Paco-ladrón: Delincuentes de uniforme
20.11.2007
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20.11.2007
Albino conducía el camión con su pesada carga de cigarrillos por la Ruta 68 en dirección a Santiago. Preocupado del tráfico de la carretera no prestó atención al auto que lo seguía de cerca aun cuando al llegar a la mitad de la Cuesta Lo Prado su velocidad disminuyó notoriamente y el vehículo no lo adelantó. De improviso, en la ruta se le apareció un carabinero con chaleco reflectante que le levantó su mano derecha con la palma extendida mientras que con la izquierda y gesto firme le ordenó detenerse en la berma. La clásica orden de alto policial fue cumplida sin demora por Albino. Pero apenas descendió del camión, el carabinero ya no estaba. En su lugar había otros hombres que lo golpearon y secuestraron. Minutos después, el camión reanudaba la marcha pero con otro chofer al volante.
Pasado el mediodía de ese 14 de septiembre, el camión llegó al kilómetro 20 de la Ruta 5 Norte. Allí, el cargamento de cigarrillos, avaluado en 700 millones de pesos, fue traspasado al container que esperaba de acuerdo al plan establecido por el líder de la banda de asaltantes, Juan Pablo Albornoz.
Todo funcionó como un reloj. Incluyendo el punto de partida de la operación, ejecutado por el cabo segundo de Carabineros, Marcelo González Cárdenas, quien le dio la orden de alto al conductor del camión que debían asaltar. Por desempeñar ese rol, el cabo González recibiría 40 millones de pesos. Esa fue la promesa que le hizo Albornoz cuando le ofreció integrarse al grupo de delincuentes.
Con los roles bien compartimentados, González Cárdenas sólo debía asegurarse cada vez que el camionero bajara. Entonces, el carabinero salía de escena y entraba el grupo de choque que intimidaba al chofer y lo secuestraba mientras otro equipo conducía el vehículo a una bodega. Nadie vería la cara de González Cárdenas, salvo los encargados de traerlo al punto operativo y de llevarlo de vuelta a Santiago. Y lo más importante, sólo Juan Pablo Albornoz y su hermano Juan Francisco sabían cómo contactarlo: le habían entregado un celular que sonaba únicamente cuando había una “pega”.
-La historia fue la siguiente –declaró el policía en la investigación posterior-, el “Alex Camión” y el “Peluca de Payaso” pasaron por mi casa en la mañana, a eso de las 9:30, en el Opel rojo. Llegamos a Curacaví, al inicio de la cuesta Lo Prado (…) Nos pusimos en la mitad de la cuesta. Yo me bajé e hice detener el camión simulando un control policial (…) El camión con cigarrillos fue llevado al kilómetro 20 de la Ruta 5 Norte frente a una servicentro Shell. Ahí cargaron los cigarros en un container.
La banda repitió una y otra vez el mismo método para sus asaltos. Y cada vez funcionó. Así fue hasta que el cabo González quiso ponerse a tono con el estilo de vida de su nuevo jefe. El contador auditor Juan Pablo Albornoz vivía en calle Flandes (Las Condes), recorría los caminos en camionetas último modelo, usaba camisas Polo y arrendaba parcelas en Algarrobo para veranear con su familia.
Con los 12 millones de pesos que había recibido hasta ese momento por su participación en la banda, el cabo González Cárdenas decidió realizar inversiones que despertaron la ira del líder.
-Este carabinero empezó a desarrollar una serie de actividades comerciales con recursos que le llegaban desde la banda: compró un local de pollos asados y máquinas tragamonedas que distribuyó en distintos locales. Y empezó a ostentar. Por ejemplo, recibió un Subarú Impreza como pago, un auto que no se condice con lo que ganaba -dice el fiscal Luis Cortés, quien investigó varios asaltos a camiones ejecutados por el grupo de Albornoz.
La respuesta del jefe de la banda no tardó: Juan Pablo Albornoz recriminó duramente al cabo González advirtiéndole que con sus inversiones y ostentación llamaría la atención en su unidad policial.
-La primera pelea entre la banda y este carabinero empezó por esto. Lo apodaron “Paco Hueco” por la forma en que se vestía, por los alardes que hacía, porque hacía mucha ostentación -recuerda el fiscal Cortés.
En las investigaciones paralelas que llevaron el Ministerio Público y la Dirección de Inteligencia Policial (Dipolcar), que pesquisa a carabineros sospechosos de pasarse al lado oscuro, quedó en evidencia que los controles internos de la policía fallaron.
González Cárdenas ya había sido investigado en Carabineros por su máquinas tragamonedas. Pero no por su origen, sino por los problemas que la recaudación de ellas le acarreó con algunos comerciantes. Aunque parezca increíble, González zafó sin acusación. El mismo cabo declararía después que dejaba su auto Subarú Impreza a unas cuadras de la unidad para burlar los controles.
En ese momento nadie en la Dipolcar reparó en otro dato importante. González tenía un hermano con prontuario policial. Y fue con él que formaría una nueva banda cuando la disputa con el grupo de Albornoz fue definitiva. Al menos dos asaltos alcanzó a ejecutar: a un camión con un carga de carne y otro con leche Svelty. De hecho, el primer detenido en este caso fue un primo del cabo González, sorprendido en una feria libre con cajas de carne robadas.
