Hospital de Talca obliga a siete pacientes del único centro de diálisis de Constitución a seguir tratamiento a más de 100 km de distancia
23.08.2013
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23.08.2013
Hace 8 años comencé a atenderme en la clínica Servicios Hospitalarios del Centro, el único centro de diálisis que hay en Constitución. Llegué a ese establecimiento, al igual que los demás pacientes, luego de que la Comisión de Diálisis del Hospital de Talca me derivara. Como vivo en Constitución, es la única posibilidad que tengo para llevar adelante mi tratamiento cerca de mi casa. Por mi enfermedad, tengo que ir tres veces cada semana para someterme a un procedimiento que dura cuatro horas. El centro dispone de un furgón que nos pasa a buscar antes de la diálisis y nos va a dejar una vez que termina. En movilizarnos, en promedio, no demoramos más de 15 minutos.
Todo el tratamiento está cubierto por el AUGE.
Hasta comienzos de esta semana no había tenido ningún problema para atenderme allí. Pero el lunes 19 de agosto, después de mi tratamiento, recibí una llamada del Hospital de Talca que lo cambió todo.
Al comienzo pensé que me llamaban porque el doctor quería ver algo con mi fístula, pero no: era por un asunto de mis diálisis. Me dijeron que desde hace un tiempo el AUGE ya no me cubre porque la Comisión de Diálisis del hospital ahora, sin avisarme siquiera por qué, me deriva a alguno de los centros de Talca, San Javier o Cauquenes. Cuando pregunté por qué después de ocho años me cambiaban, lo único que me dijeron fue que así lo había determinado la comisión. Así que me tenía que cambiar de clínica, y si no lo hacía, el AUGE dejaría de cubrirme y tendría que pagar los $600 mil mensuales que cuesta el tratamiento con plata de mi bolsillo.
Me pareció muy extraño. Llevo tres años yendo constantemente a Talca para realizarme los exámenes que necesito para someterme a un trasplante y nadie me había dicho que tendría que dejar el centro de diálisis donde me atiendo. Menos que la opción que me entregaban era viajar tan lejos. Talca queda a 107 kilómetros de Constitución; San Javier a 84 km; y Cauquenes a 105 km.
No fui la única que recibió esa llamada. Somos siete los pacientes que nos encontramos en esta situación, todos de escasos recursos y muy enfermos. Yo soy la menor. Tengo 27 años y no tengo mayores problemas para moverme, pero todos los demás son de la tercera edad, y la mayoría apenas se puede mover sola. Una de mis compañeras tiene sus dos piernas amputadas porque, además de tener insuficiencia renal, es diabética. ¿Cómo lo va a hacer ella? Le dijeron que podría irse en el bus del hospital desde Constitución hasta el cruce de San Javier, que es lo que le queda más cerca. Ayer una de las pacientes lloraba en la clínica.
Si tenemos que ir a San Javier o a Talca, el viaje dura entre una hora y media y dos horas. No nos resulta grato. Los enfermos renales sufrimos de hematocritos bajos, lo que nos produce una fatiga terrible. Después de cuatro horas de tratamiento, tendríamos que salir agotados y andar en bus. Eso no es vida. Nos ven como una fuente de ingreso y no nos respetan como pacientes.
En la clínica nos explicaron que todo fue por un error administrativo desde el Hospital de Talca. Después del terremoto, supuestamente Fonasa iba a realizar una licitación donde participaría el centro de diálisis de Constitución, pero eso nunca pasó. Por eso fue que firmaron un convenio directo para seguir atendiéndonos con la cobertura del AUGE, pero ese convenio se venció el 31 de diciembre de 2012. Como la licitación no se llevó a cabo, el contrato se renovó por este año, pero en la nómina de pacientes que enviaron desde el hospital no aparecía mi nombre ni el de los otros seis pacientes que ahora son derivados a otro lugar. No sé por qué, si somos precisamente los que llevamos más tiempo atendiéndonos aquí. Y lo más extraño es que no sólo no estábamos nosotros en la nómina, sino que además había personas que no tenían por qué estar allí: pacientes de Santiago, de Viña del Mar y otros que ya fallecieron.
Aún no entendemos por qué la comisión nos está derivando ahora a otro centro a más de 100 kilómetros de distancia. ¿Acaso no averigua las direcciones de los pacientes ni la situación que vivimos? ¿Y por qué sólo a nosotros siete?
En el hospital no nos han dado ninguna explicación. Sólo nos dijeron que a la brevedad teníamos que informarles si nos íbamos a Talca o a San Javier. Que si no lo hacíamos, tendríamos que pagar nuestro tratamiento y nos sacarían del sistema. Eso fue todo y nos cortaron. Quedamos muy nerviosos.
El miércoles 21 de agosto me llamaron de nuevo desde el Hospital de Talca, esta vez para pedirme mi dirección y avisarme que me enviarían una notificación por escrito. Ahora estoy a la espera de que me llegue esa notificación. Pero no quiero que ocurra eso, que nos separen, porque después de ocho años juntos, ya somos como una familia.