Arturo Fontaine: «El lucro sí importa»
17.09.2011
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17.09.2011
+ Este breve y perspicaz libro de Patricio Meller se abre con datos que indican la crisis del sistema actual: El costo promedio de los aranceles es US$ 6.150, lo que representa el gasto per cápita más alto del mundo. Y representa más del 40% del ingreso familiar de los tres menores quintiles. Los aranceles han subido un 60% real en doce años (Creo que en eso influye mucho el sistema de créditos con aval del Estado). El endeudamiento universitario respecto del ingreso anual como profesional es del 174%. El gasto público en educación es de 0,5%, el menor del mundo. (Permítanme agregar aquí una cifra: en USA el Estado aporta el 31,6% del gasto total en educación superior y en Chile, sólo el 14,4%).
El diagnóstico de Meller es lapidario.
Por otro lado, hoy hay 562.583 jóvenes en la universidad. Durante la última década el crecimiento de la matrícula ha sido del orden del 7% anual.
+ Meller aborda, entre otros, la cuestión del crédito universitario.
El problema aquí es cómo calcular el arancel de referencia y cómo salvar la diferencia entre éste y el arancel real, (si la hubiera y en muchos casos la hay y es una brecha que llega al 50%), cómo evitar la presión al alza de los aranceles que ejercen los créditos con aval del Estado y la incertidumbre respecto al ingreso futuro.
Este es un mercado fuertemente intervenido por el Estado. Cualquier sistema de créditos con aval estatal debe involucrar al Estado en la fijación de aranceles. ¿Es conveniente esto? Algo de un 50% deserta y un 57% de los egresados no ejerce en lo que estudió. Cómo puede diseñarse un buen sistema de créditos dada esta situación, lo ignoro. Quizás sea más práctico y barato cobrar a los titulados un 3% o un 5% de sus ingresos como impuesto especial durante un cierto número de años.
+ Las universidades, afirma Meller, son distintas a las carnicerías.
En el caso chileno, al menos, no compiten vía precios (sólo suben) ni calidad (no se mide). Compiten vía marketing. Se afirma que las universidades, incluso en su docencia, generan bienes privados y públicos. Pero además, como ya dije, es un mercado en el que el Estado interviene, por ejemplo, vía subsidios directos a ciertas universidades, sistema de créditos (al 2%), Fondo Solidario para los alumnos de las CRUCH, sistema de créditos (al 6%) con aval del Estado para alumnos de universidades privadas y de las CRUCH, acreditaciones, etc. Meller concluye que es necesario informar, medir, regular y supervisar este mercado peculiar, tareas que recaen sobre el Estado.
+ Meller aborda el problema del lucro.
Se examinan resultados de diversos estudios y mediciones y se concluye que las hay malas y buenas y se propone regular, evaluar y supervigilar.
Detrás de la discusión sobre el lucro hay, creo yo, supuestos importantes acerca de la medición o evaluación. Por ejemplo, hay empresas comerciales cuyo giro propio es construir viviendas sociales, es decir, con subsidio estatal. Los parámetros de construcción exigidos por el Estado son susceptibles de mediciones bastantes precisas. Se sostiene, a veces, que la universidad se podría someter a controles y mediciones análogas.
+ Mi posición sobre las mediciones es distinta. No creo en esa analogía.
Lo propio de los procesos educacionales integrales (en oposición a los de mero adiestramiento) es su multidimensionalidad. Por ejemplo, según la encuesta CEP la formación ética y hábitos, la calidad de la instrucción académica y la disciplina son aspectos casi igualmente importantes a la hora de decidir un colegio. ¿Cómo medir la formación ética y los hábitos?
Según James Heckman la formación de hábitos tiende a incidir más en el ingreso futuro de un trabajador que la instrucción. La intuición de los padres no está tan descaminada, incluso si sólo nos atenemos al tema del ingreso futuro. Para qué decir si incorporamos otros factores como la vida de pareja y familiar, en fin.
A la hora de medir la mera calidad de la instrucción surgen diversas dificultades y desafíos. Las evaluaciones vía promedios Simce y PSU de los distintos colegios tienden a generar cambios en la enseñanza. Es decir, al evaluar se modifica lo evaluado. Desde luego, tienden a perder importancia relativa los ramos y actividades que no se miden en beneficio de los que sí se miden. Y en los ramos que sí se miden se dedican, en mayor o menor grado, a preparar la prueba. Entonces, por ejemplo, como las pruebas de lenguaje, matemáticas y ciencias son de opción múltiple, las pruebas del colegio mismo se van transformando cada vez con mayor frecuencia en pruebas de opción múltiple.
