El poder del narcotráfico en México
Los Zetas: el dolor de cabeza del próximo Presidente
11.10.2011
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El poder del narcotráfico en México
11.10.2011
La misma madrugada de julio que un grupo de sicarios asesinó en el bulevar más transitado de la capital al cantante Facundo Cabral, un escuadrón de fuerzas especiales irrumpía silenciosamente en una finca de Ixcán, Quiché, cerca de la frontera con México.
Mientras en la ciudad se buscaba a los asesinos del trovador argentino y la noticia rebotaba en todo el mundo, el comando encubierto rodeaba la finca donde años atrás se descubrió un campo de entrenamiento de los Zetas con 500 granadas.
Las autoridades sabían que ese fin de semana los altos jefes de los Zetas en Guatemala festejarían a lo grande. La remota finca en Ixcán, un área clave para trasladar droga hacia México, permitiría a los miembros de la organización divertirse con relativa libertad sin temor a ser detectados.
Estarían en el festejo los comandantes mexicanos William o Comandante W y su mano derecha David Solórzano Ortiz, alias El Chombo.
El invitado especial era el cobanero Horst Walter Overdick, más conocido como El Tigre o El Canche, principal socio de los Zetas en Guatemala.
Participarían los jefes de las células en el país, como Óscar Tiul El Cherry, Sebastián Choc, Machucazo, y Kevin Overdick, el hijo de El Tigre. Estarían El Yanki (supuesto Z200) y Miguelillo, los mandos que quedaron libres tras las recientes detenciones de los comandantes de las Verapaces, Petén, Jalapa y Huehuetenango.
Agazapada afuera de la finca, estaba la Fuerza Interinstitucional Antinarcótica y Antiterrorista (FIAT). El grupo élite de kaibiles, francotiradores, paracaidistas, policías especiales y pilotos había tomado la comisaría local y dejado a los agentes sin armas ni celulares para evitar que filtraran información.
Sin embargo, algo falló. La única empresa que presta telefonía móvil en la escabrosa región suspendió ese día el servicio para realizar tareas de mantenimiento. El escuadrón quedó incomunicado. Las fuerzas en tierra no podían hablar con los pilotos de los tres helicópteros.
Por un día, las fuerzas especiales esperaron afuera de la fiesta, escondidos en el monte. Adentro, más de 20 hombres rechonchos y sombrerudos, incluidos los más buscados en Guatemala, bebían cerveza, bromeaban con señoritas mexicanas sentadas sobre sus piernas, regalaban dólares, apostaban a los gallos y los caballos, cantaban.
Mientras la fiesta transcurría en unos toldos en medio de un descampado, los pobladores de la aldea observaban alrededor del grupo. Cada tanto, alguno corría a recoger los gallos vencidos en las peleas para hacerlos caldo.
Estos detalles se saben porque, además de un círculo de guardaespaldas, los narcos tenían camarógrafos. Los videos quedaron tirados en la finca cuando las fuerzas de seguridad finalmente irrumpieron al amanecer del 10 de julio. No hubo ni un disparo, no fue necesario. Al llegar al descampado, los grandes jefes ya no estaban ahí.
Una avioneta despegaba, presuntamente con Overdick y W a bordo, mientras la selva se tragaba a los que lograron escapar en carros. Los únicos detenidos en la finca fueron cuatro hombres y una veracruzana.
El operativo no falló del todo. En las siguientes 2 semanas, 14 zetas que participaron en la fiesta fueron enviados en helicóptero a la capital después ser capturados en hoteles, cantinas y buses extraurbanos. Entre ellos estaban El Chombo, El Cherry, El hijo de El Tigre, Machucazo y 4 jóvenes mexicanas.
El W, El Tigre, Yanki, Miguelillo y los otros jefes se esfumaron.
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Tras apoderarse a sangre y fuego de un tercio de las rutas de la droga en México, los Zetas ven a Guatemala como parte de un territorio sin fronteras en el que buscan consolidar un imperio de tráfico de drogas, armas y personas. Por ahora, esa región se extiende desde Guatemala hasta la frontera entre México y Estados Unidos (ver mapa). Se sabe que ya han penetrado Belice y Honduras, los países a donde, según la inteligencia estadounidense, llega buena parte de los cargamentos de droga vía aérea desde Sudamérica.
