Chile en 1810: La influencia liberal
23.09.2013
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23.09.2013
Como bien se sabe, el 18 de septiembre de 1810 no se produjo la Independencia de Chile. La Junta de Gobierno, instituida en esa fecha, ratificó su fidelidad al monarca Fernando VII, cautivo por las fuerzas de Napoleón. Sin embargo, a partir de ese momento —y desde antes, aunque en círculos pequeños— comenzó a prender la llama de la autonomía con respecto a la metrópoli.
La invasión napoleónica a España (1808), hizo que surgiera entre las elites dirigentes la pregunta sobre el modo en que los chilenos debían gobernarse. Claramente, no había que someterse al invasor francés. Pero tampoco a las juntas españolas. ¿Por qué? Básicamente, porque se consideraba que las provincias españolas —Chile, entre ellas— se vinculaban a la Península como patrimonio directo de la Corona y no como parte del Estado español. En consecuencia, se pensaba que, ausente el monarca, el poder volvía al pueblo, el que podía (y debía) buscar la mejor forma de auto-gobernarse.
Ahora bien, pese a que la Junta de 1810 ratificó su fidelidad al monarca cautivo —y todo ello en virtud de ideas tradicionales españolas sobre el origen popular del poder—, lo cierto es que, al poco andar, comenzaron a adquirir gran importancia principios claves del liberalismo político.
En términos generales, este liberalismo puede entenderse como el reconocimiento de sujetos-ciudadanos que pactan la construcción de la sociedad con el Estado, obligándose éste a garantizar un conjunto de libertades y derechos de los primeros. De este concepto, derivan algunos principios esenciales, a saber: soberanía popular, democracia representativa, constitucionalismo, separación de poderes y derechos naturales.
Todos estos principios estuvieron presentes desde los albores del proceso autonomista (y después separatista) en Chile. O sea, más allá de querer construir un nuevo orden, autónomo o derechamente independiente de la monarquía, resultaba claro que había que dejar atrás el pasado absolutista, caracterizado por una centralización estatal frente a los individuos y la sociedad civil.
Ya el Catecismo Político Cristiano de 1810, firmado por un tal “José Amor de la Patria” (seudónimo de un autor anónimo, cuyo origen real todavía se discute), señalaba claramente su adhesión a la democracia representativa: “El gobierno republicano, el democrático, en que manda el pueblo por medio de sus representantes o diputados que elige, es el único que conserva la dignidad y majestad del pueblo, es […] el menos expuesto a los horrores del despotismo y de la arbitrariedad”.
Asimismo, la influencia liberal se puso en evidencia con la necesidad de establecer un nuevo orden mediante la promulgación de constituciones. En el período de la Patria Vieja (1810-1814) surgieron tres reglamentos constitucionales: los de 1811, 1812 y 1814. Precisamente, en base a estos documentos podían consagrarse los principios de soberanía popular y de democracia representativa. Si bien después de alcanzada la Independencia (1818) se intentaron cinco ordenes constitucionales (incluyendo el llamado “ensayo federal” de 1826, expresado en un conjunto de leyes), ya desde un comienzo existía la idea de que la Constitución que Chile adoptara debía armonizar con las características reales del país.
Por otra parte, en los primeros principios del proceso autonomista ocupó un lugar central la garantía de determinados derechos naturales o libertades, por ejemplo: libertad de imprenta, de industria, de propiedad, de seguridad personal, etc. Lo que se trataba era de garantizar ciertas libertades para los individuos frente a la opresión estatal que suponía el antiguo régimen o absolutismo.
Si bien es verdad que lo que Alberto Edwards llamó “República en forma” se logró después del triunfo pelucón en la Batalla de Lircay de 1829, esta victoria militar —expresada constitucionalmente en la Carta de 1833— no implicó un abandono (y menos un rechazo) de los principios esenciales del liberalismo político.
¿Es posible pensar el futuro —plantear, por ejemplo, una suerte de “refundación” del país— olvidando o rechazando los principios esenciales (liberales) que conformaron la fundación de nuestra República?