Álvaro Corbalán: El dueño de la noche
07.08.2015
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07.08.2015
En plena Avenida Apoquindo, en la exclusiva comuna de Las Condes de Santiago, se encontraba uno de los sitios nocturnos más cotizados por la farándula ochentera, el pub ‘Confetti’. A él llegaban los artistas de la televisión de ese entonces, pero principalmente aquellos que no tenían problema alguno con la dictadura militar, ya que el local pertenecía al marido de la cantante Patricia Maldonado, Jorge Pino. También asistía otro tipo de individuos, los miembros de la CNI y, con gran frecuencia, Álvaro Corbalán, su jefe operativo y mayor del Ejército.
Más de una vez se le vio bajar de un Fiat 125 para entrar de la mano de su entonces pareja, lavedette ‘Maripepa’ Nieto, según recuerda el cantante ‘Cristóbal’. Estos autos pertenecieron en la época de la Unidad Popular al Grupo de Amigos Personales de Salvador Allende (GAP), y se caracterizaban por su color azul marino y por haber sido entregados por el gobierno italiano. Tras el Golpe Militar, dichos vehículos pasaron a manos del Ejército.
La Avenida Apoquindo albergó los más emblemáticos antros de la farándula que funcionaban durante toda la noche, a pesar del toque de queda. Entre el humo y el alcohol se codeaban las estrellas que conversaban alrededor de un llamativo piano verde, ícono del ‘Confetti’.
Sin embargo, no cualquiera podía entrar. El lugar era bastante moderno para la época; un portero vestido elegantemente y con sombrero recibía a los asistentes. “Tú entrabas y sabías que estabas en un local cinco estrellas, no entraba gentuza, sólo personas de bien que se sabían comportar y que no iban a buscar bronca”, comenta el cantante Peter Rock, quien también recuerda a la pareja de Corbalán y a sus acompañantes: “La ‘Maripepa’ siempre tenía dos o tres guaruras detrás de ella”, dice, refiriéndose a los guardaespaldas que la acompañaban. El intérprete comenta que era un lugar muy frecuentado por los artistas, pues era una plataforma para realizar sus respectivos shows. Asegura que estaba totalmente a la moda y que él prácticamente vivía allí. “Como éramos amigos con el Pino, cuando empecé a cantar para él hacíamos los martes del rock y tocábamos con el grupo una media hora. También hubo humoristas que partieron ahí como Óscar Gangas y Paulo Iglesias. Yo entraba a las 10 de la noche y salíamos a las dos de la tarde del otro día”.
Para el ‘Negro’ Piñera, hermano menor del ex presidente Sebastián Piñera, el antro era exclusivo para artistas de entre 40 y 60 años. “Era bravo”, describe, “porque los hueones cerraban las puertas y se quedaban adentro hasta el día siguiente, eran las 10 de la mañana y dándole y dándole. Iban puros momios. Cantaba la Maldonado y puros viejos de derecha. Todos terminaban dados vuelta”. Cristóbal reafirma esta imagen: “Siempre nos unió un común denominador que eran los huiros, todos fumábamos pitos. Y eso nos hacía ver la vida de otra manera”.
Hubo otros artistas que, sin considerarse partidarios de la dictadura, asistían de todos modos. “Yo era opositor a Pinochet, pero como artista no te podías negar e igual fui a actuar, porque estaba iniciándome y quería mostrarme. Siempre con humor político, pero eso me trajo problemas”, comenta el humorista ‘Palta Meléndez’. Además, el comediante agrega que al bar de Jorge Pino llegaban artistas como ‘Miguelo’, Rodolfo Navech, Soledad Guerrero y el humorista ‘Ronco Retes’, que era amigo cercano de Corbalán.
La llegada de Corbalán al ‘Confetti’ nunca pasaba inadvertida. Le gustaba que todos supieran que él estaba ahí. Por lo general daba órdenes para que se pusiera una mesa especial para él y sus acompañantes. Así lo recuerda el humorista ‘Palta Meléndez’, quien vivió un episodio bastante particular con el ex CNI. En una ocasión se encontraba haciendo unshow en el ‘Confetti’, el local estaba repleto y su rutina causaba furor. De repente, un guardia de seguridad puso una mesa frente al escenario y acto seguido hizo su ingreso Corbalán junto a ‘Maripepa’, lo que interrumpió su presentación. “Me calenté, porque por mucho que él fuera un pendejo, no puede faltarle el respeto a un artista. Luego retomé el show y en varias ocasiones le dije a propósito ‘el dictador’ a Pinochet. Corbalán me miraba de forma desafiante”, cuenta el humorista.
Las cosas para Meléndez cambiarían a partir de entonces. Cuando terminó su rutina, su amigo Jorge Pino, el dueño del local, le dijo: “Hueón, la cagaste, ¡¿cómo se te ocurre decir ‘el dictador’?!. Ándate al tiro mejor”. Al otro día, en calle República, ubicada en la comuna de Santiago, el humorista se dirigía a clases de guión cuando, alrededor de las 11 de la mañana, vio salir tres autos de una casa, que se detuvieron junto a él. “Del vehículo de al medio bajaron la ventana. Era Corbalán”. El agente lo miró, levantó sus característicos lentes Ray-Ban y le hizo un gesto de saludo. Meléndez le devolvió la seña y se fue. Una cuadra más adelante, otro auto interrumpió su camino. Dos agentes bajaron de éste y se lo llevaron. Dieron una vuelta a la manzana y llegaron al Cuartel Central de la CNI, que quedaba en el mismo barrio. Allí estuvo hasta las 23:30 horas.