Este año, las autoridades guatemaltecas han declarado estados de sitio en Alta Verapaz y Petén por varios meses. Contuvieron a los Zetas, pero siguen ahí. La inteligencia gubernamental da cuenta de que uno de los puntos donde más fuerte están operando es en Poptún, Petén.
Poptún es un pueblo ganadero semiselvático al principio de la ruta maya. Aunque pocos se han dado cuenta, podría ser el nuevo escenario de la guerra entre el gobierno guatemalteco y los Zetas. En Poptún se encuentra la escuela kaibil y del centro de adiestramiento del Ejército donde oficiales estadounidenses entrenan desde 2007 a militares y policías guatemaltecos del Grupo Especial de Interdicción y Rescate (GEIR). Les enseñan a combatir el terrorismo y el narcotráfico.
Para los Zetas, los kaibiles son elementos de mucho valor. No requieren capacitación, están entrenados para matar y sobrevivir en las condiciones más adversas y conocen el terreno guatemalteco.
Un ejemplo típico es La Bruja: fornido, ladino, de mirada dura y rostro inexpresivo. Álvaro Gómez Vásquez, dado de baja del Ejército en 2004, era un soldado de tropa con alto rendimiento en las pruebas físicas, según lo describió un alto oficial kaibil que trabajó con él. La Bruja tenía una jefatura de Petén. El 14 de mayo de este año, dicen las autoridades, ordenó y participó en la masacre de 27 campesinos en la finca La Libertad. Lo capturaron una semana después.
Desde 1975, el Ejército Guatemalteco ha graduado más de 6 mil kaibiles. Hay alrededor de 360 activos, de los cuales menos de 50 tienen grado de oficial. El resto son soldados de tropa y especialistas.
Entrenar a kaibiles en un territorio zeta es como criar pollos en tierra de coyotes.
Los soldados guatemaltecos ganan en promedio menos de Q2 mil al mes y si son kaibiles reciben Q300 de bono de transporte. El sueldo no es equiparable con los US$2 mil dólares (Q15 mil 600) que ofrecen los Zetas por trabajar para ellos.
En 2008, radios piratas de Petén convocaron a exmilitares, especialmente kaibiles, para “prestar seguridad a vehículos que transportan mercadería a México” con la promesa de “oportunidades de superación”. Los Zetas también reclutan a civiles para que exmilitares los entrenen durante dos semanas en México o Guatemala en tiro y lucha cuerpo a cuerpo. Las convocatorias, aunque ya no se publicitan, siguen abiertas.
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Poptún puede convertirse en el nuevo Cobán, una ciudad donde el estado de sitio y la veintena de zetas capturados este año no bastaron para que el Estado retomara el control. Los Zetas mantienen ahora un perfil bajo y menos ostentoso.
Pero Poptún ofrece, además, el pase de ingreso a Petén, el área a conquistar para los Zetas.
La organización debe expulsar de Petén a los carteles locales para tomar control de la ruta por la que se transportan los cargamentos desde Honduras a México. Ya se ha apropiado de fincas y terrenos y desde hace dos meses está operando en Poptún y “cobrando piso”.
El miércoles 14 de septiembre fue atacada con granada la estación de los buses Rosita. El 16, un día después de la celebración de la independencia, ardió en llamas la estación de buses Fuentes del Norte, cuyo representante es Milton Oswaldo Mendoza Matta, hermano de Haroldo Mendoza, empresario de nororiente vinculado extraoficialmente al narcotráfico de la región.
Según la inteligencia realizada en Petén, el ataque a Fuentes del Norte lo perpetraron halcones Zetas (la parte operativa de la organización) y el grupo se está alistando para más operaciones armadas. Soborna a mandos medios y altos de la Policía y autoridades locales para operar con libertad. Hace dos semanas, el Gobierno se vio obligado a prorrogar por 30 días el estado de alarma en Petén.
