Voto voluntario: … ¡y votaron más los ricos!
05.11.2012
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05.11.2012
En la reciente elección municipal las tasas de participación electoral cayeron a niveles que ni los más pesimistas fueron capaces de predecir. Ante esta caída, recobra importancia la pregunta acerca de la distribución de la participación entre los distintos grupos socioeconómicos del país. Buscando una respuesta preliminar a nivel comunal, comparamos municipios similares pero con distintos niveles de ingreso promedio: comprobamos que hubo mayor participación en las comunas de mayores ingresos. Esta relación no se observa para la elección municipal del 2008, sino que emerge por primera vez junto a la reciente aplicación del voto voluntario.
Durante dos décadas, y bajo la anómala combinación de registro voluntario y voto obligatorio, la participación electoral en Chile cayó en un 30%, registrando la baja más abultada del mundo en dicho período. El voto voluntario ha terminado de precipitar las cosas. Lejos de congregar a los jóvenes a las urnas, como majaderamente repetían sus defensores, la nueva ley transparentó esa mezcla de apatía y rechazo que genera actualmente nuestra institucionalidad política. La cifra actual, que se ubica apenas por sobre el 40% de participación, no puede justificarse por ser las municipales elecciones menos atractivas. Por el contrario, es preocupante: nos ubica entre los países con menor cantidad de electores, junto a democracias sindicadas tradicionalmente como casos extremos de poca inclusión política, como Estados Unidos o Colombia.
Una baja participación electoral importa al menos en dos dimensiones. Primero, deslegitima la institucionalidad política. Segundo, sesga el mecanismo de representación en la medida que el aumento en la abstención no se reparta aleatoriamente entre todos los ciudadanos. En democracias donde votan pocos, típicamente ocurre que las clases altas y educadas participan en proporción mayor que los sectores menos aventajados, regularidad denominada sesgo de clase en la participación.
Una serie de trabajos recientes han dado cuenta de que el viejo padrón electoral ya mostraba signos inquietantes respecto a la asimetría en la participación política entre ricos y pobres. Producto de la masiva inscripción de las generaciones mayores en el Plebiscito de 1988, este sesgo sólo era perceptible entre los votantes más jóvenes. Por ejemplo, en la elección presidencial del 2009, mientras en La Pintana 300 de sus 8.000 jóvenes entre 18 y 19 años se inscribieron para votar, en Las Condes lo hicieron 5.000 de un mismo total de jóvenes. Un patrón similar se observó a lo largo de todo el país en todas las elecciones recientes[i].
Sin embargo, este sesgo de clase en la participación juvenil no era observado para el total del padrón electoral, pues los jóvenes eran un porcentaje menor del mismo. Pero la ley de voto voluntario, como alertaron algunos, podría traspasar el sesgo a todos los votantes.[ii]
¿Se traspasó el sesgo de clase a todo el electorado? Es decir, en la reciente elección municipal, ¿se votó consistentemente más en las comunas de mayores ingresos?
A primera vista, los resultados muestran el hecho contrario: en las comunas más pobres del país se votó en una proporción mayor que en las comunas más ricas. En efecto, El Mercurio comparó las 10, 20 y 30 comunas más ricas y pobres del país, mostrando que la participación fue casi 20% mayor en comunas de menores salarios promedios. La conclusión de dicho análisis es que no sólo no se observó el vaticinado sesgo de clase, sino que ocurrió justamente lo contrario. De manera similar discurre el profesor Engel en su reciente columna en La Tercera.
Los datos anteriores son correctos, pero su interpretación es apresurada. Un análisis más cuidadoso de las cifras muestra que esta relación es sólo aparente: las comunas comparadas no sólo son distintas respecto a su ingreso promedio, sino que también en otras dimensiones muy relevantes que afectan fuertemente la participación: el tamaño de la comuna y cuán urbana es la misma. Para verlo, la Tabla 1 considera nuevamente las 10, 20 y 30 comunas más ricas y pobres según el ingreso individual promedio reportado en la última encuesta CASEN 2011, pero adicionalmente se muestra el tamaño promedio del padrón (habitantes, en miles de electores) en dichas comunas, y cuál es el porcentaje promedio de población urbana en ellas.
Tabla 1
Según estas cifras, las comunas más pobres y de mayor participación, son también muy diferentes a las comunas ricas en que tienen casi un décimo de su población y son principalmente rurales. El problema de comparar estos dos grupos de comunas radica en que también el tamaño comunal y la ruralidad inciden en la propensión a votar. Según una serie de estudios en la materia, mientras más grande es la comuna menor valor tiene el voto y menor es la cohesión social, lo cual hace disminuir la participación. Asimismo, los sectores rurales concurren en mayor porcentaje a las urnas. Por lo tanto, puede que en las comunas ricas se haya observado menos participación por el hecho de ser grandes y urbanas y no necesariamente por el hecho de ser ricas.
El Mercurio, entonces, compara “peras con manzanas”. Es difícil adjudicar la caída del voto al efecto de clase cuando se está comparando Las Condes y Puente Alto, por una parte, con las pequeñas localidades de Ninhue y Contulmo, por otra. De hecho, si analizamos los mismos grupos de comunas en las elecciones municipales de 2008, estas exhiben exactamente el mismo patrón: se votó más en las comunas más pobres del país. Nada hay de novedoso en estas comparaciones.