‘El Palta’ no habló con nadie en todo el día. A ratos, un guardia se asomaba para vigilarlo y Meléndez aprovechaba para preguntarle qué pasaría con él. La respuesta era siempre la misma: “No puedo hablar”. Alrededor de las 11 de la noche, otro sujeto entró a la celda de forma violenta, lo agarró de la camisa y lo arrinconó contra la pared. “Mira, conchetumadre, vuelves a agarrar para el hueveo a mi general, conchetumadre, y te vamos a sacar la conchetumadre”, le dijo, según el humorista.
Este fue el primer desencuentro entre Meléndez y Corbalán, pero no sería el último. Cuenta el humorista que el agente lo tomó detenido dos veces más, en situaciones similares a la primera, pero prefiere no recordarlas.
Según el ex CNI Luis Sanhueza, el ‘Confetti’ era muy parecido al pub ‘Oliver’, ambos bares eran muy exclusivos. Estaban decorados de una manera muy elegante y asistía gente de alto nivel económico, del mundo militar, artístico y de la televisión. “Uno que estaba siempre ahí era Pablo Honorato, era bueno para el trago e íntimo amigo del ‘Pato’ Castro –ex miembro de la CNI– y de Aurelio Sichel –empresario gastronómico. A estos lugares iba desde mi general Pinochet hasta los oficiales. Había mujeres buenas mozas, eran los sitios top del momento”, recuerda y agrega que para el bajón del hambre luego de la borrachera y las drogas, se iban a la ‘Casa de Cena’ –ubicada en Almirante Simpson #20, Santiago–. Allí comían una cazuela o ajiaco. “Reemplazaban el Mercado Central por este lugar”, dice, “porque era más privado. Toda la gente de la noche llegaba ahí”.
La vida nocturna de los ’80 estaba reservada para la gente que estaba con la dictadura. Había lugares habitué que se mantenían abiertos para ellos durante toda la noche. Ahí iban personajes de derecha, agentes de seguridad, vedettes, los amigos de los dueños, estrellas del espectáculo y de la televisión. La periodista Nancy Guzmán señala: “los militares prestaban sus vehículos para que los llevaran a sus casas, para evitar problemas con patrullas policiales. Álvaro Corbalán disfrutaba mucho de la bohemia. Sus compañeras habituales eran la ‘Paty’ Maldonado y Raquel Argandoña”.
Su imagen era bastante particular y cambiante. Mientras se desempeñaba como agente era prepotente y violento, no dudaba en hacer cumplir las órdenes de sus superiores. Pero por las noches el personaje era totalmente diferente, siempre aparecía bronceado y vestía de forma elegante. Algunos artistas lo recuerdan por sus rasgos árabes y sus perfectos dientes blancos. El cantante ‘Cristóbal’ lo describe del siguiente modo: “Tenía buena pinta, siempre estaba tostado, con bigotito, buenos trajes, atlético, a las minas les gustaba, les encantaba”. Sin embargo, no sólo su físico llamaba la atención de las mujeres. También lo hacía su personalidad. La ex vedette argentina Cristina Tocco lo recuerda como un tipo encantador y muy agradable socialmente. Para la cantante Gloria Simonetti, “él era el estereotipo de ‘galán chanta’ que quería ser famoso”.
Corbalán buscaba entrar en el mundo de los artistas para potenciar sus supuestos talentos musicales. Se caracterizaba por cantar boleros y tocar instrumentos como el piano y la guitarra; una de sus profesoras era Alicia Puccio, una compositora que por ese entonces estaba ligada al mundo de la televisión. Sin embargo, no todos lo percibían como él quería: “A él le gustaba tocar el piano y, sin tener el talento, pero sí el poder, se logró meter en este mundo”, asegura el cantante Jorge Eduardo. Sin embargo, para Patricio Torti –integrante de Los Cuatro Cuartos –, el ex agente era un personaje muy simpático, que atraía a la gente. “El ‘Negro’ tenía muchos amigos y seguidores. Era conversador y bueno para el carrete. Le gustaba mucho el mundo de la música y de las luces”, además agrega que ‘Florsi’ era una de los motes que le habían puesto a Corbalán en el Ejército.
Pero la afición del ex CNI por el ambiente artístico provenía desde mucho antes. Según el humorista ‘Palta Meléndez’, el ex agente era músico ya mientras fue cadete de la Escuela Militar. Allí tenía un grupo similar al de ‘Los Cuatro Cuartos’: “él era el guitarrista y cantaba, por eso tenía tanta relación con los artistas. En los ‘80 era siniestro, siempre de terno, serio, canchero, el ídolo de la derecha”.
Este gusto lo llevaría a crear uno de los lugares de la bohemia que sería la contraparte del famoso ‘Café del Cerro’. “En esos años, escuchar a determinados artistas era pertenecer a una cierta ideología política”, según el cantante Eduardo Gatti, “se vivía una especie de esquizofrenia al interior del mismo gobierno, dado que a algunos de ellos les gustaba mucho escuchar música de izquierda, como a Silvio Rodríguez y la Violeta Parra. Además, los tipos de la CNI se metían a los recitales con poncho y barba, así como camuflados”. Agrega que en una ocasión, cuando formaba parte del grupo musical ‘Los Blops’ –una banda de rock muy influyente, inspirada en ‘The Beatles’ y ‘The Rolling Stones’–, fueron contratados para tocar en el ‘Cabaret 1100’, lugar donde solían reunirse ex agentes de la DINA. “Nosotros no sabíamos que a ese cabaret iban muchos militares. Era muy raro, porque era como su válvula de escape, porque nos aplaudían mucho y lo pasaban muy bien. Decían: ‘Por fin escuchamos algo chileno, no algo gringo’. Pero que tocáramos los mismos temas en una peña estaba prohibido”, concluye Gatti.