Cuando los Zetas se asientan en un lugar aumentan las extorsiones, los secuestros, las violaciones y la delincuencia común, incluidos los asaltos a bancos, explica el ministro de Gobernación, Carlos Menocal. Las unidades Zetas llegan sin dinero y deben generar sus propios ingresos a través del cobro de cuotas a los comerciantes y lugareños. Infundir terror es una sus tácticas.
Además del usual incremento de la violencia que implica la llegada de los Zetas a una región, los ataques en Poptún pueden entenderse como una ofensiva a la cuna de la élite militar guatemalteca.
No es una coincidencia que los Zetas y las fuerzas de seguridad entrenadas para repelerlos convivan en Poptún, ni que ambos tengan en sus filas a aguerridos kaibiles. Es el augurio de una cruenta batalla que aún no ha comenzado.
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En uno de los videos de la fiesta en la finca, El W, el jefe Zeta en Guatemala, y El Tigre, el socio principal de la organización, posan y ríen ante la cámara. Los Zetas acostumbran a grabar en video sus actividades, desde celebraciones hasta masacres, porque son los informes visuales que le envían a su jefe máximo, Heriberto Lazcano, El Lazca.
De hecho, lo que la cámara registró es la nueva cara del narcotráfico mexicano en Guatemala. Los Zetas traen un estilo militar al crimen organizado: controlador y fulminante, sin respeto por las estructuras de los narcos «civiles» cuyos territorios conquistan.
Los primeros Zetas eran militares de inteligencia mexicanos entrenados por Estados Unidos. El uso de unidades militarizadas les ha dado resultado, indica un oficial estadounidense. Tienen estructuras bien definidas, con comandantes, jefes de plaza y escuadrones operativos que llaman “estacas” y “halcones” (vigilantes).
Eso explica por qué en Guatemala reclutan exkaibiles. Según los registros del Ministerio de Gobernación, de los 80 Zetas y colaboradores de la organización detenidos desde 2008, al menos 2 eran miembros de esa unidad de elite militar. Sin embargo, se sabe que hay exkaibiles entrenando Zetas y dirigiendo células.
Los comandantes mexicanos como W se van y vienen a Guatemala en avionetas o por tierra, a través de puntos ciegos de la frontera. Guatemala no es un premio. Según las indagaciones de la inteligencia del Gobierno, venir aquí es una prueba. Los comandantes que la superan son promovidos a plazas como Cancún.
Los comandantes zetas designan en Guatemala a jefes (subcomandantes) de grupos como La Bruja que operaba en Petén; El Cherry en Ixcán; Lombriz en Jalapa y El Manchas en Cobán (todos capturados). Los jefes reciben directrices desde México, donde siempre se toman las decisiones estratégicas, y si son capturados o fallan en las misiones son reemplazados rápidamente.
En Guatemala, los Zetas pelean una extensión de la guerra que sacude a México. Allí, los grandes carteles están divididos en dos bloques: los tradicionales –Sinaloa y del Golfo, enfrentados con los emergentes, como los Zetas y la Familia Michoacana. Los grupos venidos a menos, como el de Juárez, el de los Beltrán Leyva y el de Tijuana, tratan de sobrevivir.
En los últimos cinco años, los Zetas han adquirido en México prácticamente un tercio de las rutas del narcotráfico hasta superar el control territorial del capo multimillonario Joaquín El Chapo Guzmán, líder del cartel de Sinaloa, el más poderoso del mundo (ver mapa).
Para los Zetas, Petén no es un departamento y Guatemala no es un país. Es un punto a conquistar entre Belice y México, los países por donde entra y sale buena parte de la cocaína hacia Estados Unidos.
El crimen organizado mexicano lleva 30 años en Guatemala, pero había mantenido una relación pacífica con las familias de narcos guatemaltecas. Ese entendimiento no vale para los Zetas.
Desde su separación del Cartel del Golfo, en enero de 2010, los Zetas se ocuparon de ganarse los territorios heredados del Golfo, y también embarcaron en una gran conquista, desplazando a narcos guatemaltecos o aliándose con ellos. Un mapa elaborado por inteligencia los ubica en 14 de los 22 departamentos del país (ver mapa). La penetración es mayor que la de cualquier grupo de narcos. La DEA en México calcula que controlan el 75 por ciento del territorio chapín y el trasiego de 250 a 300 toneladas de cocaína anuales.
