Opinión de Libertad y Desarrollo: Oxígeno democrático
12.09.2011
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12.09.2011
¿Está fatigada nuestra joven democracia? Las últimas encuestas de opinión así lo demuestran. El problema es que el diagnóstico en torno a las causas de la “fatiga” –término acuñado por el Presidente Piñera– no es compartido. Por lo mismo, no hay acuerdo respecto de las teclas precisas que se deben tocar para oxigenar nuestra democracia. Ello sucede por dos motivos; en primer lugar, por legítimas diferencias –académicas y políticas– en torno a cómo equilibrar los diversos bienes que hay en juego: participación, representatividad, gobernabilidad, transparencia, por nombrar algunos. En segundo lugar, porque las reglas de la política –y sus modificaciones– son definidas por los propios jugadores. Ello explica que el debate político sea tan reformista en lo discursivo, pero extraordinariamente conservador a la hora de las reformas.
La agenda de reformas políticas que está impulsando el Gobierno dan cuenta de que existe un diagnóstico claro: nuestra democracia requiere de cuotas mayores de competencia, de incertidumbre en torno a los resultados finales de las elecciones, de entregarle mayor participación y responsabilidad a los ciudadanos en la cosa pública, y por cierto, remozar a nuestros partidos políticos.
Lo anterior explica la importancia de aprobar el nuevo esquema de inscripción automática-voto voluntario-voto de los chilenos en el extranjero (sin exigir vínculo). Se trata de incorporar un potencial de cuatro millones de electores que podrían cambiar dramáticamente la forma de hacer política en Chile. No se trata de un grupo –así lo mostró un estudio pionero en la materia de LyD el 2009– que sea extraordinariamente distinto del de los inscritos desde la perspectiva de sus valores o conductas; pero requerirá de dosis nunca antes vista de seducción programática. El establecimiento de primarias apunta en la misma dirección: no sólo los actuales representantes serán desafiados por nuevos candidatos; todos deberán ir directamente al corazón de la comunidad para buscar apoyos en activistas, militantes, clubes y juntas de vecinos.
Existen otras reformas que nos parecen fundamentales: repensar la conformación de nuestros distritos y circunscripciones, permitiéndonos acercar al ideal de “1 persona, 1 voto” efectivo, a la vez que emparejando dramáticamente la cancha entre incumbentes y desafiantes; segundo, limitar el número de reelecciones para alcaldes y parlamentarios; y tercero, repensar los límites de gasto electoral que enfrentan los candidatos nuevos.
Finalmente, no podemos dejar de mencionar que las anteriores reformas corrigen el binominal de algún modo, sin reemplazarlo. La crítica en torno a la exclusión que genera respectos de ciertas minorías significativas requerirá ser evaluada una vez que se hayan implementado las reformas anteriores –no olvidemos que es posible romper el binominal, como lo ha hecho el PC y algunos partidos regionalistas–. Sin embargo, de persistir sistemáticamente la exclusión de minorías relevantes, es posible pensar en fórmulas que apunten a generar cupos compensatorios, que superen umbrales sensatos.