El ‘Café del Cerro’ era uno de los escasos epicentros culturales de la época donde la gente se reunía a escuchar a artistas como ‘Congreso’, ‘Payo’ Grondona, Óscar Andrade, ‘Santiago del Nuevo Extremo’, ‘Aquelarre’, ‘Sol y Lluvia’ y otros que regresaban del exilio. Era un local pequeño, donde muchas veces su capacidad se veía sobrepasada debido a su arrolladora popularidad. Debido a su ambiente marcadamente izquierdista, siempre estuvo en la mira de la CNI, a pesar que no era un lugar prohibido. Gatti menciona que en una ocasión todas las ruedas de los autos estacionados fuera del café fueron pinchadas. Otra vez hubo dos bombazos.
Corbalán tenía planes para contrarrestar la popularidad de este local. Para esto, según varios artistas, compró la casa de la compositora Alicia Puccio en Providencia, quien era su maestra de canto, y la transformó en lo más parecido a una peña folclórica. Sería la ‘Casa de Canto’. En su repertorio figuraban artistas como ‘Los Huasos Quincheros’, Ginette Acevedo, Pedro Messone, ‘Los Cuatro Cuartos’ y el infaltable Álvaro Corbalán junto a su guitarra.
La ‘Casa de Canto’ estaba ubicada entre la academia de Puccio y el Teatro Los Leones. La maestra recuerda que “tenía una decoración entre folclórica y elegante, con asientos de cuero, un escenario en el centro y una galería que le daba un toque colonial. Era chica, no cabían más de 80 personas”. Según Ricardo Videla, ‘Los Huasos Quincheros’ asistieron a la inauguración de este lugar, a pesar que ellos no hacían muchas presentaciones en este tipo de ambientes. Para él, esta casa no era una contrapartida de la izquierda, sino que sólo un espacio para otro tipo de música, donde “cantaba gente neutra, que no tenía nada contra nadie, sólo buena música. Ahí te podías ir a tomar unos tragos, ver solistas, dos o tres grupos en vivo por noche y luego guitarrear”.
Para el ‘Palta Meléndez’, Corbalán creó la ‘Casa de Canto’ para quitarle la popularidad al ‘Café del Cerro’, “uno se cagaba de la risa porque era como bien artesa”. Varios artistas describen el lugar ubicado en Los Leones como una casa con gran capacidad, en la que se hacían clases de canto y que al fondo tenía un teatro donde se realizaban numerosos café concert. Según Videla, este espacio nunca fue de Corbalán, sino siempre de Alicia Puccio (que debió venderlo en 1987) y luego de un empresario alemán. La compositora menciona que Corbalán iba seguido, pero que nunca se hizo cargo del local. “Sabíamos que era militar, pero jamás de la CNI” y agrega que eventualmente el lugar pasó a manos del dúo ‘Sonia y Myriam’, y después a las de los tres hermanos Sauvalle, pero nunca fue de Corbalán. Asimismo, desmiente enfáticamente que fuera maestra del ex agente.
Luis Sanhueza, como su agente subordinado en la CNI, recuerda que a pesar que Corbalán era el jefe, pocos lo veían durante la jornada. Cuando almorzaban en el casino de Borgoño las conversaciones sobre la vida nocturna de su superior eran recurrentes porque “nunca lo vimos en la mañana, él llegaba a las cuatro de la tarde y durante el día dormía. Tenía una vida bohemia impresionante y se reunía en la noche con sus amigos en la ‘Casa de Canto’… él era el dueño”. Añade que estuvo allí por lo menos siete veces, “entrabas por un portón que daba a un camino de adoquines y llegabas a una casa interior que estaba habilitada con mesas redondas y un escenario. Ahí se juntaba mucha gente, era un lugar donde iban mujeres solas y muchos cantantes. Recuerdo a Luis Dimas, a Pedro Messone, a Tito Fernández e Irene Llano. Siempre cantaban y al final él agarraba la guitarra”. Quien también conoció esta casa fue Pablo Honorato, quien al menos asistió a un recital de ‘Los Zabaleta’ y Gloria Simonetti.
Según Patricio Torti, ‘Los Cuatro Cuartos’ tocaban mucho en este lugar. Lo describe como un local agradable y familiar al que acudía casi todas las semanas porque tenían amistad con Alicia Puccio. “Tú entrabas a una sala en desnivel, era para unas 100 personas. Había una tarima y un escenario chico en un rincón. La gente se servía tragos y algo para picar. Al lado estaban pegadas las mesas. Era como una media luna”.
Cuando entraba Corbalán a la ‘Casa de Canto’, se notaba. “Nunca llegaba temprano, se hacía esperar”, relata Torti; “tres personas abrían las puertas y entonces él se asomaba, siempre de traje impecable. Ahí otros tres hombres aparecían, sus guardaespaldas. Siempre me llamó la atención que siendo tan joven tuviera tanto poder; él ocupaba dos vehículos, uno para él y otro para sus escoltas”. Asimismo, Sanhueza lo recuerda como el número uno, un hombre que “además de cantar bien, era divertido, amigo de todos y extremadamente vanidoso”. Sin embargo, refiriéndose al resto de los agentes, “nunca nos incorporó a su lote de amigos y, si bien nos invitaba a los shows, él siempre fue muy distante y encontraba que no estábamos a su altura”.