En su intento de controlar Guatemala han abierto varios frentes de batalla. Hace dos años, intentaron tomar el territorio de Aler Samayoa, capo de Huehuetenango y socio de Sinaloa. El enfrentamiento terminó con un tiradero de más de 50 muertos, la mayoría zetas. El Chapo ganó esa batalla.
Guatemala les funciona a los Zetas como retaguardia y refugio. El Chapo Guzmán, uno de los hombres más ricos del globo, ha estado en la capital guatemalteca varias veces en el último año, según el Gobierno guatemalteco. Estaría preocupado porque sus aliados locales están fragmentados. Cuatro de sus socios importantes fueron a la cárcel y son extraditables a Estados Unidos: Mauro Salomón Ramírez, Juan Alberto Ortiz López, Chamalé, Waldemar Lorenzana Lima y Byron Linares Cordón.
Mientras tanto, en Veracruz, el bastión anterior de los Zetas en México, la pelea es de muerte. La semana pasada aparecieron 35 cadáveres en una transitada avenida, todos presuntos zetas o colaboradores de ese grupo.
La guerra que se libra entre los carteles rivales en México, tendrá un impacto directo en Guatemala. Mientras más sanguinarias sean las batallas allá, más probabilidades hay de que repliquen aquí similares niveles de violencia.
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8 de abril de 2008, 9:30 de la noche. Daniel Pérez Rojas, El Cachetes, ingresa a un residencial de Mixco y pide en la garita la llave de la casa 2. No sabe que ese día el Ministerio Público (MP) allanó la vivienda. Su llegada alerta a los cuatro policías que hacen guardia. Lo siguen en la calzada Roosevelt y en la 52 calle detienen la camioneta y a sus 5 tripulantes, con un gran arsenal y agendas de contactos. No saben que están capturando al primer jefe que nombraron los Zetas para abrirse brecha en la plaza Guatemala.
La detención de El Cachetes le mostró a las autoridades guatemaltecas cómo operan y se organizan los Zetas. Pérez Rojas era el jefe de la escuadra que dos semanas antes asesinó al narcotraficante guatemalteco Juan José Juancho León y a otros diez hombres en Río Hondo, Zacapa.
La investigación de esa matanza sirvió para entender cómo llegan los Zetas a ocupar una plaza: alquilan casas en puntos clave para moverse, compran y roban motocicletas y automóviles, obtienen cédulas y licencias de conducir falsas, pasan varias semanas sin llamar la atención y realizan inteligencia para cubrirse las espaldas. Después comienzan a cobrar piso y aumentan los hechos delictivos.
En las siete casas de Zetas allanadas tras la matanza de Zacapa, los investigadores encontraron libros de contabilidad con el detalle de pagos de planillas y la lista de los miembros de la organización con nombres, apodos y estatus: H por herido, M por muerto, D por detenido. También estaban divididos entre operativos, sicarios y contadores. Hallaron celulares activados en México, recibos de remesas enviadas desde allí y más de 50 trajes de hombre iguales, como para distinguir a un ejército.
Los libros de contabilidad muestran el tamaño de la organización y el riguroso control que lleva de sus gastos e ingresos. Días después de la narcofiesta en Ixcán, la Policía detuvo a un contador zeta alojado con su novio en un hotel de Antigua Guatemala, con documentos que detallaban pagos de planilla mensuales por US$350 mil dólares.
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“Y de violencia, Chombo, no tengas miedo de nada. Alista bien los muchachos, también los lanzagranadas (…) porque la carga es sagrada”, cantaba desafinado un hombre grandote en un video incautado en Ixcán. Era el comandante Chombo, David Solórzano Ortiz.
