La tarea pendiente de estudiar de verdad a las empresas.
26.04.2013
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26.04.2013
(Lea aquí adelanto capitulo introductorio del libro Adaptación. La empresa chilena después de Friedman)
Ningún habitante del Chile de hoy puede permanecer indiferente a las empresas. No sólo la mayoría de nosotros trabajamos para alguna de estas organizaciones, sino que también compañías privadas administran nuestra salud, educación, transporte, carreteras, clubes deportivos y recursos naturales. Y, además, discutimos todo el tiempo sobre las ventajas y desventajas de tratar las restantes instituciones sociales – como el gobierno, la familia, o la iglesia- con los mismos conceptos y criterios utilizados para evaluar la acción empresarial. Pero, ¿qué es una empresa y cuáles son sus límites?, ¿qué decimos cuando decimos que otras instituciones se parecen o deberían comportar como una empresa? ¿qué sabemos sobre las compañías del país? y ¿dónde deberíamos buscar el conocimiento para responder este tipo de preguntas?
Muchos razonarán de la siguiente forma: las empresas son instituciones económicas, por lo que probablemente son estudiadas por los expertos en economía, los economistas, y, por lo tanto, deberíamos encontrar las respuestas a nuestras preguntas en los departamentos de economía de nuestras universidades. Sin embargo, basta revisar los títulos de las publicaciones e investigaciones recientes en estos departamentos para darse cuenta que este no es el caso. Los economistas, en su gran mayoría, no estudian empresas sino que lo que podríamos denominar macro y micro economía política. Por un lado, las fluctuaciones del dinero, las tasas de interés y otras estadísticas agregadas (como el PGB) y, por otro, estadísticas asociadas a políticas sociales y ambientales en áreas como transporte, energía, salud, contaminación, pobreza, educación y pensiones. Pero no empresas.
La situación varía si nos movemos a los departamentos, muchas veces vecinos a los de economía, generalmente denominados de administración e ingeniería comercial. En estos, de hecho, es posible encontrar algunos economistas estudiando temas empresariales, tales como finanzas, estrategias y gobierno corporativo. A su vez, encontraremos una importante población de “practicantes” que enseñan sobre asuntos claves en la administración empresarial como marketing y contabilidad. Lamentablemente, este conocimiento práctico se sitúa en un claro segundo orden en las escuelas de ingeniería comercial del país, en las que pareciera asumirse que el único modelo de conocimiento valido sobre la vida económica es la economía. Y esto, a pesar de que, como ya sabemos, los economistas apenas se interesan sobre las empresas. Una situación algo más auspiciosa puede encontrarse en algunas escuelas o departamentos de ingeniería Industrial. En estos, tal como es posible seguir en las páginas de las “Clases Ejecutivas” en los cuerpos económicos de los principales diarios del país, se enseña investigación reciente sobre asuntos como estrategia, innovación, logística, contabilidad financiera, cultura organizacional y marketing.
Los economistas, en su gran mayoría, no estudian empresas sino que lo que podríamos denominar macro y micro economía política. Por un lado, las fluctuaciones del dinero, las tasas de interés y otras estadísticas agregadas (como el PGB) y, por otro, estadísticas asociadas a políticas sociales y ambientales en áreas como transporte, energía, salud, contaminación, pobreza, educación y pensiones. Pero no empresas
El principal problema con el conocimiento académico dominante, tanto de ingenieros industriales como comerciales, es que en su afán de informar la toma de decisiones ejecutivas, se limita a describir una capa muy limitada de la empresa, como si se asumiera que los únicos agentes empresariales relevantes fueran gerentes e inversionistas. Sin embargo, cualquiera que haya trabajado en una empresa sabe que estas son organizaciones complejas que no sólo incluyen a los dueños, sino que también a un conjunto amplio de actores tales como directores, familiares, múltiples administradores y gerentes, y, por cierto, muchos trabajadores, manuales, no manuales, de tiempo parcial o completo, etc.
Al mismo tiempo, como saben muy bien los trabajadores sub-contratados del país, es muy difícil establecer los límites entre una empresa y otra. La gran mayoría de las grandes compañías son parte de grupos empresariales y están situadas en complejas redes inter-organizacionales, tanto en términos de propiedad o directorios compartidos, como también de subcontratación y outsorcing. Lo que se complica aún más con la creciente consciencia ambiental y social de los consumidores y reguladores, que cuestionan no solamente los límites contractuales de las compañías, sino que también el impacto futuro de la acción empresarial en comunidades y otros posibles afectados, incluyendo, ciertamente, actores “no humanos”, como el aire, los bosques, el agua y otros muchos organismos.
Todo esto es particularmente relevante, si consideramos que parte importante de las controversias recientes en torno a las empresas tienen precisamente que ver con delimitar asuntos como: ¿quién es un agente con capacidad de decisión en el desarrollo de una compañía? (por ejemplo: ¿quién debería ser parte de la deliberación sobre Hidroaysen? o, como en Alemania, ¿si los trabajadores deberían tener voto en el desarrollo de la estrategia empresarial?), ¿cuáles son los límites de la responsabilidad contractual? (¿quién responde en casos de accidente o desempleo para los trabajadores sub-contratados? o ¿son legales las alzas unilaterales en las comisiones de las tarjetas de crédito de Cencosud?), y ¿quién es responsable sobre daños en el medio ambiente y otros afectados? (Celco y los Cisnes o Pascua Lama y los ríos).