Con las mujeres, su arrastre era evidente, por lo que tuvo muchos romances. El cantante Jorge Eduardo recuerda que además de ‘Maripepa’, la cantante chilena Mónica de Calixto fue otra de sus conquistas. José Alfredo Fuentes afirma que Corbalán impresionaba a las mujeres con el poder que tenía. Si una de ellas se metía con él, era difícil que se pudiesen separar, como fue el caso de Calixto. “Me contaron que era agresivo con Mónica, hasta algunas palmaditas le llegaron”, dice Sanhueza, quien agrega que entre sus amoríos también se encontraba la ex panelista del programa ‘Buenos días a todos’, Raquel Argandoña y la Directora de Turismo del gobierno militar, Liliana Mahn. Sin embargo, la ‘Maripepa’ fue su preferida. “Creo que se casaron”, relata el ex agente Sanhueza, “con nosotros no lo puede negar porque, en una cena en el Club de Campo del Ejército, estábamos todos los oficiales con nuestras esposas y Corbalán, que como siempre se hacía esperar, llegó tarde y con ella del brazo. Se sentó en la cabecera y la presentó como su señora”.
En muchas de las reuniones que se realizaban periódicamente con los generales, no hubo ocasión en que Corbalán no dejara de invitar a mujeres estupendas, muchas de ellas eran prostitutas. Aprovechando el momento, el ex agente sacaba fotografías y filmaba, teniendo en su poder pruebas concretas de estos encuentros. Nadie podía negárselo.
Según datos recabados por Javier Rebolledo, escritor especialista en investigaciones sobre violaciones a los Derechos Humanos, uno de los grandes mitos de la época era la existencia de la Brigada Rosa, un grupo de mujeres bonitas, faranduleras, que se dedicaban a labores de inteligencia. Seducían a personas del mundo del espectáculo con un solo objetivo: probar quiénes eran detractores de la dictadura. El nombre que más resaltaba entre ellas era, según el periodista Rebolledo, el de Raquel Argandoña. La periodista de espectáculos Ana Josefa Silva desmiente tajantemente esta última información: “Yo creo que es mentira, porque la conozco harto. No tenían cómo chantajearla, era muy conocida”.
Para Nancy Guzmán, la Brigada Rosa fue un hecho y denostó aún más el papel de la mujer en la sociedad de esa época. Relata que la DINA contrató a muchas jóvenes de la televisión para que trabajaran como prostitutas en la sexta asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA), llevada a cabo en Santiago a poco de instalada la dictadura. “Ellas debían involucrarse sexualmente con los miembros del evento y sacar información sobre quiénes eran, de dónde venían o si tenían contacto con algún grupo opositor de izquierda”, afirma Guzmán y asegura que entre ellas estaban Raquel Argandoña y Patricia Maldonado, aunque no asegura que estas últimas prestaran favores sexuales.
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Algunos integrantes del círculo de Corbalán eran clientes frecuentes de la ‘Casa de Cena’. En una oportunidad, el ex CNI trató de seducir allí a una de las mujeres más sexys y codiciadas de la televisión de ese entonces, la vedette Cristina Tocco, quien se caracterizaba por emitir sus opiniones sin tapujos. En esa ocasión, mientras la actriz comía con unos amigos, el ex agente apareció de improviso y le dijo: “Te quiero invitar para que salgamos”. Ante la sorpresiva insinuación, Tocco se descolocó y le respondió que no podía, pues tenía novio, lo cual no era cierto. Pero Corbalán no se quedaría tranquilo. “Cuando él me invitó la primera vez, yo le di mi teléfono, porque igual… nunca tan valiente”, dice Tocco, explicando que por ese entonces sabía que él era un personaje turbio, pero no tenía conocimiento del calibre de sus actos. Luego del primer encuentro y ya en su casa, preparó y mentalizó una respuesta junto al teléfono. Ya había preguntado entre sus amigos quién era Álvaro Corbalán y, “por suerte, el tipo no estaba tan interesado en mí, porque si no, no sé si hubiera tenido alternativas”, comenta.
Cristina Tocco asegura que, en los pasillos de los canales de televisión, escuchaba a los productores hablar con Corbalán antes de que salieran al aire los programas y él decía: “Esta noche va ‘Maripepa’ Nieto”. La decisión era irrevocable.
El ex director de televisión Sergio Riesenberg recuerda muy bien su tenso encuentro con el militar. Él quería a toda costa que la vedette participara en el festival y así demostrarle su poder. “Me presionó para que la pusiera, me amenazó y cumplió, pero yo no la puse. Me amedrentaba con mi familia y me decía: ‘Se ven bonitas tus hijas saliendo del colegio’. También me dijo: ‘Hágame caso y no se tire contra mí, téngame de aliado’”. A pesar que Corbalán no logró que su conquista estuviera en el festival viñamarino, según Riesenberg sí utilizó su poder para despedirlo de la dirección del certamen. Esto porque el ex agente sabía un secreto del mandamás del canal en esa época. “Él logró que me congelaran porque el director era homosexual y lo chantajeó con eso, y en esa época era complicado que se supiera”, confiesa Riesenberg.
Además del Confetti, hubo otros sitios predilectos de los agentes de la CNI, como el ‘Rodizzio’, un restorán atendido por su dueño. La primera de sus sedes estaba ubicada en la esquina de las calles Domínica con Purísima, en el barrio Bellavista y ofrecía tenedor libre. El lugar no era muy grande, pero el juego de luces indirectas sobre las mesas, la iluminación en los mesones, el pequeño escenario y un piano en un rincón hacían que el ambiente fuera grato para disfrutar de la comida. Este lugar se convirtió en uno de los sitios donde la gente de derecha y especialmente la CNI, pasaba gran parte de su tiempo libre.
María Eugenia Camus investigó el ‘Rodizzio’ y a su dueño, Aurelio Sichel, principalmente por el caso “La Cutufa” –financiera ilegal con la que se estafó a civiles y militares a mediado de los ’80, que prometía cuantiosos dividendos y fue liderada por el ex CNI Patricio Castro–; Camus señala que en las innumerables fiestas que se desataban ahí, los militares no sólo llegaban a comer y a tocar guitarra. “Se juntaban a comentar las cosas horrorosas de su trabajo, filmaban los asesinatos y los mostraban ahí. Esto era pan de todos los días, mucho whisky, copete y droga”. Uno de los clientes frecuentes era Corbalán. Pero según varias fuentes, no era de tomar demasiado.
