Modificación del Plan Regulador de Ñuñoa: ganó el negocio inmobiliario
19.12.2007
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19.12.2007
Un Plan Regulador Comunal (PRC) es un instrumento de planificación territorial que permite ordenar y reorientar el desarrollo urbano de una comuna, definiendo el uso que se dará al suelo y sus características. Es justamente ese valor planificador lo que lo hace determinante para el futuro de los vecinos. A la vez, lo convierte en una oportunidad de pensar, dialogar y analizar seriamente cómo queremos que sea la comuna que hemos elegido para vivir.
Sin duda, en la mayoría de las comunas chilenas, hablar de Plan Regulador es para muchos materia desconocida. Se entiende como el debate de unos pocos y son escasas las personas que saben del alcance de tal discusión. En Ñuñoa, a medida que creció la polémica en torno al Plan Regulador, éste se socializó al punto de dar paso a la espontánea expresión de los ciudadanos. Un ejercicio cívico democrático, que buscaba resolver una interrogante: ¿qué queremos cambiar de nuestra comuna y qué queremos conservar de ella?
Durante el proceso de modificación del PRC, recorrí los barrios, conversé con los vecinos y conocí cómo es la ciudad a la que aspiran los ñuñoinos: una comuna a escala humana, con barrios tranquilos y amables, de calles arboladas, con plazas para el desarrollo de nuestros niños. Una comuna con calidad de vida.
Aquí no hay una pelea entre casas y edificios, entre nuevos y antiguos vecinos o entre modernidad y tradición como algunos ridícula y porfiadamente han querido plantearlo. El tema de fondo es que, por un lado, había una necesidad imperiosa de avanzar en cambios profundos y estructurales tendientes a conservar y proteger nuestros barrios; y por otro, evitar que las condiciones permisivas del antiguo plan regulador fueran prácticamente un llamado abierto a las inmobiliarias para levantar nuevas construcciones, llevando cada vez más a centenares de personas a vivir a Ñuñoa sin que la infraestructura vial o las redes de alcantarillado y agua potable aumenten proporcionalmente a la llegada de nuevos vecinos.
Esa era la discusión de fondo y la modificación al Plan Regulador era una tremenda oportunidad para resolver visionariamente el destino de Ñuñoa.
Finalmente, la modificación aprobada no dio cuenta de la aspiración de los ñuñoinos. Por el contrario, terminó por considerar con mayor fuerza los intereses de las inmobiliarias. Por ello y tomando en cuenta que la zona en que se bajó la altura es aquella donde ya prácticamente no caben nuevos edificios, es que como concejala de Ñuñoa, voté en contra de la modificación propuesta por el alcalde y que hoy se publicita de manera tan bullada en las calles de la comuna como si se tratara de un motivo para celebrar.
La decepción y molestia también radica en que fueron los propios vecinos a quienes he apoyado los que mediante cartas, mails, artículos en la prensa, marchas y otros terminaron por convencer al alcalde de modificar el Plan Regulador. Sin embargo, nadie contaba con que esto terminaría en un proceso improvisado, sin cambios sustantivos, con poca seriedad, carente de visión y alejado de la participación ciudadana democrática.
Lo peor, es que en vez de frenar el negocio inmobiliario, se le terminó por entregar nuevos terrenos para continuar depredando una comuna históricamente reconocida por su vida de barrio.
La modificación al Plan Regulador de Ñuñoa fue una oportunidad pérdida:
a) Porque el proceso estuvo marcado por acciones autoritarias, con escasas instancias e instrumentos que permitieran una participación real de los vecinos.
b) Porque el proceso no tuvo seriedad técnica y por tanto, no hubo una evaluación detallada de la condición actual de cada barrio y una propuesta que respondiera a sus necesidades en términos de infraestructura vial, servicios o áreas verdes.
c) Porque al no considerar las observaciones planteadas por los vecinos, quedó en evidencia que la propuesta solo favorecía el negocio inmobiliario.
Lamento profundamente que no haya existido una actitud visionaria para pensar que las decisiones que hoy adoptamos son el reflejo de la comuna que dejaremos a nuestros hijos. Aspiro a conservar nuestra riqueza patrimonial, la calidad de vida y por sobre todo, a que los ciudadanos sean partícipes de las grandes decisiones.
Ñuñoa es la evidencia de la debilidad de la Ley General de Urbanismo y Construcción en cuanto a velar por los derechos urbanos y ciudadanos. Por tanto, mientras las ciudades crezcan al ritmo actual y esta institucionalidad permanezca, crecerán los conflictos urbanos, porque son muchos los intereses en juego y siempre gana el más fuerte: quien tiene en sus manos el poder del dinero.