Si entre 2001 y 2004 los ilícitos imputados a carabineros, activos o en retiro, publicados por la prensa promediaban los cinco por año, el 2006 cerró con 14 casos y el 2007 registraba nueve hasta julio. Los casos no sólo crecieron en número, sino también en notoriedad. El año pasado se produjeron tres de los robos con mayor botín en efectivo ocurridos en Chile: los asaltos a camiones Brinks en Quilín y el aeropuerto, y el robo a la casa de cambio Costa Brava. En los dos primeros actuaron ex carabineros y en el tercero, tres funcionarios activos.
De hecho, el caso del cabo González y la banda de asaltantes de camiones fue el primer delito cometido por carabineros registrado por la prensa en 2006.
Tras el quiebre con el “Paco Hueco”, los Albornoz necesitaron con urgencia otro carabinero. Veraneando en Algarrobo encontrarían al candidato ideal. Si González Cárdenas se asoció a la banda al ser contactado por un asistente de la Policía de Investigaciones corrupto, la forma en que el joven carabinero Miguel Ángel González Ibarra fue engatusado por los Albornoz es de guión de película:
-Conocí a este grupo por un accidente de tránsito –declaró González Ibarra-. Me refiero a Juan Francisco Albornoz (…) Fue una colisión con daños. Al darle la opción de sólo dejar constancia, los afectados llegaron a un acuerdo. Él quedó agradecido y cada vez que me veía me saludaba. Lo veía seguido. Él manejaba una Hyunday Tucson (…) En enero ellos me llamaron a la tenencia diciendo ser familiares míos. Era un tercero del grupo y éste me pasó a Juan Francisco. Me dijo que quería hablar conmigo, que quería hacerme una oferta para un negocio. Les dije que tenía problemas, un hermano enfermo, que fui sancionado y tenía problemas. Me sinceré con ellos. Les dije que no estaba ni ahí con el trabajo.
El fiscal Cortés recuerda: “Los Albornoz le empezaron a hacer invitaciones al carabinero González Ibarra. Con uno de ellos entabló amistad y se relacionaron en términos de salir con mujeres, hasta que derechamente Juan Francisco Albornoz le dijo que su hermano quería proponerle un negocio. Antes de que cometiera un ilícito le pasaron dinero, un celular con el que lo llamaban para los asaltos y le facilitaron un auto. En febrero de 2006, González Ibarra tomó la decisión. Tenía problemas familiares, de adaptación laboral con sus superiores, además un hermano estaba enfermo. Se encontró en un estado depresivo y de falta de apoyo”.
El primer asalto en el que participó el carabinero González Ibarra fue a un camión cargado con queso. Lo fueron a buscar a El Quisco, donde estaba su unidad, y lo trasladaron al by pass de Rancagua, donde dieron el golpe. Después sería un camión con detergente.
Como lo demostraría la investigación posterior, con Miguel Ángel González los controles internos de Carabineros también fallaron:
-Después del queso me pasaron un auto. Un Polo. Me lo pasaron por una semana. En la tenencia dije que era de un primo -declaró el policía.
No sería el único hecho extraño que pasaron por alto sus superiores. Uno de los delitos que cometió tuvo lugar a la misma hora en que el carabinero Miguel Ángel González figuraba presente a la lista de solteros (los que duermen en la unidad), asalto que perpetró con un uniforme del que no había registro de que estuviera en su poder. Esa vestimenta la guardaba en una vivienda en Santiago donde convivía con una pareja que la institución desconocía a pesar del control que se ejerce sobre las parejas de sus integrantes. Frente a sus colegas y jefes de unidad, el policía figuraba pololeando con una joven de El Quisco.
La subsecretaria de Carabineros, Javiera Blanco, asegura que anualmente cerca de 140 carabineros son obligados a dejar las filas. La mayoría sale por desempeño deficiente o indisciplina reiterada, pero entre 40 y 50 se van por faltas graves, que básicamente son delitos comunes: “Es una señal que nos preocupa, pero no es una alerta. No estamos hablando de una institución corrupta (…) Ahora, ¿cuál es la señal? Que es un tema que se tiene que seguir reforzando. Me interesa generar más y mejores controles, más y mejor formación».
El teniente coronel Ricardo Solar, jefe de Comunicaciones, asegura que no puede detallar los controles sobre los funcionarios, porque requieren reserva, pero confirma que hay fiscalización aleatoria y permanente de las condiciones socioeconómicas del personal, además de un test de drogas sorpresivo. Este último, indica la subsecretaria, fue aplicado en 2006 “en todo el país, con resultados bajísimos. Creo que fueron siete personas con resultado positivo. Y este año hay una”.
Rafael Quintana Ibarra ya no luce el pelo corto que usaba cuando vestía de uniforme. Ahora se peló al rape. El grueso ex policía desentona en la estrechez del locutorio en que da la entrevista al interior de la Cárcel de San Miguel. Resulta difícil sostener un diálogo que debe recorrer aspectos íntimos con el potente canturreo de los internos evangélicos como banda sonora. Pero Quintana Ibarra está habituado a estos inconvenientes del encierro. Estuvo recluido desde octubre de 2005 en la Comisaría Pudahuel Norte -donde caen los carabineros imputados- y en enero pasado llegó al penal.
Quintana debe pagar siete años por robo con intimidación y recién puede pedir beneficios al cumplir tres cuartas partes de su condena. La fecha en que podrá elevar esa solicitud la tiene grabada: “El 31 de octubre de 2010”. Y la dice sin necesidad de sacar cuentas.
