Las sugerencias de Libertad y Desarrollo para la reforma electoral
30.09.2011
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30.09.2011
Vea el informe completo publicado por el Instituto Libertad y Desarrollo.
Estamos en el momento justo para realizar un análisis del sistema político, que incluya tanto al sistema electoral como todo el régimen electoral. Esto, debido a la evidencia existente en los datos del padrón electoral y a las constantes propuestas para mejorar el sistema, así como las críticas y sugerencias que han hecho políticos, académicos y representantes de la sociedad civil.
La motivación principal del trabajo de Libertad y Desarrollo en este tema es analizar por completo la situación, desde las evidencias disponibles sobre el funcionamiento del sistema binominal hasta la representatividad, efectividad y participación electoral, en el marco más objetivo posible. Además, en el informe se simularon los escenarios de las principales propuestas de cambio al sistema electoral que se han hecho, para ver sus méritos y obtener un diagnóstico de estas distintas soluciones que han sido planteadas.
En el informe de LyD se plantean lineamientos de reforma, basados en la experiencia internacional y casos analizados, que apuntan a maximizar la madurez de nuestra democracia, pero siempre teniendo en cuenta las variables de representatividad, efectividad y participación, de manera de no tomar una posición sesgada ante la evidencia mostrada.
Lo que muestran los datos es que el sistema binominal originalmente fue pensado para dar gobernabilidad al país y generar consensos mediante la reducción de la fragmentación y el número de los partidos políticos. Y si bien ha dado pruebas de que genera gobernabilidad, no ha cumplido con el objetivo relacionado con los partidos y está cuestionado por su nivel de representatividad. Esto último, principalmente por los beneficios que este sistema ha otorgado a las dos coaliciones más grandes. Efectivamente, en tres elecciones ha beneficiado a la Concertación (1989, 1997 y 2001) y en otras tres, a la Alianza (1993, 2005 y 2009).
El politólogo Diether Nohlen describe las principales falencias del sistema binominal, señalando que excluye a los partidos que no son capaces de incorporarse a las coaliciones y que la competencia se traslada al interior de cada coalición, pues la disputa se genera en la directiva de los partidos para definir a los candidatos, lo que le quita incertidumbre a los resultados.
Por ello, nuestra propuesta se basa principalmente en aumentar la competencia en una primera etapa. Luego, un período de evaluación y perfeccionamiento de la representatividad, como segunda etapa.
Para aumentar la competencia, en la primera etapa se plantean varias reformas al régimen político:
a) Más y nuevos electores: Es fundamental incorporar a los cuatro millones de chilenos que actualmente no tienen la posibilidad de votar. Por ello la urgencia de aprobar el proyecto de inscripción automática, voto en el extranjero (sin vínculo) y un sistema de primarias vinculantes para generar que más chilenos puedan elegir a sus representantes y que la decisión sea validada por ellos, generando una mayor incertidumbre sobre los candidatos finales que presentan los partidos y acerca del resultado último de la elección.
b) Primarias: Voluntarias, vinculantes, simultáneas y nacionales entre los partidos, de manera de generar posibles pactos electorales; organizadas por el Servicio Electoral y sujetas a las regulaciones de la ley sobre gasto electoral, para generar más transparencia, competencia y participación, todos factores que según diferentes encuestas son las peticiones más requeridas por la ciudadanía. Este tipo de primarias potencian la confianza en los sistemas políticos y que los ciudadanos tomen conciencia de que son actores clave del proceso de determinación de los candidatos, al tiempo que generan un ambiente próspero de información, participación y vinculación de las personas con la política.
c) Redistritaje: Es necesario que la desproporcionalidad territorial existente se reduzca, para tratar de honrar el principio de “un elector, un voto”. Nuestra Cámara de Diputados actualmente tiene subrepresentación en las áreas de mayor población. Por ejemplo, el voto de un ciudadano del distrito 6 (Alto del Carmen, Caldera, Freirina, Huasco, Tierra Amarilla y Vallenar) vale seis veces el de uno del distrito 20 (Cerrillos, Maipú y Estación Central), ya que el distrito 6 posee 20.000 electores por diputados, y el 20 tiene 120.000. En ese sentido, calculando el Malapportionent (forma de medir la desproporcionalidad del voto), un 15% de los escaños están situados en distritos que podrían no haberlos recibido si hubiese un sistema totalmente proporcional al principio “un elector, un voto”. Eso sí, se debe buscar un equilibrio para que el principio mencionado no desconsidere el aporte al país de los ciudadanos que viven en áreas con menor densidad urbana, como es el caso de las zonas aisladas. Un redistritaje puede considerar el análisis completo del sistema actual o la creación de nuevos distritos al dividir los territorios con más electores.
d) Otras medidas: Límite de reelección a las autoridades en cargos de elección popular, presentación de un mayor número de candidatos por pacto y elevar o eliminar los umbrales de gasto electoral a los candidatos desafiantes.
Una segunda etapa contempla la evaluación de las medidas anteriormente descritas y si aún perdura la desproporcionalidad y exclusión de sectores políticos minoritarios, sería totalmente razonable considerar alternativas que entreguen cupos compensatorios a esos grupos. Una alternativa es la propuesta de Tomás Duval (2006), que plantea asignar 30 nuevos escaños a diputados nacionales. Otra es la de Pepe Auth, que incorpora 30 escaños a las listas que superen el 5% de los votos a nivel nacional.
Nuestro régimen electoral necesita un nuevo aire y creo que una propuesta incremental en dos etapas es lo ideal para concretar modificaciones que sean aprobadas de forma transversal y logren apoyo político, ya que realizar cambios drásticos en el corto plazo es difícil por el status quo de los incumbentes (parlamentarios) que deben aprobarlos. Los grandes cambios siempre son graduales, pero eso no significa que no sean necesarios o que no se deba empezar a trabajar en ellos lo antes posible.