Abogada denuncia que fue detenida ilegalmente por Carabineros junto a un joven trabajador y su esposa embarazada
08.05.2013
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08.05.2013
El viernes 26 de abril se cumplían 80 años desde la publicación de “El proceso”, de Kafka. Sin imaginarlo, ese mismo día comencé mi propio proceso kafkiano que pareció inserto en una absurda y brutal realidad, de aquellas plasmadas en los guiones de Fellini.
Me encontraba ese viernes a partir de las 16:00 en la 47º Notaría de Santiago, de Elías Jarufe, ubicada en Pedro de Valdivia con Capitán Orella, realizando un trámite personal. Una pareja de carabineros usando chaleco reflectante llegó a eso de las 16:30 buscando a un joven que había robado en la tienda Adidas ubicada en la vereda del frente.
En la notaría había unas 20 o 30 personas a la espera de sus documentos. Esa notaría es pequeña y se encuentra justo en la esquina, por lo que la gente suele esperar afuera, en la vereda, hasta ser llamados a viva voz por los funcionarios para la entrega de los documentos. Entre las personas se encontraba un joven, su señora embarazada y su hijo, de unos 6 años. Estaban realizando un trámite de finiquito. Uno de los carabineros le ordenó al joven identificarse y mostrar su mochila. El muchacho le preguntó por qué y el carabinero insistió con mucha fuerza. El joven abrió su mochila frente a todos y la mostró. En ella guardaba sus efectos personales. Entonces, el carabinero le dijo que lo llevaría detenido por el robo en la tienda Adidas. Todos los presentes reaccionaron, diciendo a viva voz a los policías que era un error, pues el joven se encontraba en la notaría e incluso les señalaron que habían visto a dos muchachos correr y doblar en la esquina recientemente.
El carabinero intentó esposar al joven y unas diez personas -hombres y mujeres- se opusieron, tratando de razonar con él. Incluso una señora de ojos azules y cabello rubio se paró delante del joven. Frente a esto, el carabinero no habla, no se identifica, no mira. Como un robot, aplicó fuerza sobre todos e intentó esposar y llevarse detenido a un señor que le explicaba lo que ocurría. El representante de la empresa que iba a finiquitar al joven le mostraba los papeles del finiquito y le insistía en que era un error. La señora del muchacho, embarazada, se desesperó y comenzó a gritar. El niño también gritaba y lloraba pidiendo que no se llevaran a su papito, que no había hecho nada.
En ese escenario, saqué mi carnet de la cartera, me identifiqué como abogada, se lo mostré al carabinero e intenté explicar que había un error grave. Le pedí, por favor, que recapacitara según lo que le decían las personas: los ladrones ya habían huido corriendo. Le pedí, una y otra vez, que se identificara, que nos diera su nombre y rango. El carabinero, sin mirarme, como si yo no existiera, pidió refuerzos y, tomándolo del cuello, esposó al joven a la reja de la notaría con mucha brutalidad.
Llegaron, en minutos, varias patrullas y carros, al menos cinco o seis, y se bajaron unos 15 carabineros de uniforme y de civil. El notario trataba de razonar con los carabineros y nadie oía. Al ver a tanto uniformado, yo gritaba que me dijeran quién estaba a cargo del procedimiento, pensando que se podría razonar con esa persona. El propio notario Jarufe pedía que le dijeran quién estaba a cargo e intentaba hablar con los carabineros.
En ese minuto, dada la desesperación, llamé desde mi celular al 133 y denuncié que había un procedimiento en la notaría con fuerza excesiva, que obedecía a un error y solicité que acudieran al lugar. Llegaron autos con balizas con personas de civil y pensé que era la PDI, pero era un carabinero de civil. Le pregunté si estaba a cargo. Me dijo que no. Traté de explicarle y, en segundos, me tomaron de los pies y de las manos y como si fuera un paquete, me sacaron del lugar. Lo mismo ocurrió con todos los presentes. Al joven lo redujeron con fuerza excesiva y a su mujer embarazada una carabinera la arrastró por el suelo y la condujo a una patrulla. Cuando llegaron a la patrulla, al soltarla, ella azotó su cabeza en el pavimento. Al niño lo tomaron y lo metieron a la patrulla y se fueron a toda velocidad. Todo esto entre los gritos desgarradores de la señora y del niño y voces de protesta de los presentes. Vi al menos a dos jóvenes que filmaban lo ocurrido.
Quedé absolutamente impotente.
