Para no «quemarse» las manos
08.05.2008
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08.05.2008
Probablemente desde siempre pero en especial en los últimos tiempos, la opinión pública conoce de cerrados respaldos que autoridades del orden institucional -cuando no político y sectorial privado- le otorgan a subalternos o afines ligados con éstos, cuando los respaldados se ven envueltos en situaciones anormales por sí mismas o como efecto de actos involuntarios, pero de consecuencias públicas o privadas.
Es así como dichas circunstancias las hemos apreciado particularmente en el orden político, institucional y empresarial, con ocasión de situaciones que envuelven a personas ligadas por parentesco, subordinación y afinidad empresarial. Tres ejemplos precisos de lo dicho, los constituyen las llamadas «manos al fuego», que han provenido del señor Joaquín Lavín en relación con la situación de su yerno en la Municipalidad de Huechuraba, y del General Director de Carabineros, José Alejandro Bernales, respecto a la situación del escolta presidencial don Aldo Vidal. También no deja de llamar la atención, el silencio protector de sus pares respecto de la situación de la Corredora de Bolsa Alfa.
Todas estas situaciones son comprensibles respecto de las personas en sí mismas, pero desde luego mal consejera, cuando por dicho vehículo se busca aminorar con propósitos ajenos, los malos efectos del resultado de reñidas prácticas o conductas que en general se presentan de ordinario en el ámbito laboral, las cuales en algunos casos tienen que ver también con cuestiones de carácter político y empresarial.
No hace bien al sistema en general -salvo casos de total y completa prueba y convicción en un asunto determinado- que se rasguen vestiduras en forma anticipada a favor del supuesto trasgresor, sin un análisis completo de todos los antecedentes y alcances de los hechos mismos. Especialmente delicada es la situación, cuando al poco andar los propios afectados experimentan un cambio sensible en su propia situación laboral o personal. Así fue en el caso del General Director de Carabineros, don José Alejandro Bernales y su monolítico respaldo otorgado al Comandante Aldo Vidal -jefe de la escolta presidencial- y las posteriores derivaciones del episodio, el cual terminó con el relevo del destacado oficial, en contraste con el férreo respaldo inicial.
Se comprende perfectamente la buena fe con que pudo haber actuado en este episodio el General Director de Carabineros, pero por el contrario, cuando miembros institucionales incurren aunque sólo sea en errores menores, en actos innecesarios, se correrá el riesgo que lo hagan confiados precisamente en el respaldo irrestricto que van a recibir si éstos llegan a trascender. Es por eso que la reacción de las más altas autoridades institucionales, políticas o sectoriales en episodios de esta naturaleza, es siempre delicada de efectuar.
En consecuencia, en el caso de Carabineros de Chile, en términos propios y comparativos, es una institución ejemplar en su modo de actuar, pero no exenta de perfeccionismo. Así es también apreciada y valorada por la ciudadanía y las autoridades en general, razón por la cual cuando alguno de sus miembros incurre en alguna dificultad de procedimiento, lo razonable aparentemente es actuar conforme la situación lo amerita, más allá de todo espontáneo voluntarismo. Lo mismo vale para cualquier otra situación en el ámbito político o público-privado.
Así, parece ser que la prudencia indica que siempre la reacción debe ser proporcional al monto de la infracción, si es que la situación incluso ameritara algún tipo de reacción. De lo contrario, lo paradojal sería que ante una trasgresión gravísima, no habría verbo que pudiera explicarla salvo la condena a ultranza cuando el pecado está comprobado, cuestión que también contrasta con el propio principio de inocencia del sistema general. Confusa cuestión, en consecuencia, es la de reaccionar tan anticipadamente antes de esperar -al menos- el actuar del propio eventual responsable o de otras entidades vinculadas.
No es posible actuar en función de un fin superior como el estímulo y respaldo hacia el interior de los estamentos institucionales, políticos o empresariales, creyendo que sólo eso justifica una reacción anticipada; esos mismos estamentos se pueden ver golpeados a futuro, si la realidad finalmente se expresa de una manera distinta.