Sexo, VIH e intimidad: ¿qué sabemos los chilenos de sexualidad?
14.05.2018
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14.05.2018
Desde 2010 los casos de contagio de VIH han aumentado en un 96%, especialmente en jóvenes. En esta columna, la psicoanalista y directora del Centro Chileno de Sexualidad, Carmen Gloria Fineaux, se detiene a analizar la calidad de nuestra educación sexual y su posible responsabilidad en este crecimiento explosivo. Según la experta, «los chilenos y chilenas sabemos poco de sexo y disfrute y, sin lugar a duda, menos sabemos de protección frente a las infecciones de transmisión sexual (…) No saben de acercamiento, de caricias, de tomar contacto con su propio cuerpo, de la significación de la sexualidad en la mente humana, de la importancia de sentirse deseado y amado, de lo sustancial del juego erótico, de la fantasía. ¿Cómo entonces si no saben de aquello, podrán tener cabeza para cuidarse del VIH?».
Las cifras del aumento del VIH en nuestro país son alarmantes, eso ya todos lo sabemos. Según los últimos indicadores habría aumentado un 96% desde el 2010. La mayor prevalencia de contagio es en jóvenes. ¿Cómo enfrentamos este grave problema de salud pública? ¿Cómo realizamos programas de educación sexual atingentes e incisivos que atiendan a las características y condiciones de nuestra población? ¿Qué podemos hipotetizar más allá de estas cifras?
Han existido ejercicios de educación sexual a nivel gubernamental, pero claramente no se han logrado programas consistentes, profundos, que den cuenta de una integración más saludable que implique acciones activas de cuidado de la sexualidad. Las cifras de embarazo adolescente, aunque han bajado, siguen siendo alarmantes y también dan cuenta de nuestra debilidad como sociedad en este tema.
Desde la mirada que me otorga el diván de psicoanalista puedo decir que los chilenos y chilenas sabemos poco de sexo y disfrute y, sin lugar a duda, menos sabemos de protección frente a infecciones de transmisión sexual (ITS).
A mi modo de ver existen dos grupos de riesgo entre los jóvenes que aumentan la prevalencia de una sexualidad no consciente: aquellos que se identifican con una mayor apertura en lo sexual, lo que indudablemente es bueno, necesario y permitiría una mayor consciencia y conocimiento de temas sexuales. No obstante, se observa un fenómeno bastante grave y que atenta potentemente a la posibilidad de una buena vida sexual. Esto es, la banalización de la sexualidad que implica la escisión entre la experiencia física y la experiencia emocional.
Por otra parte, existe otro sector de la población altamente conservador heredero de una concepción cristiana que considera el sexo principalmente como fuente de procreación y siempre inserto en una relación estable y formal. En estos contextos, muchas veces se hace difícil hablar del deseo, de la excitación sexual, disfunciones sexuales, del abuso sexual, del aborto, entre otros. Se les condena, y suele no considerárseles como una verdad de la existencia humana. Y cuando se tocan estos temas tienden a hablarse de una manera intelectual, técnica o abstracta.
Definitivamente no basta una educación sexual formal. No basta, aunque es esencial tener acceso a ella. Importa comprender e integrar la sexualidad como un aspecto sustancial de nuestra existencia, el que nos constituye, nos configura y nos ayuda a consolidarnos en nuestra especial y vulnerable individualidad. Para ello se requiere comprender el valor sustancial del sexo en intimidad con otro, eso más allá de la formalidad o no de la pareja.
Quiero enfatizar con esto, que cuando hablamos de sexo obviamente no se trata solamente de ITS, sino que se trata de la vida misma, de la intimidad y sus dificultades.
Estas dos formas poco saludables de enfrentar el tema de la sexualidad, antes mencionadas, son altamente empobrecedoras y generan además de ITS, muchos de los cuadros que los psicólogos frecuentemente vemos en la clínica: altísima prevalencia de ausencia de deseo tanto en hombres como mujeres, disfunciones sexuales de diverso tipo, abuso sexual, perversiones.
Han existido ejercicios de educación sexual a nivel gubernamental, pero claramente no se han logrado programas consistentes, profundos, que den cuenta de una integración más saludable que implique acciones activas de cuidado de la sexualidad”.
En las culturas más represivas son frecuentes de observar muchas dificultades para disfrutar del sexo: culpa, miedo, sentimientos persecutorios, dolor físico y psíquico frente a la experiencia coital.
También se suele encontrar con muchas situaciones graves generadas por falta de conocimiento concreto acerca de la sexualidad. Pareciera ser que a pesar de la gran abertura que ha existido en estos últimos años en torno al sexo, siguiéramos siendo una cultura que sabe muy poco de él. Una cultura que no sabe o se olvida de cómo tomar los resguardos necesarios para que el sexo no se convierta en una experiencia traumática. Una cultura que sabe poco del disfrute de la sexualidad, del amor, del encuentro, de la ternura y gratificación física y emocional que se puede encontrar en ese lugar.
Impacta la cantidad de personas jóvenes, sanas, cultas, inteligentes, que llegan a mi consulta y al Centro Chileno de Sexualidad y que no saben nada, absolutamente nada de sexo e intimidad. No saben de acercamiento, de caricias, de tomar contacto con su propio cuerpo, de la significación de la sexualidad en la mente humana, de la importancia de sentirse deseado y amado, de lo sustancial del juego erótico, de la fantasía. ¿Cómo entonces si no saben de aquello, podrán tener cabeza para cuidarse del VIH?