Calidad de la Educación Parvularia: Del discurso a la práctica
19.11.2013
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19.11.2013
La Educación de Párvulos es hoy, en el discurso político, una de las carreras más importante para el país; aunque en la práctica, es una de las menos valoradas. Esta es la disyuntiva que a diario vive nuestra profesión. Se predica latamente sobre la importancia de la educación inicial, pero muy pocas veces estamos dispuestos a asegurar su calidad. Como educadoras de párvulos, egresadas de una universidad prestigiosa de nuestro país, y teniendo un total compromiso con nuestra profesión, queremos compartir y profundizar con la sociedad sobre esa extraña contradicción que se ha instalado, ahondando en algunos puntos importantes y sobre todo, socializando algunas preguntas que todos nos debiéramos hacer.
Estamos conscientes de que entregándonos la educación de sus hijos en la etapa más importante, los padres demuestran que confían profundamente en nosotras. Cuántas veces vimos o escuchamos a padres y madres en el primer día del jardín, algunos con temor, otros con angustia. Y claro, no es fácil dejar a tu hijo en manos de otra persona. Como educadoras, agradecemos esta confianza, y es por ello que no podemos quedar indiferentes frente a la realidad que vive nuestra profesión. Porque siendo parte del grupo de adultos más significativo para nuestros niños en la primera etapa de sus vidas, ¿se ha preguntado usted, mamá o papá, si este profesional de la educación cuenta con las condiciones necesarias para hacer su trabajo?
Un reporte realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) no sólo constata la importancia de la educación en la etapa inicial, sino que ahonda en las condiciones que son determinantes para que ésta sea de calidad. El diagnóstico es claro: los educadores de párvulos son pieza angular de esa calidad. Y en este sentido, aspectos como la formación de estos docentes, su desarrollo profesional y, especialmente, las condiciones laborales en las que se desempeñan, debieran ser prioridad.
¿Por qué es tan importante asegurar una educación de calidad en los primeros años de desarrollo? La evidencia internacional ha demostrado extensa y contundentemente que no hay mejor inversión que la que se ejecuta en los primeros años de vida. Incluso existe evidencia empírica que demuestra que por cada dólar bien invertido en educación parvularia, se obtienen ocho dólares de retorno. Además, las investigaciones en neurociencia muestran que en los primeros tres años de vida, la densidad sináptica triplica a la que se tiene a los 20 años. En otras palabras, es la etapa de mayor potencial de aprendizaje, cuando los niños desarrollan sus primeras habilidades cognitivas y socioemocionales, las que determinarán a futuro su calidad de vida. Entonces, cabe preguntarse: ¿sabrán realmente los políticos sobre la importancia de la educación inicial cuándo hablan de ella? ¿Y si así fuera, no debería ser tema la formación y las condiciones laborales de las educadoras?
Atendiendo a esta relevancia, en 2001 el Ministerio de Educación publicó las Bases Curriculares de la Educación Parvularia, conformando un nuevo marco regulatorio que redefine el rol de la educadora de párvulos. En este documento, su labor toma fuerza como agente primordial en la educación inicial. Sin embargo, aun cuando en la teoría este rol cambió, el contexto y las condiciones laborales no lo hicieron.
El escenario de la educación parvularia continúa marcado por la grave ausencia de una institucionalidad que permita garantizar la calidad de estos profesionales, siendo un nudo crítico las inadecuadas condiciones laborales en que se desenvuelven. Entonces, ¿cómo aseguramos la calidad de la educación inicial sin asegurar dichas condiciones?
Ante este panorama, no podemos sino preguntar a nuestras autoridades: ¿serían capaces de atender apoderados, elaborar material, planificar y evaluar el proceso educativo de 45 niños con sólo tres horas a la semana? ¿Cuánto creen ustedes que deberían ganar los profesionales a cargo de la etapa más crucial en la educación de sus hijos? ¿Les parece bien $235.000 al mes por jornada completa? Si es así, nos preguntamos ¿cómo pagarían ustedes esta carrera si su arancel puede llegar incluso a los $3.240.000?
Exacto, las cifras no calzan. Y -más grave aún- no reflejan la relevancia que tiene esta profesión para el desarrollo de la sociedad. Estas cifras confunden y terminan por desdibujar nuestra profesión, simplificando nuestra labor. Las educadoras no somos cuidadoras de niños; somos formadoras determinantes del desarrollo de las máximas potencialidades de las personas.
Actualmente, en el Senado se discute un proyecto de ley que es clave para mejorar las condiciones laborales de nuestros profesores: el Proyecto de Formación e Inicio del Ejercicio Docente. Lamentablemente, este proyecto sólo involucra a un porcentaje muy reducido de las educadoras, aquellas que se desempeñan en el contexto de un colegio que reciba subvención del Estado. Las profesionales de los jardines y salas cuna JUNJI, Integra y particulares no están cubiertas.
Sabemos que las educadoras de párvulos nos hemos restado del debate público dando espacio a políticas poco enfocadas en nuestro rol, y hemos cometido errores como aceptar trabajar bajo condiciones laborales inadecuadas. Estamos conscientes de esto, y de que todo lo expuesto no puede continuar oculto. Si queremos hablar de educación de calidad, debemos partir por hablar de educación inicial y de cómo las educadores ejercemos nuestra labor.
Hacemos un llamado a nuestras autoridades a hacerse cargo de las preguntas planteadas, a los apoderados a entender la real dimensión de nuestra profesión y a la sociedad en general a no aceptar que la educación inicial sea sólo “bla bla”. Como país, debemos llevar el discurso de la teoría a la práctica. Porque el mejoramiento de la educación inicial no pasa sólo por una mayor cobertura ni por la obligatoriedad de uno u otro nivel. Urgen también profesionales altamente capacitados y que tengan las condiciones para realizar su trabajo de la mejor manera posible. La importancia de este nivel ya está demostrada. Sólo falta la voluntad política que impulse los cambios necesarios; voluntad política que como sociedad debemos construir. Debemos dejar de olvidar que la calidad de la educación inicial, indudable e insoslayablemente, debe partir por nuestras educadoras de párvulos.