Serie de investigación publicada por Animal Político
Programa Frontera Sur: Cacería de migrantes en México
28.04.2015
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
Serie de investigación publicada por Animal Político
28.04.2015
Un rayo anaranjado del sol recio de mediodía se cuela entre los barrotes de la ventana y disecciona de un corte casi perfecto el rostro de Yader Antonio Solís, migrante nicaragüense de 29 años.
Han pasado cuatro meses desde aquella mañana de septiembre de 2014, pero Yader recuerda la cara redonda de un ranchero ya entrado en años, de piel atezada y «labios trompudos», que con el brazo derecho en alto trazó la estela plateada de un machetazo.
Un tajo seco rasgó la luz pálida del alba.
Plac.
«Todo fue en segundos». El migrante traga saliva al describir la escena ocurrida en las inmediaciones de la zona que llaman La Chatarrera, a unos 25 kilómetros de donde se encuentra sentado ahora, sobre un camastro del albergue de Chahuites, en Oaxaca.
«Cuando vi que el machete del asaltante caía sobre mí, sólo me dio tiempo a quitarme la mochila de la espalda para cubrirme con ella la cabeza».
El ranchero forcejó con Yader que se aferraba a la bolsa en la que traía ropa y botellas de agua, pero el migrante no confió en la resistencia de la mochila, y antes de que le cayera de nuevo el filo de la hoja oxidada, soltó la mochila y salió disparado por un sendero de terracería.
-¡Corran! ¡Corran! -gritaba fuera de sí-.
El resto del grupo, tres guatemaltecos y dos hondureños, se esparció como gota que se estrella contra el suelo. Sin embargo, el pánico los hizo torpes. Dos de ellos iban empujándose entre sí. Cayeron, provocando que un tercero que venía rezagado tropezara y también cayera.
A trompicones, los dos primeros en caer se levantaron y continuaron la carrera. El tercero ya no pudo hacerlo: otro asaltante que surgió de entre unos matorrales lo agarró del hombro y le puso un machete en el cuello.
-No te muevas cabrón –le espetó-. O te sobo el pescuezo con el machete.
Los demás siguieron corriendo desorientados por el miedo, hasta que dejaron atrás a los rancheros y trotaron para recuperar el aliento.
«Todos me preguntaban a mí qué íbamos a hacer», la voz de Yader se torna en este punto áspera, grave. «No sabíamos si volver, hasta que alguien dijo que los asaltantes también cargaban pistola».
«Queríamos rescatar a nuestro amigo», añade lacónico, escudriñando con los ojos negros las imperfecciones del suelo, y con el lado izquierdo de la cara enterrado bajo una sombra densa. «Pero ellos iban armados y nosotros no. No tuvimos más remedio que continuar el camino».
Exhaustos y desanimados, los migrantes reanudaron el trayecto a pie. Pero no caminaron mucho.
A los pocos minutos, una combi del Instituto Nacional de Migración (INM) de color blanco y con rayas naranjas pintadas en los costados, pasó por la carretera paralela al sendero por el que deambulaban los indocumentados. Aminoró la marcha hasta que dio un frenazo.
-Abusados, muchachos -advirtió el nicaragüense al resto del grupo-. Porque esos güeyes ya vienen detrás y nos van a corretear.
Tras unos segundos en los que todos contuvieron la respiración, la puerta lateral del vehículo se deslizó bruscamente. De inmediato, una estampida de agentes de migración uniformados con camisa blanca y pantalón beige comenzó a cercarlos con el apoyo de otra camioneta de la Policía Federal.
Los migrantes reaccionaron rápido y echaron a correr «como caballos» hacia las profundidades del monte. Sabían que ahí, agazapados con machetes, los esperaban los mismos asaltantes de los que habían huido sólo unos minutos antes.
Pero no tenían alternativa.
Tras ellos, la troca de los policías federales rugió con el motor pasado de revoluciones y los agentes de Migración les gritaban mentadas para que detuvieran la huida.
Otra cacería acababa de comenzar.
El 7 de julio de 2014, tres meses antes de que Yader corriera por entre los recovecos de una montaña para evitar ser «cazado» por delincuentes y autoridades, el presidente Enrique Peña Nieto presentó en el municipio chiapaneco de Playas de Catazajá el Programa Frontera Sur.
El propósito de esta iniciativa, explicó el mandatario, es doble: por un lado, proteger los derechos de los migrantes cuando éstos se internan ilegalmente en México; y, por el otro, ordenar los cruces internacionales. Para ello, el presidente mandó la ejecución de cinco líneas de acción, entre las que se encuentran la obtención de una Tarjeta de Visitante Regional, combatir el tráfico de personas, y crear «centros de atención integral» en la frontera con Guatemala. Todo ello, siempre desde un enfoque de «protección al migrante».