Patricio Castro era capitán del Comando de Inteligencia del Ejército (CIE) y junto a Corbalán estaba a cargo de la seguridad del Festival de Viña del Mar. Castro era un asiduo cliente del ‘Rodizzio’, donde entre los agentes comentaban los sucesos el día, el cotilleo farandulero y sus romances. En esas citas era frecuente encontrar a Álvaro Corbalán, quien mantenía una fuerte amistad con el empresario gastronómico, Silvio Aurelio Sichel, con quien compartía el gusto por la música. Además, Sichel era un ferviente partidario de la dictadura de Pinochet y se sentía orgulloso de tener entre sus amistades a miembros de la CNI[1].
María Eugenia Camus cuenta que la financiera ilegal “La Cutufa” funcionaba montada por la máxima dirección de la Central Nacional de Informaciones y muchas de sus operaciones se realizaban precisamente en el ‘Rodizzio’. “Cuando se dieron cuenta que tarde o temprano se iba a terminar la dictadura y se les iban a acabar los recursos y todo lo que tenía que ver con ello, decidieron que debían hacer algo” para asegurar su futuro económico. El objetivo de esta financiera parecía claro: obtener dinero de los oficiales del Ejército con la promesa de generar más intereses que un banco. Sin embargo, los fondos comenzaron a ser desviados y no retornados, como se había prometido.
Los lazos en el Rodizzio se hacían cada vez más fuertes y Sichel estaba contento por ser uno de los buenos amigos de Corbalán. A tal punto había llegado el vínculo entre ambos, que un día el agente lo invitó a ser parte de uno de los equipos que debían resguardar la seguridad de Pinochet en un acto en el Estadio La Tortuga de Concepción. El buen estado físico de Sichel y su condición de experto karateca lo hacían un hombre apto para esta actividad ad honorem. Además, el empresario gastronómico era aficionado a las armas y en varias oportunidades se juntó con Corbalán y otros agentes de la CNI a disparar en un recinto militar ubicado en San Bernardo[2].
Para Camus, Sichel era un tipo “muy loco”, cuyo sueño parecía ser convertirse en una especie de ‘Rambo’. Además de las artes marciales y de las armas, le gustaban los perros bravos, los autos de carrera y la buena vida, “sentía una atracción por esta cosa media tenebrosa. Su mujer me contó que cuando llevó a Corbalán una vez a la casa, ella estaba aterrorizada y él poco menos que decía: ‘Aquí te traigo a Dios’. Era un tipo con una mente muy retorcida”.
Luis Sanhueza recuerda que conoció a Sichel porque se movía en el círculo de amigos de Corbalán, pero su opinión de él no era de las mejores. El vínculo de ambos comenzó cuando el empresario le ofreció a Sanhueza que su hermano –quien se encontraba cesante– se hiciera cargo de una de las sucursales del ‘Rodizzio’ en Concepción, ya que tenía problemas con Francisco, el administrador de entonces. Sin embargo, detrás de aquella propuesta se escondía otro propósito.
Sanhueza recuerda que tras un par de conversaciones se encontró con Sichel a las 11 de la mañana en el Hotel El Araucano, donde le dijo:
–Luis, tú eres el indicado para ir a buscar a Francisco, yo ya lo hablé con Corbalán. Identifícate como oficial de la CNI y dile que yo lo estoy esperando en el hotel.
Sanhueza comenta que en ese momento no le gustó la idea. “¿Qué tenía que ver la CNI en todo esto?”, pensó. De todos modos fue a cumplir lo encomendado. Ya de vuelta, el ex agente no participó de la reunión de Sichel con el administrador. Sin embargo escuchó el diálogo entre ellos desde una habitación contigua:
–Bueno, Francisco, te he tenido que mandar a buscar con mis amigos de la CNI porque no me has pagado. Quiero que ante ellos te comprometas y me digas cuándo me vas a pagar.
Luego de la charla privada, lograron llegar a un acuerdo: le pagaría en cheques y volverían a encontrarse seis meses después, dejando en claro que la próxima ocasión que tuviera que mandar a buscarlo no sería tan suave. Sin embargo, Sanhueza se sentía estafado, había sido engañado por Sichel. “Lo que Aurelio me hizo fue una mariconada, mi hermano y mi cuñada habían dejado todo para irse al sur, pero eso era todo mentira”, recuerda el ex CNI. Saturado por la situación, recurrió al jefe del Cuartel Borgoño y le dijo, “mire don Álvaro, este gallo siempre viene a almorzar con los oficiales, nadie sabe cómo es. A partir de ahora, permítame decirle, con mucho respeto, que este gallo no ingresa más al casino ni a relacionarse con nosotros. Me utilizó a mí, a mi hermano y a la institución”, según él, Corbalán aceptó sin problemas.
La estrecha relación que había mantenido Sichel con Corbalán se debía a que con la ayuda económica del ex empresario, el militar estaba conformando el nuevo partido político Avanzada Nacional. “Fue Aurelio quien lo apoyó, entregándole 200 millones de pesos para el proyecto. El problema se ocasionó cuando, años después, Sichel comenzó a hacer las gestiones para cobrar su dinero”, explica Sanhueza.
