¿Chile avanza de espaldas a la ciencia?
30.01.2013
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
30.01.2013
En la comisión que deberá proponer la institucionalidad científica que el país necesita, no está representada la sociedad civil ni las sociedades científicas ni la Academia Chilena de Ciencias ni los expertos e investigadores de centros privados de investigación o empresas. ¿Quiénes son los miembros de esta comisión? Once de los 15 son principalmente economistas
La semana pasada el gobierno reveló los nombres de quienes conformarán la Comisión Presidencial para evaluar la propuesta de una nueva institucionalidad científica. La composición tiene varios elementos sorprendentes, sobre todo para quienes llevan años trabajando en incentivar a las autoridades para que éstas reformulen la institucionalidad científica de Chile.
Por ejemplo, entre los convocados no hay ningún representante de las universidades, ni del CRUCH ni de las privadas, o un representante que se desempeñe como vicerrector de investigación o posea un cargo similar en el sistema universitario, que es el que desarrolla casi la totalidad de la investigación científica del país. En esta comisión, que deberá proponer la institucionalidad científica que el país necesita, no está representada la sociedad civil ni las sociedades científicas ni la Academia Chilena de Ciencias ni los expertos e investigadores de centros privados de investigación o empresas.
¿Quiénes son los miembros de esta comisión? Once de los 15 son principalmente economistas, mientras que sólo tres son científicos de distintas áreas (Bernabé Santelices, Servet Martínez y Sergio Hojman).
Es necesario destacar, además, que entre los convocados hay un nombre que inquieta: Vivian Heyl. Fue presidenta de Conicyt en el período que probablemente ha sido el más cuestionado de dicha institución: durante el gobierno de Michelle Bachelet. A Vivian Heyl se le solicitó la renuncia a su cargo como presidenta de CONICYT por el escándalo en la asignación de Becas Chile. Su gestión motivó una inédita protesta de científicos en la Plaza Bernarda Morín en 2007.
Integra la comisión también Mariana Aylwin, quien fuera ministra de Educación durante el gobierno de Ricardo Lagos. Durante los gobiernos de Lagos y de Bachelet, hubo un evidente estancamiento en el financiamiento de algunos programas, siendo el más evidente el de Fondecyt, en donde incluso se redujo el número de proyectos financiados. Extraña también la ausencia de las autoridades actuales de las dos principales agencias de fomento a la investigación científica en Chile: el presidente de Conicyt y el director ejecutivo de la Iniciativa Científica Milenio.
Entre los convocados hay un nombre que inquieta: Vivian Heyl. Fue presidenta de Conicyt en el período que probablemente ha sido el más cuestionado de dicha institución: durante el gobierno de Michelle Bachelet
¿Cuáles fueron los criterios para escoger a los miembros de la comisión? ¿Por qué si a la comunidad científica y al Parlamento se les prometió integrar esta comisión, fueron marginados? Estas son las principales preguntas que se hace el mundo de la ciencia chilena estos días.
No se pretende aquí poner en duda la experiencia o la formación de la mayoría de los integrantes de la Comisión. Pero queda en evidencia que el gobierno ha dejado afuera del debate más relevante de los últimos años sobre el futuro de la ciencia en Chile a importantes representantes del mundo académico y científico, poniendo en su lugar a los economistas.
Esta decisión calza con la propuesta anunciada hace unas semanas y que también sorprendió a la comunidad académica y científica de Chile, referida al traspaso de Conicyt desde el Ministerio de Educación (en donde se encuentra desde su creación en 1967), hacia el Ministerio de Economía. El ministro Pablo Longueira dijo en esa oportunidad que con esto se buscaba dar mayor vinculación a la investigación con el mundo productivo del país.
El anuncio causó el inmediato rechazo de las principales organizaciones vinculadas al quehacer científico de Chile, incluyendo al Consejo de Rectores, la Academia de Ciencias y el Consejo de Sociedades Científicas. Además, motivó el levantamiento de un petitorio, que nació tras un encuentro impulsado por estas organizaciones junto a la Comisión Desafíos del Futuro, y realizado en el Congreso Nacional, y que suma más de cuatro mil firmas individuales a la fecha, más las firmas institucionales de más de 50 organizaciones nacionales e internacionales, a las que se suman otras cinco mil firmas de un petitorio similar, aunque de carácter particular.
Todo hace indicar que el gobierno dio pie atrás con su propuesta, y en su lugar será la Comisión antes indicada la que deberá buscar un “consenso” y proponer una nueva institucionalidad científica para el país.
Las razones para modernizar la actual institucionalidad científica de nuestro país han sido largamente debatidas en el último tiempo. En los últimos 18 meses, “Más Ciencia para Chile” ha co-organizado tres encuentros para debatir sobre la institucionalidad científica en Chile, (dos de ellos en Santiago y otro en Concepción). Otros encuentros se han desarrollado durante este tiempo, en algunos de los cuales “Más Ciencia para Chile” también ha participado a nivel de debate y opinión.