«El Programa Frontera Sur es un ejemplo de cómo se puede mejorar el trato a los migrantes», aseveró el presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, invitado especial al evento, quien agradeció en varias ocasiones a Peña Nieto su «visión humanitaria» en el tema migratorio.
Sin embargo, pasada la euforia de los aplausos, organizaciones civiles y académicas, como la Clínica Jurídica de la UNAM, han señalado que la iniciativa del presidente es, en realidad, un plan que «se hizo al vapor» como respuesta a la presión de Estados Unidos para frenar el flujo migratorio.
Un plan, además, que no explica cómo se llevarán a cabo las acciones que plantea, y del que no hay información pública más allá del anuncio de Peña Nieto y del documento publicado un día después en el Diario Oficial de la Federación (DOF). Y un plan, en definitiva, que lejos de tener una «visión humanitaria» ha convertido a México en un coto de caza, en el que las autoridades han arrinconado a migrantes como Yader a tomar rutas alejadas de las poblaciones, donde los criminales los están esperando.
«Del Plan Frontera Sur sólo sabemos que hay dos hojas que presentó Peña Nieto. A partir de ahí, no hay nada. Hemos ido a la PGR, al Ejército, a la Policía Federal y a Migración, y nadie dice nada. Lo único que (sus funcionarios) saben es que esto viene de arriba, y que ellos tienen orden de detener y deportar», señala el director de la casa del migrante La 72 de Tenosique, Tabasco, Fray Tomás González.
«Lo cierto es que, hasta ahora, les ha salido muy bien el Programa. México está haciendo detenciones y deportaciones masivas de personas sin importarles quiénes son solicitantes de refugio por la violencia en Centroamérica», agrega el activista, que como prueba de sus palabras remite a las cifras oficiales del Instituto Nacional de Migración, las cuales son reveladoras: 2014 fue el año con más capturas de migrantes desde 2007.
Así, de acuerdo con la Unidad de Política Migratoria del INM, en 2014 se registraron 119 mil 714 eventos de detención de centroamericanos.
Cabe precisar que un migrante puede ser detenido varias veces por las autoridades, por lo que estos «eventos de detención» no representan el número total de extranjeros capturados, sino el número de veces que se llevaron a cabo detenciones. Aún así, esta cifra significa que las detenciones aumentaron 48% en comparación con 2013; 46% si se compara con 2012; y 92% y 85% en relación a 2011 y 2010.
En el sur, cuatro estados concentran el 75% de las detenciones: Tabasco, Chiapas, Veracruz, y Oaxaca. En estas entidades las estadísticas muestran también una notable evolución en comparación con 2013: en Tabasco las capturas aumentaron 101%; en Chiapas, 46%; en Veracruz, 40%; y en Oaxaca, 24%.
En 2015 la tendencia de detenciones se mantiene al alza. En enero –mes en el que la migración es menor debido a las condiciones climatológicas adversas en la frontera Norte-, el INM registró poco más de 14 mil eventos de detención; cifra 123% mayor a la de enero de 2014. Desde 2006, nueve años atrás, no se tenía un dato tanto alto.
En cuanto a los migrantes menores de entre cero y 17 años de edad, en 2014 se realizaron 23 mil 096 eventos de detención en México, 140% más que en 2013.
«Es cierto que la población migrante infantil está viviendo una tragedia. Pero no es una tragedia que haya sucedido sólo entre abril y junio del año pasado, cuando se mostraron las fotos en las que menores de edad aparecían hacinados en los centros de detención de Texas. Esto es algo que ya viene de años atrás», aclara el director del albergue La 72, Fray Tomás González.
«Por eso creemos que este mito de la migración infantil fue el verdadero pretexto para cerrar la puerta del sur de México –recalca el activista-. Y por supuesto que esto viene de Estados Unidos, tal y como se vio en la reunión que tuvieron Peña Nieto y Obama (el 6 de enero de 2015), en la que Peña dijo que México iba a seguir cooperando con Estados Unidos en el sellamiento de la frontera con Guatemala».
La Coordinadora del Programa Latinoamérica de la Washington Office on Latinoamerica (WOLA), Maureen Meyer, coincide con Fray Tomás González: el aumento de las detenciones en México se debe, en buena medida, a la presión de la Administración Obama a raíz de la llamada crisis de los niños migrantes.
No obstante, la académica hace hincapié en que estas cifras son también consecuencia de un largo proceso de cooperación entre La Casa Blanca y Los Pinos, cuyo punto más álgido fue la firma del Plan Mérida en 2008.