La fiscalía lo acusó, junto a Cristián Lizama y a un tercer sujeto, de haberse hecho pasar por carabineros de la Sección de Investigaciones Policiales (SIP) e irrumpir en la empresa de Roberto Díaz Salvador, a quien pidieron dinero a cambio de dejar sin efecto un par de órdenes de detención en su contra, de las que tuvieron conocimiento. También le sustrajeron un vehículo. El carabinero asegura que fue llevado al lugar por Lizama sin saber a qué iba y que no dio cuenta del delito porque lo amenazaron. La fiscalía no le creyó. Y los jueces del tribunal oral, tampoco.
-Estaba de servicio cuando se informó de un volcamiento de vehículo por lo que me trasladé hasta avenida Ossa con Echeñique. Al llegar, encuentro un jeep volcado y los ocupantes me manifestaron que eran integrantes del grupo musical American Sound. Llegó Cristián Lizama diciendo que era el manager y que si se necesitaba cancelar algún gasto, ya que se requiere pagar la alcoholemia y la grúa, me entendiera con él (…) iba saliendo a la población de nuevo y él me da los agradecimientos por el trato que le di. Y me pidió que si le podía dejar mi número de celular para hacerme cualquier consulta. Como fue tan amable, accedí. Pasaron meses, cuando estaba próximo el 27 de abril (Día del Carabinero), él me llamó: disponía de los grupos American Sound y Tropical Sound para amenizar la comida. Yo hice los contactos con mi jefatura y llegaron a la conclusión de que esas bandas no eran del gusto de todos los funcionarios.
Seis meses después, Lizama invitó a comer al cabo segundo al Pueblito del Parque O’Higgins: “Yo me sentía atraído por haber conocido a un integrante de American Sound, que estaba en un boom en esos tiempos. Incluso me hablaba que iban a ir al Festival de Viña”.
Lizama cayó detenido por otros delitos y se descubrió el número de Quintana en su celular. El carabinero fue sometido a una investigación interna, de la que fue absuelto.
-A fines de mayo (de 2005) yo llego a mi casa después del trabajo y Lizama estaba en el estacionamiento del recinto fiscal donde vivo. Otros individuos que no conozco estaban con él. Me dijo “hola, ¿te acordaí de mi?”. Y me pidió disculpas por haberme metido en esas situaciones. Fui cortante y subí a mi domicilio.
Días después, al salir de su unidad, fue abordado nuevamente por Lizama. Rafeal Quintana cuenta que éste le pidió que chequeara unas patentes de vehículo en el sistema de comunicaciones policial:
-Me dijo “acuérdate que tienes una familia, así que quiero que me veas las patentes”. Yo le dije “¿a qué te referís?”. “Le puede pasar algo a tu familia” y me dice que siempre va a ser delincuente y que tengo que tenerle respeto por lo que puede hacer conmigo o con mi familia. Me asustó, él sabía que era casado, sabía donde vivía y que tenía una hija pequeñita.
Aunque el comandante Solar asegura que el funcionario que enfrenta una situación personal crítica siempre es auxiliado, Quintana sostiene que entre los carabineros habitualmente se aconsejan que frente a una intimidación de delincuentes lo mejor es arreglárselas solo:
-Eso yo lo tenía más que claro. Si doy cuenta, Carabineros no me va a proteger a mí ni a mi familia. Carabineros no hace eso, jamás lo ha hecho. Me van a decir “haga una denuncia contra el individuo”. Si un oficial tiene un problema, le ponen un punto fijo en su casa. ¿Usted ha visto que un suboficial como nosotros tenga un punto fijo en su casa? Cuando el funcionario vive en una comuna o población conflictiva no le ponen resguardo.
El ex cabo segundo cita el caso de un carabinero al que conoció cuando estuvo detenido en Pudahuel Norte:
-Había dos funcionarios por el caso de “los Cara de Pelota” (banda de narcos de La Legua). De uno de ellos dijeron que era una especie de protector, pero la verdad es que sólo una vez llamó para avisar que iban a allanar, y no sabía en qué parte, pero les dijo que iban a la población. Ellos viven ahí y como se dice en la jerga de carabineros “se da la mano”, porque tienen que transar para vivir ahí.
Si hubiese sido un día normal, Carlos habría llevado consigo más de 20 millones de pesos en billetes. Y si todo hubiese salido como estaba previsto, los habría depositado sin problemas en la sucursal del Banco de Chile de Walker Martínez, en Quinta Normal. Pero esa vez llevaba sólo 4 millones y fracción, porque el día anterior había retirado la recaudación del fin de semana en el servicentro de avenida Carrascal que administraba. Claro que eso no lo sabían los sujetos que iban a asaltarlo.
Carlos no se ponía nervioso con tanta plata encima. Ya había hecho varias veces ese delicado trámite bancario y normalmente contaba con escolta policial. Pero nada fue normal ese martes. Y nada resultó como estaba previsto, ni para él ni para los asaltantes. Los delincuentes fueron detenidos en el escape y Carlos terminó con el estómago perforado por dos tiros, ambos con salida de proyectil.
Era difícil pensar que a él le sucedería algo así. En su servicentro de Carrascal se abastecían los vehículos policiales del sector y había tejido una estrecha relación con los carabineros, en especial con un motorista amable y afectuoso, Cristián Ramírez Gallegos, a quien incluso hacía favores personales, como cambiarle cheques, lo que repetía con otros efectivos. El vínculo le permitía pedir que lo escoltaran al banco cuando iba a depositar. A veces, los mismos carabineros se ofrecían, como ocurrió ese martes 10 de octubre de 2006, después de un fin de semana largo.