Ese tipo de instrucción sí se presta a cierta estandarización y tiene diversas limitaciones. Los colegios y liceos abandonan así su tarea educadora y se transforman, sin quererlo, en meras instituciones de adiestramiento para rendir determinadas pruebas. Por cierto, ello puede elevar y probablemente elevará los resultados en dichas pruebas, pero a costa de la verdadera calidad académica, del espíritu crítico y la discusión analítica, y de la formación ética.
Imaginen una combinación de colegios con fines de lucro + pruebas de opción múltiple + estandarización + mejora en los resultados Simce y PSU. Esa para mí es la pesadilla que se nos viene encima.
Muchos de los países de alto rendimiento en las pruebas PISA (Finlandia, Singapur, por ejemplo) en general, no ocupan pruebas de opción múltiple sino que problemas de desarrollo y breves ensayos para evaluar a los estudiantes que egresan de la enseñanza media.
Lo que no me gusta de la hegemonía de las pruebas estandarizadas es que, como profesor, no puedo aprender en qué se equivocan mis alumnos. En una prueba de desarrollo a menudo uno comprueba que la estrategia estaba correcta y lo errores son menores, son a veces, distracciones. La prueba de alternativas no permite discriminar entre ambas situaciones. En un pequeño ensayo el alumno con su lenguaje explica, pone ejemplos, cita, analiza, prioriza, ordena, critica, se pregunta, opina, en suma, piensa como persona libre.
Nada de eso es posible en las pruebas estandarizadas. El profesor en tal caso, tiene poca información acerca de sus alumnos. El profesor en una pregunta de desarrollo o un pequeño ensayo debe comentar lo que el alumno ha escrito. Se genera así una relación real entre el alumno y el profesor.
No es que me oponga, por cierto, a las evaluaciones externas. Creo que son muy necesarias. No es que me oponga a todas las pruebas de opción múltiple. Las creo inevitables en un país como Chile, pero requieren ser elaboradas con apoyo de organizaciones internacionales y un financiamiento que permita que sean de calidad. Elaborar buenas y variadas preguntas de alternativas es sumamente difícil. Y me preocupa mucho, eso sí, su invasión y hegemonía en los colegios y liceos. Es una invasión que empieza a llegar también a las universidades. No es que me oponga a que el Estado genere información sobre las universidades y la difunda. Lo creo necesario. Tampoco me opongo a la publicación de ranking. Pero es una tarea que debe hacerse con mucho rigor y seriedad, invirtiendo en ello lo que corresponde, y difundiendo los resultados con modestia y cautela, es decir, haciendo presente lo que se midió y las limitaciones de los respectivos instrumentos de evaluación.
+ El conflicto de interés y por qué el lucro importa y mucho.
En este punto tengo una discrepancia frontal con Patricio Meller. A mi juicio, el lucro importa y mucho. A mi juicio, no debiera estar permitido en instituciones educacionales que reciben subsidios del Estado. Entre hacer un laboratorio de física o hacerse una casa en el lago, ¿qué escogerá nuestro empresario, dueño de universidad? Entre tener una proporción razonable de alumnos por profesor y aumentar los alumnos al máximo para aprovechar economías de escala, ¿no escogerá lo último? Entre pagar arriendos y servicios necesarios y a un costo de mercado y multiplicar servicios innecesarios y pagar más arriendo del de mercado siendo dueño de las empresas que prestan dichos servicios y de los edificios que se arrienda él mismo, ¿no tenderá a escoger lo último?
Bueno, es que en tal caso eso no ha ocurrido. Bueno, se nos dice, habría que demostrar que eso ha ocurrido.
Bueno, no todos los dueños de bancos prestan el dinero de los depositantes a sus propias empresas aunque estén al borde la quiebra. Algunos separan el banco y sus demás negocios. Pero la tentación es grande, es peligrosa. Por eso la ley restringe y regula los préstamos a empresas relacionadas. Nada impide que un director de banco que fuese parlamentario separara el bien público del de su banco y legislara incluso en contra de los intereses de su banco. Pero la tentación de hacer lo contrario es muy grande. Por eso la ley prohíbe que un parlamentario sea director de banco. Es una norma preventiva y prudencial.
El Estado, se nos dice, debiera supervigilar a estos empresarios de la educación universitaria. Bueno, ya es difícil a Impuestos Internos y a la Superintendencia de Valores supervisar a los empresarios en negocios comunes y corrientes. Ya es dificilísimo supervigilar a las instituciones educacionales sin fines de lucro. No es prudente, no es realista pensar que los funcionarios públicos a cargo de dicha vigilancia van a poder hacerlo con eficacia si los vigilados tienen por fin el lucro.