Luego, llegó una camioneta gris con una carabinera, le pregunté si ella venía por la llamada que hice al 133. Le expliqué lo ocurrido y me respondió que el procedimiento ya se había hecho y que no había nada que hacer. Le expliqué que quería hacer un reclamo por el actuar de carabineros, que yo sabía muy bien que su “pega” es difícil, pues desde la academia hace años que he hecho clases a carabineros. Entonces, inexplicablemente para mí, hubo un cambio en la recepción de la carabinera y visiblemente molesta empezó a requerir dónde he hecho clases y quién soy yo, hablándome de forma totalmente irrespetuosa. Le dije que no era forma de referirse y le pedí que se identificara. Ella me obligó a mostrar mi carnet. Le expliqué que no tenía inconvenientes, pero que le quedara claro que ella no tenía ese derecho y que estaba haciendo uso de poder porque tenía un arma. El policía de civil que estaba con ella anotó todos mis datos, luego me dieron los suyos y se fueron, diciéndome que habían conducido a los jóvenes a la 33º Comisaría.
Mi diálogo con la carabinera fue escuchado por una mujer de tez morena que vestía un elegante vestido blanco con negro. Ella apoyó lo que yo decía. Decidí, en voz alta, que iría a la comisaría a ver a los chicos y algunos transeúntes me explicaron el camino, especialmente las personas que cobran el derecho municipal por estacionamiento.
Llegué a la comisaría y ya estaba allí el representante de la empresa que iba a finiquitar al chico: Wladimir Guajardo Parra, de la empresa Procret. Le pedí el nombre del muchacho y otros datos para poder preguntar por él. Recién ahí supe que se trataba de Daniel Briones Aguilar y que su esposa es Daisy Vidal. También estaban los padres de Daisy, muy preocupados.
Anoté los nombres y pedí hablar con una carabinera, quien amablemente escuchó mi relato y me señaló que no tenía conocimiento de lo que le estaba contando, por cuanto ningún detenido le había sido entregado. La madre de la muchacha insistía en que estaban en los calabozos, pues su hija le había avisado por celular. La carabinera me pidió esperar y volvió diciendo que efectivamente estaban ahí, pero que ella no podía hacer nada porque aún no le pasaban oficialmente los antecedentes de los detenidos.
Pedí hablar con el superior a cargo de la comisaría. La carabinera me dijo que no estaba y me condujo a hablar con el funcionario de mayor rango. Lamentablemente, no sé nada de rangos, así que creo que era un capitán, quien me tomó el reclamo por el procedimiento policial, el que redacté de puño y letra. Luego me notificó de la existencia de la Ley de Transparencia. Pedí copia del reclamo. Me señaló que no daban copias, pero que él sacaría una y me la llevaría, pero nunca me la dio.
La carabinera me pidió que anotara en un libro que pasaría como abogada a ver a los detenidos en el calabozo, firmando y poniendo mi huella. Lo hice. El oficial que me tomó el reclamo me condujo a los calabozos y golpeó, pero no nos dejaban entrar. Debimos esperar unos 20 minutos para ingresar.
Entré al calabozo y vi a Daisy sentada. Pregunté por su estado. La carabinera de guardia era justamente la misma que me había tratado de manera irrespetuosa en la notaría. Ella me preguntó qué es lo que quería. Me identifiqué y le dije que venía a ver a Daisy y Daniel. Me indicaron que me sentara, me pidieron mi carnet y luego otro carabinero presente -había al menos cinco- me dijo: “Le comunico que está arrestada”.
Argumenté que eso no era posible y pedí que me dijeran por qué me arrestaban. El carabinero me insistió en que estaba arrestada y que eso me pasaba por meterme donde no me llaman, que al joven le habían encontrado especies y, además, que había cámaras que lo filmaron robando. Insistí en que me dijeran los motivos de mi detención, los hechos que se me imputaban, que se me leyeran mis derechos y la presencia de mi abogado. La carabinera de guardia me contesta: “¿Y usted no es abogada… ¿para qué quiere conocer sus derechos? ¿Acaso no se los conoce?… Si quiere derechos, mire, ahí están en la pared, léalos”.
Frente a la actitud prepotente e ilegal, le insistí en que ella era una funcionaria pública, que debía aplicar un procedimiento y que requería que se me indicaran los motivos de mi detención y los hechos que se me imputaban. No me dijo nada. Luego dos carabineros me pidieron que me sacara los aros y les entregara mi cartera con mis pertenencias. Antes de entregar mi celular envié un mensaje a dos personas amigas, ambos funcionarios del Instituto de Derechos Humanos, y avisé a los abogados Sergio Fuenzalida y Julio Cortés a través de una llamada. Sergio me contestó que iba en camino.