Al mediodía de esa jornada, seguido por un radiopatrulla, Carlos enfiló su camioneta hacia el banco. Pero los carabineros se retiraron cuando él se estaba estacionando al interior de la sucursal. Al bajar de su vehículo, dos sujetos lo abordaron y uno de ellos le descerrajó dos balazos a quemarropa. La justicia finalmente determinó que uno de los autores materiales era el ex carabinero Aldo Bustamante y uno de los autores intelectuales, el motorista Ramírez Gallegos.
“Ojo con los motoristas”, advierte un fiscal del Ministerio Público que ha investigado a carabineros imputados. Semanas antes un penalista que defiende a policías en aprietos legales había hecho la misma prevención y, curiosamente, la repitió un oficial superior en retiro.
Los tres apuntan a que no hay registro de todos los movimientos que los motoristas hacen durante su jornada de servicio: “Hay poca fiscalización sobre ellos. No adoptan procedimientos, por lo que no hay constancia de dónde estuvieron en el día. Son una fuerza de despliegue rápido y su misión es llegar con urgencia al lugar de los hechos, pero son otros carabineros los que toman el procedimiento”, señala el fiscal.
-Prácticamente se mandan solos –complementa el abogado.
La declaración de Ramírez ante la fiscalía ratifica lo anterior. En ella admitió que en su jornada de servicio, con uniforme y usando la moto institucional, concurrió a la reunión en la que le ofrecieron participar en el asalto: “A raíz de un accidente de tránsito en que participé y que se tramitó en el 36º Juzgado del Crimen de Santiago, la actuaria me indicó que era mejor que me hiciera asesorar por un profesional, presentándome a un procurador de nombre Cristián Letelier. Dicha persona efectivamente me ayudó en el proceso (…) El día anterior al asalto, el procurador Letelier me llamó a mi celular y me pidió que nos reuniéramos en un rato más. Me señaló que iba a estar en la Costanera detrás del hospital Félix Bulnes (…) Llegué al lugar en que habíamos acordado reunirnos en la moto de Carabineros y vestido con el uniforme de motorista. Allí Letelier me señaló que habían personas que querían hacer una “pega” en la bomba Copec de avenida Carrascal, dando a entender que se trataba de un asalto”.
Aunque finalmente Ramírez reconoció su rol de autor intelectual en un proceso judicial abreviado, en sus declaraciones previas sólo admitió que fue invitado a participar en el asalto: “(Letelier) me solicitó que yo escoltara el vehículo que iba a transportar el dinero de la bomba Copec, para lo cual debía ofrecerme como escolta. Me solicitó que le cooperara en el asalto, ya que en un momento determinado sujetos iban a asaltar el automóvil, entonces la escolta los tenía que dejar botados o hacerse los desentendidos (…) pero le señalé que yo no me prestaba para eso”.
No obstante, el fiscal Francisco Ledezma probó que en los minutos previos al atraco y casi sobre la ocurrencia del mismo, Ramírez se comunicó varias veces vía celular con Letelier, quien coordinaba los movimientos de los asaltantes. Además, la versión del motorista acerca de que no alertó a sus superiores porque sintió temor -“las personas que iban a cometer el asalto seguramente eran peligrosas”-, no encaja con la estrecha relación que tenía con el organizador del atraco, quien incluso había asistido al matrimonio del policía.
Cuando la mujer comenzó a forcejear para impedir que la maniataran, alcanzó a gritar: “¡Mátenme si quieren, pero acá no hay plata!”. Los tres hombres que habían apurado una cervezas en una de las mesas del expendio de alcoholes que atendía Ester Vilches, se habían levantado de sus asientos y uno de ellos la amenazaba con un revólver. En su desesperación, ella consiguió presionar un interruptor. Moisés Carrasco Alcatruz le dio un tirón al cable, pero no impidió que se accionara la alarma conectada a la casa vecina. Su hermano José Carrasco Alcatruz se percató de que un joven que acompañaba a la mujer se escabullía por la parte de atrás del local. Lo siguió a la carrera, pero al cruzar la puerta recibió dos disparos. Los estampidos quebraron el silencio de la apacible localidad de Yáquil, cerca de Santa Cruz. Un tercer hombre, David Carrasco Alcatruz, comprendió que el golpe se había jodido.
-José no apareció más –declaró David– y yo le dije a Moisés que nos fuéramos porque estaba llegando más gente. En eso salgo hacia fuera, hacia el camino, y voy saliendo cuando me dispara un caballero que estaba al lado de la puerta con un revólver. Pero no me dio, y desde el lado de la casa me dispararon por atrás, con una escopeta. Sé que se trataba de una escopeta por las municiones que me llegaron a la cintura. Ahí me devolví y salí por la parte en que hay un gallinero, salté el cerco y partí hacia un potrero.
El juicio oral estableció que un cuarto hermano, Juan Carrasco Alcatruz, había proporcionado el revólver y esperaba en las cercanías en un vehículo. Él, además, había recibido el dato de que la mujer guardaba fuertes sumas de dinero bajo el colchón. Se lo había contado un vecino, Eduardo González, quien también condujo un vehículo para dar el golpe.
