PSU: los intereses que mantienen viva a una prueba que discrimina
16.12.2011
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16.12.2011
Al día siguiente de que miles de estudiantes de Chile rindieran la vilipendiada Prueba de Selección Universitaria (PSU), en un pequeño liceo municipal de Maipú, se lanzó un nuevo proyecto, www.turanking.cl. Una iniciativa proveniente de un grupo de personas que creen en un mecanismo distinto de selección para el ingreso a la educación superior: el ranking.
El ranking entrega una manera de reconocer las capacidades del estudiante para desempeñarse en su escuela, dada la realidad que le tocó enfrentar. A grandes rasgos, lo que se hace es comparar el promedio de Notas de Enseñanza Media (NEM) del alumno con la distribución de notas de la escuela para las últimas tres generaciones del establecimiento. De este modo, se subsana la posible arbitrariedad de las calificaciones de cada escuela. En definitiva, se evita que se “inflen” las notas.
¿Qué es lo que lleva a varios profesionales y voluntarios a realizar la titánica empresa de ingresar y calcular el ranking de miles de colegios sin un peso de retribución? Quizás la respuesta la haya dado una de las estudiantes que asistió al evento y resumió su experiencia de ingreso a la universidad con esta certera reflexión: “el talento está, lo que falta son oportunidades”.
Hace pocos días, cerca de 270 mil jóvenes rindieron una prueba que podría determinar el curso de sus vidas. En dos días se definió quienes no solo tendrán la posibilidad de sobrepasar los requerimientos para entrar a las distintas casas de estudio, sino también las barreras que impone el gobierno para la entrega de financiamiento. La presión sobre los evaluados es atmosférica. Sólo esto pareciera ser tremendamente injusto cuando se considera que el estudiante promedio habrá dado alrededor de 300 evaluaciones previas a la PSU y que ya ha sido reflejado su desempeño en su NEM.
“Son 12 mil los estudiantes de excelencia de la educación municipal que hoy no podrán cumplir sus sueños gracias a la PSU”
Pero las injusticias, como ya sabemos, no terminan allí. Si la PSU busca medir mérito, tiene un sesgo socioeconómico notorio y eso no hay quien lo pueda negar. Ni siquiera es necesario grandes estudios empíricos y econométricos para demostrar (aunque se han hecho y lo confirman). Quién puede negar el mérito de miles de jóvenes que se despiertan cuando no ha salido el sol, recorren distancias maratónicas en el frío matinal y, con el esfuerzo de sus padres y el propio, logran terminar sus estudios secundarios, muchas veces siendo los primeros de su familia, a pesar de todas la adversidad que trae hoy estudiar en nuestro famélico sistema de educación municipal. El mérito está allí; qué duda cabe.
Son 12 mil los estudiantes de excelencia de la educación municipal que no podrán cumplir sus sueños gracias a la PSU. Ni hablar de los liceos técnico profesionales que derechamente no ven la materia que se pregunta en esta evaluación nacional. Establecimientos que año a año han ido empeorando sus resultados en una prueba que, de modo absolutamente discriminatorio, se nutre solo de contenidos científico-humanistas.
A estas alturas probablemente pensarán que si bien en lo que mérito concierne efectivamente existe un sesgo, no se le puede pedir a una prueba que haga lo que todo un sistema de educación previo no pudo hacer. La PSU no medirá mérito, pero es sesgada al predecir el futuro desempeño del postulante en la educación superior. Pues cada día se está encontrando más evidencia que plantea lo contrario. Como demuestran los estudios de los académicos de la UC (Mónica Silva y Mladen Koljatic). El resultado es escalofriante. Bajísimo poder de predicción, pero, más importante un sesgo creciente en contra de los establecimientos municipales y los estudiantes provenientes de los quintiles más pobres.
Las experiencias y las investigaciones que defienden la validez del ranking como mecanismo de selección y que advierten del sesgo de la PSU son muchos y de fuentes muy variadas. No solo es un tema de justicia y equidad. El sistema actual es ineficiente pues no es capaz de recoger a los que más se beneficiarían del ingreso a la educación superior y que con mayor probabilidad terminarán sus estudios. Ciertas investigaciones demuestran que considerar el ranking al momento de seleccionar aumenta la tasa de titulación. Esto no sorprende cuando se considera que este instrumento mide, precisamente, su nivel de motivación y capacidad para comprometerse con sus estudios.
