El “ranking” de notas y la tarea pendiente: El talento de jóvenes que no hemos sido capaces de descubrir
20.07.2012
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20.07.2012
Estimad@s, soy profesor de matemática y he tenido el privilegio por los últimos once años de trabajar en la educación de niños y jóvenes con talento académico, labor que sin duda me ha marcado como profesional y me motiva a escribir estas líneas.
Es justamente en medio de las discusiones públicas que se dan en torno al «ranking» que siento que no se ha dado suficiente visibilidad a la filosofía que hay detrás de este tipo de iniciativas, y que es clave para entender en contexto qué se pretende, más allá de los detalles (no menores por cierto) con los que se lleven a cabo. Esto se trata de nada menos que del talento de jóvenes, que no hemos sido capaces de descubrir, fomentar ni aprovechar, y es por lo tanto una tarea pendiente de nuestro sistema educacional.
Mis primeros años trabajando con niños con talento académico fueron un periodo de gran aprendizaje. En los primeros cursos me preguntaba honestamente cuáles eran los talentos que supuestamente tenían. Recuerdo que algunos de ellos se lo preguntaban también, se les tachaba de talentosos, pero ¿qué quería decir eso? y más importante: ¿cómo sabían ellos que lo eran? Como profesor recién titulado me preguntaba qué tipo de talento tenía un alumno que mostraba mala base, problemas de ortografía, a veces serias dificultades en operaciones matemáticas elementales y muchas veces una baja disposición para el estudio. El talento de mis alumnos era entonces algo dudoso para mí.
Sin embargo, a medida que pasan los años voy constatando que mi forma de trabajar con ellos no era siempre adecuada, y que sólo cuando los desafiaba y lograba realmente involucrarlos, eran capaces de sorprenderme con ideas de las que no sabía que era capaz un niño o joven de ese nivel educacional. Cuando a veces les cuento a algunos colegas que mis alumnos de 6º básico programan juegos con códigos que involucran matemática que no verán en cuatro o cinco años más en el colegio, lo digo con el orgullo de descubrimientos que no podrían haber surgido si yo no hubiera confiado ni me hubiera arriesgado para encontrarlos. Es así como me he convencido que el talento es difícil de descubrir, inclusive para quien lo posee, y nuestro rol es como el de un minero que ataca con una picota la roca, esperando encontrar una veta. Con los años he aprendido a confiar en que la veta existe.
Estoy hablando, entonces, para ser concreto, de niños y jóvenes cuyo rendimiento no siempre refleja sus capacidades, que muchas veces les toma años realmente descubrir y aprender a utilizar. Simplemente pongo este ejemplo para reflexionar sobre el talento versus el rendimiento: muchos de mis alumnos cuando programan juegos necesitan sacar la calculadora para hacer divisiones por 10; sin embargo, son capaces de animar una «nave» usando nociones matemáticas como las de los vectores. ¿Cómo juzgar a este alumno, como el que no sabe dividir por 10 o el que usa vectores para trasladar la “nave” en su juego? Con el tiempo he aprendido a confiar que mis alumnos son esos que «son capaces de», en vez de aquellos «que no saben cómo», así como una lámpara se define por lo que hace cuando se prende, en vez de por lo que no hace cuando está apagada.
Entonces, qué tiene que ver el talento con el ranking. Primero, está el reconocimiento fundamental de que el talento está homogéneamente distribuido en la población. Existe en todo lugar geográfico, nivel socio-económico, en todo grupo importante. Sin embargo, es evidente que en nuestro país existe una correlación entre el nivel socio-económico y el rendimiento académico. Luego, ¿son los alumnos con buen rendimiento los únicos talentosos? No, y basta con ver la tan reconocida «brecha» entre los establecimientos municipales y los particulares para notar que los de mejor rendimiento del primer grupo, llegan a un mismo nivel que los de menor rendimiento del otro.
Sólo unos pocos, alumnos y colegios, escapan a esta realidad en la que los de mejor rendimiento que provienen de sectores más vulnerables, se mimetizan con los de peor rendimiento de los sectores más acomodados.
De esta forma tenemos que el puntaje por sí solo, solamente el número, no refleja las capacidades de un alumno. Si de él sólo sabemos que obtuvo 500 puntos en la PSU, no sabemos nada de sus capacidades, sólo de su rendimiento. Pero si además identificamos que proviene de un liceo con un alto nivel de vulnerabilidad, claramente es un caso diametralmente opuesto a que si hubiese egresado de un liceo del barrio alto. Así, el puntaje en contexto, como un indicador relativo, da luces de qué alumno se trata. Aquellos de sectores vulnerables que cuentan con rendimientos destacados en su contexto, deben ser talentosos, es razonable y necesario confiar en estos alumnos, confiar que en ellos hay un potencial por descubrir.
He visto después de años de trabajo con niños talentosos, cómo se convierten en jóvenes conscientes de sus capacidades, que les cambia la vida cuando logran reconocer de qué son capaces, y nos ha cambiado la vida a muchos también el ser parte de ese proceso. Los talentosos que aun no hemos descubierto son un capital que Chile necesita, y si el sistema educacional no es capaz desde la primera infancia de hacerse cargo de las necesidades educativas especiales de estas pequeñas lumbreras en potencia, entonces cuando ya no estén en éste, por fracaso o deserción, los habremos perdido.
Más tarde entonces, más allá de un fracaso en la PSU, de la deserción en los primeros años de universidad, más allá de quizás los 19 ó 20 años, difícilmente podremos aprovechar ese talento, de manera que ésta es casi la última posibilidad que tenemos para descubrirlo, desarrollarlo y dejarlo al servicio del país. Más allá de las fórmulas que se utilicen, de los puntales que se obtengan y de todo lo que se pueda decir a favor o en contra de lo que sus notas significan, como un profesor que ha tenido la suerte de observar la minería de talentos, quisiera llamar a todo quien tenga una noción del país en que vivimos y de cuánto talento se pierde, a que tomemos conciencia del principio detrás de esta medida, de lo indiscutible de la riqueza con la que contamos y de que la única forma de poder explotarla es buscarla y confiar.
Rafael Miranda Molina
MG© en educación matemática y docente del programa Penta UC