Sichel amaneció asesinado con cuatro tiros afuera de su parcela en Pirque el 19 de julio de 1989. Muchos sospecharon de Sanhueza. “Quedó en la retina que yo le tenía odio y por lo tanto que lo había matado. Pero cuando se produjo eso yo estaba en el extranjero”. Agrega que a su regreso se presentó voluntariamente ante el juez y asegura que el magistrado le dijo: “Mire, a ese caballero lo querían matar muchas personas, pero tengo antecedentes que usted no fue, quédese tranquilo, yo no lo voy a procesar gratis”.
Según María Eugenia Camus, Sichel tenía mucha información porque carreteaba junto a los agentes en el ‘Rodizzio’ durante los cuales ellos le mostraban las cosas horrorosas que hacían y, para cobrar su aporte a Avanzada Nacional, “los amenazó con que iba a entregar esta información. Finalmente, tomaron la decisión de matarlo para que no hablara”. Asimismo Sanhueza, quien perteneció a ese mismo círculo, asegura: “Él sabía muchas cosas acerca de las operaciones que hacíamos. Había amenazado en reiteradas ocasiones con que ‘si ustedes no me pagan yo voy a contar esto y esto otro’. Era amigo de Corbalán y del Pato Castro, vivían en otro mundo, pero Sichel registraba todo lo que ocurría y se decía en la vida nocturna de los agentes”.
Cerca de uno de los locales del ‘Rodizzio’ se encontraba otro de los pubs íconos de la época, el ‘Tuttix’, ubicado en Sebastián Elcano con Cristóbal Colón, en la comuna de Las Condes. Este lugar también reunía a artistas nacionales e internacionales. Acudían personajes de la talla de Soda Stereo y Charlie García y famosas modelos y artistas de la época. Para su dueño, Miguel Piñera, el ‘Tuttix’ marcó historia: “El pub era más hippie y desordenado que el ‘Confetti’, ahí iban más famosos”, recuerda.
También estaba el bar ‘Romeo’ –creado gracias a una sociedad entre el humorista ‘Checho’ Hirane y el cantante ‘Miguelo’–,que fue centro de innumerables farras faranduleras. “Iba mucho milico al ‘Romeo’, no muy conocidos, pero se identificaban de inmediato cuando llegaban. ‘Checho’ Hirane siempre trató de cuidar las apariencias, es decir, que no se hiciera tan público que él era de derecha. Todos sabían que algún día se terminaría el régimen y no quería quedar marcado para siempre”, dice un ex trabajador del local que no quiso dar su nombre, según consigna un reportaje de la revista Plan B, publicado el 11 de septiembre de 2003[3].
Las noches del bar ‘Romeo’ eran animadas por las canciones de un dicharachero Miguel ‘Negro’ Piñera, quien se repartía cada día entre varios antros. También se presentaba el entonces galán ‘Miguelo’, que provocaba el delirio de las asistentes, mientras el otro socio, Hirane, se codeaba con varios uniformados de la dictadura militar.
La entonces animadora Andrea Tessa recuerda que en una ocasión, después de participar en ‘Noche de gigantes’ y ya de madrugada, junto a su madre fueron al bar ‘Oliver’, ubicado en Isidora Goyenechea #3215 y famoso por la concurrencia de agentes de la CNI. Se caracterizaba por su buena comida y por poseer un piano en el centro, “no había nada más abierto y recuerdo haber ido porque mi mamá estaba muerta de hambre. Antes había ido a ese local con Alejandro Lerner, un tremendo pianista argentino y, de hecho, esa noche yo terminé en el piano sentada con él, cantando. Me acuerdo de que estaba Miguel Piñera con su padre, porque él también había sido invitado al programa. De repente comencé a mirar y no me gustó el aire que se respiraba, prefería pasar la noche en una comisaría por infringir el toque de queda que seguir en ese bar”.
Pero los agentes no sólo frecuentaban bares y restoranes. La discoteque ‘Gente’ –abierta hasta el día de hoy, ubicada en el subterráneo del centro comercial Omnium, en Avenida Apoquindo– era una de las más exclusivas. “Era un lugar chorísimo, bajabas una escalera con luces y todos los famosos iban para allá. En varias ocasiones canté en ese lugar y me encontré con Antonio Vodanovic y Armando Manzanero”, relata Andrea Tessa.
Había un factor común a los locales nocturnos de los ‘80: la cocaína. Tal era la presencia de esta droga en dichos sitios que, en enero de 1989, el bar ‘Confetti’ se vio involucrado en una pesquisa de la Policía de Investigaciones, la que seguía una pista sobre el tráfico de estupefacientes. Dicho procedimiento tuvo como resultado la detención de Aurelio Sichel. El amigo de Corbalán estuvo detenido una noche. Si bien no tenía drogas en su poder, sí llevaba un arma de fuego, pero no contaba con el permiso para portarla[4].
Según Hernán Contreras, actual abogado del PS y en los ‘80 cliente frecuente de diferentes espacios nocturnos, la cocaína estaba a la orden del día en muchos de estos locales. “La discoteque ‘Gente’ era del hijo de Pinochet, junto con el dueño de Chile Motores. Esa hueá era… pero, olvídate, topísima. Ahí iba el jet-set. Yo nunca fui, tenías que ser muy top, iba hasta la Bolocco. Ahí sí que la blanca droguett corría, porque el dueño de Chile Motores era un gran traficante”.
Esta droga corría habitualmente en los canales de televisión. “Dicen que estaba muy presente, que la coca circulaba mucho. Yo lo supe porque tenía una vecina cuyo marido era representante de artistas y comentaba que era habitual, sobre todo entre los productores”, asegura Nury Constenla.
