La falacia del termómetro: Por qué la encuesta CASEN no mide pobreza
20.08.2012
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20.08.2012
Revise los audios y videos del debate en el seminario del CEP
Lea la columna de Carlos Peña publicada en El Mercurio: “¿Miente el Presidente sobre la Casen?”
Durante los últimos meses se ha debatido sobre los resultados de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN) 2011. El gobierno ha subrayado la disminución de la indigencia(de 3,7% en 2009 a 2,8% en 2011) y la baja en los índices generales de pobreza (de 15,1% a 14,4%), argumentando que esto se debe en gran parte al crecimiento económico, la creación de empleos y a políticas sociales que compensaron el alza del precio de los alimentos. Asimismo, el gobierno celebra ladisminución de las diferencias del ingreso: la distancia en el ingreso autónomo (sin los aportes estatales)de los hogares del 10% más rico versus el 10% más pobre habría bajado de 46 veces en 2009 a 35,6veces en 2011, es decir, 23% menos; y si se toman en cuenta los subsidios, el coeficiente de Gini habría alcanzado su cifra más baja (0,52).
Estos resultados conviven con el hecho de que Chile sigue siendo el país con la distribución de ingresos más desigual de la OCDE (el 20% más rico se lleva el 54,5% de los ingresos del país, mientras el 20%más pobre sólo se queda con el 4%). Es decir, que mientras la economía crece a buen tranco, la pobrezano disminuye a la misma velocidad. Una vieja discusión se reinstala a propósito de estos resultados:¿Estamos midiendo correctamente la pobreza? ¿Es la CASEN actual el termómetro que necesitamos? Y si no mide la pobreza, ¿para qué, realmente sirve la CASEN hoy?
La discusión sobre la efectividad de la CASEN y la necesidad de actualizar su metodología reaparece constantemente. De hecho, en períodos electorales parece existir consenso en la necesidad de cambiar el termómetro, pero pasada esa efervescencia, la voluntad política desaparece.
El argumento a favor de la actualización sostiene que la metodología fue construida con antiguos parámetros (canasta familiar y patrones de consumo del año 1987), de modo que difícilmente puededar cuenta de la realidad actual de las familias chilenas. El argumento por mantener la metodología, esgrimido por el ministro de Desarrollo Social Joaquín Lavín, apunta a poder comparar los resultados actuales con los de periodos anteriores y así tener claro si avanzamos o retrocedemos en la solución del problema de la pobreza.
“Limitarse a ver la pobreza como la capacidad de adquirir bienes no dice nada de la eficacia de la política pública, pues no asegura que las nuevas adquisiciones puedan mantenerse en el tiempo o mejoren laproyección de vida de los grupos sociales”.
En nuestra opinión, esta posibilidad de comparar es casi la única utilidad que presta hoy la CASEN. Pero se trata de una comparación vacía de su significado original. La verdad es que no sabemos qué está midiendo. Pobreza, por supuesto que no.
Vamos por parte. Toda medición de la pobreza puede dividirse en dos momentos: el primero, de identificación, cuando se definen los criterios que permiten distinguir a las personas pobres; el segundo,de agregación, cuando se crea un indicador o índice general de pobreza y se obtiene un porcentaje de pobres dentro de una población dada.
En este texto nos concentraremos en el primer momento: la identificación.
En términos amplios, existen dos enfoques para reconocer a los pobres: el unidimensional y el multidimensional. En el primero, que se usa hoy en Chile, mide una sola variable y las personas son identificadas como pobres cuando esa variable cae por debajo de una determinada línea de corte que seconoce como “línea de pobreza”. En Chile esta variable es el ingreso y la “línea de pobreza” son $72 mil.Con menos de ese monto se es pobre; con $73 mil ya no.
Supongamos que la señora Gabriela ha terminado la enseñanza secundaria, posee casa propia y tieneun ingreso de $ 190.000. Y supongamos también que sufre graves problemas de salud y no cuenta con seguro médico. ¿Es pobre? Usando el enfoque unidimensional, con el que se construye hoy la CASEN,tenemos que decir que no. Aunque para el sentido común sí lo es, nuestro termómetro es incapaz de captar los graves problemas de salud que consumen todos los ingresos de la señora Gabriela. La certeza de que este tipo de casos son muy frecuentes es lo que alimenta las dudas sobre la real caída de lapobreza en Chile que revelan los datos de la CASEN.
