Educación: la selección que sí queremos
09.06.2014
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09.06.2014
Hoy, cuando se discute si se debe poner fin a la selección de alumnos en establecimientos educacionales, me gustaría también hablar de selección. Pero no de los estudiantes. Porque si discutimos sobre seleccionar a quienes deben o no estar en la sala de clases, considero que los que sí deben ser seleccionados, sin lugar a dudas, son los profesores.
Actualmente, un tercio de las personas que ingresan a carreras de pedagogía lo hacen sin siquiera rendir la PSU. ¡Un tercio! Está bien, sé lo que están pensando. La PSU no necesariamente es el mejor instrumento para medir quién debe alcanzar la Educación Superior, ni mucho menos quién debe ser profesor. Es verdad. Pero, las múltiples falencias de este instrumento, ¿justifican que las instituciones de Educación Superior no implementen, entonces, mecanismos complementarios para seleccionar a quiénes podrán formarse como docentes?
De hecho, con mayor razón se debiesen implementar mecanismos de selección complementarios que permitan medir aquello que la PSU no puede, procurando que quienes ingresen a carreras de educación sean los más preparados, lo más aptos, motivados y dispuestos a ser los líderes de procesos de cambio en nuestros niños y jóvenes hacia una sociedad más igualitaria. Quien asuma toda esa responsabilidad no puede ser cualquiera.
En nuestro contradictorio sistema educacional hay niños que no pueden estudiar en ciertas salas de clases, pero al mismo tiempo cualquiera puede tener un título de profesor que lo faculta para entrar al aula. ¿Cómo es posible que nos importe la educación, pero que no nos importa quién la imparte? A diferencia de lo que ocurre con muchas otras carreras universitarias, las carreras de educación se han transformado en una fácil puerta de entrada a la Educación Superior. Tanto así, que en muchas universidades e institutos profesionales no se exigen requisitos para entrar a la carrera, o más bien, el único requisito es pagar la matrícula.
Existen en la actualidad carreras en las que se solicitan pruebas de admisión especiales, ya que requieren de competencias o potencialidades de entrada que no todos poseen, como es el caso de Arquitectura, Teatro, Psicología, entre otras. Entonces por qué si el profesor es el profesional encargado de educar a las personas que conforman una sociedad, y que además debe realizarlo con más de 40 niños y jóvenes al mismo tiempo, procurando que todos aprendan de acuerdo a sus propias características, el único requisito es el pago de matrícula. ¿Cómo es posible pensar que esos individuos no necesiten poseer un perfil especial y ciertas competencias al momento de ingresar a estudiar una carrera que es determinante para el país? Además, ¿cómo es posible pasar por alto el hecho de que el candidato maneje o no una base disciplinaria mínima en aquellos contenidos que complementará durante su formación universitaria? Estos cuestionamientos debiesen ser protagonistas en la discusión que se tiene hoy sobre la tan mencionada Reforma Educacional.
En esta extraña realidad que vive nuestro país, la noticia positiva es que algunas universidades ya están haciendo cambios, intentando identificar a personas con perfiles más acordes, “pre-preparadas” y motivadas para ingresar a carreras de educación, a través de propedéuticos o escuelas de talentos pedagógicos, que no necesariamente trabajan con alumnos del más alto desempeño académico (a saber por aquellos críticos de las notas y la PSU), pero que sí se preocupan por reclutar a los estudiantes con el más alto potencial pedagógico, comprometiéndose a apoyarlos de manera “extra” con su formación disciplinaria si es necesario. Creo que la masificación de estas experiencias debiera también escucharse en la actual discusión. ¿Por qué seguir dejando a las carreras de educación como fácil puerta de entrada para un título o como las mejores amigas de la engorda de matrícula?
Cartas de intención, entrevistas personales, test sicológicos son algunos de los mecanismos mínimos que podrían implementarse como complemento a los antecedentes académicos que aporta la Prueba de Selección Universitaria. Con ellos, es posible medir liderazgo, empatía, saber afrontar conflictos, pasión por el conocimiento, entre otros. Habilidades que todo joven interesado en ingresar a pedagogía debiese poseer, si de verdad queremos avanzar como país en facilitar los aprendizajes de todos los niños.
Todas estas son habilidades que muchos profesores en Chile sí tienen. Hay miles de docentes que se juegan todos los días por una educación de calidad, que incluya a todos en el aprendizaje. Y esos mismos profesores son los que terminan por cargar con el estigma que, como país, le hemos asignado a nuestra profesión. Esa profesión para el que «no le dio el puntaje» como muchos dicen, y que lamentablemente en muchos casos, es una realidad.
La invitación es a cambiar esto, a reflexionar sobre la importancia del docente y sobretodo, a no quedarnos en la mera discusión, sino que a hacer lo necesario para que nuestros futuros profesores sean los mejores que podamos tener, y que junto a ello, valoremos el trabajo fundamental que realizan los profesores. Esperamos confiados que la «Política Nacional Docente», que se anunció el 21 de mayo, se preocupe por quién es el profesor y también por las condiciones que tenemos para realizar bien nuestra labor. Para ello poner este tema en discusión, cada vez que comentemos la Reforma, sería un gran primer paso.