PISA 2012: Cuando mejorar la equidad conlleva un incremento en la calidad
10.12.2013
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10.12.2013
En educación, como en otras políticas públicas, expertos y políticos han debatido por mucho tiempo acerca de si debemos elegir entre poner énfasis en la competitividad y la eficiencia, o concentrarnos en la equidad. Algunos creen que los sistemas educacionales, si quieren alcanzar altos estándares de desempeño, deben ser selectivos, promover la competencia entre las instituciones educacionales y organizarse como una pirámide en que lo más importante es asegurarse de que la elite llegue lo más alto posible. Incluso proponen premiar y dar cada vez más recursos y oportunidades a los alumnos y/o establecimientos que obtienen mejores logros. Desde esta visión, los perdedores deben reconocer que, de haberse esforzado más, en lugar de quedarse en el camino hubiesen llegado a la cima. Uno de los grandes aportes de los estudios internacionales comparados –como la prueba PISA, cuyos resultados 2012 recién estamos conociendo– es haber desacreditado esta visión, muy arraigada en muchos sistemas educacionales y líderes de opinión.
PISA, junto a otros estudios similares, ha demostrado que –al menos en educación– no existe tal contradicción entre equidad y desempeño; en otras palabras, entre tener un sistema justo y alcanzar elevados logros. Más aun, si algo muestran estos estudios es que los países cuyos alumnos alcanzan en general mejores desempeños en lectura, matemáticas y ciencias tienden a ser naciones con menores niveles de desigualdad educativa. Así Alemania, Turquía y México, entre otros, presentaron incrementos significativos en el desempeño de matemática entre 2003 y 2012 al mismo tiempo que mayores niveles de equidad en la distribución de los mismos. Esto es especialmente crítico en un país como Chile, donde –según PISA 2012– la mitad de sus alumnos de 15 años no ha adquirido las habilidades matemáticas consideradas básicas para el siglo XXI. ¿Alguien cree seriamente que podemos tener un sistema escolar internacionalmente competitivo dejando atrás a la mitad de la población? Trabajar por la equidad es trabajar por la calidad.
PISA 2012 entrega también muchas pistas para comprender los factores que se asocian a una mayor inequidad en educación. Por ejemplo, los sistemas escolares que clasifican a los alumnos en tipos de establecimientos secundarios académicos versus técnicos (como Chile lo hace en la educación secundaria) tienen mayores dificultades para lograr equidad, especialmente mientras más temprana es esta clasificación (como sabemos, esta clasificación perjudica además las oportunidades de continuar estudios postsecundarios de los alumnos de establecimientos técnicos).
Lo mismo ocurre con quienes, al interior de los establecimientos, clasifican a su vez a los alumnos en cursos “A”, “B” y “C”, según su rendimiento. PISA también encontró que el efecto del nivel socioeconómico de los alumnos en sus logros es mayor cuanto mayor es la expulsión o la repitencia de los alumnos. Y en Chile la repitencia es aún muy elevada, con 25% de los estudiantes de 15 años que han repetido al menos una vez en su vida escolar, mientras que en el promedio de los países de la OECD es de 12%. Es además uno de los países donde la repitencia se asocia más fuertemente a la inequidad social de resultados en matemáticas.
Finalmente, lo mismo ocurre con la segregación social de los establecimientos, la que se asocia con una mayor inequidad en el desempeño de los estudiantes; desafortunadamente, PISA 2012 nos volvió a recordar que tenemos el sistema escolar más segregado de los 65 países que fueron medidos en el mundo.
Vistos en conjunto, todos estos hallazgos apuntan en la misma dirección: son más equitativos los sistemas educacionales integrados, inclusivos, que intentan proveer de oportunidades equivalentes a sus estudiantes. La idea de que la educación de un país es una “selección natural de los más aptos” se ha ido quedando en el pasado, enterrada por la evidencia en contrario. Por eso es tan grave la situación de Chile en esta materia.
Como tenemos un sistema escolar que promueve la competencia y la selección de estudiantes, que facilita la segregación social de las escuelas desde que los estudiantes ingresan por primera vez a un establecimiento escolar, y que no da prioridad a las escuelas públicas gratuitas e inclusivas, no es de extrañar que –según PISA 2012– seamos uno de los países en donde el nivel socioeconómico de las familias explica mayormente los logros de los alumnos tanto en matemáticas como en lectura. Esta injusticia afecta dramáticamente a los más pobres, cuya probabilidad de obtener altos resultados en matemáticas es en Chile cuatro veces menor que los países de la OECD, y alrededor de siete veces menor que en los países de mejor desempeño.
Por otro lado, es cada vez más cierto que lo que nos distancia de los países de mejor desempeño no son sólo las diferencias de recursos. Según estimaciones de los autores de PISA, comparado con los países de la OECD, mejorar las condiciones sociales y económicas de las familias chilenas conlleva un menor avance en los puntajes PISA de matemática; lo mismo ocurre con un mero aumento de la inversión en educación. Esto refleja una importante y creciente ineficiencia de nuestro sistema escolar. Inconfortable situación, entonces: no es que hayamos sacrificado equidad por eficiencia.
La equidad educativa es el resultado global de un sistema que debe ser organizado para producirla; creer que se puede hacer justicia en educación sólo con retoques de política o incentivos monetarios, cuando todas sus dinámicas apuntan en la dirección opuesta es –por decir lo menos– iluso.