¿Fútbol o básquetbol?
22.06.2010
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22.06.2010
El director de La Cuarta escribe para CIPER: “En vez del fútbol semi salvaje que teníamos antes, ahora se practica un deporte distinto, donde el contacto físico es duramente castigado con un concierto de pitazos y muestra de variadas tarjetas, con árbitros que visten como papagayos de todos colores, menos de negro, y donde se sanciona casi cualquier cosa, incluso que un rival mire feo a otro. La pelota de playa con que se juega rebota de un lado a otro. Y, en el plano táctico, los equipos juegan como si fuera baloncesto. Cada vez retroceden más, se refugian en su campo”.
La verdad, el fútbol ya no es el de antes.
Todos los que doblamos la curva y entramos en la recta final de la vida tenemos claro que cada día se ha ido alejando más de aquel deporte rudo y hasta violento que comenzó su historia contemporánea en los campos universitarios de Inglaterra, en la segunda mitad del siglo XIX. Nació del mismo tronco que el rugby, pero pronto se separó, definió sus reglas propias y llegó a convertirse en el deporte más lindo del mundo y, en paralelo, en el mejor negocio del mundo, manejado por la única empresa transnacional que tiene más países adheridos que la Organización de Naciones Unidas: la FIFA.
Durante muchas décadas, el fútbol guardó remanentes del rugby que formaban parte de sus condimentos y eran apreciados por los hinchas. Cómo no recordar, por ejemplo, el tackle deslizante, una suerte de barrida, por detrás o por el costado, que era una forma efectiva de recuperar el balón, o mandarlo fuera, y a la vez levantar por los aires al jugador rival. Por lo general, los aficionados premiaban esta acción con un “Oooooohhh”, seguido de aplausos y otras interjecciones variadas.
O la vieja práctica de “picar los tobillos”, con la que vigorosos volantes de la década de los ’60 como Rubén Marcos, de la “U”, perseguían a creadores rivales como Néstor Italo Isella, argentino de la UC, o Francisco “Chamaco” Valdés, de Colo Colo, que solían huir de sus caricias. Y también por qué no citar otras artimañas que hicieron época, como pasarle la pelota al arquero, que éste demorase el saque de valla, o tirarla fuera del campo –y ojalá, del estadio-, o lanzarse al suelo para hacer tiempo, o enviarla lejos después que se hubiese cobrado una falta…En fin, argucias no faltaban para que el fútbol se asemejase al rugby y para que fuera más entretenido, porque además todos estos ripios deban pábulo para desarrollar en grande el otro deporte que siempre ha acompañado al fútbol: insultar al árbitro.
Pero esos buenos tiempos pasaron.
Resultó que la señora FIFA y su particular engendro de la International Board –un organismo asociado encargado de diseñar, estudiar e implementar cambios a la reglas del juego- entendieron que el verdadero negocio estaba en las audiencias masivas de la televisión y empezaron a introducir modificaciones que “mataron” el fútbol de antes.
Impusieron las tarjetas amarillas y rojas para controlar a los jugadores violentos, prohibieron el tackle deslizante y también los golpes por detrás, ya no sólo a los tobillos, sino que a todo el cuerpo. Aparte, cambiaron los potreros por canchas casi perfectas –en lo posible, sintéticas-, y las pelotas con blay, de cuero y de 32 cascos, por lo más parecido posible a una pelota de goma, o plástica, que da botes como loca y que es casi imposible de detener por los arqueros: la famosa Jabulani. También, crearon el concepto del fair play.
El resultado de todo esto es que el fútbol cambió para siempre.
En vez del fútbol semi salvaje que teníamos antes, ahora se practica un deporte distinto, donde el contacto físico es duramente castigado con un concierto de pitazos y muestra de variadas tarjetas, con árbitros que visten como papagayos de todos colores, menos de negro, y donde se sanciona casi cualquier cosa, incluso que un rival mire feo a otro. La pelota de playa con que se juega rebota de un lado a otro en campos duros donde ya casi no se conoce el pasto. Y, en el plano táctico, los equipos juegan como si fuera baloncesto. Cada vez retroceden más, se refugian en su campo y la única variante es si practican marca zonal o individual, igualito que en los rectángulos de madera.
Les digo: cada día que pasa, el fútbol se parece más al básquetbol.
Dejó de ser el de antes.
(*) El autor es director del diario La Cuarta