***
Uno de los que aprovechó la relación con Álvaro Corbalán fue ‘Hermógenes con H’. “En dos ocasiones tuve problemas que, de no ser por él, podrían haber pasado a mayores. Tuve un lío en Talca, me iban a llevar preso y ahí apareció Corbalán y me ayudó. Yo lo conocía porque él cantaba y tocaba la guitarra. La mayoría de los sádicos del mundo son artistas frustrados. Él era una excelente persona, pero nosotros no sabíamos lo que hacía”. Añade que el entonces agente hacía varias fiestas con las figuras de la música. Dice además que le gustaba mucho el cantante cubano Silvio Rodríguez, argumentando que ‘no había que mezclar lo artístico con lo otro’. Este gusto llevaría a Corbalán a otra de sus facetas, la de productor de espectáculos de entretención en fiestas privadas, eventos para los militares, cumpleaños de Pinochet, de uniformados y diversas presentaciones. Según Buddy Richard, dentro de los artistas favoritos de Corbalán estaban las cantantes Patricia Maldonado, Gloria Simonetti y el músico Roberto Viking Valdés, “él siempre andaba organizando todo y elegía a las figuras para los shows”, comenta. En dictadura, ‘Los Cuatro Cuartos’ tocaron varias veces en el Club de Campo Militar en Peñalolén y Corbalán era quien gestionaba sus presentaciones. Él los iba a buscar y los llevaba de vuelta al final del espectáculo, recuerda Patricio Torti.
Otra de las bandas que frecuentemente se presentaba ante los militares era la orquesta de Horacio Saavedra. El ex director señala que a pesar que estuvo presente en todos los cumpleaños de Augusto Pinochet, el nexo entre él y los uniformados siempre fue a través del canal nacional de televisión. “Los productores se encargaban de los shows y eran el único vínculo. Era nuestro trabajo, y lo que más me enorgullece es que no me aproveché de la situación”.
El cantante chileno Peter Rock recuerda la faceta de productor de Corbalán, quien “me invitó varias veces a eventos de militares, pero nunca fui, estaría ocupado o no sé. Otra vez me encontré con él cuando hice un show en el Club de Yates de Papudo en el verano. Llegó con su familia y me invitó a otro evento, pero yo le dije que tenía que volver a Santiago”. ‘Hermógenes con H’ también asegura haber recibido invitaciones del ex agente: “Aunque estuve invitado algunas veces pero nunca fui”. Todos parecen querer negar su participación en estos eventos.
El cantante Jorge Eduardo sentencia: “Que no se venga a victimizar gente como el ‘Pollo’ Fuentes. ¿Cómo puede decir que él sufrió con el gobierno militar si ellos tienen fotos con Pinochet en la casa? Todos los artistas ganaron la plata que quisieron en ese periodo, porque existían muchos festivales y eventos, ya que el gobierno entregaba mucho dinero para este tipo de cosas”.
Un ejemplo de ello serían las grandes oportunidades y popularidad que tuvieron algunos músicos en la dictadura, pero que llegada la democracia no volvieron a salir al aire, como pasó con ‘Los Cuatro Cuartos’. “Nos tildaban de pinochetistas y no nos contrataban. Fue pésimo el periodo cuando ganó el NO”, recuerda Patricio Torti, uno de los integrantes del conjunto. Según Alicia Puccio, con la vuelta de la democracia pasó algo parecido a los vetos hacia la izquierda en dictadura.
‘Los Cuatro Cuartos’ estaban condenados a ser considerados músicos de extrema derecha porque en 1965 incursionaron en la música histórica. Basados en el libro de Jorge Inostroza, “Adiós al séptimo de línea”, hicieron canciones sobre la novela, titulando su disco, sin mucha originalidad, “Al séptimo de línea”. Según Torti, nueve años después Willy Bascuñan, uno de los integrantes de la agrupación de esos años, cedió la canciónal Ejército de Chile, la que se transformó en su himno oficial. Asimismo, Torti recuerda que le cantaban a Pinochet en eventos, comidas, cumpleaños y en otras ocasiones, “le gustaba mucho que le interpretaran el tema mexicano ‘Yo soy el rey’”.
Hubo artistas que si bien se codearon con Álvaro Corbalán en las fiestas y eventos que realizó, lo habrían conocido anteriormente. El cantante nacional Luis Dimas lo vio por primera vez varias décadas antes, cuando el ex agente era un joven que trabajaba recogiendo pelotas en un club de tenis. Con el tiempo se hizo parte de su círculo de amigos, según la versión de Sergio Benavides, quien agrega que esto le consta pues su tía era pareja de Luis Dimas, por lo que cuando era pequeño escuchaba a sus primos decir que habían ido a la casa de Corbalán, “me contaban que estaba llena de cámaras y que era la raja. Que Álvaro era muy buena onda, que tenía un piano y un montón de instrumentos”.
La casa de Álvaro Corbalán quedaba en el sector conocido como Los Refugios, en El Arrayán y tenía una piscina y jacuzzi. Su hogar contaba con un impresionante dispositivo de seguridad con el que se protegía él y a sus amigos, como su vecino Patricio Castro –el entonces capitán de la CIE. Era imposible entrar a su casa si no se estaba invitado[5]. María Eugenia Camus recuerda haber pasado en varias ocasiones por la casa de Corbalán: “Era muy siútica, llena de recovecos, vírgenes e imágenes religiosas. Era de dos pisos y tenía estilo rococó, con esos balcones como con florcitas de yeso”. Añade que al principio los vecinos no sabían quién vivía ahí, pensaban que eran traficantes porque durante todo el día entraban y salían autos.
A raíz del vínculo de Dimas con Corbalán, Benavides comenta que el ex agente tuvo gran incidencia en la carrera del cantante. “Ellos se reencontraron en un Festival de Viña, ahí se generó una amistad y empezaron a salir contratos”. Dimas afirma que en la década de los ‘80, al igual que él, fueron varios artistas los que cobardemente aceptaron al militar entre sus amistades, y que hubo varios que para tener una mejor relación con los CNI accedían a ser soplones. “Él no era un mal tipo, aparentemente, y yo lo conocí bastante. Cuando tú ibas a un evento tenías que conocer al general Pinochet, a todos. En ese momento, ni la prensa ni nadie se atrevía a preguntar ‘¿quiénes son ustedes, por qué hacen esto?’”.