Hoy se tiende a pensar que los países pueden gobernarse con delegados presidenciales, comisiones transitorias y paneles de expertos, ignorando los reportes y opiniones de la comunidad científica en Chile, la que desde los años 90 se encuentra debatiendo este tema
Si existen lecciones derivadas de estos encuentros, es que hay un grado importante de consenso respecto a la conveniencia para Chile de crear un Ministerio o una Subsecretaría de Ciencia que reúna las instancias existentes de apoyo y fomento a la ciencia nacional, y la creación además de un Consejo Asesor de Ciencia, que sea autónomo respecto al gobierno de turno, con una composición realmente representativa y que integre a protagonistas del mundo académico, científico, empresarial, político y ciudadano, y que sea el encargado de formular una política nacional de desarrollo científico cuya implementación quedaría en manos del hipotético Ministerio (o Subsecretaría) de Ciencia (para más información, recomendamos al lector visitar la página web de nuestra campaña).
La creación de un Ministerio de Ciencia y de un Consejo asesor autónomo no es ninguna “rareza” o innovación. Ministerios de Ciencia (o de Educación y Ciencia) existen en más de 90 países del mundo, y la mayoría de los países exitosos en materia de investigación científica poseen consejos encargados de la instancia de formulación de la política científica, la que necesariamente debe tener este rango de autonomía debido a la naturaleza propia de la actividad científica, cuyos frutos difícilmente pueden ser evaluados durante un solo período de gobierno. En los años 70, cuando Conicyt había sido recientemente creado, sólo un país tenía un ministerio exclusivo dedicado al fomento de la investigación y el desarrollo. No obstante, a inicios de los ‘90, ya más de 70 países habían creado dicho ministerio. Se podría decir, en definitiva, que Chile permanece en un retraso en la revisión de su institucionalidad científica de más de 20 años.
Mientras las autoridades continúan dilatando la adopción de las medidas requeridas en materia de institucionalidad científica para Chile, el panorama para cientos (prontamente miles) de investigadores se torna particularmente incierto
Perú y México enfrentan escenarios similares al de Chile y vale la pena aprender de sus experiencias. En ambos países se han dado debates en torno a la institucionalidad científica, en lo que es una tónica en muchos países que carecen de un Ministerio de Ciencia. En Perú, el Presidente Ollanta Humala prometió durante su campaña presidencial renovar la institucionalidad para la ciencia y conformó una comisión presidencial para evaluar el tema. Aunque la comisión propuso como primera opción un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (similar al de Argentina, lo que llevó incluso a funcionarios de Perú a reunirse con expertos de dicho ministerio argentino), finalmente se adoptó por llevar al Concytec (el equivalente al CONICYT en Perú) a la presidencia del Consejo de Ministros. Cabe señalar que, de acuerdo a diversos reportes de prensa, la idea de un Ministerio de Ciencia contaba con un gran respaldo, incluso del sector empresarial.
En México el panorama es igualmente desalentador. Pese a la insistencia de la comunidad científica e incluso el mundo político, el cual se había reunido en el Parlamento para debatir y apoyar la idea, el recién asumido Presidente de México, Enrique Peña Nieto, se rehusó a la creación de una Secretaría de Ciencia y Tecnología para México, bajo el argumento engañoso de que una secretaría llevaría a una “mayor burocracia”. Similar argumentación hemos escuchado en Chile, con el uso de la frase “grasa burocrática”.
En estos países, al igual que en Chile, la discusión se arrastra desde hace años y se ha dejado a merced de una creciente tendencia a pensar que los países pueden gobernarse con delegados presidenciales, comisiones transitorias y paneles de expertos, ignorando de paso los reportes, encuentros de debate y opiniones de la comunidad científica en Chile, la que desde los años 90 se encuentra debatiendo este tema. El gobierno se rehúsa a incorporar a más actores relevantes y a escuchar y considerar sus posturas y opiniones, especialmente ignorando a organizaciones civiles y a grupos estudiantiles que también han manifestado reiteradamente su preocupación.
Mientras las autoridades continúan dilatando la adopción de las medidas requeridas en materia de institucionalidad científica para Chile, el panorama para cientos (prontamente miles) de investigadores se torna particularmente incierto. Desde el inicio de nuestra campaña, hace dos años, manifestamos nuestra preocupación por el futuro de cientos de graduados de programas de doctorado en Chile y en el extranjero, los que carecen hoy de reales oportunidades de desarrollarse como científicos.
Mientras la Comisión delibera (muy posiblemente a espaldas de la ciudadanía, aunque esperamos que surjan instancias de participación y debate), Chile continúa quedando rezagado en su camino hacia un desarrollo integral, cuyo eje sea el aprovechamiento de uno de los más valiosos recursos, el conocimiento
Es evidente que la debacle ya llegó para cientos de jóvenes. No crecen los espacios ni los puestos de trabajo son de la calidad que amerita para profesionales que han entregado varios años de esfuerzo a una especialización que no es en absoluto sencilla ni menos rentable. Es sólo una de las múltiples consecuencias de la falta de una institucionalidad que permita al país dar el salto cualitativo en desarrollo científico que necesita.
Mientras la Comisión delibera (muy posiblemente a espaldas de la ciudadanía, aunque esperamos que surjan instancias de participación y debate), Chile continúa quedando rezagado en su camino hacia un desarrollo integral, cuyo eje sea el aprovechamiento de uno de los más valiosos recursos: el conocimiento. Como dice el eslogan del Año de la Innovación, queremos “imaginar” un Chile verdaderamente desarrollado, cuyo motor de crecimiento del bienestar social y económico descanse en nuestra capacidad para cuestionarnos, investigar, responder preguntas y encontrar soluciones creativas e innovadoras a nuestros desafíos. Pero a este ritmo, se hace imposible.