El enfoque multidimensional, en cambio, parte de un supuesto evidente: el ingreso no es suficiente para medir la pobreza. Es necesario considerar también qué ocurre con al menos otras tres dimensiones claves de la vida: salud, educación y vivienda. Este enfoque, que se usa en algunos países de la OCDE, tiene muchas formas de aplicarse. Por ejemplo, se puede medir la pobreza con dos líneas de corte: una tradicional, basada en dimensiones específicas (ingreso, salud, vivienda, educación), que identifica si una persona sufre privaciones en relación con esa dimensión; y una línea que marca cuán amplias deben ser las privaciones que sufre una persona dentro de estas dimensiones para ser considerada pobre.
Así, la señora Gabriela será pobre si sufre un grado X de privaciones en una cantidad Z de dimensiones (por ejemplo, si en la dimensión salud sufre privaciones que significan un gasto mayor en sus ingresos). Además, es posible ponderar el peso relativo de cada una de las dimensiones, de manera tal de asignarle, por ejemplo, mayor valor a la salud que al nivel educacional o al ingreso.
Un método con estas características es más sensible para medir la pobreza y la desigualdad, y además facilita la focalización en el diseño de políticas sociales. Así se ha entendido a nivel internacional dondese critica el reduccionismo de medir la pobreza solo a partir del ingreso (la deprivación material). Por el contrario, se fortalecen enfoques alternativos, entre los que destaca el enfoque sobre desarrollo de las capacidades (las capability approach) del Premio Nobel de economía Amartya Sen y que propone considerar la pobreza en términos de la falta de control respecto de las propias capacidades para aprovechar libremente las oportunidades que permiten vivir la vida que se quiere vivir. Mirado desde esa perspectiva, el problema ya no son cosas o montos que no se tienen sino algo más complejo: la “calidad de vida”. A su vez, el problema de los satisfactores (que en el enfoque unidimensional es fundamentalmente dinero) se convierte en algo más complejo: son las dificultades que enfrentan las personas para desarrollar sus capacidades.
Ahora bien, pasar de un marco unidimensional a uno multidimensional implica responder a una serie de preguntas: ¿cuáles son las dimensiones e indicadores que serán integrados? ¿En qué punto se establece la línea de corte para cada dimensión? ¿Cómo se ponderan las dimensiones? Éstos son temas que deberían estar presentes en el debate nacional.
El ministro Joaquín Lavín sostuvo que en principio está de acuerdo con adoptar un enfoque multidimensional para medir la pobreza, pero manteniendo algunos criterios que permitan comparar con las CASEN anteriores. En esa misma línea, parece asentarse la idea de que para actualizar la CASEN bastaría con agregar otras dimensiones a una canasta, traducirlas a dinero y saber si con los ingresos que tienen las personas, pueden alcanzar un mínimo.
“Hay que abstenerse de considerar la pobreza como un arma de discusión electoral. Dejar de reducirla a elementos comparables y entenderla en toda su complejidad”
Sin embargo, eso es no comprender el enfoque multidimensional ni menos la complejidad de lapobreza. La pregunta por la definición de la pobreza es clave para comprender qué es lo que se quiere comparar y para qué. Si la pobreza se entiende como carencias traducibles a ingresos económicos, solo se podrá decir cuántos carecen de aquello que se considera necesario tener. Y la discusión se reducirá a lo que vemos hoy: “En este gobierno hay menos que en el anterior” o viceversa. Si las necesidades se entienden como una canasta básica o como múltiples dimensiones (educación, salud o vivienda), la pobreza seguirá considerándose un conjunto de necesidades no satisfechas que poco dicen respecto de la calidad de cada dimensión. Mirando así las cosas, la solución de la pobreza radicaría en el acceso y en las oportunidades de adquisición de los bienes “indispensables”, cuestión que está más relacionada con dinámicas de mercado que con políticas de Estado. A las políticas públicas les compete, en cambio,resolver problemas de calidad, de integración social y derechos. Y limitarse a ver la pobreza como la capacidad de adquirir bienes y servicios no dice nada de la eficacia de la política pública, pues no asegura que las nuevas adquisiciones y accesos puedan perderse nuevamente o mejoren efectivamente la proyección de vida de los grupos sociales.