La evaluación de la presencia de sesgo de clase en el electorado debe entonces considerar comunas similares, y controlar por otros factores que puedan estar incidiendo en la votación. A partir de los datos de la última elección, realizamos dicho ejercicio para dos tipos de comunas. Las primeras corresponden a zonas cuyo porcentaje de hogares rurales supera la mitad de los hogares o tienen un padrón electoral menor a 50.000 ciudadanos. Dichas comunas corresponden a la mayoría del país en cuanto a número, pero albergan sólo un 30% de la población nacional. En dichas comunas, no observamos un efecto del ingreso sobre la participación.
Luego consideramos comunas con un padrón por sobre 50 mil electores y con porcentajes de urbanización mayores al 50%. A pesar de tratarse de sólo 73 comunas, estas albergan el 70% de los electores del país. Ciertamente, todas las comunas llamadas emblemáticas para la elección de alcalde están en este grupo. Al analizar estas comunas usando la misma estrategia de El Mercurio, los resultados son muy distintos a los reportados por la prensa. Las 5 comunas más ricas, populosas y urbanas del país son Ñuñoa, Providencia, Vitacura, Las Condes y La Reina. En promedio, ellas exhiben una tasa de participación de 41.8%. Comunas igualmente grandes y urbanas pero pobres, como son Renca, El Bosque, Lo Espejo, San Joaquín y La Pintana, tienen una participación promedio de 32,7%. La diferencia es considerable: se trata de un tercio más de votantes en las comunas de mayores ingresos[iii].
La Figura 1 muestra la relación entre ingreso y participación para las 73 comunas urbanas y populosas que contienen el 70 por ciento de la población, una vez que controlamos por los factores ya señalados. Para analizar y comparar la evolución del sesgo, mostramos dicho efecto en las mismas comunas para la elecciones municipales de 2008 y 2012.[iv]
Figura 1
La figura muestra la existencia de un marcado sesgo de clase para la votación de los sectores urbanos en Chile en la última elección municipal del 2012, pero no en la anterior del 2008. La principal diferencia entre ambas elecciones es la ley de registro. Por lo tanto, y de manera preliminar, podemos conjeturar que el voto voluntario traspasó el sesgo de clase que ya observábamos en los jóvenes a todo el electorado. Hoy en Chile pocos votan, pero algunos pocos son más que otros.
Finalmente, el sesgo sugerido por la Figura 1 parece ser inconsistente con la contundente derrota de la derecha en las urnas. Esta conclusión nace de la creencia de que los ricos votan por la derecha mientras que los pobres se inclinan más por la izquierda. Si bien esta hipótesis ha sido criticada en el caso chileno,[v] es importante notar que aún siendo correcta, el sesgo de clase no contradice los resultados electorales. La elección municipal es una elección donde, por el carácter segregado del ingreso en términos geográficos en el país, ricos y pobres concurren separadamente a las urnas. Por lo tanto, si bien podemos observar diferencias en la participación entre comunas, nada podemos decir de lo que ocurre dentro de estas mismas comunas.
Una hipótesis alternativa para explicar los resultados se basa en el cambio de composición etárea del electorado. Los conteos preliminares referentes a las últimas mesas de votación, sugieren que los jóvenes no habrían votado a tasas mucho más bajas que las históricas. Si esto se comprueba, lo cual sabremos sólo una vez que los datos hayan sido debidamente procesados, la caída en participación se deberá principalmente a la abstención de los votantes más viejos. Este rejuvenecimiento del padrón es una plausible explicación de la menor votación de los sectores más conservadores en la última elección municipal.
[i] Ver Toro, Sergio (2007). “La inscripción electoral de los jóvenes en Chile: Factores de incidencia y aproximaciones al debate”. En Modernización del régimen electoral chileno, editado por A. Fontaine et al. Santiago: PNUD, 101-121; Corvalán, A y Paulo Cox (2013), “Class-biased Electoral Participation: The Youth Vote in Chile» forthcoming in Latin American Politics and Society, vol. 55, no. 3 (fall 2013).
[ii] Ver Morales, M, Cantillana, C. y González, J. (2010). [Participando con voto voluntario: efecto de la edad, del nivel socioeconómico y de la identificación política [en Informe de Encuesta Nacional UDP 2009, Chile 2009: actitudes y percepciones sociales, pp. 39-48.; Luna J.P., “Jóvenes, inscripción automática y voto voluntario: ¿El tipo de reforma que debemos evitar?”, Centro de PP PUC, 2011.
[iii] Una relación similar para la RM fue discutida esta semana por Claudio Fuentes en El Dínamo y Sebastián Valenzuela en La Tercera.
[iv] La relación reducida proviene de una regresión para la muestra en cuestión, y controla por efectos regionales, rurales y de tamaño. La separación de la muestra es una simplificación, los resultados son robustos si introducimos interacciones en la muestra completa. Los resultados también son robustos si introducimos variables de competencia electoral. Los datos para el 2008 usan los datos de registro del padrón a fines de ese año, y la CASEN 2009. Para el padron 2012 utilizamos datos del Observatorio Político Electoral de la UDP.
[v] Ver Altman D., 2004, “Redibujando el Mapa Electoral Chileno: Incidencia de factores socioeconómicos y género en las urnas”, Revista Ciencia Política, 49-66.