Reformas políticas y la urgente ley de partidos
24.06.2014
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24.06.2014
Chile tiene los niveles más bajos de confianza e identificación con los partidos políticos en el contexto latinoamericano lo que, además, repercute de manera significativa en los niveles de participación electoral, según un informe Auditoria de la Democracia, del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) recientemente difundido.
Si la ciudadanía tiene ese nivel de percepción, queda a la imaginación la percepción de quienes son sus militantes y que, por ello, conocen los pormenores de la vida interna partidaria. Las malas prácticas a su interior y las acciones fraudulentas se han “normalizado” en la forma de hacer política. Lo señalo con conocimiento de causa por cuanto soy militante de uno de los partidos de la Nueva Mayoría. Concretamente, adscribo al Partido Radical Socialdemócrata, que realizó en fecha reciente elecciones internas para renovar sus directivas nacionales y regionales. Fue un proceso lleno de vicios y fraudes, con un cúmulo de denuncias a nivel nacional de manipulación de votos para cambiar los resultados, de modificación de los escrutinios y de colusión de miembros de las juntas electorales en favor de algunos candidatos en perjuicio de otros, entre otras.
La postulación de mi candidatura al Consejo Regional fue rechazada por no cumplir con un requisito básico ya que, según los instructivos de las elecciones, me faltaba el segundo apellido de algunas personas de los veinte patrocinios que requería. Sin embargo, esos mismos instructivos señalan que no podrán postular quienes desempeñen un cargo de confianza del gobierno y ahí no aplicaron. El caso concreto es el del subsecretario General de Gobierno, señor Rodolfo Baier, quien postuló y que, según los resultados, habría resultado electo. ¿Por qué tanta rigurosidad del tribunal en mi caso y por qué hace la vista gorda frente al hecho que se señala?
El desaliento se hace más patente frente a la carencia de espacios e instancias ante los cuales elevar la voz por cuanto, si bien es posible formular denuncias al interior de dichas estructuras, éstas caen en saco roto. Directivos y tribunales son juez y parte por lo que existe poca o nula probabilidad de que se transparente los procesos y se haga justicia. Todo queda escondido bajo la alfombra. “La ropa sucia se lava en casa” es la consigna. Si un militante osa formular denuncias públicas de algún hecho corrupto o fraudulento es pasado al tribunal por indisciplina y por dañar la imagen de nuestra colectividad. Entonces se aplica la ley mordaza, callar para que no me pasen cuentas, hacer vista gorda frente a hechos repudiables de abuso de poder y discriminación, o asumir los costos y sanciones de los que han sido investidos por nosotros mismos en nuestro derecho moral para ejercer la ley.
Tal situación inhibe a muchos de participar en la vida partidaria, especialmente a muchas mujeres a las que se nos envía en el mensaje «esto es lo que hay». Las que carecen del privilegio de un apellido político o del linaje enfrentan obstáculos inimaginables. Se recurre al discurso de igualdad de género como un instrumento de campaña pero, una vez ganadas las elecciones, todo queda en nada. Es por eso que los partidos nos resultan tan hostiles y la militancia se convierte en una empinada cuesta arriba.
Lo anteriormente descrito hace más necesaria, si cabe, la ley de cuotas de género incluida en la propuesta de reforma electoral que impulsa la Presidenta Bachelet. Pero la reforma del sistema electoral será apenas una anécdota si no se incentivan medidas que interpelen la oscura caja negra de la vida partidaria. Es por ello que debe avanzarse con urgencia hacia una nueva ley de partidos políticos en Chile. No sirve de mucho la preocupación por la transparencia y rectitud electoral de nuestros procesos eleccionarios a nivel nacional si desatendemos o insistimos en ignorar lo que sucede con los procesos eleccionarios que los partidos realizan donde, en la mayoría de los casos, no se respetan los estatutos ni se cumple con la ley.
Es de esperar que la actual administración tome en serio estas irregularidades, enquistadas por décadas en la vida partidaria porque, de lo contrario, la ley de cuotas de género podría terminar siendo ineficaz y un motivo adicional de frustración para muchas mujeres interesadas en desarrollar una carrera política.