Teoría para entender la especulación de la industria del salmón con las concesiones acuícolas en la Patagonia
20.11.2014
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20.11.2014
A comienzos de noviembre, el famoso pensador británico, David Harvey, visitó Chile para dar a conocer parte de sus teorías. Mientras participaba en una de sus conferencias consideré que sus planteamientos sirven para explicar el negocio de la salmonicultura, una industria que en apenas un par de décadas ha impactado en forma dramática el medioambiente y ha violentado a las poblaciones nativas de la Patagonia (Chiloé, Aysén y Magallanes), herederas de una cultura de mar milenaria.
Una de las contradicciones del capitalismo que Harvey planteó en sus conferencias es “el crecimiento ilimitado” que emerge de la ambición del propio sistema por acumular capital. Este imperativo implica que el capital requiere encontrar de forma permanente nuevas y lucrativas fuentes de inversión y mercantilización de los recursos naturales. Una segunda contradicción en la que se extendió es la diferencia existente entre el valor de uso y valor de cambio de los bienes y mercancías. Mientras el primero se refiere a la capacidad de un bien para satisfacer una necesidad, el segundo toma forma cuando el bien es objeto de transacciones en el mercado.
El archipiélago Patagonia está compuesto de 5.769 islas e islotes, abarca casi un tercio de la extensión del país y posee aproximadamente el 95% del borde costero de Chile. Está asociado a un invaluable ecosistema marino rico en biodiversidad, pero al mismo tiempo es uno de los territorios más codiciados en el mundo por su potencial acuícola y su posibilidad de ser utilizado en la especulación financiera global. Hasta hace sólo unas décadas chilotes, ayseninos y magallánicos lo consideraban un bien común que les pertenecía y que era parte de su modo de vida: para muchos de ellos ese territorio es el patio de sus casas y el horizonte diario de su paisaje. Además, una fuente de alimentación saludable, por la riqueza pesquera que antes que ellos las culturas Selknam, Yaganes, Kawesqar, Chonos y otras habían considerado como un bien divino.
Como parte de su política de desarrollo, los gobiernos de la Concertación decidieron despojar del milenario valor de uso que tenía ese territorio para las poblaciones nativas y otorgarle al mismo un valor de cambio. Así fue que se facilitó que inversionistas extranjeros y locales pudieran incorporar el territorio de la Patagonia a sus negocios de especulación financiera, asociada a mega inversiones salmoneras y de mitílidos, entre otros. En muchos foros los principales líderes de la Concertación lo muestran como uno de sus mayores logros para la innovación y la contribución exitosa de la economía chilena a los mercados globales.
Ya podemos ver los efectos de lo anterior: desde hace un tiempo el principal atractivo de los activos que se negocian como parte de la concentración económica que está viviendo el negocio salmonero es el control del territorio (concesiones acuícolas), en una batalla de especulación. Aparecieron poderosos inversionistas extranjeros que han concentrado buena parte del territorio de la Patagonia para sus compañías, y algunos usan ese terreno como parte de sus estrategias para respaldar y darle credibilidad a planes de expansión, crecimiento y rentabilidad, que se transforman en activos altamente apetecidos por los mercados globales. Así, gran parte de la Patagonia ha pasado a tener un valor de especulación financiera, donde su propiedad cambia con la velocidad que le deseen imponer los fondos de inversión que especulan con él.
El centro de muchas ambiciones ya no está en el negocio de la engorda de salmones, sino que en la especulación con el territorio en la Patagonia. Eso ha desatado la petición de miles de solicitudes de concesiones acuícolas que alcanzan hasta Magallanes. Algunas incluso piden permisos para el cultivo de salmones dentro de los escasos Parques Nacionales Marinos.
A fines de 2010, la Bolsa de Productos de Chile hizo pública su intención de asignar un valor de mercado a las concesiones acuícolas, “aprovechando la fase de recuperación de la industria salmonera”. La idea era pasarlas a un formato de productos, con sus manuales y padrones para que los inversionistas pudieran tomar una decisión, para un posterior remate vía rueda en la misma Bolsa de Productos. “Para ello, ya se han dado los primeros pasos a través de conversaciones con las principales salmoneras del país, para posteriormente realizar exposiciones formales”, decía entonces su gerente general, Christopher Bosler.
En esta parte vale volver a citar a Harvey: “El capital seguirá funcionando indefinidamente, pero de una manera tal que provocará mayor degradación de los recursos naturales y exacerbada inequidad entre las clases sociales a niveles insostenibles”. La sentencia de este geógrafo y teórico social británico, en la Patagonia ya es una realidad. Ante el despojo del valor de uso del territorio, las poblaciones nativas no han tenido otra salida que proletarizarse. Mientras, son testigos de la degradación de la Patagonia como nunca antes en su historia, ante la pasividad de un Estado al que sólo pareciera preocuparle mantener bajo un aparente control una nueva crisis sanitaria para resguardar la viabilidad del negocio salmonero. Y seguramente tiene que ver con la salvaguarda de los intereses comprometidos de una gran cantidad de bancos, que son parte importante de este modelo de especulación a costa del medioambiente.