Cumbre de las Américas: El debut de Obama y las expectativas de la región
15.04.2009
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15.04.2009
Este fin de semana Trinidad y Tobago será la sede del primer cara a cara entre el presidente Barack Obama y sus pares del resto de América, entre ellos la presidenta Michelle Bachelet. Ahí podría plasmarse el cambio de actitud de Estados Unidos hacia la región, consolidando temas como la relación con Cuba, una nueva forma de mirar el problema del narcotráfico y la búsqueda de una solución a la falta de créditos internacionales.
Si para el encuentro del G-20 de comienzos de abril en Londres no convenía comprometer exageradas expectativas debido a la profundidad de la crisis financiera, quizá sí corresponda una actitud más optimista con respecto a la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago durante este fin de semana.
El encuentro que, desde lo formal significará la presentación ante la región de Barack Obama, posiblemente abra paso a una importante mutación del vínculo que Washington ha mantenido con el hemisferio. Por lo menos, la reconsideración de algunas de las demandas que el sur de las Américas ha sostenido con su poderoso vecino.
Todo indica que los espacios de discusión en esa cumbre y hacia adelante girarán en torno a cuestiones tales como nuevos criterios para combatir el narcotráfico, con eje en el consumo y menos en la producción.
También promete ser la puerta para modificaciones gruesas en la relación con Cuba, entre ellas ciertas medidas unilaterales, incluyendo que la cancillería estadounidense retire a la isla comunista de la lista de estados que patrocinan el terrorismo. El avance de estas horas, con el ablandamiento por parte de Washington de las restricciones para los viajes y las remesas a la isla, es un leve primer paso, pero considerable si se tiene en cuenta que anticipa hacia donde van realmente estas políticas.
Todos estos planteamientos fueron anticipados al menos como metas de análisis por la Brookings Institution, un influyente grupo de reflexión que preside el ex vicecanciller de Bill Clinton, Strobbe Talbot. Su acceso al gobierno lo prueba el hecho de que uno de los miembros de este think tank, Jeffrey Davidow, fue designado por la Casa Blanca para organizar del evento de Trinidad y Tobago. Y otro de sus integrantes, Carlos Pascual, va camino a convertirse en el próximo embajador de EE.UU. en México.
Hay por lo menos cuatro puntos que estarán sobre las mesas del debate, aunque no serán los únicos. Veamos: energías alternativas y el cambio climático; el conflicto por la inmigración; la integración comercial; y el combate al narcotráfico.
En la nómina asoman también Cuba y el desafío creciente -debido a la crisis mundial- de la ausencia de créditos para la región.
Si se comienza con ese último dato, es nítido que la inyección de dinero que en la cumbre del G-20 recibió el FMI de 1,1 billones de dólares (poco más que el PBI de Brasil), tendrá como destino aliviar la crisis en el Este europeo.
Los directorios del Banco Mundial y del FMI los integran 28 ejecutivos, ocho de ellos representan a Europa y tres a America Latina. «Adivine usted a dónde irán a parar mayoritariamente los fondos», dijo no hace mucho Moises Naim, director de Foreign Policy y también miembro de la Brookings.
La alternativa que se plantea es recapitalizar al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) con hasta 180 mil millones de dólares, más de tres veces su capital actual. Por cierto, y como siempre, no es claro de dónde saldrán esos recursos.
Si separamos tema por tema, la visión sobre el resto de la agenda sería la siguiente: la iniciativa con relación a Cuba es levantar las restricciones para viajes de norteamericanos a la isla; la cuestión ya dicha de la lista sobre terrorismo y remover cualquier traba a las remesas así como promover intercambios binacionales. Es casi el fin del embargo.
La pregunta es si Obama tiene fuerza política para llevar adelante esa propuesta. La respuesta en la Brookings es que sí. La realidad no lo confirma con tal claridad. La cuestión urge por diversas razones. Por un lado, el tema cubano ha sido siempre un escollo político interno en EE.UU. donde se lo tramita como un fenómeno doméstico. Y también ha sido una piedra en el zapato de cualquier política hemisférica debido a que el resto de los países de la región también ven como una cuestión doméstica que Cuba sea admitida tal como es: una nación con un gobierno similar al de China o Vietnam país con los cuales Washington sostiene fuertes vínculos políticos y comerciales.
El combate al narcotráfico tiene al menos dos dimensiones. Por un lado, el giro a una batalla no sólo contra la producción, sino con mucho mayor énfasis en el consumo, lo que centraría la estrategia sobre el mayor cliente, es decir Estados Unidos.
El planteo es por qué se sostiene que sólo reprimir la producción en los países productores -como Perú, Bolivia o Colombia- lleva a que los narcos se corran a otras naciones.
El crecimiento de las mafias en México sería un ejemplo de ese proceso. El otro aspecto involucra detener el trasiego de armas. «Dos mil armas entran cada día desde EE.UU. a México», sostiene una de las fuentes.
En la cuestión comercial, Washington pretende volver a la negociación multilateral que quedó frenada tras el fracaso del ALCA, el acuerdo de libre comercio de las Américas y que fue desbaratado por el empresariado sudamericano dudoso de los supuestos beneficios de una apertura indiscriminada como la que se proponía.
Los acuerdos de libre comercio bilaterales que impulsó George Bush en relevo de aquella iniciativa, son considerados por la actual administración como una alternativa de segunda (the best b). Este giro no implicaría abandonar los acuerdos ya negociados con Panamá y Colombia que, en opinión de estos analistas, deberían ser ya consagrados por Estados Unidos.
Sin embargo, al igual que con las dudas sobre el fondo para el BID, no queda claro cómo se podría avanzar a un acuerdo multinacional, en particular con el condicionante de la actual crisis.
El otro tema es el destino de la ronda Doha de la OMC para la liberación del comercio que se encuentra bloqueada. Primero lo estuvo por la decisión unida de Brasilia y Buenos Aires de oponerse. Últimamente por la misma actitud mantenida por Argentina aunque sin el apoyo de Brasil, que se considera con suficiente escala para animarse a una apertura con pocas restricciones.
El punto es que el norte mundial reduce, pero no totalmente, los subsidios al agro y, a cambio de esa baja, demanda una apertura de los mercados del sur al ingreso de bienes con valor agregado. La ecuación no parece resultar aunque Brasil la acepta más que Argentina. Una solución sólo surgiría, afirma esta organización, de un acuerdo entre Buenos Aires, Brasilia y Washington. Es, reconocen, una meta más ideal que realista de modo que no se esperan avances al respecto.
El capítulo de los combustibles alternativos (biocombustibles en lugar de petróleo) posiblemente avance si EE.UU., elimina al menos de modo gradual, el arancel contra el etanol importado (US$54 centavos por galón), lo que implicaría un beneficio considerable para Brasil.
Esa cuestión tiene que superar un tremendo lobby en Estados Unidos, pero es una apuesta política concreta de la actual Casa Blanca que intenta tejer otro tipo de vínculos con el sur americano. También habrá un fuerte capítulo sobre la cuestión medio ambiental.
Por último Obama no podrá eludir las presiones para aliviar el problema de la inmigración. Ideas sobre la mesa: implantar una visa de tres etapas, temporaria, provisional y permanente, con puntos. Elevar las cuotas de ingreso según las necesidades de mercado (1,5 millón por año). Y eliminar toda traba al envío de remesas.
*Editor internacional del diario Clarín de Argentina