Carta abierta a ex obispo de Iquique, Marco Antonio Órdenes
29.11.2012
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29.11.2012
A Marco Antonio, no por sus méritos personales, sino por la Gracia y Misericordia de Dios vivo, y el favor de la Sede Apostólica, Obispo de la Iglesia, ahora dimisionario de la diócesis de Iquique, PAZ, RECONCILIACION Y PERDON en el Dios de la Vida y del Amor.
Con dolor te escribo querido Marco, no como lo hice alguna vez teniendo en mente el canon del CIC que nos manda a los laicos, según nuestra calidad, representar a los pastores aquello que pensamos que se les debe representar para bien de la Iglesia y de las almas. Hoy quizás quisiera escribirte teniendo en mente aquellas palabras con que se inicia GAVDIVM ET SPES, los gozos, las alegrías, las tristezas, las esperanzas de todo ser humano, son también propias de los discípulos de Cristo y de su Iglesia.
Hoy te escribo pensando en el dolor que se ha provocado a nuestra querida Iglesia de Iquique, a los pobres y a los humildes, a los simples, no sólo entre los fieles de la iglesia, sino también entre los consagrados de esa diócesis, que para ser sinceros debemos reconocer son bastante simples, por no decir hasta algo, o bastante, simplones; un dolor que quizás se quiso evitar, buscando sobre todo salvaguardar tu honra, pero olvidando que una verdad por dolorosa que sea siempre es mejor que vivir en un engaño, y el “saber” siempre es mejor que la incertidumbre; y aún más porque somos discípulos de un maestro que nos enseñó que la verdad nos hace libres.
Y te escribo sabiendo que quizás nunca llegues a leer estas letras, que quizás te autoexilies como Francisco José Cox en algún remoto monasterio, dedicado a la vida de oración y penitencia que seguramente la Santa Sede podría imponerte como castigo por tus delitos o por las faltas a tus deberes sacerdotales que hayas cometido.
Pero estimado Marco, tu drama no es más que un signo de un drama mayor, el drama de la Iglesia de Iquique, no es más que un pálido reflejo del drama que vive la Iglesia Universal, el triste legado del largo pontificado de Juan Pablo II, la dolorosa realidad de una Iglesia más preocupada de conservar el poder que de entender a un mundo que sigue caminando y alejándose de ella; tu drama es parte de un drama mayor, tu vergüenza es la vergüenza de una iglesia que mirándose en el rostro del amado, se descubre más preocupada de meterse bajo las sábanas de los hijos/as de Dios, que de su dignidad de hijos/as en el HIJO.
¿Cuál es el problema? No creo que lo sea la identidad sexual de los sacerdotes, no tampoco el celibato, exigido por el rito latino al clero; creo que el problema va más allá, el problema es la forma, realmente perversa, en que se dan las relaciones interpersonales dentro de la Iglesia, la forma de relacionarse que establece el clero con los fieles, donde el que debería ser ministro–servidor, se convierte en un patrón de fundo, y los fieles, comunidad, cuerpo místico de Cristo, en inquilinos sin derechos, que deben agachar la cabeza ante las decisiones del clero. Las que deberían ser relaciones horizontales, entre hermanos, hijos/as en el único HIJO de Dios, con distintos ministerios en la comunidad, se convierten en relaciones asimétricas, más parecidas a las que se establecen en el “mundo”, que a las que nos presentan los evangelios. Pensaba en como la vieja, y seguramente más sabia de lo que pensábamos, hermana Hilda, siempre trataba de evitar la familiaridad de los chicos de la Tirana contigo, y como siempre tu cercanía con Rodrigo Pino, parecía causarle cierta molestia, pero como se nos había enseñado, era solo una monja vieja, y frente a la autoridad de tu sacerdocio no debía más que callar y someterse.
Por otro lado, resulta también perversa la forma en que la Iglesia–Jerarquía, busca controlar la vida no sólo de sus fieles, sino de todos y de todas, por medio del control de su sexualidad. Cómo, con quién, con que frecuencia y en qué posición, tienen sexo los seres humanos parece ser la mayor preocupación de una gran parte del clero, que olvida que el sexo es un hermoso regalo de Dios, una manifestación de amor, que no puede ser sino reflejo de aquel que es AMOR absoluto, y que no necesariamente debe estar enfocado a la procreación, haciendo que este don de Dios aparezca como algo sucio y que debe ser ocultado y condenado.
También me parece que resulta una perversión, y que juega en contra de la Iglesia, el situarse del lado de los “poderosos de la tierra”, a modo de ejemplo: en tu declaración de renuncia decías que siempre habías estado del lado de los “pobres”, sin embargo nunca se escucho de tí, una declaración valiente como las de Mons. Infanti de la Mora, defendiendo el agua “nuestra de cada día”, y en que la diócesis de Iquique es depredada por las grandes mineras, reduciendo a la miseria y condenando a desaparecer a muchos pueblos del altiplano, quizás el reloj de oro, regalo de una de esas empresas, que lucías, te impedía ser mas valiente, quizás las ofrendas a la Pacha Mama en la tierra, y los rituales pseudo andinos de la Jeno, te parecían más que suficientes, para decir que te interesaba la identidad de los hijos de nuestra tierra; el situarse del lado de los poderosos, buscando influir en la sociedad, y mantener una posición “social”, nos juega en contra.