Sin embargo, este interés en el espectáculo que tenían los agentes de la CNI y los militares, en especial Álvaro Corbalán, era un arma de doble filo para los artistas. En una ocasión Meléndez estaba haciendo su típica rutina de la época –en la que destacaban los chistes sobre Pinochet– en el pub ‘Portal del Inca’ en Caldera, hasta que se dio cuenta que había un militar en el público y que no estaba cómodo con su actuación. El uniformado no soportó más, se paró y dijo: “¡Más respeto, por favor, porque a mi general no se le puede nombrar!”. Ante esto, el humorista asegura que no se acobardó y que le respondió: “Mire, compañero, aquí mando yo, este es mi show y usted da órdenes en el patio del regimiento, no aquí. Y si no le gusta se puede ir, porque yo no me estoy burlando del general Pinochet, sino que estoy haciendo humor con él”. Meléndez, dice que el militar se quedó callado, pero con serios gestos de desagrado y que luego se retiró. Posteriormente, el humorista se enteraría que por hechos como éste los agentes de la CNI lo seguían.
Tiempo después, el ‘Palta’ asistió a un show en El Cortijo, un bar de Copiapó donde se hacíanpresentaciones de revistas, magos, cantantes y vedettes, entre otros. Según dice, en ese momento vivió una situación parecida a la anterior. El dueño del bar lo llamó por los parlantes y le pidió que contara algunos chistes al público. Aceptó y, sin dudarlo, comenzó a imitar a Pinochet, como era su costumbre, pero no se dio cuenta que había una mesa con dos parejas de militares. Uno de ellos se levantó visiblemente molesto y salió del bar. El comediante no se hizo problemas y al finalizar su rutina se sentó en su mesa para seguir disfrutando. De repente llegó una prostituta a su mesa, “se sentó en mis piernas y me pidió que le diera un beso. Se lo di y se me acercó a la oreja y me dijo, ‘Palta, en el patio hay unos milicos que te van a sacar la chucha. El capitán de ellos salió y llamó a otros siete que te están esperando. Dame la mano, otro beso y acompáñame al fondo del local para que te arranques por atrás’”. Ante esto, Meléndez le pidió a uno de sus amigos que lo acompañaba que lo esperara con el auto a cinco cuadras del bar. Rápidamente, saltó la reja del lugar y escapó por los patios traseros de las casas vecinas. Finalmente logró huir y se fue esa misma noche a Santiago. “Los milicos me buscaron en todos los locales para sacarme la chucha”.
En 1996, ‘Palta’ Meléndez salía del casino en las Termas de Colina y se encontró con Corbalán, “quien andaba muy campante por ahí, a pesar de la orden de detención que ya había en su contra; se me acercó, vestido de terno y corbata y me pidió que le diera mi número porque le caía muy bien. Después de eso me llamó, quería que fuera a una comida con Pinochet y que le regalara al general el títere que tenía de él… Le dije que tenía una pega en Punta Arenas, pero era chiva”.
La ex vedette argentina Cristina Tocco también recuerda otras situaciones incómodas y peligrosas con militares y agentes de la CNI. Una vez se encontraba en el local ‘San Marge’ de Providencia junto a un amigo y a la entonces vedette húngara Carol Giujan, quien estaba de paso por Chile. De repente entró un grupo de agentes de la CNI que les pidieron sus carnets. Ante esto, la húngara dijo: “Yo no soy socia”, pensando que se refería a alguna identificación del local y los agentes le respondieron molestos: “¿Te estás haciendo la graciosa?”. Tocco debió intervenir y explicar que Giujan era extranjera y que no entendía bien qué le estaban pidiendo. Luego de esto, el grupo de hombres se retiró, pero no conformes, un rato después, cuando las vedettes y su amigo se fueron y se subieron al auto, un par de calles más allá se dieron cuenta que el grupo de hombres del bar los estaban siguiendo. “Nos tuvieron como dos cuadras casi chocándonos, como asustándonos. Ninguno de nosotros hablaba y yo pensé que hasta ahí habíamos llegado”, recuerda Cristina Tocco.
En otra ocasión, según cuenta Sergio Benavides, unos músicos –cuyos nombres prefiere mantener bajo reserva– fueron secuestrados después de tocar en el Festival de Viña del Mar, y “miembros de la banda de Luis Dimas me comentaron que a estos artistas les pusieron vendas y se los llevó la CNI. Al principio no sabían qué pasaba, hasta que llegaron a una casa en la playa donde estaban celebrando el cumpleaños de la ‘Maripepa’. Era Corbalán que los había mandado a buscar”.
[1] Camus, María Eugenia. “La Cutufa. Su historia secreta. El escándalo que estremeció al Ejército”. Editorial Planeta. Santiago, Chile. [ca.2011]. P 44
[2]Ibid. P. 54
[3]Rodríguez, Julio C. Basadre, Pablo. Plan B. “La farándula de Pinochet”. Santiago, Chile. 11 de septiembre 2003.
[4] Camus, María Eugenia. “La Cutufa. Su historia secreta. El escándalo que estremeció al Ejército”. Editorial Planeta. Santiago, Chile. [ca.2011]. P 107-108
[5] Camus, María Eugenia. “La Cutufa. Su historia secreta. El escándalo que estremeció al Ejército”. Editorial Planeta. Santiago, Chile. [ca.2011]. P 80