Pero, podemos preguntarnos, ¿se limita el conocimiento sobre las empresas en Chile a la producción académica en los departamentos de administración e ingeniería industrial? No. En primer lugar, se desarrolla hoy en día una importante producción académica sobre temas tales como historia de las empresas, la construcción de la identidad en el lugar de trabajo, redes inter-organizacionales y la expansión de la lógica de la gestión empresarial en diferentes departamentos académicos de nuestras universidades.
Lamentablemente, en Chile, a diferencia de muchos otros países, no existe la escuela de negocios como una institución separada de los departamentos de economía, donde se encuentren en igualdad de condiciones el conocimiento académico y práctico sobre la empresa producido por economistas y los investigadores de otras disciplinas (tales como la economía política y las variantes “económicas” de la antropología, geografía, historia, sicología y sociología) interesadas en el estudio del comportamiento y la historia empresarial.
Segundo, la empresa es una de esas instituciones sociales – como los partidos políticos o la iglesia – que no sólo le interesan a los académicos, sino que a una amplia gama de productores de conocimiento. Las compañías (y en general los empresarios) son uno de los objetos favoritos de la prensa económica. Consultores – como Delloite, Fitch, o Price Waterhouse – elaboran una inmensa cantidad de reportes (muchos de ellos fácilmente ubicables en la web) sobre la situación de las principales compañías del país para inversionistas y otros stakeholders. Las asociaciones gremiales organizan una infinidad de congresos, desayunos y publicaciones. Y, aunque con mucho menos recursos, claro, sindicatos, activistas y centros de estudios alternativos (por ejemplo Cenda) elaboran una muy necesaria información crítica sobre asuntos como la repartición de excedentes, condiciones laborales y el impacto en la cadena productiva y el medio ambiente de la acción de empresas específicas.
En otras palabras, además del conocimiento sobre la gestión empresarial producido en las escuelas de ingeniería comercial e industrial, existe una importante cantidad de conocimiento social – académico y no académico- sobre las empresas en Chile. El problema es que está disperso y sin una institución o medios de comunicación que los agrupen. Es exactamente este vacío el que busca llenar la nueva colección “Estudios Sociales de la Empresa y los Mercados” de Ediciones Universidad Diego Portales, y en particular, el volumen que se lanza esta semana: Adaptación. La empresa chilena después de Friedman (ver acá capítulo introductorio). El libro, esperamos, complementará el panorama existente y ayudará a empezar a responder las preguntas planteadas al principio de este texto en al menos tres nuevas formas.
Primero, Adaptación. La empresa chilena después de Friedman reúne catorce capítulos escritos por investigadores provenientes de diferentes disciplinas, como la historia, la gestión, la sociología y la sicología social, tanto de la investigación académica, como de otras fuentes de producción de conocimiento sobre las empresas, como el movimiento sindical, la consultoría y las organizaciones de consumidores. En otras palabras: el libro amplía considerablemente el rango de conocimientos y perspectivas epistemológicas generalmente tomadas en cuenta en la discusión pública sobre las características de la empresa en el país.
Segundo, el libro reúne un conjunto de estudios que intentan ir más allá de la imagen que asocia una empresa a un empresario y al supuesto de que los límites éticos y legales entre organizaciones son fácilmente pre-establecidos. Varios de los capítulos rescatan la práctica y discurso de actores claves en la acción empresarial -como vendedores del retail, trabajadores sub-contratados, y los mismos consumidores- que no son generalmente tomados en cuenta a la hora de discutir sobre la suerte de las empresas del país. A su vez, los trabajos orientados a temas como redes de directorios, clusters productivos, responsabilidad social en la minería, empresas familiares y grupo empresariales, asumen que los límites entre empresas son difíciles de establecer, deben ser objeto de análisis empírico y, por cierto, son abiertos a controversias políticas y ambientales.
Tercero, el libro produce un tipo de conocimiento sobre la empresa que no se orienta solamente a la toma de decisiones empresariales, sino que, como buen texto de ciencias sociales, intenta ser reflexivo. Los capítulos asumen que la situación de la empresa actual debe comprenderse a la luz de la historia empresarial y social reciente y no tan reciente. Al mismo tiempo, se asume que el conocimiento sobre las empresas no es solamente descriptivo, sino que es performativo, transforma lo que observa. La empresa es objeto de múltiples intervenciones (de “calidad total”, “reingeniería”, “cultura organizacional”) y un recuento de la historia reciente de las firmas en Chile debe hacerse cargo, por lo tanto, de la producción y aplicación de este conocimiento.
Por supuesto, más que cualquier otro, el conocimiento que más ha impactado a la empresa en los últimos años en Chile es la misma economía a la Friedman de la Escuela de Chicago. Esta, si bien no es un conocimiento particularmente orientada al análisis empírico de la empresa, ha sido particularmente influyente en la formación de nuestros gerentes, el desarrollo de la prensa económica, y más generalmente, de una idea ética y moral de la empresa orientada a la maximización de ganancias y al retorno a los inversionistas como principal medida de éxito empresarial. Varios de los capítulos del libro intentan hacerse cargo de esta historia.
En suma, esperamos que la colección que iniciamos ayude a conocer más sobre la empresa después de Friedman en al menos tres sentidos. Esperamos inspirar estudios que cuestionen el supuesto de que una compañía equivale a un empresario, o que el único conflicto que vale la pena analizar es entre empresarios e inversionistas, y asuman como tema empírico y político el análisis de las redes inter-organizacionales. Reunir investigaciones que analicen, reflexiva y multidisciplinariamente, el impacto de la concepción a la Friedman de la empresa. Y, por cierto, abrir el campo de discusión pública para el desarrollo de nuevas formas de valorar, evaluar y analizar la empresa que vayan más allá de la tan influyente narrativa iniciada por Friedman.