+ Quizás lo mejor del libro sucede cuando Meller se olvida de que es economista y piensa, simplemente, como profesor, como académico con vocación de investigador. Uno siente que aquí Meller habla desde el corazón y desde la experiencia. Uno intuye que quien habla es un gran profesor, dan ganas de haber sido alumno suyo.
La estructura de gobierno de la universidad, sus reglas fundamentales emanan de la naturaleza misma del oficio de enseñar.
Veamos qué nos dice Meller.
1)…el proceso de producción académica es bastante más complejo y problemático que los (procesos) asociados a los sectores productivos. El aprendizaje y la transferencia de conocimientos son asuntos que no se pueden estandarizar.
Esto es lo que NO ocurre con las carnicerías, los restaurantes, las fábricas de zapatos. Tampoco en las empresas que adiestran para las pruebas de opción múltiple como la PSU, tampoco en los institutos de idiomas.
Por eso las universidades y, en general, las instituciones propiamente educacionales, son tan difíciles de evaluar. Sus fines son múltiples, sus mismas prioridades deben ajustarse según los alumnos que tenga en ese momento.
2)…en el proceso de investigación universitaria es imposible establecer reglas, y los resultados de esta investigación son (en general) imprevisibles. ¿Cómo funciona el proceso creativo?, ¿cómo surgen las ideas?, ¿cómo anticipar lo que se va encontrar o descubrir antes de efectuar la investigación?
Cuando William Harvey descubrió circa 1628 la circulación de la sangre, uno de los argumentos que se esgrimió en su contra fue que, si tuviese razón, en cualquier caso se trataría de un descubrimiento irrelevante por inútil.
3) se concluye, según Meller, que… la docencia y la investigación requieren un alto grado de libertad de acción intelectual para los académicos y para que la universidad pueda cumplir cabalmente su función. La autonomía universitaria implica que la comunidad académica tiene el poder de decisión sobre el quehacer de la universidad sin ninguna interferencia externa. (Pgs. 115 y 116)
+ Entonces, cuando eso se da, la vida académica real, la de la sala de clases, la de la corrección de trabajos, la de la biblioteca y el laboratorio, la del café conversado en el casino o en un pasillo, es una forma de ejercer la libertad, es una forma particularmente noble y exigente de vivir la libertad.
Entonces, quizás lo que, en el fondo, esté en juego en el conflicto educacional de hoy sea justamente la autonomía, la libertad de la universidad.
Porque lo que se nos está pidiendo por algunos, a fin de cuentas, es que la universidad se someta a un conjunto de especificaciones y mediciones técnicas externas como si se tratara de una empresa dedicada a la construcción de viviendas sociales o como si la universidad fuera una empresa comercial que construye puentes para el MOP. Es un planteamiento que, seguramente, sin proponérselo, amenaza la libertad de la universidad.
+ Se trata de un enfoque que ha emanado de la propia universidad y luego ha llegado al poder. Es un enfoque que quisiera poder explicar toda institución humana con la lógica que se explica el funcionamiento de un supermercado. Es un enfoque que anida en espíritus que sin notarlo, son de inclinación fundamentalista, en individuos racionalistas que buscan obsesivamente la sensación de certidumbre (aunque para ello haya que poner entre paréntesis la sensatez y la verdad), en mentes de talante reduccionista y totalizante, es decir, en personalidades como las del erizo, en el sentido del célebre ensayo de Isaiah Berlin, es decir, que ante el ataque conocen una sola y temerosa defensa: engrifarse y llenar su cuerpo entero de huesos puntudos y peligrosos. Se trata de hombres simplistas que tienden a explicarlo todo a partir de un solo principio. Esto en oposición a la mentalidad del zorro, que está atento a la pluralidad y diversidad y particularidad de la vida y la naturaleza.
+ Este predominio que tiene en Chile el erizo fundamentalista, el que quisiera poder explicarse toda institución y ojalá el mundo entero como si fuese un supermercado, es un síntoma de un problema de la propia universidad. Pienso que esto se debe, en parte, a que, como señala Meller, el joven entra en Chile desde el primer día a una Facultad o Escuela vocacional que funciona como un túnel, es decir, queda incomunicado de las demás disciplinas. Por ejemplo, se educa, a menudo, al estudiante de ingeniería comercial como si los temas que se abordan en las humanidades fueran asuntos con los que nunca fuera a toparse en su vida como profesional o como ser humano. Y, por su lado, se forma a los que se dedican a las humanidades como si jamás fueran a tener que vérselas con un fenómeno económico. La universidad de hoy está muy lejos de lo que planteara Andrés Bello, eso de que las verdades de las distintas disciplinas se tocan.
+ Este breve libro de Patricio Meller no da recetas. Pero nos ayuda a comprender la profundidad del conflicto que estamos viviendo. Y la significación que tiene para la universidad y para la libertad que es su savia.