Seguí insistiendo incansablemente en que se me señalaran los motivos de mi detención y exigí la presencia de mi abogado. La carabinera de guardia me respondió que era “su” guardia y que ella veía quién entraba o salía, y que su superior le había indicado que no dejara entrar a nadie. Luego me dijo que no era una plaza pública y que ella vería cuándo entraba mi abogado.
Un carabinero me informó que estaba detenida por obstrucción a la labor de Carabineros.
Finalmente, Sergio entró a verme. Me dijo que había intentado infructuosamente obtener los motivos de mi detención. Volvió a salir para hablar con el carabinero a cargo de la comisaría.
Como seguí insistiendo, la carabinera de guardia me señaló que mi detención era por lesiones a un carabinero. Pregunté qué lesiones y a qué carabinero. Me dijo que yo lesioné en la mano al carabinero que detuvo a Briones. Pregunté qué tipo de lesiones y si ya habían sido constatadas. Me dijo que no. Pregunté, entonces, cómo era posible que me detuvieran por lesiones a un carabinero que no ha constatado esas lesiones. No tuve respuestas.
A mi abogado lo trataron de forma prepotente y lo instaron a salir del calabozo. Adujeron que por motivos de seguridad no podía permanecer conmigo.
Recibí varias visitas: alumnos carabineros, amigas. Me dejaron toda la noche en la comisaría. Primero me dijeron que me trasladarían a la 18º. Pero, nadie me comunicó nada.
Atónita, vi como unos cinco carabineros redactaron, en mi presencia, el parte en el que relataban cómo yo le habría ocasionado la lesión al carabinero. Uno de ellos era el funcionario supuestamente lesionado, quien descaradamente mentía en concierto con sus compañeros.
Daisy Vidal permanecía conmigo. A pesar de tener cinco meses de embarazo, la llevaron a constatar lesiones sólo por nuestra insistencia, pues en algún momento decidieron soltarla y enviarla a su casa. Ella volvió de constatar lesiones como a las tres de la madrugada y, sin que nadie se percatara, le entregó un papel a mi abogado en que decía que mientras yo estaba esperando para verla a ella y a su esposo, los carabineros se estaban poniendo de acuerdo para dejarme detenida y que uno de ellos se iba a pegar en un dedo.
Efectivamente, en algún momento de la noche, el carabinero supuestamente lesionado apareció con un dedo sangrando. La funcionaria de guardia le tomó fotografías con su celular, imágenes que traspasaron a un pen drive y que luego fueron a imprimir en otro lugar. En ese momento el carabinero concurrió a constatar lesiones, al menos unas seis horas después de la detención de Daniel Briones.
En el transcurso de la madrugada llegó al calabozo un mayor que me preguntó los motivos de mi permanencia en el lugar. Le expliqué todo y me dijo que se ocuparía de la situación.
En definitiva, permanecí en la unidad hasta alrededor de las siete de la mañana del día 27, en que me llevaron a la 18º Comisaría. Allí me pusieron esposas y me trasladaron al Centro de Justicia junto con otras detenidas, en total seis.
Daniel Briones iba en el mismo carro. Pasé a los calabozos y me entrevisté con mi defensor. En la audiencia, me sentaron al lado de Briones entre una veintena de imputados. La magistrada, luego de requerir los antecedentes, declaró ilegal mi detención. Yo no acepté acuerdo, pues quiero que se esclarezcan los hechos. Por lo anterior, me formalizaron por maltrato de obra a carabineros y se abrieron 40 días para la investigación por parte de la fiscalía.
En la audiencia se encontraba presente el abogado Sergio Fuenzalida y me representó el colega Julio Cortés. La magistrada, tras declarar ilegal la detención, ordenó que me sacaran las esposas. Quiero agradecer profundamente ese acto, pues íntimamente sentí que me devolvió la dignidad.
Mis abogados me cuentan que en la noche de mi detención interpusieron un recurso de amparo en mi favor, el que fue denegado de plano, sin que la jueza se haya constituido o al menos revisado los antecedentes.
(*) Paulina Maturana Vivero es abogada, se ha desempeñado en la Corporación Humanas y en la Clínica Jurídica y Forense de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Central. Actualmente es docente de la U. Central y ha sido invitada a dictar clases en programas del Centro de Derechos Humanos de la U. de Chile. El 8 de marzo pasado fue distinguida por Comunidad Mujer por su labor profesional y académica a favor de la igualdad de género y los derechos de las mujeres.