Bielsa sin caricaturas
05.11.2007
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05.11.2007
Recuerdo que en el casino del diario mendocino Los Andes nos comimos hasta la mesa con mi colega y posterior jefe César Olmos. Tuvimos la buena ocurrencia de acercarnos al maestro de cocina, quien nos explicó con paciencia los distintos cortes del vacuno. Eso sirvió para devorar unos impresionantes bifes de chorizo con ensalada mixta junto a unas heladas cervezas “Andes”. Había que bajar la comida y no hallamos nada mejor que caminar.
Era enero del ’91 y el sol pegaba fuerte. Con Olmos, que era el enviado especial de El Mercurio –yo iba por La Tercera- a la “Copa Racimo de Oro”, apuramos el paso para acercarnos al hotel donde se concentraba Newell’s Old Boy de Rosario, proclamado en diciembre del ’90 campeón argentino. La idea era pactar una nota con el joven entrenador del cuadro leproso, Marcelo Bielsa, entonces de 34 años.
Justo cuando se subía al bus lo abordamos. Con amabilidad nos dijo que nos recibiría al día siguiente a las 11 de la mañana, en la antesala del duelo con el Colo Colo de Mirko Jozic, que el 5 de junio de ese año se llevaría la Copa Libertadores.
Con el paso del tiempo, siento que ha sido una de las mejores decisiones que he tomado. “Veo videos para atacar” fue una nota que leí en El Gráfico cuando el desconocido Bielsa irrumpía en el competitivo fútbol argentino. Me impactó su profundidad. En dos páginas tuve la impresión de un tipo distinto, capaz de ver cosas en la cancha que los demás no observamos. Una charla larga de tres horas en un céntrico hotel de Mendoza sirvió para una entrevista dominical en La Tercera cuyo título fue “Este hombre respira fútbol”.
Varias cosas me llamaron la atención, aunque la principal fue que el técnico del campeón argentino se detuviera a hablar largo y tendido con un par de jóvenes periodistas. Nos inundó con preguntas sobre Chile, el nivel del fútbol local, la revolución que Jozic practicaba en Colo Colo, explicándonos además cómo y por qué Newell’s había pasado de ser un equipo que pelearía el descenso a dar la vuelta olímpica ante Vélez Sarsfield. Un concepto me impresionó: “Newell’s es una fábrica sin humo, que invierte cien mil dólares anuales, pero que vende un jugador cada temporada en un millón”, nos dijo convencido.
De ahí en más el contacto con Bielsa me permitió –siento- crecer periodísticamente, enriquecer mi visión del fútbol. La Copa Libertadores del ’92 fue una etapa hermosa. Newell’s cayó en la final ante Sao Paulo en el Morumbí, en definición por penales, en una campaña que seguí de cerca. Debí grabar varios partidos de los rivales de los rojinegros y enviarlos por bus, dándole una propina a un auxiliar paleteado de Buses Ahumada para que los dejara en una oficina del terminal de Retiro, mientras me comunicaba a algún lugar de Argentina para que los colaboradores de Bielsa retiraran el material. Un telegrama de agradecimiento por los servicios prestados me hizo sentir que mi colaboración fue importante.
El contacto permaneció, aunque más espaciado. Cuatro años más tarde, en la Eurocopa de Inglaterra, volvimos a encontrarnos. Bielsa viajaba con su amigo Jorge Valdano y junto al periodista Richard Olate, recorrimos Inglaterra en tren para cubrir un torneo que al menos para mí fue apasionante. Las charlas fueron variadas.
Recuerdo, por ejemplo, cuando analizaba el funcionamiento de Rumania y explicaba la importancia de Georghe Hagi, un zurdo extraordinario por técnica y carisma; también recuerdo que al bajarnos del tren en Londres, viniendo de Birmingham, nos gritaba con Valdano “par de miserables, tómense un taxi”, mientras caminábamos con nuestras maletas y mochilas, acaso olvidando lo caro que resulta para cualquier sudamericano moverse en Gran Bretaña.
Después Bielsa llegaría a Vélez Sarsfield (fue campeón) y a la selección argentina, donde tomó la decisión de no dar más entrevistas. Sólo hablaría en conferencias de prensa. Todos los medios serían iguales. Una decisión que le trajo duras consecuencias, al terminar los privilegios de las grandes cadenas, pero también de los mercaderes de la opinión bonaerenses, que nunca perdonaron ni comprendieron su determinación.
Corría el verano del año 2000, cuando desde la redacción de El Mercurio lo llamé a Londres, al hotel donde se concentraba con Argentina. La idea era conseguir una entrevista. Amable, me pidió que lo excusara, que entendiera sus razones, más aún por la amistad de años. Le encontré razón.
Vino después el fracaso de Japón – Corea 2002. Confieso que fue un golpe duro. Soy de los que pensaban que Argentina al menos llegaría a semifinales, pero en el fútbol como en la vida hay que tener suerte. El fútbol argentino lo sintió. La sociedad también. Quizás las palabras de Germán Sosa, colega y relator de ESPN, reflejan la frustración de muchos: “En un momento tan complejo para los argentinos, con una crisis institucional desatada, con De la Rúa escapando en helicóptero de la Casa de Gobierno, donde los tramposos y delincuentes mandaban, Bielsa era la opción de que a un tipo probo le podía ir bien. Por eso dolió tanto lo del Mundial, porque a un tipo serio, laburador, honrado, le fue mal”.
Hoy el fútbol chileno lo escogió para conducir a la selección nacional en las clasificatorias a Sudáfrica 2010. Desafío duro, pero si Bielsa lo tomó significa que tiene la convicción de que se puede luchar hasta el final. Por ahora, mientras muchos apuestan por la caricatura de su dedicación y profesionalismo, prefiero quedarme con la imagen de un tipo respetuoso, que en medio del Preolímpico de Viña de Mar en 2004, tomó el teléfono para felicitarme por el nacimiento de mi hijo.
No sé cómo se enteró, pero da lo mismo.
Ese es el verdadero Bielsa, un entrenador del que ningún jugador ha hablado mal. Y eso, en el fútbol cuesta mucho.
*Danilo Díaz Núñez es editor de Deportes ESPN y Radio Bío- Bío Deportes