde ese sentimiento y energía. Al momento de mi nombramiento, en mayo del 2014, apareció el inmediatismo que tanto daño le hace a Chile y lo que apareció como “hecho noticioso” en esos días fueron los dichos del policía que no me asesinó sólo por casualidad, por milagro o como se le quiera llamar. Lo que más rescató la prensa de las declaraciones de mi agresor fue su propia calidad de posible víctima. Para mí, como víctima, la parte más difícil de escuchar de esas declaraciones fue la frase: “Podría decirle a ella que me pidiera perdón (…). Pedirle perdón es como extraño, porque lamentablemente ella ni se imagina lo que yo he sufrido».
Yo no soy quién para juzgar por qué se rescató esto en una nota de prensa acerca de un funcionario policial que solo tuvo como condena firmar durante 61 días un libro, gracias a fallos de cortes militares; que nunca pasó por la cárcel ni fue expulsado de su institución y, lo que es más grave, que en su intervención miserable de mayo del 2014 dijo “si no hubiera sacado el arma a lo mejor estaría muerto yo”. Es decir, no asume su responsabilidad, falsea la verdad y se hace livianamente eco de los dichos del entonces ministro del Interior Sergio Fernández y del alcalde de Santiago de la época, Gustavo Alessandri, quienes informaron por la prensa en 1987 que yo era “una activista terrorista más”.
Me detengo en 1987: la verdad es que el video de los hechos muestra que nunca el policía fue atacado, que actuó por decisión propia y que me quiso matar. Y me atacó por la espalda. Que no me digan que se asustó, que no entendió… Si analizamos la época, él trabajaba desde la impunidad y desde la seguridad de no tener castigo, sino tal vez hasta un premio. Afortunadamente para mí, él tuvo la mala suerte de que gente valiente filmó y difundió las imágenes de los hechos; yo estaba detenida y acusada de las peores atrocidades hasta que el video se transformó en una prueba de la falsedad informada por prensa, radios y a nivel institucional, con el aval del entonces general director de Carabineros, Rodolfo Stange, el ministro Fernández, el alcalde Alessandri y otros. Mi agresor tuvo que ser juzgado, pero fue premiado por las cortes militares: solo firmó un libro durante dos meses, se retiró de la institución cuando él lo decidió, fue protegido por militares y policías.
Los medios de información en 2014 mostraron a este victimario opinando y rescataron “su alegría” de que yo esté bien. Sin embargo, el ex policía dijo ese mismo día: “Si no hubiera sacado el arma a lo mejor estaría muerto yo”; agrega “la decisión fue esa”y “ella ni se imagina lo que yo he sufrido”. No ha comprendido nada. Esto lo agrego a mi propia mochila, pues hay impunidad para tales dichos. Es lo que recibo desde los medios y tras la nula reacción a los llamados a efectuar un juicio justo, no sólo míos, sino de tantos otros que vivieron estas situaciones de abuso.
En estos años me he dedicado a llenar de vida la muerte que se me anunciaba y a entender el devenir que me trae a este instante. A raíz de los pactos de silencio que se rompen, muy emocionada y conmocionada por la complejidad de la situación de derechos humanos chilena, he leído por primera vez hace un mes el proceso militar que condenó a este ser, mi agresor, a su ridícula pena. En ese juicio he encontrado falsos testimonios graves y me entero que estos sirvieron para la evaluación del caso en las cortes. Los testigos falsos en el proceso en las cortes militares son civiles en su mayoría. ¿Hay prescripción para que la justicia investigue esos testimonios falsos? ¿Hay prescripción para los dichos injuriosos del ex ministro Fernández y del ex alcalde Alessandri que influyeron en las decisiones de las cortes y en el sentimiento de amparo que goza este agresor? Encuentro también, entre documentos que conservo, múltiples llamados que hice a los diversos presidentes en ejercicio desde 1990 para que se hiciese un juicio justo en cortes civiles, pues se trata de una persona que quiso matar, sin aparente conciencia de la responsabilidad de sus actos y que circula por las calles de Chile.
Si, fue estremecedor cuando se rompió el pacto de silencio en relación al caso de Rodrigo Rojas y Carmen Gloria Quintana, quemados por una patrulla militar. Me emocioné además por el accionar decidido y generoso de Carmen Gloria, quien emplazó a todos los organismos competentes para dar seguimiento a la ruptura del pacto. Carmen Gloria regala al país su generosidad extrema, su moral a toda prueba, su decisión y valentía sin límites. Sin embargo, no hay urgencia en las altas esferas y aún no se siguen, en consecuencia, degradaciones de militares ni se obtienen las informaciones demandadas. Los civiles cómplices no han sido molestados. Las mismas esferas a las que antes de esta ruptura del pacto de silencio no les inquietaba que este último estuviese sellado, a pesar de que era una verdad a gritos, ofrecen discursos, pero aún no acciones.
La complejidad de la historia reciente de Chile permite que una parte de la sociedad desee que “se olvide el pasado”. Si no hay acciones concretas, si no hay urgencia en la reacción, efectivamente esto será pasado y volveremos a escuchar a los que piden olvidar, lo que siempre fue y seguirá siendo argumento de los militantes de la ceguera frente a la dictadura cívico-militar que vivió Chile. Allí se encuentra mi victimario y los de tantos otros, quienes gozan de buena salud y a quienes los medios no denuncian. Ya prescribieron las acciones contra los civiles que se prestaron como falsos testigos y los personajes que acusaron públicamente de filiaciones y acciones falsas, de corte terrorista, a cuanta víctima hay. La prensa de la época también sigue impune. Habría que decir, en estos casos, que al menos a veces hay “funa”.
Hay gente criminal y desadaptados sociales que permanecen libres en Chile. Demasiados. Y muchos en puestos de poder. Si el país no se hace cargo en su conjunto, que no se extrañe que el yerno de Pinochet tenga cabida y esté legalmente en capacidad de entregar dineros sucios a la política. Nadie ha cuestionado hasta ahora la ilegalidad de su poder económico y el círculo vicioso que lo llevó a ser quien financia las campañas. No nos extrañemos si asesinos en potencia o ya diplomados toman cargos de responsabilidad: todo ha sido permitido, en impunidad y sin memoria. Súmele la falta de ética de algunos políticos: a estas alturas el arte de la política (que respeto profundamente) se convierte en basura, y la sociedad ya no respeta nada ni cree en nada.
Me detengo un momento a pensar en esta especie de desilusión colectiva para hacer una invitación: a no temer a las crisis, pues estas son saludables. Las crisis permiten ver la realidad. En esta crisis quiero creer que hay signos de cambios, que hay un despertar y que posiblemente saldremos de ella con un avance hacia el sueño de un futuro mejor. A no detenerse para obtener una nueva Constitución. No podemos vivir haciéndonos cargo solo de reclamar por aquello que nos dejó la dictadura. Ya estamos en el siglo XXI, bastante adormecidos, reclamando con ventilador en las redes y no en la acción.
No temo a lo perfectible, a lo superable. Para mí, la felicidad se parece a la constante búsqueda de más y mejor en la acción. Sigo creyendo e invitando a la acción comprometida y organizada, pues creo que es el camino. Y también invitando a seguir adelante desde la memoria, sin temor a las crisis, pues cada instante del “borrador” puede permitir superar y mejorar la versión inicial si adoptamos mejores y más amplios ángulos de vista.