Como resultado de esa cooperación, Meyer pone como ejemplo el tramo carretero que va de Tapachula a Tonalá, en Chiapas. Un corredor estratégico de 224 kilómetros que el Gobierno mexicano destaca ante la inversión extranjera como «una puerta de entrada y salida al mercado de Centroamérica», y en el que opera una amalgama de policías, agentes de Migración y soldados –hay un retén de seguridad cada 22 kilómetros– con el apoyo millonario de Estados Unidos.
«Dentro de la Iniciativa Mérida hay un pilar que se llama Construyendo una Frontera del Siglo XXI, que estaba enfocado originalmente a la frontera norte entre México y Estados Unidos –explica Meyer-. Pero esa frontera se está yendo ahora cada vez más hacia el sur de México, y por eso Washington está proporcionando equipos de inspección para retenes en toda la frontera con Guatemala, y ha invertido mucho dinero en Aduanas como la de Huixtla, en Chiapas».
El informe Mexico: Background and US Relations, elaborado por el Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos, apunta que desde 2008, año en que se lanza la Iniciativa Mérida, hasta el presente año fiscal 2015, Estados Unidos ha invertido algo más de 2 mil 500 millones de dólares (casi 38 mil millones de pesos, según el tipo de cambio actual) para asistir a México en el combate a los grupos criminales del narcotráfico, y para crear «una Frontera del Siglo XXI».
Asimismo, el documento refiere que el Departamento de Estado de Estados Unidos ya ha invertido 86 millones de dólares en la capacitación de los elementos de seguridad que patrullan la frontera sur de México, y en la entrega de equipos de comunicación y aparatos de inspección no intrusiva, como vehículos equipados con rayos X, escáneres y rayos gamma, para detectar armas, drogas, explosivos, dinero ilícito y productos de contrabando, en autobuses, camiones, tráilers y coches particulares.
Equipos modernos de inspección que no sólo se destinan para los retenes del sur, sino también para los múltiples puntos fijos que la Sedena, la Semar, la Policía Federal y Aduanas, tienen repartidos por toda la República, de acuerdo con el documento US-Mexico Border Cooperation Under the Mérida Initiative elaborado por la sección Antinarcóticos de la Embajada de Estados Unidos en México.
Como consecuencia de esa inversión millonaria, organizaciones civiles critican que México ha militarizado su frontera sur aplicando una «política del miedo» para contener el flujo migratorio de Centroamérica, la cual ya se refleja en las estadísticas de detención y deportación.
«Antes, Chiapas tenía una relación de hermandad con Centroamérica. Pero ahora el estado se está militarizando. En las carreteras no sólo hay agentes de Migración, sino también policías y soldados deteniendo a migrantes», apunta desde Tapachula la abogada del Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova, Ana Isabel Nigenda.
La Secretaría de Gobernación corrobora lo expuesto por el Centro Fray Matías. En el oficio 041111000022815 la dependencia informa en respuesta a una solicitud de información pública que, en efecto, en los estados de Chiapas, Oaxaca, Tabasco y Veracruz, más de 2 mil migrantes fueron detenidos y remitidos al INM en 2014 por parte de alguna autoridad de la Defensa Nacional, entre policías de los tres niveles, agentes ministeriales, soldados y marinos.
En Chiapas, por ejemplo, el oficio detalla que de las mil 046 remisiones de extranjeros indocumentados al INM, 771 fueron hechas por agentes ministeriales de la PGR (73%), mientras que otras 246 fueron realizadas por policías federales.
Para el director del albergue del Centro Comunitario de Atención al Migrante en Altar, Sonora, Prisciliano Peraza García, tanto estos datos estadísticos, como los hechos sobre el terreno -plagado de retenes de policías y militares-, muestran que México se ha convertido en un embudo del flujo migratorio que está al servicio de Estados Unidos.
«México se ha vuelto un rompeolas de la migración centroamericana para Estados Unidos. A los migrantes los están volviendo más invisibles, haciéndolos ir por lugares más inhóspitos, más difíciles, porque pareciera que apestan y tienen que esconderlos», critica el activista. «Los gringos», opina con sarcasmo, «planearon mal el muro de su frontera».
«Mejor lo hubieran puesto en el sur de México –plantea el defensor de migrantes manteniendo el tono ácido en sus palabras-. Ya de plano que pongan su muro ahí en Ciudad Hidalgo, en el Río Suchiate».