Otra situación realmente perversa, y que se relaciona con la primera que mencione, sin duda es el personalismo, que se impuso en la Iglesia a partir del culto idolátrico a la persona de Juan Pablo II, y cuyos frutos vemos ahora, Maciel, Karadima, tú, y quizás cuántos más, que han construido estructuras eclesiales, no sobre Cristo “lapis angularis”, sino como casas sobre las movedizas arenas de sus personalidades; así nuestro tiempo parecía lleno de santos vivientes -alguien alguna vez me preguntó si te habían ordenado obispo o te habían canonizado- que proclamaban a los cuatro vientos su propia santidad; sin embargo, como casas construidas sobre arenas, las estructuras construidas por estas “santidades”, como la tuya, se caen, y sin duda su caída es cosa de Dios, un sacerdote conocido nuestro, cuando se destapó este escándalo tuyo, me decía lo preocupado que estaba porque la pastoral de la religiosidad popular en el norte de Chile estaba cimentada sobre tí, como su roca, y yo pensaba, si esa pastoral ha de caer porque estaba cimentada sobre “marco”, bien caída esta. Sin duda, parafraseando al general de triste memoria, en la Iglesia de Iquique, así como antes en el Santuario de la Tirana, no se movía una hoja sin tu consentimiento…
Sin duda, el Magníficat, resuena en este tiempo “derriba del trono a poderosos…” a los soberbios. Sin duda, te levantaste como modelo de santidad, hiciste que la Iglesia de Iquique no se cimentara sobre Cristo, sino sobre tu figura, propiciaste formas perversas de relaciones humanas, y eso no puede quedar impune.
Finalmente me parece también perverso, por no decir herético, el que te compares con Cristo sufriendo en la cruz, porque el Hijo de Dios, en primer lugar se entrega voluntariamente, tú te viste obligado por los acontecimientos; el Hijo de Dios desde el “ecce venio” hasta la muerte en cruz se entrega por la humanidad, tú te entregas tratando de salvar algo de tu dignidad; el Hijo de Dios en la cruz no trata de victimizar al pueblo judío, tú tratas de hacer de los fieles de Iquique víctimas a quienes haces sentir culpables de tu caída; mientras que a tu lado como mater dolorosa seguramente aguarda Franklin Luza, también esperando que se diga que “stábat iucta crucem” entregando a su hijo, sin embargo dudo que se trate de una entrega generosa y redentora; se trata más bien de una entrega oportunista que busca salvar algo de lo que en tu propio nombre has construido.
Tu dimisión llega tarde, y más que sea redentora, causa mas daño a la iglesia; no eres el hijo de Dios crucificado, no hay un sanedrín que ha conspirado contra tí para perderte, la única conspiración contra la iglesia y contra tí, ha sido la que hemos desarrollado quienes te han protegido, quienes hemos callado durante tantos años, quienes siguen callando, y quienes como nuestros obispos tratan de desligarse de sus responsabilidades; la única conspiración contra la Iglesia de Cristo la hemos hecho nosotros mismos, desde dentro, cuando preferimos guardar las apariencias, en lugar de ser humildes y mostrarnos tal cual somos.
Si fueras inocente, lo que dudo ya que me parece que la Iglesia es tan cuidadosa en investigar estos temas y no actúa sino está segura de la culpa, quizás olvidaste que las bienaventuranzas dicen que es bienaventurado el que es perseguido… o quizás tu conciencia, te ha hecho perder de vista el amor primero, el recto camino.
Seguramente hoy por hoy, ya habrás perdido la esperanza de que algún día se cante de tí que eres “honorificentia populi nostri”, hoy me aventuraría de decir, como tu coetáneo iquiqueño, que eres “verecundia populi nostri”… “vergüenza de nuestro pueblo”.
Recuerdo ahora una frase de la gran Teresa de Ávila, quizás no la recuerdes, pero se escucharía bien en tu voz, aquella impostada que utilizabas para hacer más melodramáticas tus palabras en la víspera de la fiesta de la Tirana, “las ollas mientras más se tapan, más hierven”, y ese es otro problema de nuestra Iglesia, querer tapar el sol con un dedo.
Ruego al Dios de la Vida y la Verdad, que te de PAZ para el corazón, que te mire benignamente y te conceda perdón por el daño que has hecho a su pueblo, y que puedas encontrar la verdad en tu corazón, situándote ahora sí, desde el lugar de los excluidos, de aquellos a quienes tú mismo excluiste, al levantarte lleno de soberbia en lo que debía ser un ministerio de servicio a los demás.
Finalmente sólo me queda recordar nuevamente el número 1 de Gaudium et Spes…
Gaudium et spes, luctus et angor hominum huius temporis, pauperum praesertim et quorumvis afflictorum, gaudium sunt et spes, luctus et angor etiam Christi discipulorum, nihilque vere humanum invenitur, quod in corde eorum non resonet. Ipsorum enim communitas ex hominibus coalescit, qui, in Christo coadunati, a Spiritu Sancto diriguntur in sua ad Regnum Patris peregrinatione et nuntium salutis omnibus proponendum acceperunt. Quapropter ipsa cum genere humano eiusque historia se revera intime coniunctam experitur.
Sin duda nada de lo que es propio del ser humano nos puede ser indiferente, y los gozos, los dolores, las esperanzas y desesperanzas tanto tuyas, como de las víctimas, no sólo de las víctimas individuales, sino también de la víctima que ha sido y es la Iglesia de Iquique, no pueden ser sino las de todos los que creemos en el Dios de la Vida, que desbordando gratuitamente su Amor, se ha entregado por nosotros, y ha puesto su morada en medio de su pueblo.