¿Podrá el ministro Beyer salvar la Educación Pública?
10.05.2012
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10.05.2012
El gobierno no se engaña en materia de impuestos, tiene claro que el proyecto que envió al Congreso no es propiamente una “reforma tributaria”. Por algo el texto oficial se titula: “Proyecto de ley que perfecciona la legislación tributaria y financia la reforma educacional”. Más claro imposible: se trata de algunos ajustes para incrementar la recaudación fiscal destinada a educación.
El gobierno tampoco se pierde en su empeño por ir dejando morir la educación pública, en un proceso lento y silencioso, sin entrar en ninguna discusión incómoda.
Justo antes de renunciar, para cumplir con un compromiso adquirido, el ex ministro de Educación Felipe Bulnes dejó presentado un proyecto de ley de “Fortalecimiento de la Educación Estatal”, más conocido como el proyecto de desmunicipalización. La propuesta –calificada a diestra y siniestra como mala-ingresó a la Cámara de Diputados el 13 de diciembre pasado, fue enviada a la Comisión de Educación, donde duerme plácidamente sin urgencia alguna mientras las escuelas públicas se siguen vaciando.
Chile es el único país del mundo donde las escuelas públicas deben competir con colegios privados que reciben la misma subvención estatal y no sólo no tienen mayores obligaciones sino que, además, pueden cobrar una mensualidad y -aunque está prohibido- suelen seleccionar a sus estudiantes.
El año pasado, por primera vez, las 5.598 escuelas públicas del país sumaron menos que las 5.762 particulares subvencionadas. En el sector público las matrículas cayeron al 39,7 por ciento, mientras en el sector particular subvencionado se empinaron hasta un 52 por ciento.
El alivio en los gastos de educación propuesto por el gobierno en su ajuste tributario viene a empeorar esta situación, o mejor dicho, a beneficiar una vez más a los colegios particulares subvencionados. Los padres que podrían descontar de sus impuestos el pago del colegio, son precisamente los apoderados de este tipo de establecimientos.
“La disminución de impuestos anunciada por el Presidente, más que una medida pro familia es una medida que incentiva el copago. Si un padre está pagando hoy 20 mil pesos mensuales y puede descontar la mitad de sus impuestos, se puede presumir que rápidamente el colegio le dirá que sería bueno aumentar el copago a 30 mil…”
Se trata de familias cuyos ingresos no superan un millón y medio mensual y que podrían descontar hasta 200 mil pesos anuales por cada hijo. Claramente este beneficio no está pensado para las familias que pueden mandar a sus hijos a colegios particulares propiamente tales, cuyos ingresos están muy por encima del límite establecido. Tampoco está pensado para padres que ganan menos de 535 mil pesos ya que ellos no pagan impuestos y, por lo tanto, no tienen de dónde descontar.
En concreto, esta disminución de impuestos, más que una medida pro familia como la denominó el Presidente, es una medida que incentiva el copago. Si un padre está pagando hoy 20 mil pesos mensuales y puede descontar la mitad de sus impuestos, se puede presumir que rápidamente el colegio le dirá que sería bueno aumentar el copago a 30 mil…
Con seguridad los padres que han optado por estos colegios, seducidos muchas veces por el nombre en inglés del establecimiento, por la imagen de un uniforme con faldita plisada y una corbata de color, y sobre todo porque sus hijos tendrán compañeros “como ellos” y no de un nivel más bajo, estarán contentos con la propuesta gubernamental. Es un hecho que los padres que pueden pagar 10 quieren que sus hijos se junten con otros que pagan 10, y lo mismo ocurre con los de 15, 30 ó 50. Basta mirar alrededor de nuestras casas para ver lo homogéneo que es el barrio.
Justamente porque los seres humanos no somos perfectos, el Estado debe preocuparse por evitar la segregación, más aún cuando ostentamos el nefasto record de la mayor segregación escolar del mundo. Sólo una educación gratuita y de calidad puede romper el vicio de una sociedad organizada en guetos cerrados y ayudar a recuperar una comunidad diversa, donde la convivencia se enriquezca en la relación con otros, que son y piensan diferente. Una sociedad donde se conoce al otro es una sociedad cohesionada, donde no se teme al vecino y donde la violencia deja de ser la manera de vincularse.
Por eso, resulta indispensable que el foco de la reforma educacional –y por ende de los cambios tributarios- no se quede en los bolsillos endeudados en un intento por calmar las movilizaciones sociales, sino que vaya decididamente a rescatar la educación pública. Esta debiera ser el pariente regalón de las medidas gubernamentales y no el pariente olvidado, que ojalá desaparezca pronto.
Si el gobierno no se ocupa con urgencia de salvar las escuelas públicas, en un par de años se convertirán en una especie de hogar diurno donde irán sin esperanza los más pobres de los pobres, los niños vulnerables que los demás colegios habrán despreciado por falta de méritos o simplemente por falta de recursos.
El ministro Harald Beyer es reconocido como uno de los mejores expertos en educación del país; él conoce bien la tragedia de la educación pública. Esta semana puso el dedo en la llaga de la prueba INICIA al informar que el 70 por ciento de los egresados de Pedagogía Básica no deberían llegar a la sala de clases. De inmediato envió un proyecto de ley que busca solucionar esta realidad. Cabe preguntarse si, con la misma determinación, podrá cambiar la política oficial y tomar medidas para rescatar de una vez por todas la educación pública. ¿Quién se opondrá a una escuela donde puedan estudiar juntos los niños y jóvenes de cualquier clase social, religión o etnia?