Si resulta curioso que cuatro hermanos protagonicen un robo con violencia e intimidación, lo más sorprendente es que dos de ellos, Juan y José, eran carabineros al momento de cometer el delito.
Juan llevaba 15 años en la institución y al momento de cometer el ilícito tenía dos condenas a su haber. En 1997 el Sexto Juzgado Militar de Iquique lo había sentenciado a 300 días de presidio por el delito de coautor de hurto de dinero. Por la misma causa su superior inmediato cursó su baja en agosto de 1995, pues fue reconocido como uno de los dos carabineros que robaron 40 dólares y 5 mil pesos a un ciudadano boliviano al que hicieron un control de identidad. Pero en abril de 1996 la Dirección General de Carabineros dejó sin efecto la baja y lo restituyó. Hay más, en 2002 el mismo Juan Carrasco Alcatruz fue condenado por el Segundo Juzgado del Crimen de San Fernando a 61 días de presidio por conducir en estado de ebriedad.
Su hermano, el carabinero José Carrasco presentó en el juicio oral una coartada bastante curiosa para un policía. En el estrado dijo que no habían ido a asaltar el local de Yáquil, sino a comprar marihuana para su hermano David.
Un abogado que ha defendido numerosos casos de carabineros acusados de cometer ilícitos explica que hay una constante que se repite en muchos de sus representados:
-En el 90% de los casos –dice el penalista-, son carabineros que están cerca de cumplir los 20 años de servicio, el mínimo para irse con una jubilación, y que ya tienen muchas sanciones, muchos días de arresto, que han estado en lista 3 (de calificación deficiente) y que con muchas probabilidades de caer en lista 4 (de eliminación). Entonces, saben que se van a ir antes de los 20 años, sin jubilación y sin Hospital de Carabineros para sus familias. Y ahí crece la tentación.
Según estadísticas proporcionadas por la Subsecretaría de Carabineros, a medida que se acerca la frontera de los 20 años, los carabineros se cuidan más de no caer en causales de eliminación (conducta mala, destitución, lista 4 o reiteración de lista 3). “Los que se van cerca de ese límite, generalmente están envueltos en algo grave”, dice el penalista.
“Lo vi fácil”, repite, en voz baja y profunda, el ex carabinero Pablo Molina Pizarro. En el agobiante subterráneo de la Cárcel de Alta Seguridad, por primera vez relata cómo y por qué se involucró en el asalto al camión de Brinks que él mismo conducía. El botín del atraco, ocurrido en avenida Quilín en octubre de 2006, sumó 717 millones de pesos en efectivo.
Molina tiene cuatro hermanos carabineros. Y su padre era un suboficial mayor en retiro que falleció de un accidente vascular poco después de que su hijo mayor cayera preso. “Soy la vergüenza de mi familia”, dice. Está casado con una ex funcionaria de carabineros que salió de la institución cuando se conoció la conexión de su marido con el asalto.
Aunque Carabineros dispone de una red de asistencia social para auxiliar a los efectivos que enfrentan problemas, la historia de Molina y su esposa demuestra que puede ser insuficiente. El ex carabinero cuenta que completó 16 años de servicio y que fue licenciado sin beneficios previsionales después de una larga licencia médica, por lo que se integró a Brinks:
-Yo pagaba 120 mil pesos de arriendo, más luz, agua, cable y con lo que uno vive diariamente. Para eso me alcanzaba, pero no para comprar una prótesis de cadera nueva para mi señora, que la tiene hace ocho años y ya está empezando con problemas, que me vale 3 ó 4 millones de pesos. Se nos vinieron muchas cosas. Mi hija nació sin una oreja. La operamos, le pusimos una orejita, pero se pescó una peste y perdió todo el tratamiento, y mi señora quedó totalmente endeudada en Carabineros en 4 millones de pesos. Tengo una pareja de mellizos de 3 años, de los cuales uno me nació con estrabismo y también lo operamos. Estábamos viviendo una situación en que no le voy a decir que nos faltaba para comer, pero estaban estas cosas que me daban vueltas en la cabeza.
Al ex subsecretario de Carabineros, Luciano Fouillioux, no le sorprende que ex carabineros convertidos en guardias protagonicen delitos. Él cuenta que detectó casos en que las causas para cursar el retiro de algunos funcionarios no correspondía con los antecedentes reales. En palabras simples, el tipo se iba por una falta menor, lo que le permitía salir con los papeles limpios y optar a un empleo en empresas de seguridad.
-En la historia interna- apunta Fouillioux- si uno mandaba a buscar el expediente, el sumario, ahí venía lo que realmente era. Desde el punto de vista de la razón final aparecía por “renuncia voluntaria”, “solicitud de retiro” o “incompatibilidad física” (…) Finalmente a los tipos los terminan de dar de baja porque no están dispuestos a que el día de mañana aparezca un carabinero asaltando una panadería. Y el tipo se va por una razón administrativa, como que no tenía las características para el cargo.
Un ex oficial reconoce que algunos jefes, cuando detectan a un candidato a caer en una falta grave, se las arreglan para cursar su baja o retiro por razones administrativas: “Uno tiene esa sospecha y usa otras vías: lo sanciona porque se casó sin permiso, porque no llegó a la lista, le junta cosas para sacarlo. Carabineros se deshace del mal funcionario, pero esa persona se va con los papeles limpios, porque no ha cometido delito, y puede ser guardia. No se sinceran las razones”.