Entonces, si el diagnóstico es tan contundente, cómo explicar que sigamos teniendo un sistema como el que tenemos. La respuesta no es fácil y sin duda combina factores socioculturales, prejuicio altamente extendidos de que lo que refleja la PSU es el fiel reflejo de la realidad. Esto es, que los talentos no están homogéneamente distribuidos por la población. Un prejuicio tan establecido que incluso ha penetrado a los mismo estudiantes y profesores perjudicados. En esto hay que ser enfático. Si un profesor no cree que sus estudiantes podrán ingresar a la universidad, lo más probable es que esté en lo correcto. Es el reconocido fenómeno de la profecía autocumplida. Del mismo modo si un país y un gobierno (por mucho que en los bellos discursos se diga lo contrario) creen que la educación es un bien de consumo y hay sectores de la población que no pueden estudiar…la profecía lleva muchas décadas cumpliéndose.
Sin embargo, los prejuicios no lo explican todo. En prácticamente todos los colegios hay profesores de una excelencia profesional y humana destacable. Verdaderos misioneros de la esperanza que con un esfuerzo sobrehumano logran sacar adelante a sus estudiantes. Los sacan adelante, solo para enfrentarse al muro infranqueable de la PSU.
“Los cambios en el mecanismo de selección representan un peligro para los que están contentos con mantener las cosas tal como están”
Hay otra razón por la que la PSU sigue allí. No debemos ser ingenuos. Están quienes quieren que permanezca sin mayores cambios. Ya en el 2007, la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica exigió que se realizara una evaluación, por parte de un organismo independiente, de esta evaluación nacional. El 2010, después de mucho insistir, el gobierno de Sebastián Piñera anunció que se realizaría la evaluación. A pesar de esto, la licitación para encontrar el organismo a cargo de ningún modo satisface los requisitos mínimos exigibles. Las bases de ésta se hicieron bajo el asesoramiento de los mismos creadores de la PSU.
Tal como lo confirmó Jorge Manzi a CIPER, gran parte del contenido de estas bases de licitación surge de un documento hecho en 2007 por el Comité Técnico Asesor, en donde participa él y David Bravo, el otro autor de la PSU. No solo eso, Jorge Manzi incluso ha reconocido que los rectores de la Universidad de Chile y de Santiago, que integraban el grupo que evaluaría técnicamente las propuestas de la licitación, le pidieron al Comité Técnico (al que pertenece Manzi) su opinión sobre las ofertas que se presentaron. Finalmente, se adjudicó la licitación a Pearson Education. La principal razón para que esta empresa ganara la licitación fue su oferta económica: $176.153.458, casi la mitad que ofertó Australian Council for Educational Research Limited (ACER), una empresa sin fines de lucro.
Debido a la bases de la licitación, la oferta económica era sustituto a la propuesta técnica. Es decir, se optó por lo barato y no por lo mejor. El 26 de agosto pasado, la FEUC le manifestó sus dudas sobre la transparencia del proceso al Ministerio de Educación. Como manifiesta CIPER, Pearson ha estado involucrada en más de una decena de escándalos por mal evaluación de pruebas, errores en asignación de puntajes y desorganización en la aplicación de los exámenes que incluyen importantes atrasos en la entrega de resultados y errores de cálculo de puntajes. Las irregularidades en éstos suman y siguen, como lo publicó The Washington Post.
Muchas malas noticias. La verdad es que no pareciera haber una solución cercana. Si bien recientemente José Joaquín Ugarte, Jefe de Educación Superior del MINEDUC, anunció por la prensa la incorporación del ranking como criterio de selección para el próximo año, en aquel liceo de Maipú hay poca confianza. Los defensores del ranking me cuentan que ya llevan varios años escuchando que “el próximo año sí”, que el próximo año será el año en que llevaremos las palabras bonitas -como «justicia» y «equidad»- a la acción, pero nada pasa. Sin embargo, no todo es oscuro. Hay poca confianza, pero lo que hay de sobra es esperanza, voluntad y persistencia. Los cambios en el mecanismo de selección representan un peligro para los que están contentos con mantener las cosas tal como están. Está claro, no hay nada más peligroso que una persona con persistencia. Ojalá el próximo año en Chile haya suficientes “personas peligrosas” para que no se repita otro año la misma historia.