La brutal experiencia policial de un pequeño empresario y sus trabajadores en Vitacura

Mi nombre es Enrique Faúndez (Rut 13.477.560-2), pequeño empresario, con una Pyme formada desde hace tres años años con Luis Velasco (Rut 15.471.163-5), más dos colaboradores: Patricio González (Rut 13.694.649-8) y Francisco González (Rut 19.484.880-3). Nuestra empresa, Alfagrafika (Rut 76.243.884-4), se dedica a prestar servicios en el área gráfica y es nuestra fuente de sustento, la que hemos levantado de manera honrada y con mucho esfuerzo.

El viernes 25 de noviembre nuestra empresa celebraba su paseo de fin de año, planificado con dos meses de anticipación. El lugar escogido fue Isla de Maipo, donde disfrutaríamos de un asado y de un día de piscina. Antes de partir hacia ese lugar, debíamos cumplir con la entrega de un trabajo a uno de nuestros clientes. Decidimos salir juntos de la oficina y con ropa informal (short, polera y chalas) para así, una vez entregado el trabajo, partir inmediatamente a nuestro esperado paseo.

A eso de las 11 de la mañana nos dirigimos en un vehículo Toyota Yaris Blanco a Vitacura N° 2.760, donde funciona una empresa con la que habitualmente trabajamos y a la que habíamos encargado parte del trabajo que debíamos entregar finalmente a nuestro cliente. Cuando me disponía a bajar del vehículo, apareció repentinamente un auto particular que frenó bruscamente frente a nosotros. De él bajó una persona de civil con un arma de fuego en sus manos corriendo hacia nosotros.

A casi dos metros de distancia el hombre apuntó su arma hacia mi rostro y gritó: “¡Bájate del auto conchetumadre!”. Por la parte posterior de nuestro vehículo vimos que, simultáneamente, llegaban dos carabineros en moto y tres patrullas policiales. Sus ocupantes también nos apuntaron con sus armas, nos obligaron a bajar del auto y a tendernos en el suelo boca abajo con las manos atrás.

El primer hombre que corrió hacia nosotros apuntándonos con nerviosismo, resultó ser un joven carabinero de civil, que nunca se identificó como tal. Estaba evidentemente ansioso, lo que nos produjo gran temor pues sentimos que al más mínimo error de nuestra parte él dispararía.

Al consultar desde el suelo a uno de los carabineros por el motivo de nuestra detención, uno de ellos dijo: “¡Asalto al banco conchetumadre!”. Estando ahí en el suelo boca abajo, con susto e impotentes por el injusto proceder de Carabineros, quisimos ser escuchados. Pero en ese momento, uno de los carabineros que llegó en moto dejó caer su rodilla con gran fuerza sobre la espalda de Luis Velasco y lo hizo callar con insultos.

Rápidamente el lugar se llenó de personas que comenzaron a grabar con sus celulares esta insólita detención. Recuerdo que uno de ellos gritó: “¡Mátenlos!”. También se acercó personal de nuestra empresa proveedora, el que nos esperaba con el trabajo listo para ser entregado a nuestro cliente. Cuando ellos se dieron cuenta que éramos nosotros, intentaron explicarle a Carabineros que éramos sus clientes y que veníamos a retirar un trabajo, pero fueron ignorados. Ante la consulta de por qué nos detenían, un carabinero le dijo a uno de los trabajadores de esa empresa: “Estaban en el Banco Servi Estado y son asaltantes”. Como no los escuchaban, ellos decidieron grabar con sus celulares el error que se estaba cometiendo (ver videos al final de la nota).

Estando boca abajo en el suelo, Carabineros comenzó a registrar la maleta de nuestro vehículo. Solo encontraron toallas de baño, carne para el asado, una fuente de arroz, ropa y un kilo de tomates. Al percatarse de su error, y de los muchos celulares que grababan la escena en ese momento, los carabineros siguieron tratándonos como delincuentes para no dar muestras de que estaban realizando un erróneo y abusivo procedimiento policial.

No obstante estar conscientes de que no éramos asaltantes, tres de nosotros fuimos subidos a distintos vehículos policiales. A todos nos llevaron a la 17^a Comisaría de Las Condes. A uno de nosotros, Luis Velasco, lo esposaron delante de la gente que agolpó a mirar lo que sucedía. Solo le soltaron las esposas a medio camino hacia la comisaría. Otro de nosotros tuvo que manejar nuestro vehículo acompañado de un carabinero. En el camino nos dijeron que habían recibido una llamada de un banco advirtiéndoles que un auto Toyota Yaris blanco rondaba el sector con cuatro ocupantes y que “posiblemente asaltarían el banco”.

En la Comisaría de Las Condes nos devolvieron nuestras cédulas de identidad. No nos ofrecieron disculpas. Un carabinero se limitó a decir: “Están más limpios que la leche”, buscando nuestra simpatía para que no presentáramos ninguna denuncia por el irregular y abusivo procedimiento de detención. Nadie quiso hacerse cargo de los dos teléfonos celulares que terminaron rotos en el operativo; del daño sicológico y moral provocado a todos nosotros ya que quedamos como delincuentes ante las personas que se acercaron a saber qué ocurría; de haber arruinado nuestro día de paseo y, con posterioridad, del trastorno de no conciliar el sueño desde el viernes debido a la traumática experiencia.

Mientras realizábamos el escrito de nuestra queja en la comisaría, le dije al joven carabinero de civil: “Tú me apuntabas con nerviosismo y tuve miedo de que me dispararas”. Él me respondió: “Al mínimo movimiento te tiraba”, confirmando así su evidente ansiedad y nerviosismo en aquél momento.

Nos sentimos profundamente vulnerados en nuestros derechos por un procedimiento policial, sin justificación, tremendamente violento, el que no se lo deseamos a nadie. En ese “operativo policial”, fuimos:

1. Secuestrados por un contingente de Carabineros
2. Detenidos y tratados como delincuentes a pesar de no tener ningún cargo en nuestra contra, sin evidencia alguna y apuntados con armas de fuego. Uno de nosotros fue incluso llevado esposado a una comisaría.
3. Discriminados y humillados, ya que los cuatro vestíamos con short, poleras, chalas y todos tenemos la piel morena y rasgos que no caracterizan a la gente que habita el sector donde fuimos arrestados.
4. Agredidos física, verbal y sicológicamente.

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