La subsecretaria Blanco asegura que el proyecto de ley sobre seguridad privada pretende que todo ex funcionario que salga por junta calificadora, independiente de si ha cometido delito o no, quede impedido de ser guardia o vigilante:
-Una persona que ha cometido un ilícito, no puede ser guardia, porque eso está excluido en la ley. Pero, ¿una persona que ha sido separada de la institución, que ha sido desvinculada por mal servicio, por estar en lista 3 o 4, puede llegar a ser guardia? Hoy, sí. En el proyecto de ley que se trabaja sobre seguridad privada, eso viene incluido como una limitación. Bajo esa nueva normativa, una persona que ha sido desvinculada por junta calificadora no podría llegar a ser guardia o vigilante.
Fouillioux relata que un tema que le tocó analizar fue lo que él llama “el colaboracionismo o la protección hacia el personal propio”:
-Me decían: “No era tan grave”; “déjalo que trabaje y que se gane la plata sanamente”; “puede reivindicarse”; “lo que hizo no era para ser carabinero, pero puede ser guardia”. Hay un círculo vicioso que a mi juicio no se va a romper si no se crea el Ministerio de Seguridad. Un ministerio con las policías bajo su dependencia, que pueda ir poniendo orden en esta materia.
12-02: De baja tres carabineros por asaltar a tres jóvenes en Lo Valledor. Se trata del cabo segundo Oscar Lisandro Cabrales Pérez (27) y los carabineros Fernando Andrés Riquelme Galindo (21) y Leonel Sebastián Osorio Meza (26).
13-02: Corte Marcial pide procesar a ocho funcionarios de la 50ª Comisaría de San Joaquín por robo de droga decomisada -hecho ocurrido el 30 de diciembre de 2004-, por obstrucción de la investigación y por falsificación de documento público para proteger a involucrados. Las solicitudes de procesamientos afectan a los tenientes coronel Luis Crespo Zamorano y José Muñoz Palma, los mayores Rolf Reimann Rodríguez y Andrés Oelkers Sainz, los capitanes Juan Carlos Rodríguez Bass y Pablo Antonio Muñoz Ubal (ambos destinados en Haití al momento de la resolución judicial), y las carabineras Ángela Arcos Bustos y Viviana Donoso Díaz. Estas últimas ya habían sido dadas de baja por otras irregularidades con drogas y por usar una tarjeta bancaria que sustrajeron a otra policía en la misma unidad.
15-02: Detenido carabinero activo Miguel Ángel González Ibarra, de la dotación de El Quisco, quien reconoció su participación en una banda de asaltantes de camiones. En el mismo caso fue detenido después el cabo segundo Marcelo González Cárdenas.
10-05: Cabo segundo Manuel Vélez de baja por hurto de carne desde un supermercado Líder de Los Ángeles.
05-06:Cuarto Tribunal Oral de Santiago condena al cabo Rafael Quintana Ibarra, de la 18ª Comisaría de Ñuñoa por robo con intimidación. El policía y otros dos sujetos se hicieron pasar por funcionarios de la SIP y le exigieron dinero a un empresario para dejar sin efecto órdenes de aprensión pendientes.
23-07: Sargento segundo David Muñoz Peña (44), de Pozo Almonte, preso por participar en una banda que contrabandeaba vehículos 4×4 robados hacia Bolivia.
06-08: De baja mayor Cristián Coloma, de la Quinta Comisaría de Yumbel, por agresión sexual a una cabo segunda tras la celebración del Día del Carabinero el 24 de abril de 2006.
08-08: A retiro el director del hospital de Carabineros, coronel Luis Prieto, y el jefe de adquisiciones del centro asistencial, coronel Pablo Malbrán, por irregularidades en un llamado a licitación para comprar insumos quirúrgicos. Antecedentes fueron enviados a la Fiscalía Militar. Otros seis funcionarios del hospital, entre ellos algunos oficiales fueron suspendidos de sus cargos. La empresa Cygfy S.A. se adjudicó la licitación ofreciendo los productos en $186 millones, mientras que las ofertas de otros postulantes promediaban los $25 millones.
22-08: De baja teniente de la Subcomisaría de Accidentes del Tránsito de Concepción, Juan Bustos Inostroza, por irregularidades en peritajes. Se sospecha que pudo pedir dinero a cambio de alterar los peritajes antes de enviarlos a los tribunales.
05-09: Investigación interna de carabineros propone la baja del cabo primero Cristián Jara Gutiérrez, de la Cuarta Comisaría de Cauquenes, hermano de uno de los dueños de la empresa Femex, la de la estafa de los “quesitos”. La cuenta bancaria del policía llegó a manejar $200 millones y su esposa era la responsable regional del negocio.
12-10: Sexto Juzgado de Garantía de Santiago formaliza al ex carabinero Aldo Bustamante por robo con intimidación y violencia calificado contra un coronel (r) del Ejército a la salida del Banco de Chile de Quinta Normal. En el mismo caso sería condenado en juicio abreviado, como autor intelectual, el carabinero activo al momento del atraco Cristián Ramírez Gallegos.
04-11: Investigaciones detiene a dos efectivos de una comisaría de Peñalolén acusados de coludirse con mujeres de un sauna para asaltar a sus clientes.
25-11: Formalizan al chofer de Brinks y ex carabinero Pablo Molina Pizarro que actuó junto a la banda que robó el camión de valores que él conducía. El atraco ocurrió en avenida Quilín el 15 de octubre de 2006 y reportó un botín de $717 millones en efectivo.