Si efectivamente se busca obtener información que permita resolver los problemas sociales que determinan el funcionamiento de la pobreza, su aumento o su mantención, entonces se requieren datos sobre la dinámica y movilidad de quienes han estado en situación de pobreza y, luego de salir de ella, han vuelto a caer. Datos de quienes no siendo pobres llegan a serlo frente a cualquier evento decrisis (de esos comunes en nuestros días) al no contar con recursos para enfrentarla. La dinámica del empobrecimiento y los procesos de “vulnerabilidad crónica” representan el síntoma más perverso de una sociedad -como la chilena- basada en la desigualdad, la desprotección y el neoliberalismo.
Nada de los mecanismos de reproducción de estos tres grandes problemas y sus daños en las trayectorias de calidad de vida, son evidenciables en una medición unidimensional, ni tampoco multidimensional si se la entiende sólo como una fotografía de niveles absolutos de carencia.
Por lo tanto, el diseño de políticas públicas requiere de información longitudinal: el seguimiento de las vidas de los pobres, de modo de observar las trayectorias de vulnerabilidad y los efectos de las crisis (económicas y socio-naturales) en el desarrollo de la calidad de vida de hogares y comunidades.
Si nos interesara realmente conocer la pobreza en sus dimensiones, tendríamos que buscar la forma de visibilizar cómo la señora Gabriela, más allá de sus bienes, su sueldo de $190 mil y sus problemas de salud, accede a bienes y servicios; en qué medida éstos han desarrollado sus capacidades; y cuán limitada está una dimensión de su vida por la deprivación que sufre en otra. Un ejemplo de esto último sería la privación de participar en actividades de recreación o formación cultural por la necesidad de trabajar más para pagarse una capacitación que le promete mejores ingresos, pero que no es lo que le gustaría aprender. ¿Afecta eso su salud? ¿Se priva de pasar tiempo con su familia? ¿Puede desarrollar su vocación? Mirando estas dimensiones se entiende que la pobreza no es una “sumatoria” de problemas sino un circuito que afecta el sistema de calidad de vida en su globalidad.
Medir multidimensionalmente esta realidad es posible identificando patrones de interacción de las de privaciones que hacen visibles dimensiones de pobreza social (uso de tiempo, recreación, asociatividad), ponderando aquellas dimensiones más sinérgicamente depresoras de la calidad de vida.
Pero para hacer eso, primero hay que abstenerse de considerar la pobreza como un arma de discusión electoral. Dejar de reducirla a elementos comparables y entenderla en toda su complejidad. Mantener el mismo termómetro permite comparar los grados de temperatura, pero de ello no se puede concluir que ha mejorado el nivel de presión arterial. La “falacia del termómetro” es asumir cualquier inferenciade éxito o fracaso de las políticas de erradicación de la pobreza a partir de enfoques unidimensionales y porcentajes absolutos que no comparan a los mismos sujetos en distintas dimensiones.
Dar ese paso no es fácil. Pero tras darlo nos situaremos en un rico territorio de discusión pública planteado por la pregunta ¿cómo vamos a definir pobreza? La definición del peso relativo de las dimensiones a considerar no está exenta de juicios normativos, y por lo tanto debe estar abierta al debate público. Dicho de otro modo, la medición de la pobreza no sólo implica una discusión técnica, sino que además ética y política. En esa medición se pone en juego la especificidad de la sociedad chilena actual: una sociedad cuyos principales problemas ya no se encuentran solamente en identificar quiénes son pobres ni dónde están, sino cómo se empobrecen en un contexto de vulnerabilidad estructural y de riesgo crónico.
La pregunta por la pobreza y su ubicación en la estructura social es también una pregunta por la construcción de determinados sujetos (los pobres), por las dimensiones ocultas de la desigualdad, por los derechos humanos y por la dignidad.