La canción era un mensaje para la tropa: un buen zeta no pierde territorio ni mercadería. Guatemala es un país clave en la ruta de la droga hacia Estados Unidos y, a diferencia de los carteles tradicionales, ellos están dispuestos a sembrar el terror para dominarlo, sin resignarse a perder lo que les «tumban» o les decomisan. Las mejores pruebas son Juancho León y el fiscal Allan Stowlinsky.
El cuerpo desmembrado de Stowlinsky apareció en mayo de 2011. El fiscal auxiliar había ayudado a contar 453 kilos de cocaína decomisados a los Zetas en Baja Verapaz. La forma en que fue asesinado paralizó al sistema de justicia en el norte del país y planteó varias interrogantes: ¿por qué dejaron la cabeza en un mercado y el cuerpo frente al edificio de la Gobernación Departamental y qué significa matar a alguien que sólo contó droga, pero no llevaba la investigación del caso?
El caso de Juancho León en 2008 fue otra lección para Guatemala. El entonces jefe del cartel de Los Leones, aliado con los carteles colombianos y operador de Sinaloa, controlaba buena parte del tráfico de drogas, armas y personas en Petén y le robaba cocaína al Cartel del Golfo desde hacía años.
Los jefes del Golfo y su entonces brazo armado, los Zetas, se aliaron al cobanero Horst Walter El Tigre Overdick, un empresario agrícola relativamente nuevo en el tráfico de drogas que también había perdido cargamentos «tumbados» por León.
Los Zetas estaban en Cobán para comprar cocaína. Sus contactos colombianos les habían cerrado el crédito por el impago de cargamentos incautados por el Gobierno mexicano, que incrementó ese año sus operaciones antidrogas.
El 25 de marzo de 2008, las fuerzas de El Cachetes y de Overdick acordaron reunirse con León en su propio territorio, en un descascarado balneario de Río Hondo, Zacapa. Juancho llegó a las 2:00 de la tarde con 5 guardaespaldas y 2 acompañantes, confiado de que negociaría un cargamento de cocaína. No tuvo tiempo de reaccionar cuando comenzó la balacera y explotaron las granadas. En la escena quedaron 10 cadáveres, incluido el de Juancho, 3 zetas con los que se haría la negociación y 4 custodios calcinados dentro de 2 vehículos incendiados. Se contaron 400 cascabillos.
La alianza que nació allí entre Zetas y Overdick alteró el mapa de la droga en Guatemala.
Overdick, que ya conocía a los Zetas por su trabajo con el Golfo, les aportaba una estructura logística y financiera y ellos le daban seguridad. Lo que no podía anticipar era que en 2010 los Zetas se separarían de sus antiguos jefes y él quedaría asociado con la mejor protección armada, que le permitiría acumular poder en Guatemala.
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Los Zetas ingresaron al territorio guatemalteco en 2008, con el comienzo del gobierno de Álvaro Colom. Cuatro años después la organización más feroz de México se ha extendido por casi toda Guatemala y busca controlar el territorio al costo que sea.
El territorio que asedian es Petén, una región con la que ambos candidatos presidenciales tienen vínculos directos. Otto Pérez Molina, general retirado, fue fundador y jefe de la escuela Kaibil, y el empresario y abogado Manuel Baldizón construyó su fortuna en ese departamento.
Quien asuma la Presidencia en enero de 2012 tendrá que decidir cómo enfrentará en el corazón de la Biosfera Maya y del narcotráfico a una de las principales amenazas para la seguridad nacional, con una Policía y Ejército débiles y corrompidos y una fuerza élite –los kaibiles– en la mira del enemigo.
La estrategia de México, que hace 5 años le declaró la guerra al narcotráfico y emprendió una ofensiva militar que lleva registradas más 40 mil muertes, no pareciera ser el mejor referente para Guatemala. Y las acciones implementadas aquí tampoco. Con la ayuda –y presión– de agencias estadounidenses, las autoridades guatemaltecas han detenido a decenas de zetas, pero la estructura principal sigue intacta. Por cada tentáculo que le cercenan, al pulpo le brotan dos.
Hasta ahora, la gran oportunidad que han tenido las autoridades de golpear la médula organizativa de los mexicanos se perdió la mañana de julio cuando despegó aquella avioneta, en el soleado cielo de Ixcán.