02-12:Recluido el ex carabinero José Arriagada Jara (52), guardia de Brinks acusado de “datear” a los asaltantes de un camión de valores en las bodegas de LAN Cargo del aeropuerto de Pudahuel –hecho ocurrido el 08 de abril de 2006- que consiguieron un botín de $992 millones.
03-03: Investigaciones detiene al ex carabinero Juan Carlos Riffo por su participación en el asalto a sucursal del Banco Santander-Santiago en Peñalolén (hecho ocurrido 21 de febrero de 2007). La banda intimidó con fotos de familiares a los encargados de la bóveda. El sargento activo Óscar Alegría (43ª de Peñalolén) es acusado de proporcionar las fotos, a las que tuvo acceso por el sistema en línea de su unidad con el Registro Civil.
11-03: Carabineros anuncia la baja de tres funcionarios de la 1ª Comisaría de Santiago involucrados en el robo a la casa de cambio “Turismo Costa Brava”, ocurrido el 31 de diciembre de 2006 y que arrojó un botín de 500 millones de pesos, Los funcionarios son Óscar Carrillo Ascencio, Bernardo Alarcón y José González.
18-04: Detenido y procesado por la Fiscalía Militar el ex prefecto de la provincia de El Loa, coronel Eduardo Bustos Parra, por desfalco de cerca de $80 millones de la Unidad de Finanzas de la prefectura (hecho descubierto a mediados de 2006). Fue detenido junto a otros dos oficiales, cuya identidad y grado de participación no se menciona.
04-05: Sexto Tribunal Oral de Santiago dicta condenas contra la banda narco “Los cara de pelota”. Entre los 18 condenados figuran los ex carabineros Sergio González Mena y Octavio Torres Alballay, acusados de haber brindado protección a la banda cuando estaban en servicio activo.
12-05: Dipolcar indaga a dos suboficiales de la Primera Comisaría de Santiago por vínculos con hackers que realizaron un fraude bancario. Sus nombres aparecieron en la investigación que llevaba la Fiscalía Oriente por una estafa a clientes del banco Santander-Santiago mediante falsos correos electrónicos.
19-05: Fiscalía Militar investiga al capitán Gerardo Roa, de la Primera Comisaría de Osorno, por malversación de fondos fiscales en una celebración de su unidad.
29-05: Detenido y de baja el sargento segundo del OS 7 Jaime Rodríguez Varas por ingresar papelillos de pasta base y marihuana al penal de El Manzano, en Concepción.
10-07: De baja cabo segundo Carlos Monardes Saldivia (35) por robar la cartera a una anciana en Las Condes. Fue detenido por transeúntes.
20-07: Jueza del Segundo Juzgado Civil de San Antonio entrega antecedentes a Fiscalía Militar de Valparaíso para que investigue vinculación del capitán Lincoyán Valenzuela Valenzuela con el crimen del niño Juanito Miranda. La magistrada acreditó que Valenzuela desarrolló una investigación paralela del caso, sin autorización de sus superiores. El crimen de Juanito Miranda, de 12 años de edad, ocurrió el 26 de septiembre de 2002 y se encuentra procesado su padre Patricio Miranda Sáez como autor de parricidio, y su actual esposa, Nevenka Beltrán Mira, como coautora.
Aunque las encuestas muestran que Carabineros sigue al tope de las instituciones que generan más confianza entre los chilenos, los dos últimos años han sido duros para la institución en lo referente a ilícitos cometidos por policías uniformados.
La institución informó que bajas por hechos delictivos sumaron 16 en 2006 y 11 en 2007 (hasta agosto). El teniente coronel Ricardo Solar, jefe de Comunicaciones, insiste en que estas cifras representan el 0,05% y 0,04%, respectivamente, de la fuerza efectiva en ambos años: “El impacto cuantitativo es ínfimo”, recalca. Pero estos delitos tienen una fuerte repercusión social y exposición mediática. Por ejemplo, los 11 dados de baja en 2007 habían participado en seis ilícitos de amplia difusión en la prensa.
El año partió mal para Carabineros. En la noche del 31 de diciembre de 2006 se produjo el audaz robo a la céntrica casa de cambio Costa Brava, cuyo botín reportó 500 millones de pesos. Mientras los ladrones estuvieron en el local, un radiopatrullas de la Primera Comisaría permaneció frente al inmueble. Sus tres ocupantes -Óscar Carrillo, Bernardo Alarcón y José González- fueron acusados de recibir y ocultar el botín en el vehículo policial.
Sólo semanas después, el 21 de febrero, el ex carabinero Juan Carlos Riffo lideró el asalto al banco Santander-Santiago de Peñalolén. La banda intimidó a los funcionarios de la sucursal exhibiéndoles fotos de sus parientes cercanos. Las imágenes habían sido proporcionadas por el sargento activo Óscar Alegría, quien accedió a ellas a través del sistema en línea entre el Registro Civil y su unidad.
En mayo la atención volvió a centrarse en la Primera Comisaría: dos suboficiales aparecieron envueltos en un fraude bancario informático. “Después de la casa de cambio los controles en esa unidad tienen que haber sido exhaustivos. Pero resulta que dos meses después nos enteramos que hay dos suboficiales de esa comisaría detenidos por una estafa a clientes del banco Santander. ¿De qué control estamos hablando?”, se pregunta un penalista especializado en defender carabineros.