Más que un traslado ‘virtual’ de la frontera estadounidense hacia el sur de Chiapas, el investigador del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), Ernesto Rodríguez, considera que lo que está sucediendo tras la crisis de los niños migrantes en Estados Unidos, y la influencia que ésta tuvo en el posterior lanzamiento del Programa Frontera Sur, es «la reactivación de una política migratoria en México que tampoco es nueva».
«Los operativos y las acciones de control sobre los flujos migratorios irregulares han formado parte de una política del Gobierno mexicano que ha sido constante», recuerda el académico.
«Ahora bien, lo que está claro es que esta política de control ha tenido momentos de mayor y menor énfasis, y que a partir de este Programa Frontera Sur se ha retomado ese énfasis en tratar de controlar o retener el flujo migratorio –resalta Rodríguez-. Y eso es lo que se está viendo en las cifras de detenciones».
«No sabemos qué ha pasado –Orlin, hondureño de 24 años y ojos verde aceituna encoge los hombros sin perder de vista la posición estratégica de las fichas sobre el tablero de ajedrez-. Pero se ha puesto muy difícil la situación en México. Creo que ahora es más difícil para nosotros cruzar México que cruzar a Estados Unidos».
Frente a él, un salvadoreño de 46 años que prefiere omitir su nombre, alto, flaco, y también de ojos verdes, se acaricia el bigote ralo que le hace una sombra en el labio superior y asiente con la cabeza.
«En el camino ahora hay muchos retenes. Ya no puedes ni caminar 15 minutos en combi sin que te salga la mentada volanta (camioneta) de migración, o sin que te encuentres un control -lamenta el hondureño, quien repone fuerzas y ánimo en el albergue Hermanos en el Camino, en Ixtepec, Oaxaca-. Además, en la combi tampoco puedes ir tranquilo. Los choferes están aliados con los de Migración; si te ven subir con mochila los llaman por teléfono para que se pongan adelante, y si no les das dinero te entregan con ellos. Por eso hemos tenido que tomar la opción de caminar».
A unos metros de distancia de donde los indocumentados juegan la partida de ajedrez, detrás de una puerta enrejada del albergue Hermanos en el Camino, una solitaria fila de vagones se desliza sobre los rieles emitiendo un lúgubre ruido metálico.
Ante la escena, se cuestiona a los dos centroamericanos sobre los riesgos de viajar en un viejo ferrocarril de carga, y sobre la medida del gobierno de mexicano de impedir que los indocumentados suban a ‘La Bestia’.
«Sí, el tren es peligroso –admite Orlin, que voltea la mirada aceitunada hacia el ferrocarril que pasa a lo lejos-. Pero por culpa de migración nos toca buscar rutas que son más peligrosas que ese tren. En los caminos hay robos, secuestros y violaciones, ¡y ahí no hay ninguna autoridad que te cuide! –extiende los brazos, dejando a la vista su apellido tatuado con letras góticas en el antebrazo derecho-. En el tren, al menos tienes un chance de escaparte. Pero caminando solos por la montaña, ¿qué podemos hacer? –traza de nuevo una cruz en el aire-. ¿Si nos matan en el monte quién se va a dar cuenta?»
El salvadoreño de 46 años rompe el silencio y la concentración de la partida de ajedrez. Se acomoda la gorra sobre la cabeza menuda y comienza a relatar que él también fue asaltado, «como todos los migrantes que estamos en este albergue».
«Nos bajamos del tren para rodear un retén y cerca de las vías nos salieron tres personas. Nos quitaron 20 pesos, nos tiraron al suelo y, como no traíamos más dinero, nos agarraron a patadas», cuenta el migrante, que apunta a las autoridades como las responsables de las agresiones.
«Para mí, esto es culpa de Migración. Porque ahora andan en las vías correteándonos, y ya nos persiguen hasta con los soldados, como si fuéramos los peores criminales. Y no se dan cuenta de que están dando de comer a los asaltantes porque, cuando nos persiguen, nosotros nos metemos a la montaña. Y allí es donde vamos a caer en sus manos».
«Entonces –remata-, es mentira eso que dice el gobierno de México de que con ese plan nos van a proteger. ¿O es que protegernos es perseguirnos como animales? –cuestiona enojado-. Yo creo que protegernos sería que nos dijeran: ‘muchachos, no se suban al tren porque la cosa está así con los delincuentes’. Pero lo que están haciendo es ponernos en bandeja para los criminales. Nos están mandando pal matadero».
Animal Político buscó al coordinador del Programa Frontera Sur, Humberto Mayans, para obtener su evaluación sobre los resultados que esta iniciativa ha generado hasta la fecha, y para conocer su postura ante los testimonios de los migrantes. La respuesta del funcionario fue que, «por cuestiones de agenda,» no podía conceder la entrevista.