El fracaso de la Gran Sociedad
08.05.2015
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08.05.2015
Los impresionantes resultados de las elecciones generales en el Reino Unido darán que hablar por un buen rato. El inesperado triunfo del Partido Conservador, que logró por sí solo la mayoría para formar el nuevo gobierno, junto a la aplastante victoria del Partido Nacionalista Escocés en el norte de la isla, se reflejarán en un urgente reordenamiento de la política británica y en un futuro incierto respecto de su participación en la Unión Europea y la de Escocia en el Reino Unido.
La expectación que han generado estas elecciones constituye una buena oportunidad para revisar la idea de la Gran Sociedad, que unos meses atrás fue ampliamente promovida en Chile por Evópoli, el IES y Cientochenta, como una reflexión política del Partido Conservador que podría ser iluminadora para el futuro de la derecha chilena. A diferencia del conservadurismo neoliberal de Margaret Thatcher, que tan bien se llevó con el modelo impuesto por la dictadura en la década de los 80, en este caso la propuesta conservadora refleja, o al menos así pretendía hacerlo, un profundo cambio de sentido hacia un conservadurismo catalogado como “blando”, o “social”. La clave, de acuerdo a lo revelado por uno de los ideólogos de la iniciativa cuando visitó Chile, está en entender que además del tradicional conflicto entre Estado y Mercado existiría uno que requiere tanta o más atención, entre Estado y Sociedad Civil.
Hace cinco años, en la última elección general, el Partido Conservador recuperó el poder tras derrotar a los Laboristas de la mano de una campaña en la que repitió una y otra vez, con bombos y platillos, este concepto que prometía revolucionar la política británica, la Gran Sociedad. En cada uno de sus discursos, Cameron hacía un llamado a un cambio de paradigma desde el individualismo desenfrenado a la unidad nacional, clamando por una sociedad de protagonistas y no de espectadores, y asegurando a las ONGs que serían centrales en la provisión de servicios públicos. La promesa sonaba ambiciosa y atractiva: repartir poder entre las personas y la sociedad civil que hasta entonces, según Cameron,estaba dominado porla burocracia del Estado británico; enriquecer la vida en comunidad;y disminuir las brechas de ingresos, bienestar y poder entre los ciudadanos británicos. Anecdóticamente, el 2010 la ‘Big Society’ fue elegida la palabra del año, superando en popularidad incluso a las simpáticas ‘vuvuzelas’ que se hicieron famosas en el mundial de Sudáfrica.
El gobierno de Camerón hizo inmediatos esfuerzos que intentaron traducirlas promesas de la Gran Sociedad en ejes de políticas públicas que le dieran sustento a su gestión. Sus objetivos se resumían en:(i) empoderamiento de las comunidades, descrito como “ciudadanos que toman el control de las iniciativas locales con el apoyo del gobierno municipal”; (ii) apertura de los servicios públicos, mediante “un sector público que innova y una sociedad civil que aporta con nuevas formas de prestación de servicios públicos”; y (iii) más acción social, protagonizada por “individuos que se involucran más activamente en sus comunidades entregando tiempo, dinero y otros recursos”. Cada objetivo contó con sus respectivos presupuestos, actividades e indicadores de éxito.
Sin embargo, la Gran Sociedad ha fallado rotundamente al ser evaluada con los parámetros definidos por el propio gobierno conservador. Así lo concluye el informe “¿La sociedad de quién?” publicado por la organización Civic Exchange, un centro de estudios que promueve y evalúa la articulación entre el gobierno y la Sociedad Civil. El documento revela que a casi cinco años del inicio del primer período de Cameron, la sociedad del Reino Unido se encuentra más dividida, tiene menos influencia sobre las decisiones que toman las autoridades y recibe servicios públicos cada vez menos transparentes al escrutinio popular.La equidad también ha empeorado: los más ricos tienen más poder, obtienen mejores prestaciones de los servicios públicos y son socialmente más activos y participativos que el resto de la población.
La estrategia del gobierno para traspasar recursos desde el Estado a la Sociedad Civil fue licitar la provisión de servicios públicos, utilizando contratos basados en modelos de Mercado. Los contratos fueron adjudicados casi exclusivamente a empresas con fines de lucro, creando cuasi monopolios que no sólo han sido pagados con recursos públicos, sino que además han fallado enmejorar la calidad de los servicios. De la misma manera, los presupuestos de los gobiernos locales se han reducido a niveles mínimos. Como consecuencia, muchos de los servicios prestados a nivel local–entre ellos diversos programas sociales destinados a las familias más pobres del país-están hoy en manos de firmas privadas con escasos vínculos con la comunidad. Por si fuera poco, durante este tiempo el mundo empresarial tampoco se ha visto comprometido con el rol que se esperaba de él. Se han estancado los aportes de empresas a ONGs y se han destapado casos emblemáticos de fraudes tributarios, como el bullado caso del banco HSBC que facilitaba la evasión de impuestos de sus clientes en el Reino Unido a través de sus filiales en Suiza.
En la práctica, los Conservadores continuaron con sus privatizaciones y destrucciones del tejido social tradicionales, sin comprometerse a fondo con el relato de la Gran Sociedad. Por si fuera poco, la reciente campaña confirma que enterraron el concepto, renunciando a la posibilidad de hablarle al país sobre la importancia de una sociedad cohesionada y empoderada, un mercado justo, y un gobierno transparente y solidario con la ciudadanía organizada, como lo hicieron hace cinco años.Al contrario, el triunfo de hoy se logró apelando a cuestiones que nada tienen que ver con la Gran Sociedad, que al dejar de ser rentable electoralmente hablando parece destinada al olvido, confirmando que la posición del Reino Unido en la Unión Europea,los recortes al presupuesto social y la arrogancia nacionalista que probablemente generará una crisis constitucional mayor en los próximos años, serán los temas preponderantes en la nueva agenda conservadora.
En la otra vereda, la estrepitosa derrota del Partido Laborista deberá ser tomada como una clara alerta para impulsar un cambio en su conducción. En este nuevo escenario será interesante seguir la oportunidad que se abre para las ideas que hace un tiempo vienen desarrollando los líderes del grupo denominado Blue Labour. Este sector del partido viene desarrollando hace un tiempo la reflexión en torno a la Buena Sociedad, criticando tanto las falencias de la Gran Sociedad conservadora, como la forma en que el partido Laborista ha tomado ribetes liberales su conducción.
Seguramente hubo buenas intenciones en el origen de la Gran Sociedad. Pero la fuerza de los ejercicios teóricos en política se mide de acuerdo al modo en que toman vida en la práctica, si no tendría sentido desarrollarlos. Cómo ganan adeptos, cómo generan sentido entre las multitudes y cómo se transforman en una propuesta colectiva que adquiere poder para influir en el gobierno de un país. Como sea, hay cuestiones notables tras esta reflexión que vale la pena rescatar, evaluary adaptar. Desde espacios como ChileComunidad nos hemos propuesto la tarea de aportar en la articulación de una tradición comunitarista –hoy fuertemente debilitada- entre distintos espacios del espectro político chileno. En ese sentido, es una buena señal que nuevas generaciones en la derecha se desmarquen de la ortodoxia de sus antecesores y reconozcan los elementos sociales de esta propuesta, alimentando un debate necesario en el escenario político nacional. Aunque de acuerdo alos elementos que he desarrollado sobre la experiencia británica, será muy difícil esperar que desde ese sector se cultive un comunitarismo serio, pues implicaría una amenaza directa a las fuentes tradicionales de su poder: mercado, meritocracia y competencia.