Un ex funcionario que se desempeñó en la División de Seguridad Ciudadana del Ministerio del Interior asegura que la reiteración de uno o dos casos mensuales de esta naturaleza puede generar un problema de imagen pública en un par de años. “Si hablamos de 14 casos en 2006, estadísticamente estamos frente a 1,1 caso por mes. Y si en el primer semestre de este año iban 9, la cifra sube a 1,5 por mes. Si esa tendencia persiste, el fenómeno se hará más visible para la opinión pública y puede llegar a ser un problema para Carabineros”.
Documento 7: “Bajas por delitos 1998-2007”
Documento 8: “Personal de baja 2007”
El 18 de mayo de 2006, en el segundo día del juicio oral al que fue sometido, el ex cabo segundo de Carabineros Rafael Quintana Ibarra seguía hablando como si aún hubiese trabajado en una comisaría. Explicaba a los jueces los procedimientos policiales y decía “nosotros” cuando se refería a Carabineros. Un año y medio después, recluido en la Cárcel de San Miguel, sigue haciéndolo. En el tono pausado de este hombre grueso, rapado y de cara redonda, aún se advierte la jerga del que ha vivido en una unidad policial.
Pero, en su dura realidad actual, lo único que hoy relaciona a Quintana con su pasado verde es que comparte celda con otros dos ex carabineros procesados por un asalto a un banco. Fue condenado a siete años por robo con intimidación. Junto a otros dos sujetos se le acusó de haber participado en un montaje en el que se hicieron pasar por funcionarios de la Sección de Investigaciones Policiales (SIP) para sustraer dinero y un vehículo a un empresario.
El ex cabo segundo aún reclama que es inocente, que el líder de la banda lo llevó al lugar del delito sin decirle a qué iban y que no alertó a sus superiores porque lo habían amenazado a él y a su familia. Según cuenta, entre los carabineros siempre comentan que si un delincuente los intimida es mejor salir del problema solo:
-Eso yo lo tenía más que claro. Si doy cuenta, Carabineros no me va a proteger a mí ni a mi familia. Carabineros no hace eso, jamás lo ha hecho. Me van a decir “haga una denuncia contra el individuo”. Si un oficial tiene un problema, le ponen un punto fijo en su casa. ¿Usted ha visto que un suboficial como nosotros tenga un punto fijo en su casa? Cuando el funcionario vive en una comuna o población conflictiva no le ponen resguardo.
-Usted estuvo detenido en Pudahuel Norte, donde están todos los carabineros imputados por delitos. ¿Qué casos conoció ahí?
-Había dos funcionarios por el caso de “los cara de pelota” (narcos de La Legua). De uno de ellos dijeron que era una especie de protector, pero la verdad es que sólo una vez llamó para avisar que iban a allanar, que no sabía en qué parte, pero que iban a la población. Ellos viven ahí y como se dice en la jerga de carabineros “se da la mano”, porque tienen que transar para vivir ahí. Todos los que llegaban a la Pudahuel Norte eran culpables de cierta manera, pero había un funcionario joven que no tuvo que ver en nada. Era un carabinero nuevo que salió con dos antiguos que estaban maleados. Salieron a festejar y en la curadera el joven se quedó dormido en el auto y los otros dos allanaron a unos tipos y les robaron un DVD y dos mil pesos, para comprar pisco y seguir tomando. Pero el joven ni supo lo que pasó.
-Usted me habla de carabineros maleados. ¿Cómo operan los controles internos para detectar a los que cometen ilícitos?
-Si uno llega en un auto, por ejemplo, que no es acorde al sueldo, lo van a investigar. Pero si es un oficial, no. Conocí un caso en que a un carabinero de Lo Barnechea lo dieron de baja porque tenía una tremenda camioneta y después en la investigación resultó que tenía hasta caballos de carrera, todo con plata de mala fuente. Conocí un caso de un mayor, que ahora está en retiro, que viajó por toda Europa con su señora porque trabajaba en los casinos de Carabineros y recibía plata de los proveedores, por cosas que se pagaban y no llegaban. Él mismo me lo contó, directamente, cuando yo era carabinero.
-Pero se supone que hay controles rigurosos en la selección del personal.
-Hay delincuentes vestidos de uniforme. Existe un proceso de selección, pero hay sectores que malean al carabinero y por la patrulla en la población se van metiendo con los delincuentes. Algunos reciben plata por no llevarlos detenidos. Mire lo que me pasó a mí. Empecé a frecuentar a Cristián Lizama (el líder de la banda) porque lo conocí en un procedimiento policial. Me cayó bien. No sabía que era delincuente. Me invitó a comer y yo pensaba: “Es buen amigo”.
-¿Es cierto que hay poca fiscalización sobre los patrullajes que hacen los motoristas?
-Los motoristas no tienen contacto con la gente, son de choque, de reacción. Si hay una alarma se mandan primero las motos. No adoptan procedimientos, porque son de reacción y cuando llega el RP (radiopatrulla) sus ocupantes hacen todo y la moto sigue andando. Pueden ir para cualquier lado. El furgón o el RP no pueden salir del cuadrante, pero la moto sí. Tienen menos control. Yo tenía amigos que salían del sector e iban a otra comuna, a almorzar a sus casas, en las motos. Eso era común. Yo de franco iba a la casa de mi cuñado y los veía allá cuando pasaban en las motos. Y yo no iba a avisar a los jefes, porque cada uno cuida su pellejo.